viernes, 9 de febrero de 2018

Desatando tu Fe con tus Acciones


Desatando tu Fe con tus Acciones


Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
Santiago 2:17

Santiago 2:17 (Moffat)
La fe sin acciones correspondientes es estéril.

Santiago 2:17 (Versión Amplificada)
Así también la fe, si no tiene obras (hechos y acciones de obediencia que la respalden), se destituye a si misma de poder (es inoperativa y está muerta).

En Romanos 10:17 vemos que la fe viene por oír la Palabra de Dios; entonces la fe actúa o hace lo que dice la Palabra de Dios.
Si vemos a lo largo de la Biblia cada milagro que hubo, veremos que hubo una acción de fe involucrada.
Esto lo he visto de manera práctica cuando he ministrado campañas de sanidad divina, cuando toma acciones correspondientes basadas en la Palabra que escucha recibe su milagro.
Una hermana llegó con muletas a una campaña que hice en la ciudad de Los Andes; después de terminar de compartir la Palabra le pedí que tome acciones correspondientes con su fe y empezase a caminar sin las muletas, ella las dejó y empezó a caminar sin ningún problema.
Las acciones que acompañaron a su fe fueron lo que trajo el milagro que ella necesitaba.
  
La Sanidad del Cojo de Listra

Hechos 14:7-10
7 y allí predicaban el evangelio.
8 Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado.
9 Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado,
10 dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo.

En este milagro podemos ver la conexión que hay entre la Palabra de Dios y las acciones a la hora de recibir un milagro.
Mientras Pablo y Bernabé estaban predicando la Palabra, este hombre de Listra estaba escuchando, y la fe se empezó a levantar en él. Pablo se dio cuenta de esto y le dijo que tome una acción, el cojo hizo una acción de fe y recibió su milagro.
            Si el hombre no hubiera actuado sobre la Palabra de Dios nunca hubiera caminado.                                                                     
  
Las Bodas de Caná

Si vamos a los evangelios veremos que Jesús siempre motivo a la gente a actuar para recibir su milagro.

Juan 2:1-11
1 Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.
3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.
4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.
6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.
7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.
8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.
9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,
10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.
11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

            Este milagro es muy interesante. Aquí Jesús convirtió el agua en vino.
En esa fiesta había seis tinajas de piedra para agua, cuya capacidad era alrededor de 100 litros por tinaja, así que estamos hablando de unos 600 litros 
            Jesús les dijo a los sirvientes que llenasen las tinajas de agua, ellos necesitaban vino, pero Jesús les pidió agua.
            Los sirvientes fueron obedientes y llenaron las tinajas de agua hasta el tope. Fueron donde Jesús y aquí vino lo difícil, les dijo que fueran donde su jefe con el agua.
            Meditemos un momento en esto; fue fácil llevar el agua a Jesús, no tenían nada que perder, pero el ir donde su jefe con el agua; eso era otro asunto, les podía costar el empleo o algo más.
            Sin embargo, mientras ellos llevaban las tinajas de agua, algo sucedió, el agua se convirtió en vino; y en un vino de la más alta calidad.
            La acción de obediencia produjo el milagro. 

La Sanidad del Hombre Enfermo en el Estanque de Betesda

Juan 5:1-11
1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.
4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.
11 El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

            Veamos qué es lo que pasó aquí.
            Estamos en un estanque llamado Betesda; nombre que significa misericordia. Este estanque debe haber sido un poco grande pues había cinco pórticos por donde entraba la gente; además había una multitud de enfermos.
            En este estanque de misericordia cada cierto tiempo venía un ángel que movía las aguas, y el primero que descendía era sanado de la enfermedad que tuviese.
            Para que hubiese una sanidad se necesitaba un acto de fe, el enfermo debía ir y descender al agua lo más rápido posible.
            Smith Wigglesworth solía decir al principio de sus campañas: “La primera persona que llegue al púlpito será sanada de cualquier enfermedad que tenga.” Y cada vez la primera persona que llegaba era sanada de la enfermedad que tuviese, sea cáncer, apendicitis, asma, o cualquier otra.
            Uno tenía que actuar para recibir su milagro.
            Volviendo a nuestra historia, había un hombre que estaba enfermo hacía treinta y ocho años. No sabemos qué enfermedad tenía, solo que no podía ir solo al estanque pues necesitaba la ayuda de otro.
            Jesús le preguntó: ¿Quieres ser sano?” El hombre le empezó a contar su historia y su imposibilidad. Pero Jesús le dijo: “No pongas tus ojos en las cosas que no puedes hacer; haz un acto de fe, levántate, toma tu lecho y ve a tu casa.”
            El hombre entonces se levantó, tomó su lecho y se fue a su casa. Él colocó acciones a su fe y recibió su milagro.
            La gente religiosa le dijo: “¿Qué haces llevando tu lecho en el día de reposo?” No les importaba que este hombre hubiese recibido un maravilloso milagro, lo único que querían era que cumplan con todas sus reglas y leyes.
            El hombre sanado solo les dijo: “El que me sanó me dijo que tomase mi lecho y me fuese a casa; y yo como soy obediente le estoy obedeciendo.”
            La acción de obediencia a la Palabra de Dios es lo que trae los milagros a nuestra vida.
            
El Ciego de Nacimiento

Juan 9: 1-11
1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?
3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.
5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,
7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.
10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.

Aquí los discípulos están en medio de una discusión teológica: “¿Quien pecó, este hombre o sus padres?”
Muchas veces cuando vemos a una persona enferma lo único que pensamos es que la persona tuvo la culpa de estar enferma; pero la mayoría de veces ese no es el caso.
Jesús les dijo: “No fue culpa de él o sus padres. Sin embargo, como yo tengo que hacer las obras de Dios voy a sanarlo.”
Luego de hacer esto escupió en tierra, hizo barro, lo esparció en los ojos del ciego y lo mandó al estanque de Siloé para limpiarse.
El cojo pudo haberse molestado y decir: “No voy a ir después de que pusiste está cochinada en mis ojos.”
Pero vemos que no hizo eso sino que obedeció a Jesús fue al estanque y recibió su milagro. Es decir, el milagro llegó después de la acción de fe del ciego.
Cuando la gente que lo conocía le preguntó cómo había sanado, el daba testimonio de que había recibido su milagro luego de hacer lo que Jesús le había dicho.
La fe y las acciones son lo que nos trae los milagros.

La Pesca Milagrosa

            Para terminar veremos la pesca más grande de la vida de Pedro

Lucas 5:1-7
1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

            Jesús iba a predicar ese día, y había una multitud de personas; y como buen ingeniero de sonido sabía que la mejor forma para que todas las personas pudiesen escucharlo era alejarse un poco de la orilla en una barca y hablar de ahí a la gente para que ondas sonoras chocasen con el mar y este le sirviese de amplificador. Así que le pidió a Pedro prestada su barca y empezó a predicar.
            Cuando terminó de hacerlo, le dijo a Pedro: “Echa tus redes al mar.”
            Ahora Pedro había estado trabajando toda la noche y no había pescado ni un zapato; el era pescador y sabía que no se podían echar las redes al mediodía; así que le dijo a Jesús: “Mira Jesús, tu eres predicador pero yo pescador, yo conozco mi negocio y tu él tuyo; pero ya que tu lo dices, voy a actuar en fe a tu palabra y tirar mis redes.”
            Cuando Pedro tiro sus redes al mar en obediencia a la palabra de Jesús, los peces vieron la red y empezaron a decirse uno al otro: “Vamos corriendo a las redes de Pedro, porque está actuando en fe al obedecer a Jesús.” Y fueron se metieron en las redes y Pedro recibió la mayor pesca de su vida.”
            Pedro recibió su milagro por actuar en la Palabra de Dios y tu recibirás el tuyo por hacerlo.
La fe actúa en la Palabra de Dios.



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