EL ESPÍRITU SANTO
En el Antiguo Pacto Dios se había manifestado a Israel como un solo Dios. Fue esta una revelación sorprendente para el hombre, en una época cuando estaba rodeado de politeísmo. Luego, después de muchos siglos, cuando Dios vino a la tierra en la persona de Su Hijo, se manifestó como el Dios Trino y Uno.
Al estudiar la vida de Cristo conocemos a los Tres que son Uno. Al principio de Su vida pública, en Su Bautismo, la voz del Padre vino desde los cielos: “Este es mi Hijo amado”, y el Espíritu descendió en forma visible sobre Él como una paloma (Mt 3.16-17). Aquí se da al hombre una triple revelación de Dios a través de sus cinco sentidos.
En las enseñanzas, en la predicación y en la conversación privada de Cristo, constantemente habló de Su Padre y de Sí mismo como dos personas distintas, y no obstante, declaradas en igualdad: “Yo y el Padre una cosa somos” (Jn 10.30). Y dijo otra vez: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Jn 14.9).
I. La Trinidad Revelada
En Sus enseñanzas, Jesús, introduce a un Tercero que también es Dios. En la última y más larga conversación que tuvo con Sus discípulos en el aposento alto, la noche anterior a Su crucifixión, Cristo dijo: “El Espíritu Santo al cual el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn 14.26). La mayor parte de esta conversación trató del Espíritu Santo que había de venir para tomar Su lugar. Este mensaje se narra en Juan 14 y 16.
Toda la descripción que se hace en la Biblia de los Tres, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, presenta de una manera definitiva y absoluta, ni más ni menos que Tres Personas en la Deidad. Esto es lo que Wood denomina, en “El Secreto del Universo,” una absoluta Trinidad y una absoluta Unidad.
En una absoluta Trinidad, cada Uno es distinto de los otros Dos; ninguno de los Tres podría posiblemente ser cualquiera de los otros Dos; y ni Dos de los Tres pueden existir sin el Tercero. Dios se manifiesta como una absoluta Trinidad; no obstante, es también una absoluta Unidad. Los Tres son absolutamente Uno. Cada uno está representado como Dios. Cada uno es la Totalidad de Dios. La personalidad no es divisible. Dios no puede ser dividido.
Dios es Tres en Uno. Cada Uno de los Tres es Dios, y cada Uno es la Totalidad de Dios. Los Tres están representados como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; Tres modos de Seres que es Dios. No es primordialmente tres maneras de actuar de Dios, sino tres modos de Ser.
La Palabra nos dice claramente que el Padre es Primero: el Hijo es el Segundo, y el Espíritu Santo el Tercero. Eso no significa que Uno es Primero en Deidad, porque Todos son Dios. Eso no significa tampoco que Uno es más grande, porque Todos son Infinitos. Tampoco significa que Uno es Primero en tiempo, porque Todos son eternos. Eso sólo puede significar que el Padre es Primero, el Hijo es Segundo, y el Espíritu es Tercero en un orden lógico.
Las escrituras representan al Padre como el Creador. El Hijo eterno es engendrado del Padre, y el Espíritu eterno procede del Padre por medio del Hijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi Nombre...” (Jn 14.26). Dios obra por medio del Hijo. En Él y por Él, efectúa los actos de creación: “Porque por Él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra; visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por Él y para Él” (Col 1.16).
II. Cristo Actúa Ahora Entre los Hombres por medio del Espíritu
El Espíritu, como el Padre, es invisible; Su principal tarea es revelar al Hijo, y en el Hijo revela al Padre. Por consiguiente, Su ministerio, aunque invisible, es para revelar la plenitud de la Deidad al hombre y por el hombre. Vivimos en lo que se denomina la dispensación del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el que ha hecho al Padre y al Hijo tan reales para nosotros. Por lo tanto, conocer al Espíritu Santo nos es esencial. Deseamos conocer Su Naturaleza, Su ministerio en nosotros y por nosotros.
III. Necesidad de un Estudio Definido del Espíritu Santo
Existe hoy una necesidad real de un estudio definido de la persona y del ministerio del Espíritu Santo. Se le ha dado muy poca atención al actual ministerio del Espíritu Santo en comparación con la que se le ha dado a la vida terrenal de Cristo.
A. J. Gordon, en su libro intitulado “El Ministerio del Espíritu Santo” pregunta: ¿Por qué no emplear el mismo método al escribir sobre la Tercera Persona de la Trinidad como el que se emplea al considerar a la Segunda Persona? En su libro, él sigue ese método y nosotros deseamos utilizarlo aquí en nuestro estudio del Espíritu Santo.
Se ha escrito mucho sobre la vida de Cristo, comenzando con Su encarnación y terminando con Su ascensión en el Monte de los Olivos. El Salvador vivió antes de Su encarnación y ha continuado Su ministerio desde Su ascensión al Padre; no obstante, ello nos da una impresión limitada para distinguir Su vida visible de la invisible.
Así también, al estudiar la Persona y el ministerio del Espíritu Santo, encontramos ventajoso separar Su ministerio actual sobre la tierra, de Su ministerio antes y después. Ese ministerio comenzó en el día de Pentecostés y continuará hasta la segunda venida de Cristo. Cuando Cristo vino a la tierra como hombre, tuvo un ministerio que cumplir, y cuando lo cumplió, regresó al Padre. Su ministerio tenía un límite de tiempo. Así también, en Su tiempo señalado, el Espíritu Santo vino al mundo con cierta misión definida que cumplir.
Este ministerio se está realizando ahora en nosotros y por medio de nosotros y continuará hasta ser completado. Pero en el tiempo señalado, Él ascenderá al Cielo.
IV. La Realidad del Ministerio del Espíritu Santo
El advenimiento del Espíritu Santo al mundo y el ministerio que se le señaló aquí es tan real y tan definido como lo fue la encarnación y el ministerio terrenal de Cristo.
Ha sido vago y misterioso para nosotros porque no ha habido una revelación del Espíritu Santo a los sentidos físicos del hombre como la hubo de Cristo. El ministerio de Cristo requirió que Él se hiciera hombre a fin de tomar legalmente el lugar del hombre. Por consiguiente, Él fue revelado a los sentidos físicos del hombre.
Juan dijo: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de Vida” (1Jn 1.1). Cristo, como hombre, pudo ser visto y tocado por el hombre; por lo tanto, Su ministerio ha sido más real para nosotros que el ministerio y la persona del Espíritu Santo, con el cual no podemos comunicarnos por medio de los sentidos físicos. Podemos formar un cuadro mental de Cristo, pero no del Espíritu Santo.
El propósito del ministerio del Espíritu Santo sobre la tierra, no es el mismo que el ministerio terrenal de Cristo. Cristo vino como el sustituto del hombre para pagar la pena de alta traición de Adán. Eso demandó que se identificara con el hombre. Por lo tanto, Él nos fue manifestado como hombre, en un cuerpo como el nuestro. El ministerio terrenal de Cristo fue local. Él pudo estar solamente en un lugar sobre la tierra al mismo tiempo. Ahora Él tiene Su posición como Mediador entre Dios y el hombre.
El Espíritu Santo no podía venir en un cuerpo humano como vino Cristo. Su ministerio no podría realizarse de esa manera. Su ministerio no podría localizarse. El vino para impartir la naturaleza de Dios al espíritu del hombre. El vino, no en un cuerpo humano, sino para habitar los cuerpos de aquellos que han llegado a ser nuevas creaciones en Cristo. No obstante, Su venida fue tan positiva, y tan definida, como la venida de Cristo en la encarnación. Él, la Tercera Persona de la Divinidad, está realmente aquí sobre la tierra actuando en y por medio del Cuerpo de Cristo.
V. La Venida del Espíritu Santo Predicha por el Señor
La venida de Cristo a la tierra fue predicha por los profetas y por los ángeles. Pero fue Cristo mismo quien predijo el advenimiento del Espíritu Santo al mundo, en Sus últimos discursos a Sus discípulos. Él predijo la venida de Aquel que era co-igual con Él y El que debía tomar Su lugar (léanse Jn 14.16-20; 15.26-27; 16.1-16; Hch 1.4-5; no solamente hay que leer estos pasajes, sino estudiarlos con cuidado y meditar sobre ellos).
El Espíritu Santo no vino a cumplir esta Divina Misión hasta el día de Pentecostés. Él había sido el Agente Divino en la Creación. En la creación del mundo físico, Él impartió vida, forma y energía a la materia muerta e informe para que se desarrollase: “Y la tierra estaba desordenada y vacía y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo; y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas” (Gn 1.2).
Él iluminó e inspiró a los profetas del Antiguo Pacto: “De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Dios que estaba en ellos, el cual preanunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas. A los cuales fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo: en las cuales desean mirar los ángeles” (1P 1.10-12). “Porque la profecía no fue en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo” (2P 1.21).
El Espíritu descendió sobre Cristo en forma de paloma, en Su bautismo (Mr 1.10) y le ungió para Su ministerio terrenal: “Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto... Y Jesús volvió en virtud del Espíritu a Galilea” (Lc 4.1, 14).
VI. Por qué el Espíritu Santo no Había Sido Dado
El Espíritu Santo no había sido dado todavía. No había venido aún a cumplir Su ministerio real sobre la tierra. Léase cuidadosamente Juan 7:39: “Y esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él: pues aún no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba aún glorificado”. Notamos que el Espíritu Santo no había sido dado todavía porque Jesús no había sido glorificado.
El Espíritu Santo no podía venir hasta que Cristo hubiera sido glorificado. Cristo tenía que morir por las ofensas del hombre; tenía que resucitar cuando el hubiera sido declarado justo (Ro 4.25) y entrar al Lugar Santísimo con Su propia sangre obteniendo la redención eterna para el hombre (He 9.12).
Cristo vino para que el hombre pudiera tener vida (Jn 10.10). El objeto de Su muerte y de Su resurrección fue el de libertar al hombre del dominio de Satanás (He 2.14) y hacerle posible recibir la vida Divina (Jn 1.12).
El Espíritu Santo vino para impartir la naturaleza de Dios al espíritu del hombre en el nuevo nacimiento (Jn 3.3-8) y luego llenar a esta nueva criatura (2Co 5.17) con la plenitud de Dios (Ef 3.19).
El hombre no podía recibir la naturaleza Divina hasta que el Padre hubiera aceptado la sangre de Cristo. Cuando Cristo entró al Lugar Santísimo, se sentó a la diestra de Dios (He 9.11-12; 10.12). Él había quitado el pecado (He 9.26). La aceptación de la sangre de Cristo por el Padre significó que la redención del hombre ya estaba completa. Éste tenía ahora el derecho legal de recibir la naturaleza Divina. La sangre de Cristo se convirtió en el sello de la redención del hombre. Cristo llegó a ser el Mediador entre Dios y el hombre (1Ti 2.5). El hombre, un hijo de Satanás, disfrutaba del privilegio de acercarse a Dios por medio de su Mediador y recibir la vida Divina. Ahora ya podía ser dado el Espíritu Santo. Jesús había sido glorificado y la redención del hombre era completa.
Ningún hombre fue nacido de nuevo antes del día de Pentecostés. Los discípulos no habían llegado a ser hijos de Dios. Habían sido llamados “amigos” por Cristo (Jn 15.15). Estaban todavía bajo el Antiguo Pacto. No comprendían la muerte o la resurrección de Cristo. Esperaban que estableciera un reino terrenal aun después de Su resurrección (Hch 1.6).
El Espíritu Santo no fue dado hasta el Pentecostés para revelar estas verdades e impartir la naturaleza de Dios al hombre. El pasaje de las Escrituras que muestra claramente que los discípulos no habían recibido el nuevo nacimiento es Hechos 11.17. El griego dice: “Cuando primero creímos”. He aquí su propio testimonio de que nunca habían creído en Cristo como el que cree para nacer de nuevo, hasta el día de Pentecostés.
PREGUNTAS
1. ¿En qué incidente del Nuevo Testamento se manifiesta la Trinidad a los sentidos físicos del hombre?
2. Explique qué se quiere significar con los términos; “absoluta Unidad” y “absoluta Trinidad”.
3. Compare el ministerio terrenal de Cristo con el del Espíritu Santo con respecto al límite de tiempo.
4. ¿Por qué ha sido el ministerio terrenal del Espíritu Santo más indefinido y misterioso para nosotros que el ministerio terrenal de Cristo?
5. ¿Por qué el Espíritu Santo no pudo venir en un cuerpo humano como Cristo?
6. ¿En qué pasajes se predice el advenimiento del Espíritu Santo?
7. ¿Cuál fue la obra del Espíritu Santo antes de Su advenimiento el día de Pentecostés?
8. ¿Por qué el Espíritu Santo no podía venir hasta que Cristo hubiera sido glorificado?
9. ¿Por qué los discípulos no podían ser nacidos de nuevo antes del día de Pentecostés?
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