jueves, 1 de junio de 2017

Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 6

En la enseñanza de hoy Kenyon nos muestra como es que Dios nos hizo justos por medio de la obra terminada de Cristo

Dos Clases de Justicia

Capítulo 5
CÓMO DIOS NOS HACE JUSTOS
Nuestra posición con Dios está en el campo de la fe en Jesucristo. En otras palabras, Dios puso sobre Jesús nuestras iniquidades. 
2 Corintios 5.21 dice: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". 
Jesús fue más que una ofrenda por el pecado. Él realmente se hizo pecado con nuestros pecados. Se hizo injusticia con nuestra injusticia.
Como nuestro sustituto por el pecado, soportando nuestros pecados y apoyándonos, fue al lugar de sufrimiento después de que dejó su cuerpo. Él permaneció allí hasta que cada clamor de la Justicia contra nosotros fue satisfecho.
Él fue nuestro sustituto, tomando nuestro lugar, siendo hecho pecado por nuestro pecado. Él fue a la prisión a la cual los pecadores eran sentenciados y sufrió hasta que fue cumplido todo lo que nos era contrario. 
Era la Deidad sufriendo por la humanidad, y siendo Deidad, pudo pagar la penalidad.
Cuando la Suprema Corte del universo declaró que lo que Dios había hecho en Cristo era suficiente, que Sus sufrimientos eran adecuados y cumplían cada exigencia de la Justicia, Él declaró que Jesús fue justificado o hecho justo. Romanos 4.25 dice: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación".
En 1 Timoteo 3.16, Pablo dice que Él fue "justificado en el espíritu", y en 1Pedro 3.18, leemos que Él fue "Vivificado en el espíritu".
Él resucitó de la muerte, por lo que Él fue llamado varias veces: "El Primogénito de entre los muertos". 
Dios puso sobre Él nuestros pecados. Se hizo pecado, fue hecho para sufrir en nuestro lugar.
Cuando él cumplió la exigencia de la justicia, la muerte ya no pudo retenerlo.
Él fue "declarado justo". Él fue "vivificado". 
Se convirtió en "el primogénito de entre los muertos", la cabeza de la Nueva Creación (Colosenses 1.18).
Cuando creemos en Jesucristo como nuestro Salvador, Dios es capaz de declararnos justos por lo que Jesús hizo.
La justicia restaura la quietud y el descanso al espíritu. Ya no tenemos miedo de las cuentas, no más con miedo a las circunstancias.
La fe se levanta inconscientemente y nosotros encaramos la más adversa condición con el sentido de superioridad.
Somos señores. No hay nada que el hombre necesite hoy más que el sentido de la justicia.

Hay dos fases para esta justicia.
La primera, Dios nos declara justos, y la segunda, somos hechos nuevas creaciones.
Nos convertimos en participantes de la Divina Naturaleza, por lo que somos justos por naturaleza y justos por la fe. 
Ahora podemos entender 2 Corintios 5.21: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".  
¿Para qué? "Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".  
Así como Dios hizo pecado a Jesús, Dios nos hizo justos en el momento que lo aceptamos. 
"Siendo justificados gratuitamente por su gracia (o siendo hechos justos gratuitamente por su gracia) a través de la redención que está en Cristo Jesús".
Lo hizo, "para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados".
¿Qué quiere decir con eso?
Desde el tiempo de la caída de Adán hasta la crucifixión de Jesús, Dios trató del pecado con sangre de toros y machos cabríos. Levítico 17.11 dice: " Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona 
La palabra "EXPIACIÓN" significa "CUBRIR". Ella nunca se usa en conexión con la sangre de Cristo porque la sangre de Cristo no cubre; - ¡nos limpia!
No necesitamos ser cubiertos.
Bajo la ley el pecado no era quitado. No era lavado. Sólo estaba cubierto por la sangre de toros y machos cabríos.
Ahora por la fe podemos tener a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor. Cuando lo hacemos nos hacemos justicia de Dios en Él.
Al ser justos por Su gracia, tenemos paz con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo.
Habiendo sido hechos justos, habiendo sido declarados justos por la Suprema Corte del universo, habiendo tenido esta comunión restaurada que fue deshecha a través de los siglos, la paz de Dios que excede todo conocimiento inunda nuestro ser (Romanos 5.1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo").
Ahora podemos permanecer en Su presencia sin ninguna conciencia de pecado, sin ningún temor, porque, "Así como Él es, somos nosotros en este mundo".
Él es justo. Él mismo nos declara justos y nos hace justos.

RESTAURANDO LA JUSTICIA PERDIDA
Este fue el mayor problema de Dios.
¿Cómo podía Dios legalmente restaurar al hombre su justicia perdida y seguir siendo Él mismo?
Los primeros ocho capítulos de Romanos tratan con este problema y nos dan a la solución. 
Efesios 2.12 dice: "Sin esperanza y sin Dios en el mundo".
El hombre caído está sin Dios y sin esperanza.
Él está espiritualmente muerto, es un participante de la naturaleza de Satanás. Él no tiene posición ante Dios. No tiene ciudadanía ni derecho legal de apelación. Él está como un condenado en una penitenciaría estatal. 
Él está en unión espiritual con el enemigo de Dios. Su naturaleza es enemiga de Dios. Él no está sujeto a la voluntad de Dios y no puede estar, hasta que sea recreado (Romanos 8.7: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”).
¿Cómo podía Dios reconciliar al hombre consigo mismo, haciéndolo justo, y restaurarlo la perfecta comunión? 
Esto sólo podía ser hecho por el propio Hijo de Dios tomando el lugar del hombre, yendo al encuentro de cada exigencia de justicia y poniéndose al nivel de hombre perdido (2 Corintios 5.17-21).
Jesús lo hizo y, después de que la exigencia de la justicia fue cumplida, fue justificado en el espíritu.
No sólo fue justificado en el espíritu, sino que fue vivificado en el espíritu. 
Él fue recreado hasta que Dios le dijo: "Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”.
Cuando Jesús fue declarado justo, justificado y vivificado, entonces fue restaurado a la perfecta comunión con el Padre.
Después de que se restauró la perfecta comunión con el Padre y pudo entrar en el cielo como si nunca se hubiera pecado, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Él hizo una perfecta sustitución por el hombre.
Lo hizo posible no sólo para justificar al hombre, sino también para recrearlo perfectamente. 
En base a esto, el hombre se reconcilió con Dios. Ahora tiene el derecho de tener comunión y amistad con el Padre; para permanecer en Su presencia como si nunca hubiera pecado.
El hecho de que Jesús pudo dejar la morada del perdido e ir directamente a la presencia del Padre, prueba que el más vil pecador puede hacer lo mismo a través de Jesucristo nuestro Señor. 
No hay diferencia en lo malo que pueda ser un hombre, si acepta a Cristo como su Salvador y lo confiesa como su Señor, Dios lo hace una nueva creación. Ese hombre se convierte en la justicia de Dios en Cristo.
La justicia se convierte en una realidad viva en él.
En el jardín, Adán tenía una comunión perfecta con Dios. Ninguna obra que Dios pudiera hacer para el hombre podría ser perfecta a menos que le devolviera al hombre su justicia perdida, su privilegio de comunión perdida y su dominio perdido.
Su justicia perdida y su comunión perdida son restauradas en la nueva creación.
En el momento en que tu justicia es restaurada, tu dominio perdido es también restaurado en el uso del Nombre de Jesús.
"Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré".

EL HOMBRE JUSTO
"La oración eficaz del justo puede mucho" (Santiago 5.16). 
Tú eres un hombre justo y por eso tu oración puede mucho.
Elías fue considerado justo, un siervo de la justicia. Tú fuiste hecho justo por recibir la naturaleza del Padre. No hay límites para tu vida de oración. Ahora tienes dentro de ti todos los elementos que son necesarios para hacer de ti todo lo que el Padre soñó que serías en Cristo. 
Atrévete a orar, atrévete a usar el nombre de Jesús, atrévete tomar tu lugar. Se osado tal como el Maestro cuando trató con satanás y con la enfermedad porque tienes Su nombre, tienes Su capacidad, Él es ahora tu sabiduría y la fuerza de tu vida.
El secreto de la victoria es actuar sin miedo, confesar confiadamente que Satanás te teme.

Eres un hombre justo.


Traducido del libro "Dos Clases de Justicia" de E. W. Kenyon

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Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 2

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