sábado, 21 de agosto de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 6

Lección 6

LA NECESIDAD DE UN MEDIADOR PARA EL HOMBRE 


En nuestras dos últimas lecciones estudiamos los problemas que Dios encaró al proveer la Redención para el hombre.


Después de que el hombre hubo muerto espiritualmente, su primera necesidad fue la de recibir la vida eterna, la naturaleza de Dios. Vimos, sin embargo, que Dios no podía impartir al hombre Su propia naturaleza excepto sobre la base de la justicia, que es la segunda necesidad del hombre. La tercera necesidad del hombre fue la de tener un mediador, alguien que pudiera acercarse a Dios e intercediera a favor suyo. Recordamos que después de su pecado de alta traición, Adán fue arrojado de la presencia de Dios. Había perdido ya su comunión y compañerismo con el Dios-Padre. El hombre permaneció en la injusticia de Satanás (Jn 16.11). No tenía ningún derecho de estar ante la Divinidad y ni siquiera podía acercársele.


El hombre universal, en su condición de muerte espiritual, reconoció que no tenía relaciones con Su Creador. Los templos, los altares y los sacerdocios de todas las naciones son un testimonio elocuente de la conciencia pecaminosa del hombre, de su temor a la muerte y al juicio y de su ineptitud para aproximarse a la Divinidad apoyado en su propia justicia.


La India, con sus millones de sacerdotes luchando inútilmente por conducir a su pueblo hambreado física y espiritualmente, cayendo a tinieblas más profundas todavía, es un ejemplo revelador de la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.

 

I.  La Condición del Hombre Ante Dios 

Hemos visto en las lecciones anteriores que el pecado del hombre lo unió y esclavizó a Satanás. Ahora el hombre se sitúa ante Dios no sólo como un súbdito de Satanás políticamente (Col 1.13a), sino también como uno que está ligado a él con un lazo vital (Ef 2.2; 1Jn 3.10).


Esta identificación del hombre con Satanás provocó que la condenación y perversidad de Satanás llegara a ser propiedad del hombre (Jn 16.11).


El hombre se alejó de Dios, fue un extraño para Él (Ef 4.18). Su mentalidad y entendimiento fueron ofuscados por el dios de este siglo (2Co 4.4).


Romanos 3.9-18 presenta catorce acusaciones contra la raza humana en su condición de muerte espiritual (analice este pasaje). La declaración que procede del Trono de Dios es que no hay ningún justo (Ro 3.10) y que no hay ninguno que entienda y busque a Dios (Ro 3.11).


Efesios 2.12 describe la condición del hombre espiritualmente muerto. No tiene derechos en el Pacto Divino; perdió todos los privilegios que Dios le había otorgado. Al ser creado por la mano de Dios, el hombre había permanecido en justicia, con bases legales para aproximarse y tener comunión con la Deidad. El hombre perdió todo esto por su traición, y su condición se describe como sin esperanza y sin Dios.


Adán, que se había regocijado en su compañerismo con el Dios-Padre, sintió, inmediatamente después de la muerte espiritual, su incapacidad para permanecer delante de Dios. Eso se ve en Génesis 3.8. El hombre tuvo entonces la necesidad de un Mediador, uno que pudiera presentarse delante de Dios en justicia y al mismo tiempo representar a la humanidad y acercarse a Dios para interceder por ella.


Sin esperanza y sin Dios, en un mundo donde Satanás tiene la autoridad de la muerte, la condición del hombre es ciertamente desesperada. Por lo que se refiere a los esfuerzos puramente humanos, la condición del hombre es sin esperanza. No tiene bases para la oración; si Dios escucha su oración, es únicamente por Su gracia.


El Padre-Dios en Su amor y en Su deseo de compañerismo con el hombre, inmediatamente proporcionó los medios por los cuales el hombre pudiera acercarse a Él. Dios concedió a Adán y a sus hijos un medio para que se acercaran a Él (Gn 3.21; 4.4).


Israel se acercaba a Dios por medio del tabernáculo, del sacerdocio y de las ofrendas. Aparte de la manera designada por Dios, el hombre no tuvo, ni tiene hoy, manera de acercarse al Dios-Padre. Desde el momento en que el hombre se alejó de Dios por su caída, hasta el tiempo en que Cristo se sentó a la diestra del Padre, ningún hombre ha tenido el derecho de acercarse a Dios excepto por medio de un sacerdocio designado divinamente y por medio de un sacrificio cruento, o Dios se ha acercado a él mediante sueños, visiones o visitas de ángeles.

 

II.  La Incapacidad del Hombre para Acercarse a Dios 

En la vida de Israel tenemos ilustraciones del intento del hombre por penetrar a la presencia de Dios antes de que llegara la vida eterna por Jesucristo y la justificación que tiene como base Su obra consumada. Hay muchos actos de la justicia Divina en el Antiguo Testamento que son difíciles de entender excepto a la luz de la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.


Lv 10.1-3 contiene el relato de una de las lecciones que fue necesario que Israel aprendiera para que se diera cuenta de su condición espiritual ante la Divinidad. ¡Qué final tan calamitoso tuvo la dedicación del sacerdocio! Aarón y su familia aspiraban aquella mañana al más alto puesto del favor Divino. El tabernáculo había sido construido. La presencia de la Shekinah lo había llenado con Su gloria; la majestad de Jehová se posaba sobre Israel.


Tras de ellos había una serie de milagros Divinos que los habían señalado como el pueblo escogido de Dios, y ahora el primogénito de Aarón, heredero al sacerdocio, y su hermano, son castigados repentinamente con la muerte delante de toda la congregación ¿Qué la había ocasionado?


Los dos hijos de Aarón se quedaron al mediodía cerca del tabernáculo del testimonio y en un arranque de jactancia o de curiosidad tomaron incensarios con carbones encendidos, pusieron incienso en ellos y entraron al lugar Santísimo, violando las disposiciones divinas al respecto. Nadie sino el Sumo Sacerdote podía entrar allí, y sólo podía entrar una vez al año... Repentinamente los dos jóvenes vacilaron, tropezaron y cayeron muertos.


Mientras Aarón permanecía horrorizado, en un choque nervioso y aturdido frente a los muertos, Moisés exclamó: “Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En mis allegados me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Y Aarón mantuvo su paz.

 

Israel había aprendido que ningún hombre podía aproximarse a Dios sin ser invitado y en la forma que Él lo había indicado. En Números 16 encontramos otro ejemplo del intento del hombre de acercarse a Jehová sin estar autorizado para ello. Es la historia de Coré y su rebelión. Coré y un grupo de jefes de Israel estaban celosos de Moisés y de Aarón e insistían en que ellos tenían el mismo derecho de acercarse a Jehová, como lo tenían los sumos Sacerdotes designados por Dios.


Moisés sometió el asunto a prueba delante de toda la congregación. Invitó a Coré y a sus seguidores a presentarse delante de Jehová con sus incensarios listos para el acto de adoración. Al acercarse ellos, Moisés advirtió al pueblo que se apartaran de las tiendas de estos hombres perversos, que se atrevían a acercarse a Dios sin ser invitados, y a su propia manera.


Apenas había dejado Moisés de hablar cuando la tierra se abrió, y Coré y sus acompañantes, así como sus familias, fueron tragados vivos y descendieron al Seol. Israel se apartó de la escena con miedo, respeto y reverencia para un Dios Santo como Aquel.


Encontramos también otra ilustración en 1 Samuel 6.19. El Arca del Pacto había sido capturada por causa del gran pecado de Elí. Había sido llevada a Gath por los filisteos, y después de una serie de castigos que habían caído sobre las ciudades paganas por causa de la profanación del Arca, la pusieron sobre una carreta y la mandaron a Bethsemes. Las vacas que jalaban la carreta se apartaron del camino y se metieron a un campo. Cuando algunas de las gentes que trabajaban en el campo vieron el Arca, publicaron la noticia rápidamente por todas partes, y de los alrededores acudieron miles de personas en actitud reverente y curiosa al mismo tiempo.


Entonces, uno más atrevido que los demás, se acercó y quitó la cubierta del Arca del Pacto, y por vez primera contempló aquella gente el receptáculo Santo de los Diez Mandamientos. Pero, repentinamente fueron atacados por una plaga y cincuenta mil de ellos cayeron muertos. Respeto, temor y consternación se apoderaron de las gentes que quedaron vivas, y golpeando sus pechos regresaron a sus hogares.


De nuevo se les había mostrado que nadie puede acercarse a Dios sino por medio de un Sumo Sacerdote o mediante un sacrificio con derramamiento de sangre. El hombre, por razón de su naturaleza satánica, no puede ir a la presencia de Dios sin ser invitado. Necesita un Mediador.

 

IV.  El Hombre Clama por un Mediador 

Job dio expresión al clamor del hombre por un Mediador. El tema de su poesía podría muy bien llevar como título la pregunta de los siglos: “¿Cómo puede el hombre justificarse con Dios?” El libro de Job es el libro más antiguo de todos los libros de la Biblia. Hay todas las evidencias de que fue escrito por Jobab, uno de los primos de Abraham, en la época en que Jacob fue a Egipto. Algunas partes de este libro muestran cuán vital era para el hombre, en los días de Job, la necesidad de un Mediador.


En Job 4.12-17 tenemos la descripción de un hombre durmiendo, en su tienda, por la noche. En visión escucha una voz que le dice: “¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?” Tal es el viejo y eterno problema al que se ha enfrentado el hombre juicioso de todas las épocas. “¿Puede el hombre mortal ser justificado o absuelto delante de Dios?


¿El hombre caído puede ser puro delante de su Hacedor?” Nótese la palabra “mortal”. El término mortal se aplica solamente al cuerpo físico; el término hebreo usado para esta palabra, significa en realidad “condenado a muerte”, “frágil”; en otras palabras, un súbdito del diablo.


El hombre se hizo mortal cuando quedó bajo el dominio del diablo. El problema es: ¿Puede el hombre mortal, o el condenado a muerte, o el que está bajo el dominio de Satanás, quedar sin condenación en la presencia de Dios? (Job 9.25-35).


En Job 9, vemos una expresión de Job a la agonía más profunda del alma del hombre universal. Job yace en su tienda rodeado por aquellos que ama. Abre su corazón con absoluta libertad expresando el temor que le oprime el alma en su lucha mortal. Nos da figuras de lenguaje que describen la rapidez con que la vida pasa para los ancianos.


Job continúa: “Si digo, olvidaré mi queja, dejaré mi aburrimiento y me esforzaré: me conturban todos mis trabajos; sé que no me darás por libre. Yo soy impío, ¿para qué trabajaré en vano?” Toda esperanza falsa ha huido; Job se encuentra solo con su culpa y su desesperación. Job nos quiere decir: “¿De qué sirve que trate de quitar la tristeza de mi semblante y alegrarlo; si tengo miedo de mis tristezas”?


Esta es la franqueza de la desesperación. Esta es la inutilidad del saber humano de todo el orbe: seré condenado. Job sigue clamando: “¿Por qué entonces trabajo en vano? Aunque me lave con aguas de nieve y limpie mis manos con la misma limpieza, aún me hundirás en el hoyo y mis propios vestidos me abominarán”.


¡Qué cuadro! “Mis propios vestidos (o el concepto de mi propia justicia) me abominarán; porque Él no es hombre como yo para que yo le responda y vengamos juntamente a juicio.” Job sabe que no puede comparecer ante Dios cara a cara porque Dios no es mortal. Dios no está bajo la esclavitud y la culpa del pecado como él. Entonces, Job pronuncia las palabras más cargadas de tristeza que hayan salido de los labios de un hombre: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos”.


En otras palabras, no hay un Mediador entre nosotros que tenga posición legal ante Dios y que al mismo tiempo pueda simpatizar y entender, y también representar al humano. Tal es el grito de Job pidiendo un Mediador; pero no es el clamor de Job solamente, porque Job ha reunido el clamor de las edades y lo ha dejado escapar en un sollozo sin esperanza.


Con cuánta amargura dice: “Quite de sobre mí Su vara, y Su terror no me espante; entonces hablaré y no le temeré; porque así no estoy en mí mismo”.


Job 25.4-6 dice: “¿Cómo pues se justificará el hombre con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo del hombre también gusano”? En la expresión “¿Cómo puede ser limpio el que nace de mujer?, el escritor tiene en mente la caída del hombre por medio de Eva. Cuando nos dice que las estrellas no son limpias a los ojos de Dios, nos está indicando la traición de Adán cuando entregó la creación en las manos del diablo. Satanás lo había manchado todo para que Dios no pudiera contemplarlo con gozo.


Al hablar del hombre como un gusano, revela los abismos profundos hasta donde el hombre había caído. El gusano se refiere a Satanás y a la serpiente antigua, y el hombre catalogado como un gusano, es espiritualmente un hijo del Diablo, sin esperanza y sin manera de acercarse a Dios. Job ha dado expresión claramente a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.


Jeremías también reconoció que el hombre tenía necesidad de un Mediador. Jeremías 30.21 dice: “Y de él será su fuerte, y de en medio de él saldrá su enseñoreador; y le haré llegar cerca, y se acercará a mí: porque ¿quién es aquel que ablandó su corazón para llegarse a mí? dice Jehová”. Jeremías comprendió que ningún hombre tenía el derecho de estar en la presencia de Dios, ni tampoco el poder para hacerlo; y nos dice también que hay Uno que podrá llegar cerca y podrá presentarse delante de Dios sin ser condenado. Jeremías predice al Mediador que Dios proveerá para el hombre.

 

V.  Requisitos de un Mediador 

Ya vimos que la necesidad que el hombre tiene de vida eterna y de justicia, solamente pueden ser satisfechas mediante la encarnación del Hijo de Dios. La encarnación es la única respuesta a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador. Ningún ser humano nacido por procreación natural, podía aproximarse a Dios para interceder por el hombre, en vista de que la muerte espiritual abarcaba a todo el universo.


Los requisitos de un Mediador para el hombre son los siguientes:


1.         Debe ser un hombre, porque tiene que representar a la humanidad.


2.         Debe poseer la capacidad de entender y de simpatizar con las tentaciones del hombre.   


         

PREGUNTAS

 

1.        ¿Qué cosa en la historia de la humanidad manifiesta que el hombre no tiene una posición aceptable ante la Divinidad?


2.        Dé una descripción de la posición del hombre delante de Dios después de su pecado. Cite pasajes de la Escritura.


3.        ¿Por qué el hombre necesitó de un Mediador?


4.        ¿Cuáles fueron los medios de acercamiento a Dios que les fueron proporcionados a Adán y a su familia?


5.        ¿Qué reveló a Israel el incidente que se encuentra en Levítico 10.1-3?


6.        Explique los otros dos incidentes en la vida de Israel que muestran la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.


7.        ¿Cómo expresó Job la necesidad que el hombre tiene de un Mediador?


8.        Cite el pasaje de Jeremías donde se demuestra la necesidad que el hombre tiene de un Mediador, y explíquelo.


9.        ¿Cuáles fueron los requisitos de un Mediador para el hombre?


10.     ¿Cómo pudo satisfacerse la necesidad de un Mediador para el hombre?

 

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