El Testigo Interior
Si entrenáramos nuestros espíritus, sabríamos con exactitud en el interior qué hacer en cada área de la vida con un "si" o con un "no"; aún en cosas secundarias.
Prácticamente, pasamos toda nuestra vida en el reino mental y físico; muchas veces, hemos desarrollado nuestra cabeza a costa de nuestro corazón, el conocimiento intelectual ha tomado el trono en nuestra vida. Y nuestro espíritu, que debe guiarnos, es mantenido en prisión bajo llave, y no le permitimos funcionar.
Este testigo interior busca dirigir nuestra mente. Todos sabemos que hay muchísimas que nunca habríamos hecho si hubiéramos escuchado ese testigo interior.
No habríamos invertido y perdido dinero en ciertas empresas arriesgadas; no habríamos escogido a ciertas personas como compañeros. (No solo me estoy refiriendo a la pareja en el matrimonio, sino también a cierta gente con la que nos involucramos). Si hubiéramos escuchado nuestro testigo interior, nunca habríamos hecho negocios con ciertas personas.
Para definir este testigo interior en pocas palabras, a medida que oramos acerca de algo y pensamos que hacer, si hay una alto en nuestro espíritu; un "algo en nuestro interior" que le dice que no haga algo, ese es el testigo interior. Sin embargo, algunas veces tenemos que esperar un rato para tener la quietud suficiente para reconocerlo.
¿Cómo podemos distinguir si es mi espíritu o el Espíritu Santo el que me está diciendo que haga algo?
Como vimos anteriormente. en Proverbios 20:27 dice: "Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre". Dios dijo que El iba a usar nuestro espíritu.
Debemos ser capaces de distinguir si es la carne; el hombre exterior, la que quiere hacer algo, o si es el hombre interior, nuestro espíritu.
Si es el hombre interior estamos en la dirección correcta porque el hombre interior es renacido y es una nueva criatura. 'Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas' (2 Corintios 5:17). El hombre interior tiene la naturaleza y la vida de Dios en él; si somos llenos del Espíritu, el hombre interior tiene al Espíritu Santo morando dentro. El hombre interior del cristiano no es el que quiere obrar mal; sino el hombre exterior.
Juan en su epístola habla acerca de la simiente de Dios permaneciendo en este hombre interior, el cual no puede pecar. "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios" (1 Juan 3:9). Este hombre interior tiene la naturaleza y vida de Dios en él, pues es nacido de Dios.
Físicamente, nosotros nacimos de nuestros padres humanos y participamos de su naturaleza. La gente suele decir: "él es como su padre", o "ella se parece a su madre".
Espiritualmente, somos nacidos de Dios y participamos de Su naturaleza.
"Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina..." (2 Pedro 1:4). Pedro también dijo que somos nacidos de la Palabra de Dios; "Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre" (1 Pedro 1:23).
Somos nacidos de la Palabra de Dios; por eso, a medida que nos alimentamos de la Palabra de Dios, somos participantes de la naturaleza divina. Sabemos que el obrar mal no es la naturaleza de Dios; por lo tanto, si una persona es realmente un cristiano, el deseo de obrar mal no está en su espíritu.
Mirando una ilustración bíblica de este testigo interior, leemos en Hechos 27 la historia de Pablo a bordo de una nave con rumbo a Roma. "Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas" (versos 9 y 10).
Pablo no dijo: "El Señor me dijo"; tampoco dice que el Espíritu de Dios se lo dijo. Pablo dijo: "Veo"; ¿Quién es el verdadero "Yo"?, el hombre espiritual, el hombre en el interior. Pablo no lo vio mentalmente, tampoco lo vio físicamente, sino tuvo testimonio en su espíritu.
Hace unos años, tenía que hacer un viaje largo en autobús y sentía cierta intranquilidad de ir, así que decidí suspender el viaje para una fecha posterior, llamé a mi amigo que era administrador de la agencia y le dije que le diga al conductor que tuviese cuidado pues algo podía pasar, y efectivamente paso algo, hubo un accidente pero como estaban advertidos no le paso nada a nadie. Tal como pasó con Pablo, pude hacer algo al respecto.
Notemos que Pablo simplemente dijo lo que había percibido. En Hechos 27:20,21 leemos: "Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos. Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído..." Esta fue una declaración osada.
Observemos que Pablo dijo: "Debieron haberme escuchado". El no dijo: "debieron haber escuchado al Señor"; él no había dicho: "El Señor me dijo", sino: "Veo".
"Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave... Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho" (versos 21, 22 y 25).
Pablo percibió el peligro, y si ellos lo hubieran escuchado, podrían haber evitado el naufragio, pero no lo hicieron; por lo cual perdieron toda la mercancía y la nave. A pesar de eso, Pablo les aseguró que no se perdería ninguna vida: "porque yo confío en Dios...", y la vida de cada persona fue salvada..
Una declaración en Hechos 13 nos ayudará más en cuanto al recibir dirección de Dios. "Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros... Ministrando estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo..." (Hechos 13:1,2).
Notemos bajo qué condiciones habló el Espíritu Santo: "Ministrando estos al Señor, y ayunando". No sé de muchos servicios como ese hoy en día. Por lo general, el predicador ministra a la gente, no al Señor. La mayoría de nuestros servicios en la iglesia se basan en ese principio; estamos ministrándonos el uno al otro. Pero ellos ministraban al Señor; en esa clase de atmósfera fue que habló el Espíritu Santo. Sería bueno que hoy en día tuviéramos algunos servicios en los que ministráramos al Señor.