Peleando la Buena Batalla de la Fe
Por lo demás, fortalézcanse en el Señor y en el poder
de su fuerza.
Revístanse con
toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del
diablo.
Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los poderes (gobernantes) de este
mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones
celestes.
Por tanto, tomen toda la armadura de Dios, para que
puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes.
Estén, pues, firmes, ceñida su cintura con la verdad,
revestidos con la coraza de la justicia, calzados los pies con la preparación
para anunciar el evangelio de la paz.
Sobre todo, tomen el escudo de la fe con el que podrán
apagar todos los dardos encendidos del maligno.
Tomen también el casco de la salvación, y la espada
del espíritu que es la palabra de Dios.
Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el
Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos.
- Efesios
6:10-18 (Nueva Biblia de los Hispanos)
Para definir la
armadura de Dios hay una serie de preguntas que debemos hacernos: ¿Qué es? ¿Por
qué motivo es Pablo usó ésa ilustración? ¿Qué podemos aprender de ella? ¿Cómo
podemos aplicarla a nuestras vidas?
Veamos la Batalla
Espiritual desde una perspectiva Bíblica.
En estos últimos
años se ha escuchado mucho acerca de la guerra espiritual, y la gente ha
quitado el balance de lo que es la verdadera batalla espiritual.
En 2 Corintios 2:11
dice: “Para que Satanás no gane ventaja
alguna sobre nosotros; pues no ignoramos
sus maquinaciones” (Reina Valera 1960).
La Biblia EUNSA lo
traduce así: “Para que no seamos
engañados por Satanás, ya que no desconocemos sus propósitos.”
No debemos ignorar
los propósitos y maquinaciones del diablo, pero tampoco debemos irnos al otro lado,
llegando a un extremismo en que todo lo veamos demonios.
Hace años una
hermana veía todo demonios, en cada cosa, en cada lugar veía uno. Un día en una
reunión de liderazgo, el grupo estaba tomando un café, y cuando la hermana
levantó la tapa de la azucarera, el Pastor golpeo su mano para impedir que
levante la tapa y le dijo: “¡No!”
La hermana
sorprendida le preguntó: “¿Por qué
Pastor?” Y el Pastor le respondió: “Hermana,
no vaya a suceder que se escape el demonio del azúcar.”
La hermana se dio
cuenta de lo que le dijo el Pastor y cambió su forma de pensar en cuanto al
tema de los demonios.
La gente no se da
cuenta pero al hacer esto y ve al diablo en todas partes, sin darse cuenta que lo
único que hacen es glorificarlo.
Son como la hermana
que testificó en un servicio: “Hermanos
el diablo me persiguió toda la semana; ¡bendito sea su santo nombre!”
Realmente la hermana
no quería glorificar al diablo, pero al pasársela todo el tiempo hablando de
él, y de las cosas que le hacía, sin darse cuenta le dio la gloria.
Eso es lo que está
pasando el día de hoy; la guerra espiritual se ha vuelto muy popular;
encontramos, conferencias, Biblias, posters, libros de estudio, polos y hasta
juguetes; los escuchamos en la radio, en la televisión por todos lados.
Se han ido al otro extremo.
Pero, ¿el creyente
debe hacer guerra espiritual?
Veamos lo que dice
la Biblia.
En 1 Juan 3:8 dice: “El que practica el pecado es del
diablo; porque el diablo peca desde el
principio. Para esto apareció el Hijo de Dios,
para deshacer las obras del diablo” (Reina Valera 1960).
La Biblia del Pueblo
de Dios lo dice así: “Pero el que peca
procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo
de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio.”
Wuest comenta acerca
de esta palabra deshacer: “’Destruir’ es
en el texto griego luo, ‘aflojarse, disolver’ Westcott comenta: ‘Las obras del
diablo son representadas como teniendo una cierta consistencia y cierta coherencia.
Muestran un tipo de frente sólido. Pero Cristo, con Su aparición, los ha
revelado en completa insustancialidad. Él 'ha deshecho' las aparentes ataduras
por las cuales fueron sujetados’ Pero Él ha hecho más que eso. Por la sangre de
la Cruz que Él pagó por el pecado, hizo una vía de escape del enemigo principal
de las almas de hombres, derrotando los propósitos del diablo, y finalmente
causando su caída completa.”
Es la misma palabra
que se usó en Lucas 3:16: “Respondió
Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad
os bautizo en agua; pero viene uno más
poderoso que yo, de quien no soy digno
de desatar la correa de su calzado; él
os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Reina Valera 1960).
Esta palabra nos da
la idea de desatar el nudo de un zapato; y es la figura que nos da Juan el
Bautista cuando hablaba de Jesús en este pasaje.
También vemos está
palabra en la sanidad de la mujer encorvada, en Lucas 13:10-16.
Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y
había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de
enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando
Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso
las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. Pero el
principal de la sinagoga, enojado de que
Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que
se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.
Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su
asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás
había atado dieciocho años, ¿no se le
debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? (Reina Valera 1960).
Esta es la obra que
Jesús estuvo haciendo durante su ministerio, desatando todas las ataduras del
diablo en contra de la gente.
Hechos 10:38 es bien
claro respecto a esto: “Cómo Dios ungió
con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo
haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él” (Reina Valera 1960).
En Hebreos 2:14
podemos ver más acerca de esta victoria: “Así
que, por cuanto los hijos participaron
de carne y sangre, él también participó
de lo mismo, para destruir por medio de
la muerte al que tenía el imperio de la muerte,
esto es, al diablo” (Reina
Valera 1960).
Veamos este pasaje
en otras versiones para poder entender mejor lo que fue esta gran victoria.
Hebreos 2:14 (Nuevo
Testamento de Arcas y Fernández)
14 Y como los
miembros de una familia participan de una misma carne y sangre, también Jesús
comparte carne y sangre con los hombres. Puede así, con su muerte, reducir a la
impotencia al señor de la muerte, es decir, al diablo.
Hebreos 2:14 (Biblia
Latinoamericana)
14 Puesto que esos
hijos son de carne y sangre, Jesús también experimentó esta misma condición y,
al morir, le quitó su poder al que reinaba por medio de la muerte, es decir, al
diablo.
Hebreos 2:14 (Nueva
Versión Internacional)
14 Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también
compartió esa naturaleza humana para anular,
mediante la muerte, al que tiene
el dominio de la muerte; -es decir, al
diablo.
Vemos que Jesús no
solo le quito todo su poder al diablo, lo anuló, lo redujo a la impotencia y lo
destruyó (su poder).
El término destruir
que usa en la Reina Valera es katargéo; que significa: estar ó dejar enteramente inmóvil (inútil),
inutilizar, invalidar, libre, abolir, acabar, dejar, deshacer, desligar,
destruir, perecer, quitar, suprimir.
Satanás no fue
aniquilado sino despojado de todo su poder, el poder que tenía sobre la muerte
y el Hades ya fue quebrado; ahora Jesús es el que posee las llaves; Jesús es el
que tiene la autoridad.
Por eso, cuando nos
enfrentamos a Satanás y su ejército nos enfrentamos a enemigos que han sido
despojados de poder; cuyo poder se anuló y redujo a la impotencia por causa de
Jesús.
Por ese motivo es
que en Romanos 8:37 dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
Esta frase “más que
vencedores” siempre me llamó la atención, ¿de qué está hablando?
Dicen que después de
una terrible pelea, en la que casi pierde pero que finalmente ganó, el campeón
mundial de boxeo de peso completo recibió su cheque por 20 millones de dólares.
Había peleado y
había ganado, era el vencedor.
Cuando llegó a su
casa y abrió contento la puerta vio que su esposa lo esperaba con un bate de béisbol
y que le decía: “Cariño, ¿Qué tienes para mí?”
Así que el campeón
simplemente extendió la mano y le dio el cheque del premio por el que había
luchado tan duramente.
¿Quién fue el
vencedor? El esposo.
¿Quién fue más que
vencedor? La esposa.
La esposa disfrutó
de algo por lo que no había hecho nada.
Esa es la idea de
que somos más que vencedores; Jesús venció al diablo por nosotros y ahora es
que podemos disfrutar de esa victoria.
Pero, vemos que hay
muchos cristianos derrotados por el diablo, ¿qué pasó?
No han entendido que
el campo de batalla es en la mente.
En 2 Corintios
10:3-5 vemos la naturaleza de nuestra batalla espiritual: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque
las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo” (Reina Valera 1960).
El diablo trabaja en
la mente trayendo opresión y atadura por medio del engaño y la manipulación,
pero debemos darnos cuenta que ya es un enemigo derrotado; Jesús ya desató y
deshizo todo el poder que tenía en nuestra contra.
Satanás ha apelado a
las mismas tácticas desde el principio, podemos verlo desde la misma creación,
cuando elaboró su plan para adueñarse de ella.
En Génesis 3:1-6
vemos como trabajo con Eva en la tentación: “Pero
la serpiente era astuta, más que todos
los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer:
¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer
respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;
pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de
él, ni le tocaréis, para que no muráis.
Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el
día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que
el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol
codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella” (Reina Valera 1960).
Aquí se ve
claramente el cómo Satanás manipuló a Eva torciendo las escrituras y diciéndole
una verdad a medias.
Usó la táctica con
la que envenenaron a Blancanieves, le trajo a Eva una manzana podrida que
externamente había sido decorada para verse muy bien.
Jesús mismo en su
ministerio también tuvo que enfrentarse a una situación similar, cuando fue
tentado por el diablo en Lucas 4:1-12.
Veamos este pasaje
en la versión Reina Valera 1960.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y
fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el
diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. Entonces
el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en
pan. Jesús, respondiéndole, dijo:
Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.
Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en
un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré
toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a
quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.
Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre
el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, en
las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.
Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está:
No tentarás al Señor tu Dios.
Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
Aquí Jesús se
enfrentó con el diablo, pero no se dejó vencer y nos mostró el camino para caminar
en esa victoria que es vencerlo por medio de la Palabra de Dios.
Así que no depende
de Dios, ni del diablo que seamos oprimidos y atados, depende solamente de
nosotros, porque la obra de victoria ya fue hecha.
En Santiago 4:7 dice
las siguientes palabras: “Someteos, pues,
a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Reina Valera 1960).
Aquí término
someteos es jupotasso que es principalmente un término militar, ordenar abajo
(jupo, debajo; tasso, ordenar). Denota: ponerse en sujeción, sujetarse.
Al someternos
estamos poniéndonos bajo las ordenes de Dios; nos sometemos a Su Palabra; es
decir, la aceptamos como una realidad en nuestras vidas.
Cuando un General le
da una orden a un soldado, este se para al frente y le dice: “Si mi General”; y luego va y hace lo
que le dijo su General.
Si nuestro General
nos ha dicho que tenemos autoridad, lo aceptamos como un hecho; si nuestro
General ha dicho que somos sanos por la llagas de Jesús, lo somos, lo aceptamos
como un hecho; si nuestro General dice que tenemos la victoria, la victoria ya
es nuestra.
Este verso nos dice
tres cosas
Lo primero es que
debemos aceptar su Palabra como un hecho real para nosotros.
Lo segundo es
resistir al diablo. ¿Cómo lo hacemos? Igual que Jesús, usando la Palabra de
Dios.
Lo tercero es que al
diablo no le quedará más remedio que huir de nosotros.
El huirá, escapará
de nosotros, como una mosca al ver un matamoscas.
En Primera de Pedro
5:6-9 vemos algo similar: “Humillaos,
pues, bajo la poderosa mano de Dios,
para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad
sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque
vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al
cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (Reina Valera 1960).
Vemos aquí el mismo
principio de Santiago, humillarnos ante la poderosa mano de Dios, someternos a
Él y Su Palabra.
Si Dios ha dicho
algo es así; debemos creerle, no dependiendo de nuestras propias fuerzas sino
de las del Señor.
Debemos ser sobrios
y velar; es decir mantenernos firmes en la Palabra; no ir a derecha ni ha
izquierda.
Y debemos resistirlo
con la Palabra de Dios y el nombre de Jesús.
Una cosa final en
este verso es que no estamos solos, ni que recibimos “el gran ataque”, uno como nunca tuvo nadie; no es así, los mismos
ataques que sufrimos los han sufrido otros hermanos; y si otros los han vencido
nosotros también venceremos.
Entonces podemos ver
que hay una batalla espiritual en la cual ya tenemos la victoria. Como hemos
visto, entramos en esta batalla espiritual con la victoria en las manos.
Efesios 6:12 dice: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y
carne (oponentes físicos), sino contra principados, contra potestades, contra
los poderes (gobernadores) de este mundo (presente) de tinieblas, contra las
fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes” (Biblia Expandida
de Fe).
No son oponentes
físicos contra los que luchamos son oponentes espirituales.
Otra característica
de esta batalla es que es una batalla de fe, la cual vencemos creyendo en las promesas
que ya nos han sido dadas en la Palabra de Dios.
En 1 Timoteo 1:18-19
dice: “Este mandamiento, hijo Timoteo, te
encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a
ti, milites por ellas la buena milicia,
manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto
a la fe algunos” (Reina Valera 1960).
La Nueva Versión
Internacional lo dice de esta manera: “Timoteo,
hijo mío, te doy este encargo porque tengo en cuenta las profecías que antes se
hicieron acerca de ti. Deseo que, apoyado en ellas, pelees la buena batalla y mantengas la fe y
una buena conciencia. Por no hacerle caso a su conciencia, algunos han
naufragado en la fe.”
Y en el capítulo 6
verso 12 le vuelve a decir: “Pelea la
buena batalla de la fe; haz tuya la vida
eterna, a la que fuiste llamado y por la
cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos”
(Nueva Versión Internacional).
Hay una buena
batalla que luchar, la batalla de la fe a la cual entramos con la victoria en
la mano y vencemos creyendo las promesas que Dios nos dio en Su Palabra.
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