La Fe y las Acciones
Segunda Parte
La Sanidad del Hombre Enfermo en el Estanque de Betesda
Juan 5:1-11
1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.
4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.
11 El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.
Veamos que es lo que pasó aquí.
Estamos en un estanque llamado Betesda; nombre que significa misericordia. Este estanque debe haber sido un poco grande pues habían cinco pórticos por donde entraba la gente; además había una multitud de enfermos.
En este estanque de misericordia cada cierto tiempo venía un ángel que movía las aguas, y el primero que descendía era sanado de la enfermedad que tuviese.
Para que hubiese una sanidad se necesitaba un acto de fe, el enfermo debía ir y descender al agua lo más rápido posible.
Smith Wigglesworth solía decir al principio de sus campañas: “La primera persona que llegue al púlpito será sanada de cualquier enfermedad que tenga.” E invariablemente la primera persona que llegaba era sanada de la enfermedad que tuviese, sea cáncer, apendicitis, asma, o cualquier otra.
Uno tenía que actuar para recibir su milagro.
Volviendo a nuestra historia, había un hombre que estaba enfermo hacía treinta y ocho años. No sabemos que enfermedad tenía, solo que no podía ir solo al estanque pues necesitaba la ayuda de otro.
Jesús le preguntó: "¿Quieres ser sano?” El hombre le empezó a contar su historia y su imposibilidad. Pero Jesús le dijo: “No pongas tus ojos en las cosas que no puedes hacer; haz un acto de fe, levántate, toma tu lecho y ve a tu casa.”
El hombre entonces se levantó, tomó su lecho y se fue a su casa. Él colocó acciones a su fe y recibió su milagro.
La gente religiosa le dijo: “¿Que haces llevando tu lecho en el día de reposo?” No les importaba que este hombre hubiese recibido un maravilloso milagro, lo único que querían era que cumplan con todas sus reglas y leyes.
El hombre sanado solo les dijo: “El que me sanó me dijo que tomase mi lecho y me fuese a casa; y yo como soy obediente le estoy obedeciendo.”
La acción de obediencia a la Palabra de Dios es lo que trae los milagros a nuestra vida.
El Ciego de Nacimiento
Juan 9: 1-11
1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?
3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.
10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.
Aquí los discípulos están en medio de una discusión teológica: “¿Quien pecó, este hombre o sus padres?”
Muchas veces cuando vemos a una persona enferma lo único que pensamos es que la persona tuvo la culpa de estar enferma; pero la mayoría de veces ese no es el caso.
Jesús les dijo: “No fue culpa de él o sus padres. Sin embargo, como yo tengo que hacer las obras de Dios voy a sanarlo.”
Luego de hacer esto escupió en tierra, hizo barro, lo esparció en los ojos del ciego y lo mandó al estanque de Siloé para limpiarse.
El cojo pudo haberse molestado y decir: “No voy a ir después de que pusiste está cochinada en mis ojos.”
Pero vemos que no hizo eso sino que obedeció a Jesús fue al estanque y recibió su milagro. Es decir, el milagro llegó después de la acción de fe del ciego.
Cuando la gente que lo conocía le preguntó como había sanado, el daba testimonio de que había recibido su milagro luego de hacer lo que Jesús le había dicho.
La fe y las acciones son lo que nos trae los milagros.
La Pesca Milagrosa
Para terminar veremos la pesca mas grande de la vida de Pedro
Lucas 5:1-7
1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
Jesús iba a predicar ese día, y había una multitud de personas; y como buen ingeniero de sonido sabía que la mejor forma para que todas las personas pudiesen escucharlo era alejarse un poco de la orilla en una barca y hablar de ahí a la gente para que ondas sonoras chocasen con el mar y este le sirviese de amplificador. Así que le pidió a Pedro prestada su barca y empezó a predicar.
Cuando terminó de hacerlo, le dijo a Pedro: “Echa tus redes al mar.”
Ahora Pedro había estado trabajando toda la noche y no había pescado ni un zapato; el era pescador y sabía que no se podían echar las redes al mediodía pues los peces la verían; así que le dijo a Jesús: “Mira Jesús, tu eres predicador pero yo pescador, yo conozco mi negocio y tu él tuyo; pero ya que tu lo dices, voy a actuar en fe a tu palabra y tirar mis redes.”
Cuando Pedro tiro sus redes al mar en obediencia a la palabra de Jesús, los peces vieron la red y empezaron a decirse uno al otro: “Vamos corriendo a las redes de Pedro, porque está actuando en fe al obedecer a Jesús.” Y fueron se metieron en las redes y Pedro recibió la mayor pesca de su vida.”
Pedro recibió su milagro por actuar en la Palabra de Dios y tu recibirás el tuyo por hacerlo.
La fe actúa en la Palabra de Dios.
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