Los Dones de Función
1 Pedro 4:10-11
10 Cada uno según el
don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la
multiforme gracia de Dios.
11 Si alguno habla,
hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al
poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a
quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
En esta enseñanza
veremos los dones de función; lo que son y cual nos repartió Dios.
Romanos 12:3-8 (Biblia
Textual)
3 Ordeno pues, por la
gracia que me fue dada, a cada cual que está entre vosotros, que no piense más
altamente de lo que debe pensar, sino que piense con sobriedad, según la medida
de fe que Dios dio a cada uno.
4 Porque así como en
un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma
función;
5 así los muchos somos
un cuerpo en Cristo, y cada uno, miembros los unos de los otros.
6 De manera que
teniendo diferentes dones, según la gracia que nos fue dada, si es de profecía,
úselo según la analogía de la fe;
7 si diaconado, en el
servicio; el que enseña, en la enseñanza,
8 el que exhorta, en
la exhortación; el que comparte, con generosidad; el que cuida de los demás,
con diligencia; el que hace misericordia, con alegría.
En este pasaje
encontramos los DONES DE FUNCIÓN o DONES DE SERVICIO.
La palabra don que se
usa aquí es charismata, que significa “un don de gracia”; charisma se define
como la habilitación instantánea del Espíritu Santo en la vida de cualquier
creyente para ejercer un don para la edificación de los demás.
Estos dones son
gracias con las que Dios equipa a cada creyente para cumplir con su función o
servicio dentro del cuerpo local al que pertenezcan.
Estos no son los dones
del Espíritu de 1 Corintios 12:7-11, ni tampoco los dones ministeriales de 1
Corintios 12:28-30 y Efesios 4:11.
Los dones del Espíritu
son manifestaciones dadas por el Espíritu Santo cuando él desea que son
canalizadas a través de un creyente para ministrar a otra persona.
1 Corintios 12:7-11
7 Pero a cada uno le
es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
8 Porque a éste es
dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el
mismo Espíritu;
9 a otro, fe por el
mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
10 A otro, el hacer
milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro,
diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas
cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular
como él quiere.
No son dones que son
inherentes en ti, no parten ni nacen de ti, sino que se manifiestan cuando el
Espíritu Santo quiere en beneficio de la iglesia.
Tampoco son los dones
del ministerio de Efesios 4:11, que estos si son capacidades que Dios da a la
persona para cumplir un oficio específico dentro del Cuerpo de Cristo.
Efesios 4:7-12
7 Pero a cada uno de
nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
8 Por lo cual dice: Subiendo
a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.
9 Y eso de que subió,
¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la
tierra?
10 El que descendió,
es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo
todo.
11 Y él mismo
constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a
otros, pastores y maestros,
12 a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo.
La palabra dones en
Efesios 4 es doma; que son regalos, estos regalos son personas que Dios
capacitó con oficios específicos para equipar y edificar a los creyentes.
Algo más respecto a
estos dones es que no son, como dice la enseñanza de los dones de motivación,
basados en nuestro carácter y personalidad, pues son gracias (CHARISMATA en
griego), así que no vienen de nosotros pero se manifiestan a través de
nosotros.
Estos dones son
gracias, capacidades especiales, si quieren decir, poderes dados por Dios con
el propósito de habilitarnos para cumplir nuestra función o servicio dentro del
cuerpo de Cristo, en particular, en la iglesia local a la cual pertenecemos,
para ministrar a otros.
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