El Escudo de la Fe
Sobre todo, tomen el escudo de la fe con el que podrán apagar todos los dardos encendidos del maligno.
- Efesios 6:16 (Nueva Biblia de los Hispanos)
En el equipo del soldado romano el escudo tenía una relación estrecha con el cinturón; ya que el escudo descansaba en el cinturón cuando no estaba en batalla.
Del mismo modo la fe está sujeta a la Palabra de Dios ya que la fe descansa en la Palabra de Dios; Romanos 10:17 es bien claro cuando dice: “Ahora pues, la fe viene por escuchar atentamente, por escuchar atentamente la palabra de Dios” (Peshitta Español).
Donde el término “palabra” es “rhema”, sabemos que palabra rhema es un verbo, que denota una acción, y nos habla de la palabra que ha sido dicha; la palabra que ha sido revelada en el creyente por haber pasado tiempo escuchándola de manera atenta el logos de la Palabra de Dios.
Rhema es una porción del logos, que por pasar tiempo meditando en ella se convierte en nuestra verdad, se convierte en parte de nosotros, y es ahí donde está la fe.
Años atrás tuve un accidente y se me salió un hueso de la rodilla, caminaba con mucho dolor, mientras declaraba lo que la Palabra de Dios decía: “Soy sano por las llagas de Jesús, Jesús tomó mis enfermedades y llevó mis dolencias” (Isaías 53:4-5, Mateo 8:17, 1 Pedro 2:24).
Aparentemente nada pasó, así que al tercer día fui al hospital para que me enyesaran. Regresé a mi casa y seguí diciendo: “Soy sano por las llagas de Jesús, Jesús tomó mis enfermedades y llevó mis dolencias”, pasaron 2 días, y el viernes estaba sentado en una reunión escuchando la Palabra cuando de pronto escuché en mi interior: “Si dices que estás sano, ¿Qué haces con un yeso?”
Fue una buena pregunta, pero la luz había llegado, el rhema de la sanidad divina había llegado a mi espíritu, sabía que ya estaba sano.
Al día siguiente, ni bien me levante me quité el yeso, al retirarlo estaba completamente sano.
La fe y la Palabra de Dios van de la mano, el escudo de la fe lo activamos con la Palabra de Dios, porque fe en Dios es fe en su Palabra.
El soldado romano tenía 2 clases de escudos.
El primer escudo era el ceremonial, era un escudo pequeño y bello, en el cual estaban grabadas las batallas anteriores en la que había estado el soldado.
El segundo escudo era el de batalla; era uno más grande, que tenía la forma de una puerta grande y servía para proteger todo el cuerpo.
La palabra "escudo" (thureon) que se utiliza en este verso designaba el escudo que usaba la infantería pesada, un oblongo largo de cuatro por dos y medio pies (1.80 x 1.20 mts.), y que a veces era curvo en su interior.
Este tipo de escudo es una ilustración de cómo la fe nos protege en esta batalla espiritual.
Desde el momento que nacimos de nuevo el Espíritu Santo colocó la fe en nosotros; en Romanos 12:3 dice: “Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno” (La Biblia de las Américas).
Dios ya distribuyó en nosotros la medida de la fe, ese es el inicio sobre el cual debemos empezar, y sobre el cual debemos sobreedificar en nuestras vidas.
Nosotros ya tenemos la fe, ahora nuestra responsabilidad es hacer algo con ella.
Los dardos (flechas en varias versiones) que se usaban en esa época eran de 3 tipos:
En primer lugar estaban los simples, que son como los que se utilizan el día de hoy.
En segundo lugar estaban las flechas que estaban embadurnados con brea; a los cuales se les prendía fuego y los disparaban; eran peligrosos pero visibles.
En tercer lugar estaban una clase de cañas huecas que llevaban un tipo de combustible en su interior; las cuales explotaban en llamas al momento de tocar su objetivo.
Este último tipo eran las más temidas; no se usaban en los combates normales; sino para sitiar ciudades; eran como el caballo de Troya, parecían flechas normales, pero dentro tenían una gran arma ofensiva, capaz de producir un gran incendio.
Es como hoy día los ataque troyanos que se hacen en las computadoras; te ofrecen un programa gratuito pero dentro tiene un virus informático que lo único que quiere es robarte tu información más confidencial.
Satanás nos ataca de esa manera, nos ofrece algo muchas veces legítimo, pero dentro llega con un veneno mortal, listo para destruirnos.
Cuando un ladrón quiere robar una casa resguardada por perros, muchas veces tira un trozo de carne por las rejas de la casa; el perro va come la carne y se muere; no sabe que dentro de la carne hay un potente veneno.
Esa es la manera como nos ataca el diablo, por medio de destructivas tentaciones y engaños.
En 1 Pedro 5:8-9 dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (Reina Valera 1960).
La Biblia coloca la figura de Satanás como el de un león rugiente. El león rugiente es el más viejo de la manada, que por su edad ya no tiene la velocidad ni fuerza de su juventud, y encima está desdentado; pero hay algo que si sabe hacer, sube rugir muy fuertemente, y al hacerlo quedan paralizados muchos animales, incluso algunos aquellos que son más rápidos que los leones.
El ataque del diablo es por medio del temor; nos paraliza y engaña con sus mentiras que lo único que hacen es pintarnos un mundo irreal, él no nos dice la verdad, sino que coloca el miedo en nosotros para hacernos creer que es más poderoso que nosotros; pero hay buenas noticias para nosotros, aquel que es superior que él, vive en nosotros.
En 1 Juan 4:4 podemos ver esa gran verdad: “En cuanto a vosotros, hijos míos, pertenecéis a Dios y habéis vencido a esos pretendidos profetas, pues el que está con vosotros es más fuerte que el que está con el mundo” (Versión de Arcas y Fernández).
¡Si! El más fuerte está en nosotros, veamos este verso en otras versiones esta poderosa verdad.
La Biblia en Lenguaje Sencillo lo dice más claro: “Hijos míos, ustedes son de Dios y ya han vencido a esos falsos profetas, pues él permanece unido a ustedes y es más poderoso que su Enemigo.”
Dios permanece unido a nosotros y es más poderoso que nuestro enemigo el diablo.
La Nueva Biblia de los Hispanos lo pone así: “Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a los falsos profetas, porque mayor es Aquél que está en ustedes que el que está en el mundo.”
El que es Mayor está en nosotros y es mayor que el diablo que está en el mundo.
La Palabra de Dios para Todos lo coloca así: “Mis hijitos, ustedes son de Dios y por esto ya han derrotado a los enemigos de Cristo porque el que está en ustedes es más grande que el que está en el mundo.”
El más grande está en nosotros, no hay nadie que pueda vencerlo, ganarle o derrotarlo,
Podemos ir confiados, como un niño pequeño que sale a caminar con su padre y sabe que no le pasará nada porque su padre lo acompaña y lo protege.
No hay lugar para el temor en nuestras vidas y menos cuando nos enfrentamos a un enemigo vencido.
En 2 Timoteo 1:7 dice: “Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad” (Biblia del Pueblo de Dios).
No tenemos un espíritu de temor, tenemos un espíritu completamente diferente, un espíritu de fortaleza, amor y sobriedad; o como dice la Reina Valera de 1960: “de poder, amor y dominio propio”.
Tenemos el Espíritu de Fe.
En 2 Corintios 4:13 dice: “Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos” (Reina Valera 1960).
El Espíritu de Fe es un espíritu que resiste el ataque del diablo, porque ha creído la Palabra de Dios, y por eso declara que tiene la victoria.
Es lo que Jesús dijo en Mateo 7:
Mateo 7:24-27 (Traducción Peshitta en Español)
24 Por tanto, todo el que escuche estas mis palabras y las ponga por obra, será semejante a un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca,
25 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron a aquella casa, pero no se derrumbó, porque sus cimientos habían sido puestos sobre la roca.
26 Pero todo el que escuche estas mis palabras y no las ponga por obra, será semejante a un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena;
27 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron a aquella casa, y se derrumbó, y grande fue su destrucción.
La fe se basa en la Palabra de Dios, al escucharla y ponerla por obra es que podemos resistir el ataque del diablo contra nosotros.
Abraham tuvo que enfrentarse a una situación así y tuvo que ponerse el escudo de fe para recibir el hijo que Dios le había prometido.
Romanos 4:16-22 (Nueva Versión Internacional)
16 Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia quede garantizada para toda la descendencia de Abraham; esta promesa no es sólo para los que son de la ley sino para los que son también de la fe de Abraham, quien es el padre que tenemos en común
17 delante de Dios, tal como está escrito: "Te he hecho padre de muchas naciones." Así que Abraham creyó en el Dios que da vida a los muertos y que llama las cosas que no son como si ya existieran.
18 Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a ser padre de muchas naciones, tal como se le había dicho: "Así de numerosa será tu descendencia."
19 Su fe no flaqueó, aunque reconocía que su cuerpo estaba como muerto, pues ya tenía unos cien años, y que también estaba muerta la matriz de Sara.
20 Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios,
21 plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido.
22 Por eso se le tomó en cuenta su fe como justicia.
Abraham se encontró en una situación en la que todas las circunstancias le eran contrarias, era humanamente imposible que tuviera un hijo, tenía 99 años, su cuerpo estaba como muerto y su esposa Sara de 90 había sido toda la vida estéril.
Casi puedo escuchar al diablo mandándole dardos venenosos: “¿Con qué Dios te ha dicho que vas a tener un hijo con Sara? Ya ves, el año que viene cumples 100 y Dios no te ha dado un hijo, y Sara sigue tan estéril como siempre.”
Dardos oscuros y venenosos que trataban de robarle la bendición de Dios, pero él se paró firme en la fe, no dudo como si fuera un incrédulo sino que se reafirmó en su fe; tomo el escudo de la fe y resistió el dardo de fuego que el enemigo le lanzó; y finalmente su fe tuvo fruto, pues nació Isaac.
Hay momentos en la vida en que nos enfrentamos a situaciones parecidas, en las cuales parece que ya no hay ninguna esperanza ni posibilidad de salida.
A veces es la enfermedad, o las circunstancias económicas o algún tipo de problema que involucre a nuestra familia; y el diablo viene para decirnos que estamos vencidos y derrotados, que ya no hay ninguna esperanza para nosotros, que estamos perdidos; nos dice como la mujer de Lot: “¡Maldice a Dios y muérete!” (Job 2:9)-
Pero no tenemos por qué hacerle caso, tenemos el escudo de la fe para resistir todos esos dardos ardientes que vienen para hundirnos y derrotarnos.
Tenemos que hacer lo que dice Santiago 4:7: “Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes” (Nueva Versión Internacional).
Aquí está la manera en que apagamos los dardos de fuego que el diablo envía contra nosotros.
La palabra “sométanse” es el término griego “jupotasso”, esta palabra es un término militar que significa el estar debajo de un superior; estar bajo las órdenes de una persona de mayor rango.
En el ejército cuando un general de una orden la persona que tiene el cargo inferior tiene que someterse; decir solamente “Si, mi General”.
Nosotros debemos someternos a las ordenes que Dios ya nos dio en Su Palabra; recordemos que la fe viene por el oír y el oír la Palabra de Dios; es decir, la fe nace de la Palabra de Dios.
Si la Biblia dice que somos sanos por las llagas de Jesús, entonces sin importar lo que digan nuestros sentidos físicos nos sometemos a la Palabra de Dios, y declaramos que somos sanos por las llagas de Jesús; tomamos la decisión de aceptar como un hecho aquello que ya fue dicho por Dios y está escrito en la Biblia.
Si ya hemos embrazado el escudo de la fe, nos hemos parado en sus promesas, hemos creído lo que esta escrito, tenemos un fundamento firme sobre el cual estamos parados y ahora hacemos lo que sigue, debemos resistir al diablo firmes en la fe.
¿Cómo resistir firmes en la fe?
Recordemos 2 Corintios 4:13; como tenemos el Espíritu de fe, debemos hablar la Palabra de Dios que hemos creídos resistiendo así el ataque del diablo.
Párate firme en las promesas de Dios y resiste el ataque del diablo que se levanta en tu contra.
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