LA NECESIDAD DE UNA REVELACIÓN PARA EL HOMBRE
En nuestra última lección estudiamos acerca del conocimiento que el hombre ha adquirido por medio de sus sentidos físicos. Vimos sus limitaciones y la necesidad de una revelación Divina. En realidad tenemos dos clases de conocimiento: el conocimiento del hombre natural y el conocimiento venido de Dios. Podemos ver ahora por qué esta revelación no es admitida por los doctos. No se le ha dado el lugar que le corresponde en los libros de texto de nuestros colegios, porque no pertenece a la esfera del conocimiento que el hombre ha adquirido por medio de sus contactos físicos con la materia.
Aun en nuestros contactos del uno con el otro, limitados al conocimiento sensorial, no podemos conocer los pensamientos de otro hombre. Sin embargo, éste, por medio de palabras, nos lo da a conocer (1Co 2.10-13). De manera semejante, limitados al conocimiento sensorial, no podemos conocer a Dios que es espíritu; pero Él nos ha dado en palabras humanas un conocimiento de Sí Mismo. El Espíritu ha combinado verdades espirituales con palabras espirituales.
I. Autenticidad de la Revelación
No obstante, el problema que se mencionó al principio no ha sido resuelto. Fue este: ¿Podemos actuar de acuerdo con la Biblia que nos habla de una redención completa en Cristo, así como actuamos de acuerdo con el conocimiento del mundo que nos rodea? ¿Podemos actuar de acuerdo con esta revelación como actuamos de acuerdo con el conocimiento sensorial?
Muchos dicen: “Ustedes no pueden probar que la Biblia sea una revelación de Dios. Ustedes me piden que actúe de acuerdo con ella, que suponga, antes que nada, que es la verdad; pero yo no creo nada si no lo puedo probar”. No es una ciencia muy completa aquella que no cree nada que no pueda probar. No tenemos ningún conocimiento en ninguna esfera o dominio de la ciencia que no esté basado sobre hipótesis.
La misma duda y la misma crítica que se aplica a esta revelación puede aplicarse al conocimiento del hombre natural. No podríamos probar que nuestro conocimiento es exacto. En la base misma de nuestro conocimiento del mundo exterior está la suposición de que nuestros sentidos y memoria no nos engañan. Aunque nunca podríamos probar la fidelidad de nuestros sentidos en captar la realidad, ni por un momento dudaríamos de ello.
Como R. A. Armstrong ha dicho: “Hay precisamente análogas razones para dudar de si hay un mundo externo, si existen mesas o sillas, grandes ciudades y campos verdes, grandes corrientes de agua y montañas inmensas; estrellas, o luna o sol, que las que hay para dudar de la existencia de Dios; en ambos casos la duda es simplemente una duda sobre si nuestras facultades naturales son instrumentos fieles que nos dicen la verdad; o sobre si nuestras experiencias aparentes pueden ser dignas de confianza como reales y efectivas”.
Aunque nunca podríamos probar que nuestros sentidos nos dan un cuadro verdadero de la realidad y que todas nuestras experiencias con el mundo exterior no son más que acciones y reacciones en nuestro sistema nervioso central, creemos en el mundo externo, porque el hacerlo da resultado.
Como R. A. Armstrong dice de nuevo: “Estas creencias (se refiere a nuestra creencia en un mundo externo, a la veracidad de la memoria, etc.) se justifican por que dan resultado; porque nunca nos dejan en la confusión, porque nunca se quebrantan; a medida que los acontecimientos de la vida se suceden, mil en una hora y en infinita diversidad, estas creencias encajan en ellos sin contradicción alguna; mientras que si por un momento intentamos apartarnos de ellas, nos precipitamos en una total confusión. He aquí la más alta evidencia que poseemos”.
Podemos aplicar la misma prueba a esta revelación que tenemos de Dios. ¿Da resultado? ¿Opera? ¿Podemos actuar sobre su veracidad como actuamos de acuerdo con el conocimiento que tenemos del mundo exterior? La Palabra nunca se quebranta. ¿Nunca nos quedamos confundidos cuando aceptamos como verdad lo que Él dice? ¿En todas las experiencias de la vida podemos actuar de acuerdo con lo que Dios dice que Él ha hecho por nosotros en Cristo?
Si cuando actuamos apoyados en lo que Dios ha dicho, encontramos que la Omnipotencia aparece en escena para hacer válida Su Palabra, entonces quedamos justificados al asumir que ésta es una revelación Divina. Esta revelación declara que eso sería completamente imposible si no fuera una revelación de Dios. Que sería absurdo aun considerar su autenticidad. Su Palabra declara que si un hombre cree con su corazón que Dios levantó a Cristo de los muertos, y confiesa con su boca que le acepta como Señor, será salvo y se convertirá en una nueva creación (Ro 10.9-10).
Hemos visto a miles de personas cuyas vidas han sido transformadas instantáneamente al actuar de acuerdo con esta Palabra. El poder del pecado ha sido quebrantado en ellos. Han sido liberados de hábitos que los habían mantenido en esclavitud años y años. Los viejos deseos han desaparecido, y las cosas que antes amaban ahora las aborrecen, y aquello que antes odiaban ahora lo aman. La Palabra declara que en el Nombre de Jesús pondremos las manos sobre los enfermos y éstos sanarán. Cuando Jesús dijo esto, arriesgó Su reputación, porque si Su Nombre fallaba en poseer autoridad, Su Divinidad sería repudiada. Hemos visto que esta declaración de la Escritura se ha cumplido en miles de vidas también. El poder de las enfermedades incurables ha sido quebrantado por una sencilla oración hecha con la autoridad del Nombre de Jesús. Todos los días, todas las semanas, se están realizando estos milagros.
Hace apenas una semana recibimos testimonios de cánceres curados. Cánceres que por años se habían estado desarrollando han sido curados completamente en unos cuantos días. La única explicación es que nuestra Biblia es la revelación de Dios al hombre.
II. El Andar por Fe
El hecho de que haya dos clases de conocimiento es una de las verdades básicas que sirven de fundamento al acto de “andar por fe”. Muchas veces ha parecido difícil el andar por fe. Nos hemos preguntado por qué Dios ha puesto la fe como requisito para todo aquello que recibimos. Muchas veces esto nos ha parecido fuera de lo natural. Tal cosa ha hecho que las bendiciones sean inalcanzables. Parece que las coloca más allá de nuestro alcance.
Cuando entendemos claramente que hay dos clases de conocimiento y aprendemos a distinguir entre ambos, el andar por fe se convierte para nosotros en el andar natural. Esto puede explicarse mejor si leemos Romanos 8. Los primeros ocho versículos de este capítulo son difíciles de comprender excepto bajo esta luz. Aquí tenemos el contraste entre dos maneras de andar: el andar por la carne (los sentidos) y el andar en el espíritu (por la fe).
El versículo nueve nos revela que el término “carne” se aplica al hombre que no ha nacido de Nuevo, porque Pablo escribe: “Vosotros empero no estáis en la carne (lo físico), sino en el espíritu; si es así que el Espíritu de Dios habita en vosotros, mas si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él” (Ro 8.9 V. M.).
Durante mucho tiempo no pude entender el uso que el Espíritu hace del término “carne”, mas ahora, a la luz de las dos clases de conocimiento, ya puedo entenderlo. Aquel que no ha nacido de nuevo vive exclusivamente en la esfera de los sentidos físicos.
Ya vimos esto detalladamente en la última lección. Vimos que todo contacto que el hombre tiene con el mundo, se verifica por medio del sistema nervioso central. El hombre vive en lo físico; por la evidencia de los sentidos, cultiva las artes que agradan a los sentidos. Por razón de que el hombre vive en la esfera de lo físico, la civilización no le elevará por encima de ese nivel. Todo avance en la civilización ha sido acompañado de un descenso en la moral. Pero este ambiente no es el ambiente natural o normal para el hombre.
Recordamos que el hombre fue creado a la imagen de Dios, un ser espiritual. Fue creado para andar con Dios, que es un Espíritu. El hombre pertenece al reino de la omnipotencia. Este es el reino de la fe. Este es el reino de Aquel “Que llamó a las cosas que no eran, como si lo fueran”. En ese reino las palabras tienen un poder extraño porque están llenas de la omnipotencia.
Cuando el hombre murió espiritualmente se alejó de Dios, se volvió un extraño para Él. Dejó de vivir en el Espíritu. Se apartó de la Capacidad Divina. Entonces comenzó a andar en la carne, el reino de lo físico. En Romanos 8 hay una referencia a esta forma de andar. El hombre había caído de la esfera de la omnipotencia a la esfera de la capacidad humana. Las palabras perdieron su poder. El hombre dependió de su propia capacidad que en realidad era la habilidad de su cuerpo físico; dependió de sus fuerzas en su lucha por la existencia y en su combate con las fuerzas de la naturaleza todo lo que debía saber sobre el mundo en que vive dependía de sus cinco sentidos. Por ello podemos ver que el andar en la carne o en los sentidos, expresa el modo de andar del hombre espiritualmente muerto. Pero nosotros que hemos sido engendrados de nuevo hemos regresado a nuestro ambiente legítimo, a nuestra esfera normal. Al ser vivificados espiritualmente por medio del acto Divino que confiere a nuestro espíritu la vida Suya, podemos andar de nuevo en Su reino. Este es el reino del espíritu, la esfera de la omnipotencia, porque el espíritu del hombre es uno con Dios; y el imperio de la fe, donde las palabras llenas de omnipotencia llaman a las cosas que no son como si fueran, y son.
Estas son las dos maneras de andar que hemos contrastado en Romanos 8. Notemos la comparación: “Por cuanto el ánimo carnal es enemistad contra Dios” (Ro 8.5-7 V.M.). Esta es la mente que vive sólo por la evidencia de los cinco sentidos, excluyendo lo espiritual y la vida de fe. Su fin es muerte (v.6) porque pertenece a un cuerpo condenado a muerte y no puede revelar a Dios al hombre para recibir Su vida.
La mente del espíritu es la mente de aquel que ha recibido la vida de Dios y regresa a la esfera normal para el hombre. La mente del espíritu es la mente que vive por la Palabra más bien que por la evidencia de los sentidos físicos.
III. La Vida del Nuevo Hombre
No queremos despreciar el conocimiento que recibimos por medio de nuestros cinco sentidos. Lo que sí, es que ya hemos entrado en contacto con Dios y no podemos depender más de la habilidad humana, porque ahora habita en nuestro cuerpo la habilidad de Dios. Pertenecemos a una nueva creación y hemos sido liberados de las leyes del pecado, de la debilidad, de la necesidad y de la enfermedad que pertenecen a la antigua creación.
Dios ha efectuado la redención del hombre en Cristo quien lo liberta del dominio de Satanás. Y para que podamos conocer lo que Él nos dio gratuitamente, nos ha dado esta revelación: “Porque nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que es de Dios; para que conozcamos las cosas que nos han sido dadas gratuitamente por Dios; las cuales cosas también hablamos, no con palabras que enseñan la sabiduría humana, sino que enseña el Espíritu Santo, explicando cosas espirituales con palabras espirituales” (1Co 2.12-13 V. M.).
El hombre que ha nacido de nuevo vive por esta Palabra. Cristo dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4.4). Por el término “pan” Cristo se refirió a lo físico. El hombre nuevo no está limitado a la evidencia sensorial o al reino de la debilidad y de la derrota. Él vive en unidad con Dios y por la autoridad de lo que Dios le ha revelado en Su Palabra.
Esto constituye la vida de fe. La fe es actuar atrevidamente de acuerdo con lo que Dios ha dicho:
“Porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1.37). Toda palabra que Dios ha hablado es parte de Sí Mismo. Está llena de Su Omnipotencia: “Así es mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo que la envié” (Is 55.11). Ninguna palabra que sale de Él fracasará o dejará de realizar aquello para lo cual Él la envió. No volverá a Él vacía. Ningún hombre podrá traer Su Palabra a Él diciendo: “Tu Palabra Falló. No pude actuar de acuerdo con ella”.
IV. La Mente Renovada
Cuando un hombre ha nacido de nuevo, su principal necesidad es la renovación de Su mente. Es la renovación de Su mente la que lo capacita para ya no andar conforme a la vida vieja: “Y no os conforméis a este siglo, mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro 12.2). La renovación de la mente es necesaria a la forma de andar en la nueva creación: “Y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y que os revistáis del hombre nuevo, el cual según Dios ha sido creado en justicia y en santidad de verdad” (Ef 4.23-24, Tr. literal del griego).
Antes de que un hombre pueda vivir en la plenitud de sus privilegios, su mente debe ser renovada. La mente renovada es la mente que ha aprendido a vivir por la Palabra de Dios. La mente de la vieja creación vive por la evidencia de los sentidos; la mente de la nueva, por la Palabra.
Permítaseme ilustrarlo. Un cristiano que anda en compañerismo con Dios tiene una necesidad económica que satisfacer. No tiene el dinero que necesita. No ve ningún medio por el cual pueda obtenerlo. Si no fuera un hijo de Dios, no tendría esperanza; dependería de sus propias capacidades. Pero la Palabra dice: “Mi Dios pues suplirá toda necesidad vuestra”. La integridad de Dios está detrás de esa Palabra.
Aunque la tierra y el cielo pasen, esa Palabra no puede fallar. Si la mente de este cristiano ha sido renovada, tendrá tanto gozo en lo que la Palabra de Dios dice como si ya estuviera en posesión del dinero que necesita, porque sabe que Dios hará válida Su Palabra. La Palabra de Dios significa tanto para él como la evidencia de los sentidos.
En caso de enfermedad, un hijo de Dios es vencido por sus dolencias físicas, pero la Palabra de Dios declara que por Sus llagas somos nosotros curados. Esa afirmación le dará tanto gozo como los síntomas reales de la salud, porque la capacidad de Dios está respaldándola.
En conclusión podemos decir que la mente renovada es la mente que vive totalmente por la Palabra. En este curso habéis aprendido lo que sois vosotros en Cristo; ahora. vivid por ello y la capacidad Divina será vuestra
PREGUNTAS
Discuta:
a. La necesidad que tiene el hombre de una revelación.
b. Cómo ha satisfecho Dios esa necesidad.
c. La necesidad de que vivamos por la Palabra.