En esta lección Kenyon nos explica los beneficios que tenemos a causa de la justicia y que recibimos por fe.
LA JUSTICIA POR LA FE
La Iglesia no
aprecia lo que es tal como lo declara la Palabra. Se nos ha dicho que éramos
indignos e injustos, que éramos débiles y no teníamos fe, tanto que se ha
convertido en una enfermedad crónica. Miramos con temor mensaje que traiga
alivio, a menos que sea un mensaje sobre obras.
Si pudiéramos
sacrificar algo, si pudiéramos orar mucho y lo suficientemente duro, si
pudiéramos confesar nuestros pecados lo suficiente, entonces de algún modo
podríamos enderezar nuestra vida espiritual.
Todo eso está mal.
La justicia viene
por la fe. No es ganada por obras, por arrepentimiento, por llanto o por gritos.
Tampoco viene por la manera de suplicar.
Sólo viene por medio
de la fe.
El hombre siempre ha
buscado conseguir la justicia por obras. Si pensáramos que pudiéramos volvernos
la justicia de Dios por orar un cierto número de horas, lo haríamos.
Si nos dijeran que
alguien obtiene justicia por confesar todos sus pecados desde la infancia y por
hacer la restitución de ellos, estaríamos deseosos de hacer el esfuerzo.
La justicia no viene
de esa manera.
Viene por la fe. No
por sus obras, sino por la obra de Cristo. No por sus lágrimas, sino por las
lágrimas de Cristo.
Si cada uno de
nosotros supiéramos que tenemos justicia en nosotros, nos convertiremos totalmente
independientes de las circunstancias. Si fuésemos tan conscientes de ser la
justicia de Dios como somos conscientes de ser débiles e indignos, no
estaríamos más enfermos, no estaríamos atrapados en la esclavitud de la
necesidad y la miseria.
Si fuésemos tan
conscientes de nuestra identificación con Jesucristo y de nuestra unidad con Él
como somos conscientes del dolor físico y de la necesidad física, nunca
tendríamos dolor y nunca mencionaríamos nuestras necesidades nuevamente.
Este nuevo sentido
de Justicia, este nuevo hecho de Justicia, este nuevo descubrimiento de ser
Justicia de Dios, nos da un sentido de libertad en Cristo.
Esto explícitamente
destruye la conciencia de pecado, la conciencia de debilidad y la conciencia de
necesidad de Cristo.
Sabemos que Él es
nuestra justicia y que somos justicia de Dios en él.
Él está con nosotros
en toda su capacidad y fuerza, en toda su plenitud y complemento. No tenemos
miedo de las circunstancias.
Él nos susurra: "No temas, porque yo estoy contigo; no
desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi justicia”.
Él está con
nosotros. Él es el Dios de la nueva creación.
No podemos fracasar.
No podemos ser puestos en esclavitud.
Esto nos da una
nueva libertad en la oración, un nuevo sentido de autoridad como hijos e hijas
de Dios para usar el nombre de Jesús, una nueva alegría en comunión con el
Padre.
Hay una nueva frescura
en la Palabra. Esta se convierte literalmente en Su Palabra para nosotros.
Su totalidad cautiva
nuestros corazones.
Podemos no haber
percibido esto antes, pero el Padre y Jesús nos están hablando.
La Palabra es la voz
del Padre. No está hablando a multitudes. Él está hablando a cada uno de
nosotros.
Él declara que nos
convertimos en la justicia de Dios en él.
Sabemos que somos lo
que Él declara que somos.
Entonces viene un
nuevo sentido de dominio. Entramos a nuestros derechos, nuestros derechos
legales en Cristo.
Nuestros pasos están
seguros ahora. No hay más incertidumbres.
No tenemos miedo de lo
que un día pueda traer más adelante.
Sabemos lo que esto
significa cuando Él dice: "Más grande
es el que está en nosotros que el que está en el mundo”.
Sabemos lo que esto
significa cuando Él dice: "Hijitos,
vosotros sois de Dios, y los habéis vencido." Él está hablando de
nosotros.
El sentido de
dominio, la nueva extraña dignidad de filiación, se extiende por nuestro
corazón.
Entendemos lo que
eso significa, estar bajo órdenes del cielo.
Somos embajadores.
Estamos investidos con la autoridad del cielo.
Lucas 24:49 dice:
"Pero quedaos
vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde
lo alto."
Ahora entendemos lo
que Jesús quiso decir cuando Él dijo que los demonios y las fuerzas de las
tinieblas serían sujetas a nosotros.
Debilidad, miedo al
fracaso; los pequeños reino que una vez gobernaron al mundo fueron subordinados
a Jesús.
Jesús venció a
Satanás. Toda fuerza gobernada por Satanás, está sujeta a su nombre.
Él puso a Satanás y
todas sus obras debajo de nuestros pies.
Ahora sabiendo lo
que significa la redención. Sabemos que nos convertimos en "la plenitud de aquel que todo lo llena en
todos."
Sabemos que "de su plenitud hemos recibido gracia sobre
gracia."
Sabemos que hemos
recibido "la abundancia de la gracia
y el don de la justicia."
Reinábamos como
reyes en el reino de la vida a través de Jesucristo.
Comenzamos a
entender 1 Corintios 12:3: "Nadie puede
llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo".
Ahora somos vistos como
nuevas creaciones conscientes de nuestra posición y de nuestros derechos.
El dominio de Satanás
fue deshecho.
Nada nos faltará
porque somos uno con Él, Él es la vid, nosotros los pámpanos. Somos la porción que
da fruto de la vid.
¡Somos sus labios!
¡Somos sus manos!
Estamos viviendo con
Él. Él está viviendo con nosotros; invisible, pero real.
Andando con él. Todo
esto nos da la justicia.
Traducido del libro "Dos Clases de Justicia" de E. W. Kenyon
Puedes leer los capítulos anteriores siguiendo estos enlaces:
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 1
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 2
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 3
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 4
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 5
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 6
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 7
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 8
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 9
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 10
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 11
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 12
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 13
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 14
Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 15