domingo, 31 de mayo de 2015

Segunda Tradición - Quizás No Sea la Voluntad de Dios Sanarme

Segunda Tradición

Quizás No Sea la Voluntad de Dios Sanarme


Esta es una tradición favorita de la gente, muchos cuando oran por sanidad piensan que deben terminar diciendo con la frase: “Si es Tu voluntad.”

Siempre le digo a la gente cuando me dice esto: "Entonces estás en problemas porque en 1 Juan 5:14-15 dice que Dios solo te oye si le pides conforme a a Su voluntad".

Escuche un programa de cristiano de televisión en que una mujer oraba por su hijo enfermo: “Señor si es Tú voluntad sánalo y si es Tú voluntad llévalo contigo.”

Cuando su hijo murió pensó que esa había sido la voluntad de Dios.

Ese tipo de oración es total falta de conocimiento de la voluntad de Dios, porque claramente está escrito en Su Palabra que Su voluntad es sanarnos.

Los pecadores no oran: “Señor, sálvame si es Tu voluntad.” Sería algo ridículo, pues la Palabra de Dios declara que el Señor esta: “...queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:8).

También dice que “...el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). Por eso, el pecador jamás debe orar: “Señor sálvame si es Tu voluntad.”

Esto es tan tonto como el que un hijo de Dios ore: “Señor, sáname si es tu voluntad.”

La Palabra de Dios nos dice claramente que Jesús ya pagó el precio de nuestra sanidad. Por ejemplo, en Mateo 8:17 dice: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.”

Cuando leemos este verso y entendemos completamente lo que realmente está diciendo, va a provocar una revolución en nuestras vidas, porque seremos capaces de enfatizar la palabra “nuestras.” Tal como Pablo decía "mirad con cuan grandes letras os escribo"; de ese mismo modo declararemos que Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias; y nosotros estamos incluidos en la palabra nuestras.

Podemos decir confiadamente que Él tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias. Esto lo traerá directamente a donde vivimos. Nunca más tendremos que llevar nuestras enfermedades. ¡Él las llevo para que nosotros podamos estar libres!

Ya no hay necesidad alguna de que ambos las llevemos. Si Jesús las llevó para que fuésemos libres, ¿Por qué debemos orar “si es tu voluntad”? ¡La Biblia declara cual es su voluntad!

A la mayoría de personas que no creen en la Sanidad Divina no les gusta este verso.

Una persona dijo que este verso significa que Cristo tomó las enfermedades de la gente que vivió en su tiempo, pero que no es para nosotros hoy.

Parece que se olvidó que Mateo escribió su evangelio después que Jesús murió. Si la sanidad solo era para los que vivieron cuando Jesús vivió en la tierra, Mateo hubiera escrito: “El mismo tomó SUS enfermedades y llevó SUS dolencias.” Pero Mateo no escribió eso. El Espíritu Santo, a través de Mateo, escribió: “El mismo TOMÓ nuestras enfermedades y LLEVÓ nuestras dolencias.”

Otra persona desarrolló la teoría de que este verso en vez de referirse al pasado, se refiere al futuro, que este verso se cumplirá en el Milenio. Pero esto no puede ser cierto, porque entonces no habrá necesidad de sanidad, ya que la maldición será quitada.

Pablo dijo que seríamos transformados en un instante, “en un abrir y cerrar de ojos” (1 Corintios 15:52). Nuestros cuerpos no estarán llenos de enfermedad en el Milenio, así que no necesitaremos la provisión de la sanidad.

La promesa de la sanidad divina nos pertenece ahora, porque es en esta vida que estamos sujetos a la enfermedad. La promesa de que Él tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias nos pertenece hoy. Por eso no necesitamos orar: “si es Tu voluntad”; porque Su Palabra nos muestra claramente Su voluntad.

Pero alguien podría preguntar, sin citar el verso completo; “¿Queeeee? ¿Pero Cristo no enseñó a orar: “Padre, hágase tu voluntad"?” Lo que no se da cuenta esta persona es que el usar esta porción de la Biblia es solo usar la mitad de la verdad. Debemos cuidarnos de las verdades a medias ¡Podemos recibir la mitad incorrecta!

Y como dice la ley de la hermenéutica: "Un texto sin contexto no es más que un pretexto, pero jamás un punto doctrinal".

Lo que Cristo nos enseño a orar es: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Lo que Cristo nos estaba enseñando a orar es que la voluntad de Dios sea hecha aquí en la tierra así como es hecha en el cielo.

Y por ese motivo como no hay enfermedades ni dolencias en el cielo, entonces su voluntad es que tampoco haya enfermedades ni dolencias en la tierra. Si su voluntad se hace verdaderamente en la tierra como se hace en el cielo, no habrá enfermedades ni dolencias.

Un hombre dijo que el sabía que no era la voluntad de Dios sanarlo de una enfermedad que tenía. Contaba que una mañana cuando se despertó, su cuarto se llenó de luz y alguien que tenía una túnica larga y blanca se le apareció. Aunque no vio su rostro, el hombre pensó que era Jesús. Esta persona le dijo: “No es mi voluntad sanarte.” Luego desapareció. El hombre aceptó como cierto que no era la voluntad de Dios sanarlo.

No se dio cuenta de que era el diablo, disfrazado de un ángel de luz, quien lo estaba engañando.

Podemos estar tan seguros que la sanidad divina es la voluntad de Dios como lo estamos que salvar a los perdidos es Su voluntad. Nosotros lo sabemos porque conocemos Su Palabra; y Su Palabra es su voluntad.

La misma Biblia que dice en Juan 3:16 que "de tal manera amó Dios al mundo que dio a Hijo Unigénito para que todo aquel que crea en Él no se pierda sino que tenga vida eterna" es la misma que dice en Mateo 8:17 que “Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.”

Es la misma que dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:4-5).

Y es la misma Biblia que dice: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre (Hebreos 13:8). El nunca cambia. El sigue sanando porque Su Palabra sigue vigente hoy.

sábado, 30 de mayo de 2015

Primera Tradición - Dios Enferma a las Personas

Primera Tradición
Dios Enferma a las Personas


Estas es una de las tradiciones favoritas de la gente para dar una respuesta al origen de las enfermedades.

Dicen que el Antiguo Testamento declara que Dios envía enfermedades sobre la gente.

Ellos citan Éxodo 15:26 donde dice: “Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.”

Otros versos que usan son Isaías 45:7 que dice: “Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad (otras versiones dicen “creo el mal” y otras “creo la desgracia”). Yo Jehová soy el que hago todo esto.” Y Miqueas 1:12 dice: “Porque los moradores de Marot anhelaron ansiosamente el bien; pues de parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén.”

Es obvio que estos pasajes de la Versión Reina Valera no nos dan el verdadero significado del manuscrito original en idioma hebreo. Sabemos que Dios no crea las tinieblas; y que el mal no viene del cielo. Dios solo permite el mal, no lo crea.

El mal no puede venir del cielo, porque ahí no hay mal. Dios permitió que venga, pero no lo creó. Tampoco creó la enfermedad. Solo permite que venga como resultado de la desobediencia del hombre.

Como decía John Alexander Dowie: "La enfermedad es el asqueroso engendro de su padre el diablo y su madre el pecado."

La clave para estas dificultades en el idioma consiste en el hecho de que el verbo activo en hebreo ha sido traducido en el sentido causativo cuando debería haber sido traducido en el sentido permisivo.

El Dr. Robert Young, quien fue un eminente erudito del idioma hebreo, en su Concordancia Analítica de la Biblia, señala este error en su libro Sugerencias y Ayudas para la Interpretación Bíblica. Dice que Éxodo 15:26 se traduce literalmente: “Ninguna enfermedad, que yo permití que sean traídas sobre los egipcios, permitiré que sean enviadas sobre ti, porque yo soy el Señor que te sana.”

Otros piensan que Dios enfermó a Job; deberían leer un poco su Biblia y darse cuenta que no fue así, Dios no lo hizo, solo lo permitió, el diablo fue quien lo hizo.

Job 1:6-12
6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.
7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.
8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.

Es evidente que no fue Dios quien enfermo a Dios.

En 1 Pedro 5:8-9 vemos que Satanás sigue buscando a quien devorar: "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo."

Estos creyentes le echan la culpa a Dios por cosas que no hace sin darse cuenta que su verdadero enemigo es el diablo-

Pedro lo dejó bien claro esto en Hechos 10:38: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” Este importante verso demuestra que Jesús es el sanador, y Satanás el opresor.

No existe ningún caso en la Biblia en que Dios ó Jesús hayan puesto enfermedad sobre alguien

Cuando Dios le mandó a Moisés que vaya a Egipto para sacar al pueblo de Israel de la esclavitud, le dijo que le pida al faraón que libere a Su pueblo. Dios no quería enviar plagas sobre el pueblo egipcio.

Pero cuando faraón endureció su corazón, Dios retiró su mano protectora y permitió que las plagas arrasaran la tierra de Egipto. Cuando fue permitida la plaga final, que era la muerte, el mensajero del infierno. La muerte salió y destruyó al primogénito de cada familia egipcia. Solo entonces el faraón se sintió obligado a ceder y dejar que se fueran los hijos de Israel.

¿De dónde vino la muerte? ¿Del cielo? ¿Hay muerte en el cielo? Por supuesto que la respuesta es no. La muerte nunca ha entrado ni entrará ahí. Jamás habrá muerte en el cielo.

¿Habrá venido la muerte de Dios? No, el no es el autor de la muerte, sino de la vida. Dios odia la muerte.

¿De donde viene, entonces, la muerte? De Satanás, quien tiene el imperio de la muerte. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al Diablo” (Hebreos 2:14).

La ley del pecado y de la muerte es la ley del diablo. La ley de Dios es la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús. En Romanos 8:2 dice: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”

Tenemos la promesa que cuando Jesús regrese este último enemigo será puesto bajo sus pies. Cristo vino para destruir “al que tenía el imperio de la muerte.” Satanás aún no está destruido, pero será puesto en el abismo por mil años luego del retorno de Jesús. Luego, en el fin de todas las cosas, será puesto en el lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10).

No le echemos la culpa a Dios de cosas que no hace; Él no enferma a la gente, no la mata tampoco,or sigue su labor sigue siendo la misma de siempre, el sigue sanando por medio d ela obra de Cristo en la cruz.

viernes, 29 de mayo de 2015

Tradiciones de Hombres


Marcos 7:5-9
5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?
6 Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.

Las tradiciones son los valores, creencias, costumbres y formas de expresión característicos de una comunidad, los cuales muchas veces han pasado oralmente de generación en generación 

Jesucristo durante su vida se encontró con este problema. La gente le daba más importancia a sus propias tradiciones que a la Palabra de Dios.

Lo mismo sucede el día de hoy, muchas veces nuestras tradiciones religiosas impiden que podamos recibir lo mejor que Dios tiene para nosotros.

Mi pastor cuenta una historia que muestra esto claramente:

Un día fue a la casa de su suegra que estaba enferma para ministrarle sanidad divina. Cuando iba a hacerlo ella le dijo: "Yo se que la Biblia dice eso pero en nuestra iglesia creemos de otra manera."

El creer en nuestras tradiciones impide que podamos recibir la sanidad que Dios proveyó para nosotros.

No todas las tradiciones son malas, en especial las que se basan en la Palabra de Dios, el problema es cuando estas la sustituyen.

Cuando entre en el movimiento carismático al principio de los años ochenta, ellos tenían un estudio bíblico llamado: "Las 7 semanas en el Espíritu", al final de los cuales ministraban el bautismo con el Espíritu Santo; según ellos porque eso hacía que su experiencia fuese más significativa.

Yo no pasé por esas 7 semanas, apenas me enteré del bautismo con el Espíritu lo recibí, y después de más de 35 años puedo decir que mi experiencia fue de lo más significativa.

Esa tradición no era mala, era una buena idea, pero no era algo dentro de la Biblia, los apóstoles no esperaron 7 semanas para recibir el bautismo con el Espíritu; apenas llegó los recibieron (Hechos 2:1-4).

No cambiemos la verdad de Dios por una tradición.

Me acuerdo que cuando me convertí me decían que en su encuentro con Jesús camino a Damasco, Pablo se cayó de su caballo. Hasta que un día alguien preguntó: "¿De que color era el caballo del que se cayó Pablo camino a Damasco?" Al buscar la respuesta descubrí que no había ningún caballo en ese relato:

Hechos 9:1-5
1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote,
2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.
3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;
4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
5 El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

Una idea tradicional no me permitía ver lo que en realidad dice la Biblia. Era como tener una venda en los ojos que me impedía ver lo que decía la Biblia. Daba por sentado que Pablo se había caído de un caballo.

Es como cuando le hablo a la gente del aguijón de Pablo, el cual veremos más adelante en las próximas entradas.

La gente piensa, debido a sus tradiciones religiosas, que fue Dios quien le envió ese famoso aguijón; el problema es que eso no es lo que dice la Biblia:

1 Corintios 12:7
7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.

¡El aguijón era un mensajero de Satanás! Dios no está usando al diablo para tratar con sus ministros. Era el diablo mismo enviando a uno de sus demonios para atacar a Pablo e impedir que siga haciendo estrago en su reino de tinieblas al predicar el Evangelio de Jesucristo.

Como estas hay muchas tradiciones más, y la solución para evitarlas es poner en el primer lugar de nuestras vidas la Palabra de Dios; ver que es lo que dice, y si es contraria a nuestras tradiciones desecharlas.

En las próximas entradas, siguiendo el tema de la sanidad divina, estaremos viendo algunas tradiciones que impiden que la gente pueda recibir su sanidad.


jueves, 28 de mayo de 2015

¿La Enfermedad es una Bendición?

La Enfermedad NO ES una Bendición


He estado hospitalizado como también he visitado gente en los hospitales y puedo decirles que la enfermedad no es una bendición. 

He visto gente consumirse en dolor, morir antes de tiempo dejando familia. Otros empobrecerse debido al costo del tratamiento y medicinas, no me digan que la enfermedad es una bendición.

Sin embargo, muchísimos cristianos son engañados. Creen que Dios es el que los enferma. Muchos mueren diciendo: “Dios me ha enviado esta enfermedad para enseñarme algo.” No se dan cuenta que le están cerrando la puerta a su sanidad.




Un pastor amigo mío, muy amado por la gente, tenia unos cuarenta años, pero había estado muchos años en la obra. Un día se enfermo de cáncer, la gente se acercaba para compartirle y ministrarle, pero él decía: “Dios me ha enviado esta enfermedad para enseñarme algo.” Nunca supimos que cosa le quiso enseñar Dios porque partió a la presencia del Señor. Este pastor se dejo engañar por el diablo y eso le costo la vida.

Otros me an dicho: “Estoy sufriendo para la gloria de Dios.” La enfermedad jamás glorifica a Dios.

No me digan que la enfermedad es una bendición.

En Juan 11:1-45 se ve la historia de la resurrección de Lázaro. En los versos 3 y 4 dice: “Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas esta enfermo. Oyéndolo Jesús dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado en ella.” 

¿Qué cosa era la que iba a traer la gloria Dios?

Cuando Jesús llegó a Betania encontró que Lázaro había muerto hacia cuatro días. En el verso 33 vemos la actitud de la gente: “Jesús entonces, al verla llorando (a María), y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió.” 

La gente no le estaba dando gloria a Dios por la enfermedad y muerte de Lázaro, sino que lloraba llena de dolor. 

En el verso 37 vemos lo que dijeron algunos judíos: “Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?”

Las personas no solo estaban tristes sino que murmurando de Jesús, ¿es eso la darle gloria a Dios?

En los versos del 38 al 45 vemos lo que realmente trae la gloria a Dios: “Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, veras la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tu me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir. Entonces muchos judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.”

Lo que trajo gloria a Dios y que la gente creyera en Jesús fue la resurrección de Lázaro.

Además notemos la pregunta que Jesús le hizo a María: “¿No te he dicho que si crees, veras la gloria de Dios?” ¿En que tenia que creer María para ver la gloria de Dios? ¿En la enfermedad? No, la enfermedad había traído dolor y murmuraciones en contra de Jesús. Ella tenía que creer que Jesús iba a resucitar a su hermano para ver la gloria de Dios.

El milagro fue lo que trajo la gloria a Dios.

En el verso 12 de la historia de la sanidad del paralítico que fue bajado por sus cuatro amigos en Marcos 2:1-12 se ve lo que trae la gloria a Dios: “Entonces el se levantó enseguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.”

En estos pasajes vemos que la sanidad es lo que trae la gloria a Dios. En realidad, no hay ningún versículo en la Biblia que diga que la enfermedad trae la gloria a Dios.

Otros me dicen: “La voluntad de Dios es que yo este enfermo.”

Si esto fuera cierto, ¿por qué van a los hospitales? ¿Para que tienen citas los doctores? ¿Por qué toman medicinas? Si su afirmación es correcta, ellos están yendo en contra de la voluntad al tratar de curarse por medios físicos. Están pecando al tratar de huir de la voluntad de Dios. Lo mejor para sus vidas seria que dejasen de rebelarse contra Dios y acepten con gozo su dolor y enfermedad.

Esas palabras no pueden ser respaldadas con la Biblia. No hay ningún versículo en la Biblia que diga que sea la voluntad de Dios enfermar a alguien.

La gente pierde su oportunidad de recibir su sanidad y las cosas que Dios preparó para ellos por no conocer la naturaleza de Dios.

La Biblia dice muchas veces que Dios es bueno.

En el capitulo 5 de Segunda de Crónicas se ve el traslado del arca al templo recién construido por Salmón; en el verso 13 dice: “cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Dios diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre....”

Notemos que la gente de Israel conocía a Dios y lo alababan diciendo: “Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre.”

El Salmo 136:1 dice: “Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia.”

Esta verdad se ve constantemente en el libro de Salmos.

Cuando se le acerco el joven rico a Jesús en Marcos 10:17-18 le preguntó: “¿Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios.” Jesús le dijo al joven rico que Dios es bueno.

Dios es un buen Dios. Un buen Dios hace cosas buenas, el momento que hace algo malo deja de ser bueno y se convierte en malo.

En Santiago 1:17 dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”

Al final de Mateo 7:11 dice: “¿Cuánto mas vuestro padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que se lo pidan?”

En estos pasajes vemos que Dios da buenas cosas, “toda buena dádiva y todo don perfecto.”

¿La enfermedad es algo bueno? ¿El dolor y el sufrimiento son algo bueno? ¿La miseria es algo bueno? Si tu respuesta a esas preguntas es no; entonces no le eches la culpa a Dios de producirlas.

Dios es bueno, y Él quiere hacer algo bueno por ti hoy.

Además si la enfermedad fuese una bendición de Dios no enviaría a su enemigo para ponerla sobre la gente ni a su hijo para quitarla de ellos.

En Hechos 10:38 se manifiesta claramente quienes son los autores de la enfermedad y de la sanidad: “Como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y como este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”

En este pasaje vemos a dos personajes: a Jesús, el sanador y al diablo, el enfermador.

Como vimos en la entrada anterior Jesús ya nos sanó por medio de la redención, el proveyó la sanidad para todas las personas.

También podemos ver que cada persona que fue sanada por Jesús durante su ministerio estaba oprimida por el diablo.

En varios pasajes de la Biblia vemos que la enfermedad es llamada una opresión satánica.

En el relato de la mujer que tenía el flujo de sangre Jesús le dijo a la mujer que ella estaba libre de su azote: “Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote” (Marcos 5:34).

Su enfermedad no había sido una bendición de Dios sino un azote del diablo. 

Esto lo vemos más claramente en el caso de la mujer encorvada. 

En Lucas 13:10-16 vemos la sanidad de la mujer encorvada: “Enseñaba Jesús en la sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacia dieciocho años que tenia espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo. Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo si buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?"

En este pasaje vemos que Satanás es el autor de la enfermedad. Jesús fue bien claro cuando dijo que Satanás era el que había atado a la mujer; y, que la enfermedad es una ligadura.

Dios no es quien pone enfermedades en el hombre, es el diablo quien está en el negocio de hacerlo.

En Juan 10:10 podemos ver un contraste entre las obras de Dios y las obras del diablo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”

Este ladrón es el diablo. El diablo viene a robarnos con la enfermedad, nos roba la enfermedad, nos roba nuestro dinero, nos roba nuestra salud.

Pero Jesús vino para darnos vida, y vida en abundancia.

En 1 Juan 3:8 dice: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.”

El propósito por el cual Jesús vino a la tierra fue para deshacer las obras del diablo. La enfermedad es una obra del diablo, Jesús vino para sanarnos.

Jesucristo no ha cambiado, sigue siendo el mismo. En Hebreos 13: 8 dice: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”

El diablo tampoco ha cambiado, todavía sigue enfermando a la gente; pero Jesús continua deshaciendo sus obras.

La enfermedad no es una bendición, la sanidad divina provisto por medio de la obra de Cristo en la cruz es la bendición divina.

La puerta de la bendición está abierta, recibe tu sanidad hoy.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Redención y Sanidad

Redención y Sanidad



Muchas personas no logran recibir su sanidad porque nos saben lo que Dios piensa de la enfermedad, lo cual se revela claramente en la Biblia.



Si leemos la Biblia desde el principio veremos que Dios nunca ha estado a favor de la enfermedad, ya que Él no la creo ni tampoco se encuentra en el cielo.

Debemos entender que Dios es un Dios que no cambia y lo que el piensa de la enfermedad sigue siendo lo mismo.

En Éxodo 3:13-14 cuando Dios se reveló a Moisés le dijo esto:“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.”

Dios se reveló a Moisés como el que es. Jehová significa: El que es, el que era, y el que ha de venir. Dios no ha cambiado, Él es el eterno presente. Dios siempre ha sido el mismo.

En Malaquías 3:6 dice: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” En Santiago 1:17 dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”

Dios no ha cambiado, El siempre ha sido el mismo. Él es un buen Dios, que siempre esta dando buenas cosas.

En Mateo 7:11 dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto mas vuestro Padre Celestial dará buenas cosas a los que les pidan?” Otra vez nos encontramos con que Dios está listo para darnos cosas buenas.

¿Será la enfermedad una cosa buena?

En Mateo 6:9-13 Jesús nos enseño la oración que llamamos El Padrenuestro, en el verso 10 Jesús nos dijo que oremos así: “Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”

¿Cuál es la voluntad de Dios en el Cielo? Para saber la respuesta debemos ver lo que dice la Biblia. En Apocalipsis 21:4 dice:“Enjugará Dios toda lagrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá mas llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”

El dolor y la muerte son dos consecuencias de la enfermedad, y en este pasaje dice que ya no existirán más, porque las primeras cosas pasaron. Es decir, en el Cielo no habrá más enfermedad.

Si la voluntad de Dios es que no haya enfermedades en el Cielo, Su voluntad es que no haya enfermedades en la tierra.

Sin embargo, la enfermedad existe en la tierra debido al pecado que entró en la tierra por causa de Adán.

Nuestra pregunta es: ¿De que forma proveyó sanidad en la tierra?

Por la obra que Jesús hizo en la redención.

Veamos lo que dice Mateo 18:16 en la Versión Amplificada dice:“Pero si no te escucha, ve con uno o dos mas, para que toda palabra sea confirmada y sostenida por el testimonio de dos o tres testigos.”

Veamos a tres testigos: Isaías, Mateo y Pedro; que testificaran que en la obra de la redención, Jesús tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.

Redención sencillamente significa: "Rescatar de la esclavitud a un cautivo mediante un precio."

Eso fue lo que hizo Jesús. Cuando Adán pecó, le dio todo el dominio a Satanás, y trajo el pecado, la enfermedad y la muerte al mundo. Pero Dios nos compró por la sangre de Jesucristo, y al aceptar la obra que Jesús hizo por nosotros somos hechos libres.

Veamos ahora a nuestros tres testigos:

Nuestro primer testigo es Isaías.

En Isaías 53:4-5 se ve el primer testimonio de que Jesús nos redimió de la enfermedad: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”

En este pasaje Isaías esta dando una mirada hacia el futuro. 800 años antes del nacimiento de Jesús, nos da una imagen de la obra de Jesús.

Aquí vemos la doble obra de la redención: El perdón de nuestros pecados y la sanidad de nuestros cuerpos. Ambos van de la mano; Dios colocó la salvación y la sanidad en un mismo paquete. En la cruz Jesús pagó el precio de nuestra salvación y sanidad.

Nuestro segundo testigo es Mateo.

En Mateo 8:17, nos da su testimonio citando a Isaías: “Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.”

Mateo nos da una mirada al presente; recordemos que él fue un testigo presencial del ministerio de Jesús. Él nos está declarando que Jesús tomó nuestras enfermedades en su cuerpo.

Nuestro tercer testigo es Pedro.

En 1 Pedro 2:24, nos da su testimonio diciendo: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis curados.”

Pedro nos da una mirada hacia el pasado; aunque fue un testigo presencial de la obra de Jesús, aquí esta recordando las cosas que sucedieron unos treinta años antes.

De estos pasajes podemos tomar estas conclusiones:

1. La obra de la redención fue doble: Jesús perdonó nuestros pecados y sanó nuestras enfermedades.

2. La sanidad sigue vigente el día de hoy. En Hebreos 13:8 dice: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” Es decir Jesús no ha cambiado. Isaías, 800 años antes; Mateo, mientras Jesús vivió: y, Pedro 30 años después dan testimonio de ello. Jesús sigue siendo el mismo, la sanidad sigue vigente.

3. En estos tres pasajes, se habla de la sanidad en tiempo pasado: “Él llevó,” “Él sufrió,” “Por sus llagas fuimos”; estas cosas nos hablan de un hecho en el pasado, por tanto, la sanidad es un hecho consumado.

4. Tu ya estas sanado, como Jesús ya completo su obra, solo debes de recibir lo que te pertenece.

Estaba predicando en una iglesia de Viña del Mar en Chile, cuando al final llegó una hermana con un rostro completamente decaído.

Le pregunté que tenía y me dijo que hacía cinco años tenía una migraña constante que no le pasaba con nada; había ido a muchos médicos y tomado todo tipo de medicinas pero nada mejoraba.

El dolor era tan intenso que en cinco años había bajado veinticinco kilos.

Esa noche había predicado de la sanidad en la redención, así que le leí los versos de Isaías, Mateo y 1 Pedro, y le pregunte: “¿En que tiempo están estos versos?” Y ella me respondió: “En tiempo pasado.”

Le volví a preguntar: “Si están en tiempo pasado, ¿Cómo está Ud.?"

Vi que una luz se encendió en su rostro y me dijo: “Estoy sana.”

Le dije: “Si esta sana empiece a dar gracias por su sanidad, de gracias porque Jesús la sano en su obra redentora.”

Ella levantó las manos y empezó a dar gracias porque Jesús la había sanado en su obra redentora.

Cuando terminó de hacerlo le pregunte como se sentía, y ella me dijo que el dolor se había quitado totalmente.

Lo que no pudieron hacer los médicos ni las pastillas lo hizo Jesús cuando esta mujer se enteró lo que Él había hecho en la cruz.

Jesús ya terminó la obra de la redención, solo debes acercarte a Él y recibir lo que es tuyo.

lunes, 25 de mayo de 2015

Guía Práctica para Ministrar a los Enfermos en un Hospital

Guía Práctica para Ministrar a los Enfermos en un Hospital


Por Ricardo Botto



La predicación en los hospitales es un medio no solo para lograr que el enfermo sea sanado sino una gran oportunidad para ganarlo para Cristo junto con su familia.

En Romanos 12:8 nos habla de este ministerio: “El que hace obras de misericordia, hágalas con apacibilidad y alegría.” (Torres Amat). 

En esta enseñanza veremos como ministrar a un enfermo en un hospital


1. Debes conocer lo que la Biblia enseña de la Sanidad Divina

Uno no puede dar o que no tiene, solo podemos dar las cosas que tenemos y conocemos; esto es verdad en cuanto a la sanidad divina, solo puedes ministrar a un enfermo si tienes el conocimiento que lo hará libre.

En Isaías 53:4-5, Mateo 8:17 y 1 Pedro 2:24 nos encontramos con una verdad indiscutible; en la cruz Jesús tomó y se llevó nuestras enfermedades y por sus llagas fuimos curado.

No es algo que Dios hará en el futuro sino algo que ya hizo; Jesús ya nos sanó, por eso no es que la persona será sanada sino que recibirá lo que Jesús ya hizo por ella.

Cuando vamos al hospital tenemos que ir con esa confianza plena, la sanidad es un hecho consumado, ya ha sido pagada y la persona solo debe disfrutarla.


2. Debes mostrarle amor al enfermo

Una de las cosas más importantes cuando visitas a un enfermo es la primera imagen que tiene de ti; la manera como tu entras; y la mejor manera de entrar es con amor y alegría; como vimos en Romanos 12:8: “el que muestra misericordia, con alegría” (NBLH).

La persona enferma está en un ambiente de tristeza y dolor; su familia está preocupada y eso lo transmite al enfermo; entonces, no llegamos al enfermo con una actitud que todo lo sabemos, llegamos en una actitud humilde y alegre, transmitiéndole amor a la persona.

En Proverbios 15:1 dice: “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.” Tú no vas con una palabra dura al enfermo, sino le hablas dulcemente en amor, que la persona sepa que la amas por el tu actitud y el tono de tu voz.

Si el enfermo se da cuenta que lo amas te escuchará.


3. Compártele acerca de la Sanidad Divina

En Romanos 10:17 dice que la fe viene a nuestras vidas por medio de la Palabra de Dios.

Una gran verdad es que Dios ya proveyó todas las cosas para nosotros, pero las recibimos por medio de la fe; la fe simplemente recibe lo que Dios ya nos dio; pero si no sabemos lo que Dios ya nos dio no podemos llegar a recibirlo.

En Oseas dice: “Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento”; el enfermo es destruido porque le falta el conocimiento de que Jesús ya lo sanó, y es por eso que debemos informarles lo que Dios ya hizo por ellos.

Hay dos cosas que debemos compartirles, testimonios de sanidades y la Palabra de Dios; los testimonios producen esperanza en el enfermo, ya que si Dios sanó a alguien también lo hará por ellos; y los versos de sanidad le dan la fe para recibir su sanidad.

De una manera corta y amable compartámosle nuestro testimonio y lo que Dios hizo por ellos. 


4. Minístrale la Sanidad Divina

En este punto la fe ya se ha levantado en el enfermo y está listo para recibir su milagro.

Pregúntale: “¿Quieres recibir la sanidad que Dios proveyó para ti?”

Si él te dice que si, primero dile que ore contigo: “Padre Dios, te doy las gracias por enviar a Jesús para sanar mi enfermedad, creo que recibo mi sanidad ahora en el nombre de Jesús.”

Cuéntale lo que dice Marcos 16:17: “Sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.” Dile que le pondrás las manos sobre la cabeza y orarás por él; en ese momento le pones las manos y ordenas: “Enfermedad te ordeno en el nombre de Jesús que salgas de este hombre; se sano en el nombre de Jesús.”

En Santiago 2:14 dice que la fe sin acciones es muerta; así que motívalo para que haga lo que no podía hacer y que se revise para ver si la enfermedad ya se fue.

En este momento ya debe verse una diferencia en su cuerpo.


5. Has que reciba a Jesús

La persona ya ha visto que su cuerpo está sano; se acaba de dar cuenta que Dios es real; compártele muy brevemente el evangelio y pregúntale si quiere recibir a Jesús; te va a decir que si; dile a las otras personas si también quieren recibirlo.

En ese momento haces la oración del pecador con ellos.


6. No te olvides de invitarlos a la iglesia y tomar sus datos

Al final aconséjalos muy brevemente (no más de 5 minutos), e invítalos a la iglesia.

No te olvides de tomar sus datos para un seguimiento posterior.

domingo, 24 de mayo de 2015

Las Bendiciones de la Promesa de Dios a Abraham - Parte 5



Génesis 17:15-22
15 Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre.
16 Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella.
17 Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?
18 Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti.
19 Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él.
20 Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación.
21 Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene.
22 Y acabó de hablar con él, y subió Dios de estar con Abraham.

Tenemos un Dios de imposibles.

Dios le da una promesa a Abraham que a los ojos humanos parecía algo irrealizable, un hijo de su esposa de 90 años que toda su vida había sido estéril.

Abraham no entendió en primer lugar la magnitud de esta promesa, pensaba que Ismael, el hijo que había tenido con Agar sería su heredero, pero Dios le dice que no sería así sino que de su esposa Sarai tendría un hijo al cual llamaría Isaac.  


Una cosa que vemos en este pasaje es que Dios bendice familias,no solo sería bendecido Abraham sino también su esposa, y aún el hijo que había tenido con la esclava. La bendición cae sobre cada miembro de la familia.

Luego vemos que Dios le da una nueva perspectiva; así como Dios le había dado un nuevo nombre a Abram (Padre), llamándolo Abraham (Padre de Naciones), también le da un nuevo nombre a Sarai (Princesa) y le pone por nombre Sara (Madre de Naciones).

A veces nos vemos como eramos en el pasado, como el antiguo hombre, pero Dios creó un nuevo hombre en Cristo, ahora somos nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17).

Para recibir la promesa, Abraham y Sara, ya no podían verse como lo que eran antes, no como dos viejitos sin hijos, sino como padres de naciones.

Para recibir las promesas de Dios no podemos hacerlo desde la perspectiva de la vieja persona que eramos sin Cristo; tratando de obtener las cosas de Dios por medio de nuestras obras, sino como el nuevo hombre en Cristo, como participantes del pacto que Dios estableció con nosotros.

Abraham pensó al principio que Ismael, el llamado hijo de la carne, el cual había nacido del esfuerzo humano, sería el hijo de la promesa, pero Dios le dice que no sería él, sino que un hijo vendría de su esposa Sara, al cual llamaría Isaac.

Al pacto con Dios no se entra por medio del esfuerzo humano (por la carne) sino por medio de la obra de Cristo.

Hoy nosotros somos los hijos de la promesa, por la obra de Cristo en la cruz.

Gálatas 3:6-9
6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.
8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.
9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.

Estamos hoy en pacto con Dios, por medio de la fe en Cristo somos los "Isaacs espirituales", así que disfrutemos de las bendiciones del pacto. 

domingo, 17 de mayo de 2015

Las Bendiciones de la Promesa de Dios a Abraham - Parte 4



Génesis 17:9-14
9 Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones.
10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros.
11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros.
12 Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje.
13 Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo.
14 Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.

Dios le da a Abraham una señal del Pacto que era la circuncisión, todo participante del Pacto debía llevar esta señal física en su cuerpo.

Bajo el Nuevo Pacto la circuncisión es diferente, ya no es física sino espiritual.

Romanos 2:28-29
28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.

Aquí nos habla de una circuncisión, la circuncisión del corazón. Pero, ¿cuándo se produce?

Colosenses 2:11-14
11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal,  en la circuncisión de Cristo; 
12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 
13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 

14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz. 

El día que pasamos de muerte a vida, es decir, en el nuevo nacimiento. El día que Cristo entró en nuestros corazones nuestro corazón fue circuncidado.

Ezequiel 11:19-20
19 Y les daré un corazón,  y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, 

20 para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios. 

Ezequiel 36:25-27
25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. 
26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 

27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

El día que nacimos de nuevo, fue quitado el de piedra que teníamos y recibimos un corazón de carne, es decir, pasamos de muerte a vida.

Por causa de la obra de Cristo nosotros entramos en el Pacto de Abraham por medio de la fe en Jesucristo.

Gálatas 3:6-9
6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.
8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.
9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.

Gálatas 3:29
29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.

Para entrar en el pacto ya no necesitamos ser circuncidados en la carne, sencillamente por el hecho de haber creído en Jesucristo llegamos a ser no solo participantes del pacto sino también herederos según la promesa.