Haz lo que Dios te dice que hagas
Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.
Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.
Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.
– Juan 2:1-10
En este pasaje nos encontramos a Jesús en una fiesta de bodas en Caná de Galilea. Entre los judíos, la cena de las bodas tenía lugar en la casa del marido, y era el gran evento social en la vida familiar ya que se celebraban públicamente con un banquete. Las fiestas solían durar hasta una semana.
En esta fiesta los novios se encontraban con un problema, no habían previsto la cantidad de vino necesario y se les había acabado.
Juan 2:3 (CST)
A mitad de la fiesta se les acabó el vino, y la madre de Jesús fue adonde él estaba y se lo dijo.
María se dio cuenta de la situación y fue donde Jesús a decírselo, quien en un principio se sintió renuente ha hacer algo al respecto.
Juan 2:4 (PDT)
Jesús le dijo: -Mamá, no deberías decirme lo que tengo que hacer. No ha llegado el momento para que yo comience mi misión.
Pero María no era una persona que se rindiese tan fácilmente, ella era una mujer insistente, no se iba a detener sin conseguir su milagro.
Juan 2:5
Entonces María les dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que Jesús les diga”.
Aquí María dice unas palabras poderosísimas: “Hagan todo lo que Jesús les diga.” Esta palabra no era solo para los sirvientes de la fiesta de bodas, sino también son relevantes para nosotros. Debemos hacer todo lo que Jesús nos diga.
Juan 1:1 (NBLH)
1 En el principio ya existía el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
Juan 1:1-4, 14 (CST)
1 En el principio de todas las cosas era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
2 La Palabra estaba en el principio con Dios.
3 Por medio de ella creó Dios todas las cosas, y sin ella nada de lo creado fue creado.
4 Porque en la Palabra estaba la vida, y la vida era la luz que iluminaba a la humanidad.
14 Aquella Palabra se hizo hombre, y como hombre vivió entre nosotros con plenitud de gracia y de verdad. Y fuimos testigos de su gloria, la gloria que pertenece al Hijo único de Dios Padre.
Jesús es el verbo o la palabra de Dios hecha carne. Al hacer la Palabra de Dios, estamos haciendo lo que Jesús nos dice.
En el libro de Santiago vemos mucho acerca de la fe y las acciones, y sabemos que la fe actúa en lo que cree, que es la Palabra de Dios.
Santiago 1:22
Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Santiago 1:22 (JER)
22 Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos.
Santiago 1:22 (EUNSA)
22 Pero tenéis que ponerla en práctica y no sólo escucharla engañándoos a vosotros mismos.
Santiago 1:22 (PDT)
Pero no es suficiente con sólo oír el mensaje de Dios. Hay que obedecerlo. Si sólo lo oyen, sin hacer lo que dice, se están engañando a sí mismos. No basta con oír la Palabra, con saber lo que tenemos que hacer, debemos hacer lo que dice. Como puedo disfrutar de una limonada si sabiendo como hacerla no lo hago.
La fe que no actúa o hace lo que cree no tendrá ningún resultado en nuestras vidas.
Santiago 2:17 (PDT)
17 De la misma manera, si la fe no está acompañada de hechos, así sola está muerta.
Santiago 2:17 (AMP)
17 Así también la fe, si no tiene obras (hechos y acciones de obediencia que la respalden), por si misma se destituye de poder (esta inoperativa, muerta).
Una fe que no hace lo que Dios le diga es una fe que está muerta. En Santiago 2:26 podemos ver esto más claramente:
Santiago 2:26
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
La fe está unida a las acciones de la manera que un cuerpo está unido a un espíritu. Si el cuerpo esta unido al espíritu esta vivo; pero sabemos que la muerte física viene cuando el espíritu se separa del cuerpo.
Una fe que no hace lo que cree está muerta, no sirve de nada.
Ese es el dilema que en el que se encuentran los sirvientes, para que hubiese vino en la fiesta de bodas ellos tenían que hacer lo que Jesús les iba a decir.
Juan 2: 6-7 (NBLH)
6 Y había allí seis tinajas de piedra, puestas para ser usadas en el rito de la purificación de los Judíos; en cada una cabían dos o tres cántaros (unos 100 litros).
7 Jesús les dijo: “Llenen de agua las tinajas.” Y las llenaron hasta el borde.
Ahora venía el momento de actuar, Jesús les pidió que llenen las tinajas con agua, es decir, les pidió que le trajeran 600 litros de agua. Ellos necesitaban vino y Jesús les pidió agua.
Notemos que ellos fueron obedientes e hicieron lo que Jesús les dijo, no llenaron las tinajas hasta la mitad, sino que lo hicieron hasta el borde.
Juan 2:8
Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.
Vine nos dice que el maestresala era el maestro de ceremonias en un convite; el encargado de cuidar de que la mesa y los reclinatorios estuvieran bien dispuestos, la comida en orden, y de gustar los alimentos y el vino.
Jesús les dijo a los sirvientes que le lleven estos 600 litros de agua a su jefe, el maestresala, cuando lo que necesitaban era vino.
Les dejo a su imaginación lo que iba ha hacer este maestresala con sus empleados bromistas.
Pero algo sucedió mientras llevaban el agua:
Juan 2:9-10 (BAD)
9 El encargado del banquete probó el agua convertida en vino sin saber de dónde había salido, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Entonces llamó aparte al novio
10 y le dijo: —Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.
¿Cuándo ocurrió el milagro? Cuando los sirvientes obedecieron y le llevaron el agua a su jefe, el maestresala, el encargado del banquete.
Eso es lo que tenemos que hacer si queremos recibir un milagro en nuestra vida; oír lo que Jesús nos dice que hagamos y hacerlo. Actuar en la Palabra de Dios.
Este principio lo vemos en cada milagro que ocurrió no solo en el ministerio de Jesús sino a lo largo de toda la Biblia. En cada ejemplo bíblico que leemos las personas que hicieron lo que Dios les dijo recibieron su milagro, sea físico, financiero, en su hogar, resurrecciones de muertos y toda clase de milagros sin importar su tipo.
Veamos un ejemplo de esto en el Antiguo Testamento:
2 Reyes 4:1-7 (NVI)
1 La viuda de un miembro de la comunidad de los profetas le suplicó a Eliseo: Mi esposo, su servidor, ha muerto, y usted sabe que él era fiel al Señor. Ahora resulta que el hombre con quien estamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos.
2 ¿Y qué puedo hacer por ti? le preguntó Eliseo. Dime, ¿qué tienes en casa? Su servidora no tiene nada en casa le respondió, excepto un poco de aceite.
3 Eliseo le ordenó: Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas.
4 Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte.
5 En seguida la mujer dejó a Eliseo y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban.
6 Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: “Ya no hay.” En ese momento se acabó el aceite.
7 La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien le mandó: “Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos.”
Aquí vemos claramente como el profeta le dio una palabra a la viuda que iba a traerle la provisión que ella necesitaba.
2 Crónicas 20:20
Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados.
Ella creyó en la palabra del profeta pues sabía que era Dios hablándole y al actuar en esa palabra recibió su milagro.
¿Tenemos que esperar que Dios nos hable por medio de un profeta para poder actuar y recibir nuestro milagro?
Veamos lo que dice Pedro:
2 Pedro 1:19
19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones,
No, no es necesario que escuchemos a un profeta, tenemos la Palabra de Dios, que nos dice lo que debemos hacer, es la palabra profética más segura, es Jesús mismo diciéndonos lo que debemos hacer.
Así que ahora nos toca a nosotros, hagamos lo que Dios nos diga que hagamos.
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