Lo que Dios ha Hecho por Nosotros en el Plan de Redención
La palabra redención significa: “Ser rescatado mediante el pago de un precio."
En Colosenses 1:12-14 dice: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar en la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
Fuimos Redimidos Por La Sangre De Jesús
Dios. el Padre, nos ha trasladado del reino de las tinieblas, al reino de Jesús.
Hemos sido rescatados mediante el pago de la sangre de Jesús. Ya no le pertenecemos al diablo sino a Dios.
Como dice una antigua canción cristiana: “Yo fui comprado por un precio muy grande, ese precio fue la sangre derramada por Jesús.”
Puedes hacer esta confesión: “Yo fui comprado por la sangre de Jesús; fui trasladado del reino de las tinieblas al reino de Jesús. He sido redimido por su sangre y mis pecados fueron perdonados.”
Fuimos Redimidos De La Maldición De La Ley
En Gálatas 3:13-14 dice: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado de un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
Cristo nos redimió de la maldición de la ley; el mismo se hizo maldición para hacernos libres.
Haz esta confesión: “Soy libre de la maldición de la ley por causa de Cristo.”
Para poder entender plenamente la redención de la maldición de la ley, debemos entender en que consiste esa maldición.
En el capítulo 28 del libro de Deuteronomio se ven las bendiciones y maldiciones de la ley. Bendiciones para aquel que cumpliera la ley y maldiciones para aquel que la dejara de lado.
En los versos del 15 al 68 se ve que la maldición de la ley consistía en básicamente tres cosas:
- Pobreza
- Enfermedad
- Muerte espiritual
Redimidos De La Pobreza
En Deuteronomio 28:16-19 dice: “Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas.”
Los versículos 47 y 48 dicen: “Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello para destruirte.”
Estos versículos, y otros mas dentro de Deuteronomio 28, nos hablan que parte de la maldición de la ley, es la pobreza; y, pobreza hasta tal grado que llega a la destrucción.
La pobreza es una maldición, no una bendición; y, Cristo nos redimió de ella.
En 2 Corintios 8:9 vemos como Cristo nos redimió de la maldición de la pobreza: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.”
En este pasaje vemos que Jesús se hizo pobre físicamente; no como algunos dicen que se hizo “pobre espiritualmente.”
El verbo griego que se usa para pobre es ptocheuo. W. E. Vine traduce esa palabra así: "Ser tan pobre como un mendigo, un destituido".
Cristo no se hizo “pobre espiritualmente;” ¡no! El se hizo pobre para que tu y yo podamos ser ricos.
La palabra para enriquecidos es plouteo, que significa: ser rico ó volverse rico.
Nótese que aquí no dice millonario sino rico; un significado bíblico de rico es: tener lo suficiente para que todas nuestras necesidades sean suplidas, y que nos sobre para suplir las necesidades de los demás.
En 2 Pedro 1:3 dice: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.”
Dios ya nos dio todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad.
Las cosas que pertenecen a la vida son las que necesitamos para vivir mientras estemos en esta tierra. Nos habla acerca de cosas materiales. Esto es dinero, ropa, comida, un lugar donde vivir, comodidades, y cada cosa que deseemos o necesitemos.
Las cosas que pertenecen a la piedad son las cosas que necesitamos para nuestro caminar con Dios; la salvación, el Espíritu Santo, la oración, la Palabra, el nombre de Jesús, y cada cosa que esté relacionada con nuestra vida espiritual.
En 1 Timoteo 6:17 dice: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni que pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.”
En este pasaje vemos dos cosas, no debemos poner los ojos en las riquezas, que son inciertas sino poner los ojos en Dios, el dador de las riquezas.
Eso me recuerda algo que paso en mi país a principio de los años 90 en mi país; una financiera llamada CLAE, ofrecía intereses altísimos a las personas que invertían en ella. La gente cobraba una tasa de interés del 10% mensual para los ahorros en dólares; mientras que el promedio de interés en los bancos era del 7% anual.
La gente pensaba que estaba haciendo el negocio de su vida. Decenas de miles de personas pusieron los ahorros de toda su vida ahí. Estaban poniendo su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas.
¿Qué paso? En muy pocos años quebró. La gente perdió todo su dinero. Nunca lo pudieron recuperar.
Si ponemos los ojos en el dinero, el dinero se desvanecerá.
Debemos poner los ojos en Dios, porque El es quien nos da TODAS las cosas en abundancia, para que las disfrutemos.
Ese es el deseo de Dios, que tengamos abundancia de todo.
El Propósito De La Prosperidad Divina
En 2 Corintios 9:8 dice: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en nosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra.”
Aquí encontramos el propósito de la prosperidad divina.
Mucha gente es muy egoísta, y quiere todo para ellos. Para ellos primero es yo, segundo es yo y al final también es yo. Su vida esta centrada en ellos. Y lo más triste es que muchos de ellos son cristianos.
Cuando Dios empieza a prosperarlos, quieren todo para ellos, y se olvidan de compartir lo que tienen.
Sin embargo, Dios tiene otro propósito para la prosperidad.
El propósito de la prosperidad es tener lo suficiente para suplir todas las necesidades que tengamos y las de los nuestros; y que nos sobre para suplir las necesidades de la gente que nos rodea.
Dios quiere que prosperemos para poder suplir las necesidades de otras personas.
En Filipenses 4:19 dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”
Dios es el que suple todas tus necesidades, el que te da todas las cosas en abundancia, así que tienes una base bíblica para confesar prosperidad.
Cada vez que el diablo te traiga pensamientos de pobreza, haz esta confesión de fe:
“Cristo me redimió de la maldición de la ley; Cristo me redimió de la maldición de la pobreza; Él se hizo pobre para que yo fuese hecho rico; me da todas las cosas en abundancia para que las disfrute, pues él suple todas mis necesidades conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”
Haz esta confesión de fe cada día hasta que la fe se levante para recibir tu prosperidad.
Redimidos De La Maldición De La Enfermedad
En Deuteronomio 28:21,22,27,28,35,59-61 dice: “Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo, y te perseguirán hasta que perezcas.... Jehová te herirá con úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón que no puedas ser curado. Jehová te herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu.... Te herirá Jehová con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado.... Entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas; y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales temiste, y no te dejarán. Asimismo toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, Jehová la enviará sobre ti, hasta que seas destruido.”
Leyendo estos versos podemos ver que la enfermedad es una maldición que vino debido a desobediencia de la ley.
Sin embargo, como dice Gálatas 3:13: Cristo nos redimió de la maldición de la ley.
En Isaías 53:4-5 dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
Jesús, para poder redimirnos de la enfermedad, se hizo enfermedad. El tomó cada enfermedad del hombre, para poder librarnos de ellas.
No hay enfermedad que el no haya curado, solo debemos aceptar el hecho de que El ya nos sanó.
En Mateo 8: 16-17 dice: “... y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.”
Aquí vemos que Jesús sanó a todos los enfermos; es decir, sin importar cual fuese la enfermedad que tuviesen, Jesús los sanó.
Así como en la maldición de la ley, las enfermedades que no estaban en el libro de la ley, iban a caer sobre las personas que no la cumplieran; al decir sanó a todos los enfermos, nos habla que aún las enfermedades que no existían en esa época, como el sida, o de las que no se habla en la Biblia, como el cáncer, están incluidas entre las enfermedades que Jesús tomó y llevó en su cuerpo para que nosotros no las suframos.
En 1 Pedro 2:24, vemos una mayor luz acerca de nuestra redención: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.”
En la cruz del calvario ocurrió una doble cura, nuestros pecados fueron perdonados y nuestras enfermedades fueron sanadas.
La sanidad divina es la parte del plan de redención, en la que Jesús se hizo enfermedad para que nosotros caminemos en salud.
Haz esta confesión:
“Cristo me redimió de la maldición de la enfermedad; El mismo tomó mis enfermedades y llevó mis dolencias; soy sano por las llagas de Jesús.”
Redimidos De La Maldición De La Muerte Espiritual
En Deuteronomio 28:20,21,45,63 dice: “Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.... Y vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te perseguirán, y te alcanzarán hasta que perezcas; por cuanto no habrás atendido a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos, que él te mandó.... Así como Jehová se gozaba en haceros bien y multiplicaros, así se gozará Jehová en arruinaros y en destruiros; y seréis arrancados de sobre la tierra a la cual entráis para tomar posesión de ella.”
Aquí está hablando la fase final de maldición de la ley, la muerte espiritual.
El pecado siempre nos guiará a la muerte eterna; por eso es que Jesús tuvo que hacer una obra para poder darnos vida eterna.
En 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”
Así es, Jesús mismo se hizo pecado para que nosotros podamos ser justos delante de Dios. Él pagó el precio de nuestra redención.
Como dice en Romanos 10:9-10: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”
La salvación viene como resultado de una confesión; confesar a Jesús como el Señor de nuestras vidas.
En 1 Juan 5:13 dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
¿Qué mayor seguridad que esta? En este pasaje vemos la seguridad de nuestra salvación.
No solo debemos creer que hemos recibido la vida eterna, debemos saberlo.
Este pasaje me ayudço mucho cuando era un recién convertido. A veces el diablo me decía que posiblemente no era salvo, y yo le creía. Me despertaba con temor de no ser salvo, y repetía la oración del pecador nuevamente.
Pero un día me enseñaron este verso en un estudio bíblico, lo memoricé, y aunque no sabía nada de la confesión, empecé a repetirlo una y otra vez, hasta que quedó grabado en mi corazón. Llegué a tener la seguridad de mi salvación.
Como dice en Marcos 4:15: “Estos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.”
Mateo 13:19 y Lucas 8:12 nos dan mas luz de este pasaje: “Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene le malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón.... Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.”
Cuando uno nace de nuevo, el diablo siempre va ha venir para robar la Palabra que ha sido sembrada en su corazón.
El viene y te dice: “Tu no eres salvo, lo que te han dicho es una mentira, vas ha irte al infierno.” O si has pecado te dice: “Has cometido el pecado imperdonable, Dios nunca te va ha perdonar.”
Lo único que quiere hacer es arrebatar la palabra de salvación que has recibido, y si es posible hacerte volver al mundo.
Pero te tengo buenas noticias: si has recibido la Palabra de verdad, el evangelio de tu salvación, ya eres salvo. No importa cuantas mentiras te traiga el diablo, ni como te sientas: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Ya tienes la vida eterna; haz esta confesión conmigo:
“Yo tengo vida eterna, he confesado a Jesús como mi Señor, el se hizo pecado para que yo pueda ser justificado, y hoy yo tengo la seguridad de que he recibido la salvación.”
Confiesa Los Beneficios De La Redención
Jesús hizo una obra completa en nuestra redención, cada día debemos confesar los beneficios de ella.
Haz esta confesión ahora:
“Soy libre de la maldición de la ley, soy libre de la maldición de la pobreza, soy libre de la maldición de la enfermedad, soy libre de la maldición de la muerte espiritual.
En lugar de pobreza tengo riquezas, en lugar de enfermedad tengo salud, en lugar de muerte tengo vida eterna. Soy verdaderamente libre porque Jesús me redimió."
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