En el Salmo 105:37 dice: “Los sacó con plata y oro; y no hubo en sus tribus enfermo.”
Siempre recuerdo la escena de la película “Los Diez Mandamientos”, cuando un jovencito esta empujando a un anciano ciego que le decía: “Yo no veré la tierra prometida, pero tú si”.
¡Nada más lejos de la verdad!
Cuando Dios sacó a su pueblo de Egipto, la Biblia dice que no había ningún enfermo. Todo el pueblo que salió de Egipto, estaba sano.
En ese momento, cuando todo el pueblo de Dios estaba saliendo de Egipto, y aun no habían tenido tiempo de quebrantar el pacto, todo el pueblo de Israel estaba sano.
En el Salmo 107:17-20 vemos que la enfermedad vino a ellos debido a su rebeldía contra la Palabra de Dios y su rechazo a su consejo: “Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades; su alma abominó todo alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte. Pero clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra y los sanó, y los libró de su ruina.”
La rebelión contra el pacto que tenían con Dios provocó la enfermedad en ellos, a tal grado que estaban a punto de morir.
Al clamar ellos a Dios, al dejar su rebelión y volver al pacto, Dios envió Su Palabra y los sanó.
¿Por qué sucedió esto?
Debido a que ellos se salieron, por decisión propia, de la protección del pacto que Dios tenía con ellos.
El pacto que Dios hizo con ellos era como un paraguas. Si en un día lluvioso estamos debajo de un paraguas, no nos mojaremos; pero si en plena lluvia nos salimos del paraguas, terminaremos empapados.
Es como salir cuando llueve sin paraguas, a mi me ha pasado, la lluvia empezaba de improviso mientras estaba en la calle y yo terminaba completamente empapado.
Esto fue lo que sucedió con Israel; cuando ellos se salieron del pacto por decisión propia, no pudieron ser protegidos del ataque del diablo, y se enfermaron. Pero, cuando ellos clamaron a Dios, y volvieron a su pacto, Dios envió Su Palabra y los sanó.
Dios siempre nos sana a través de Su Palabra.
Todos estos versos que hemos visto tratan acerca de Israel; pero, eso no significa que Dios no haya provisto sanidad para nosotros en el Nuevo Pacto.
Cuando vemos lo que dice la Biblia de Israel veremos que ellos no eran hijos de Dios, sino que eran esclavos de Dios.
En Levíticos 25:55 dice: “Porque mis siervos son los hijos de Israel; son siervos míos, a los cuales saque de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.” Y en Isaías 41:8 dice: “Pero tu, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo.”
Dios llama al pueblo de Israel: “Mis siervos.”
Pero, la traducción literal para siervo es esclavo, así que ellos eran esclavos de Dios.
Sin embargo en Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hilos de Dios.”
Dios llama a los creyentes: “Hijos.”
Si Dios quiere que sus esclavos estén sanos, ¿cuánto mas lo querrá para sus hijos?
En Hebreos 8:6 dice: “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejore promesas.”
Nosotros estamos en un mejor pacto que el pueblo de Israel; un pacto que está establecido sobre mejores promesas.
¿Qué significa que algo sea mejor que otro?
Por ejemplo, ¿qué es mejor, un billete de $10 ó un billete de $100?
Un billete de $100. ¿Por qué? Porque un billete de $100 contiene al billete de $10; es decir, $100 pueden comprar todo lo que $10 y mucho más.
Esto ocurre del mismo modo con el Antiguo y el Nuevo Pacto. El Nuevo pacto incluye al Antiguo. Es decir el Nuevo Pacto posee todas las cosas que tiene el Antiguo Pacto y mucho más.
Si Dios proveyó sanidad para sus esclavos en el Antiguo Pacto; también la ha provisto para sus hijos en el Nuevo Pacto.
Volviendo al Salmo 107:20, dice que: “Envió su palabra y los sanó, y los libró de su ruina.”
En Juan 1:1-3,14 vemos cual es “Su palabra”: “En el principio era el Verbo (Logos), y el Verbo (Logos) era con Dios, y el Verbo (Logos) era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Y aquel Verbo (Logos) fue hecho carne, y habito entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
La palabra Verbo es Logos, que significa Palabra.
Jesús es la palabra que Dios envió para sanar nuestras enfermedades y dolencias. Como vimos anteriormente, Jesús mismo tomó nuestras enfermedades y dolencias.
No es la voluntad de Dios que ningún creyente pase enfermedades en esta tierra, sino que completen el número de sus días.
En Santiago 5:14 se pregunta a la iglesia: “¿Está alguno enfermo entre vosotros?” De esta pregunta vemos que no era común que hubiese enfermos entre los creyentes.
Esto es porque deberían conocer Mateo 8:17 donde dice: “Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.” Y 1 Pedro 2:24 donde dice: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis curados.”
Deberían conocer estos versos y caminar en salud divina.
En Santiago 5:14-15 Vemos lo que debería hacer la persona enferma: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubieren cometido pecados, le serán perdonados.”
Es decir, si se debe llamar a los ancianos de la iglesia es que Dios ha provisto sanidad para la iglesia.
En una iglesia había un grupo de hermanas ancianas que se reunían todos los martes en el templo para orar. Un día en que solo estaban ellas en la iglesia; una señora llamó para decir que fuese alguien a orar por su esposo que estaba muriéndose.
Inmediatamente llamaron al pastor para decirle lo que pasaba, pero no había nadie contestó. Entonces una de ellas se levantó y dijo: “En Santiago 5:14 dice que si alguno esta enfermo que llame a los ancianos de la iglesia; así que, nosotras debemos ir pues somos las ancianas de la iglesia.” Las demás señoras convinieron con ella y decidieron ir a la casa de la señora que llamó.
Cuando llegaron, una de ellas le pidió aceite a la dueña de casa, y ella les trajo una botella de aceite de un litro que aun no había sido usada. Fueron donde el enfermo, le leyeron Santiago 5:14-15, lo rociaron completamente con el litro de aceite, e hicieron la oración de fe. ¿Saben que pasó? El enfermo se levantó inmediatamente de la cama completamente sanado.
En el Nuevo Pacto hay sanidad para la iglesia.
Somos hijos de Dios y Él proveyó sanidad para nosotros, así que ahora recibamos lo que nos pertenece.
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