lunes, 6 de septiembre de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 10


Lección 10
LA LIBERACIÓN DE EGIPTO 

Al estudiar el gran drama de la liberación del Pueblo del Pacto Divino, de la esclavitud egipcia en el relato que se nos da en las Escrituras, notamos muchos acontecimientos que demuestran su la autenticidad. 

La narración que se nos da de la vida en Egipto es una descripción verdadera de cómo vivían los egipcios en esa época. La autoridad que el Faraón tuvo sobre los esclavos israelitas, nos proporciona una demostración exacta de la autoridad que él poseyó en este período de la historia. La parte que juegan los magos de Egipto al realizar prodigios, es una representación auténtica del poder que el antiguo sacerdocio pagano poseía. El sacerdocio egipcio era en realidad una corporación investida de poderes mágicos, los cuales se aplicaban a favor de los vivos y de los muertos. 

El relato bíblico referente a cada nombre, incidente y costumbre, revela al verdadero Egipto de este período. La fidelidad y sutileza del relato muestran que fue escrito por alguien que conoció bien los hechos. El Éxodo, al referirnos a este drama del Dios del Pacto obrador de milagros a favor de Su pueblo, revela que en realidad fue escrito por alguien que conoció los hechos, y no como algunos escépticos pretenden, que fue escrito por un judío babilónico en el año 400 A.C. Lleva las marcas del antiguo Egipto, al que Dios juzgó. 

Los arqueólogos han descubierto edificios hechos de ladrillo en los cuales fue usado rastrojo en vez de paja, tal y como lo dice Éxodo 5.12

 

I.  El Primer Milagro  

En Éxodo 7.1-7, Moisés, obedeciendo a Jehová, se acerca al Faraón para interceder por el pueblo del Pacto Divino. Éxodo 7.8-13 nos describe el primer encuentro de Moisés con el Faraón y sus magos. La primera señal dada fue la de arrojar la vara que al instante se convirtió en una serpiente: 

Y echó Aarón su vara delante de Faraón y de sus siervos y se tornó en culebra. Entonces llamó también Faraón a sabios y encantadores; e hicieron también lo mismo los encantadores de Egipto con sus encantamientos. Pues echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras, mas la vara de Aarón devoró las varas de ellosÉx 7.10-12. 

Algunos pueden maravillarse del poder mediante el cual las varas de los sacerdotes egipcios se convirtieron también en serpientes. Los espíritus que estaban identificados con los dioses de los egipcios y a los que ellos hicieron su petición, no los dejaron sin respuesta. El resurgimiento del espiritismo y el ocultismo en nuestros días, es decir, todos los fenómenos que no pueden explicarse como trucos, muestran la obra de Satanás detrás de esos “milagros”, mayormente cuando tal cosa le proporciona a éste la adoración de los hombres. 

El conflicto entre el Hacedor del cielo y de la tierra y los dioses de Egipto comenzó desde el principio. A la luz de este acontecimiento el milagro ejecutado ante la presencia del Faraón, tuvo un significado pavoroso. Así como la vara de Aarón se tragó las varas de los encantadores, así la fe que Dios iba a establecer, se tragaría las creencias engañosas por las cuales los sabios del mundo buscarían un conocimiento y una grandeza que los haría a ellos y a sus compañeros esclavos de Satanás. 

 

II.  Las Plagas 

Estudiemos ahora la historia de las plagas que destruyeron el poderío de Egipto y quebrantaron su obstinado corazón. Se había dado una señal cuando la vara fue convertida en serpiente. La señal fue desafiada por los encantadores, dando por resultado que el poder de Jehová se manifestara más plenamente. Pero aquella era sólo una señal, y podría ser olvidada fácilmente. Por lo tanto, Dios tenía que recurrir al juicio. 

La primera plaga consistió en convertir las aguas de Egipto en sangre. El Mandamiento Divino llegó a Moisés: “Ve por la mañana a Faraón, he aquí que el sale a las aguas; y tú ponte a la orilla del río delante de él” (Éx 7.15). El lector observará el mandamiento de ir a encontrar a Faraón a la orilla del río. Nosotros vemos, desde luego, una gloriosa idoneidad en "el tiempo‟ y el lugar que fueron escogidos. El dios del Nilo era una personificación de Nu, uno de los principales dioses padre de Egipto y objeto de profunda veneración en esta parte del país. Sobre él, por lo tanto, Jehová aseguró Su supremacía por medio de esta plaga. Es probable que Faraón fuese por la mañana a tributar su adoración a este dios. 

Fue, pues, al rey, mientras estaba delante del altar de su dios, a quien el mensaje de Jehová se dirigió. Tal mensaje era terrible. El dios y sus adoradores, iban a ser juzgados del mismo modo: “Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, para que se conviertan en sangre, y haya sangre por toda la región de Egipto, así en los vasos de madera como en los de piedra” (Éx 7.19). 

Los niños varones de los israelitas habían sido arrojados a las aguas, y ahora Dios recordaría a los egipcios su pecado. El río de sangre diría la historia de aquel acontecimiento a la tierra y al cielo, y el horror de su crimen surgiría para acosarlos. 

La segunda plaga fue una aflicción bien conocida y temida. Su intensidad fue descrita en palabras, cada una de las cuales debió haber llegado a los hogares y llenado de repugnancia y miedo el pecho de todos los egipcios que escucharon el mensaje de Dios por medio de Aarón: “He aquí yo heriré con ranas todos tus términos; y el río criará ranas, las cuales subirán y entrarán en tu casa, y en la cámara de tu cama, y sobre tu cama, y en las casas de tus siervos, y en tu pueblo, y en tus hornos, y en tus artesas; y las ranas subirán sobre ti, y sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos” (Éx 8.2-4). Pongamos tras estas palabras la aflicción que bien sabemos estos animales fueron para Egipto, y la plaga inmediatamente adquiere un significado terrible. Perdemos de vista la insignificancia del instrumento ante la magnitud del castigo. La plaga de las ranas no fue solamente un castigo terrible sobre el pueblo, sino también constituyó otra sentencia sobre sus dioses. 

Las ranas fueron siempre una gran molestia en Egipto, y desde el principio se le encomendó a la diosa Heki que las ahuyentara. Dicha diosa aparece muchas veces con la cabeza de una rana. Era tan importante el oficio que ella iba a desempeñar, que se suponía iba a ser una de las diosas supremas de todo Egipto. Ahora el Dios del Pacto de los israelitas, esclavos de los egipcios, se muestra de nuevo más grande que los dioses de los poderosos egipcios. 

A medida que el corazón del Faraón se endurece, las plagas se multiplican. Éxodo 8.16-19 y Éxodo 8.20-24 relatan lo que se refiere a las plagas de los piojos y de las moscas. Otro juicio se desató en contra de los dioses de los egipcios, porque las moscas también eran adoradas en Egipto. Lo primero que Dios hizo fue una simple señal cuando la vara de Aarón se convirtió en serpiente. Luego, el malestar personal reveló el poder y el descontento Divino. Pero ahora, además del daño traído por las moscas, sus vestidos, sus muebles y sus adornos fueron destruidos. “La tierra fue corrompida a causa de ellas”. 

En la quinta plaga Dios va todavía más lejos. Deja caer Su mano sobre una de las posesiones más valiosas de los egipcios, su ganado. El asunto no iría a terminar cuando Faraón dijo “No” a las demandas de Dios, o cuando prometió obediencia y luego se negó a cumplir su promesa. 

De nuevo fue enviado Moisés con el mensaje “Deja ir a mi pueblo para que me sirva”; y así se le advierte a Faraón: “Porque si no lo quieres dejar ir y lo detuvieres aún, he aquí la mano de Jehová será sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con pestilencia gravísima”. 

En Éxodo 9.1-5 notamos que la separación entre los egipcios y el pueblo del Pacto Divino continúa. El ganado de los israelitas no iría a perecer. Hasta ahora sólo las posesiones de los egipcios han sido afectadas al igual que la mayor parte de sus riquezas. Pero en la sexta plaga sus cuerpos son los afectados. Son heridos con una enfermedad repugnante y dolorosa que los encantadores, sus campeones en este conflicto, confiesan que procede de la mano de Dios, y desde luego se retiran de la contienda. Notemos la misericordia de Dios en Sus procedimientos. Su misericordia envió al principio castigos leves para hacerlos volver de los caminos de desobediencia y para salvarlos de la calamidad final y temible. Cuando los castigos ligeros fallaron para salvar, el amor deja caer golpes más duros para ver si estos pueden hacer volver al desobediente del camino que lleva. 

En la séptima plaga se opera un avance distinto en la severidad del castigo. Ahora hay pérdida de vidas y de cosechas: “He aquí, mañana”, así decía el Mandamiento Divino, “a estas horas yo haré llover granizo muy grave, cual nunca fue en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora”. Al anunciarse la octava plaga, la palabra “langostas" sonó en forma terrible a los oídos de los egipcios (Éx 10.4-6). 

Por vez primera ocurre un acto de reconvención en la corte. Los príncipes y los grandes que rodean al rey y que le reverencian como un dios, se olvidan de la temible distancia que hay entre ellos y el trono. Poseídos de terror, hacen a un lado su reverenda habitual y discuten con el Señor de Egipto 

(Éx 10.7): “Y los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo nos ha de ser éste por lazo? Deja ir a éstos hombres para que sirvan a Jehová su Dios; ¿Aun no sabes que Egipto está destruido?” Llegamos a la novena plaga. Ésta fue la última apelación de Dios antes de que cayera la sentencia largo tiempo diferida. Cada hombre estuvo impedido por Dios, para expresarlo así, durante aquellos tres días espantosos con sus noches. Toda actividad se suspendió. Todo fue hecho a un lado. Cada uno permaneció solo, el rey, el consejero, el noble, el sacerdote, el comerciante, el artesano o el campesino. 

Cada uno estaba detenido por la mano de Dios y encarado a la grave interrogación insinuada en el recuerdo de una plaga tras otra, y vuelta a expresar en la percepción de esta: “¿Puedes tú lanzarte contra el escudo del Todopoderoso?” Esos tres días de aislamiento inactivo y de temor nos permiten asomarnos a las profundidades de esa infinita compasión que hubiera salvado a Egipto del último golpe que iría a quebrantar toda su obstinación y todo su orgullo. 

Dios mostró también Su supremacía sobre el sol, uno de los dioses principales de los egipcios. 

 

III.  El Pacto de Sangre y sus Señales en la Pascua  

Vendría el tiempo cuando el Señor daría una nueva evidencia de Su fidelidad a Su Pacto amistoso de sangre con Abraham. De nuevo iba a haber un nuevo comienzo en la historia de la redención. La simiente de Abraham estaba en Egipto, y el Señor llevaría desde allí la simiente para darle su herencia prometida en Canaán. Los egipcios se negaron a dejar ir a Israel al llamado del Señor. Al estudiar la última plaga que vino sobre los egipcios nos enteramos del significado del Pacto de Sangre. En el amistoso pacto original de sangre entre Abraham y el Señor, fue Abraham quien dio su sangre en señal del Pacto. 

Hasta aquí los israelitas no habían tenido que hacer nada para evitar las plagas. Ahora tenían que rociar la sangre si querían escapar a la décima plaga. El Señor les ordenó que escogieran un cordero macho y sin mácula, sin defecto. Dicho cordero era un tipo de Cristo, así que debía ser perfecto. La sangre del cordero, un tipo de la sangre de Cristo, debía ponerse en los dos postes y en el dintel de cada casa de los descendientes de Abraham. 

Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis”, dijo el Señor a Su pueblo. “Y veré la sangre (la señal de mi pacto de sangre con Abraham), y pasaré de vosotros y no habrá en vosotros plaga de mortandad, cuando heriré la tierra de Egipto” (Éx 12.7-13). El primogénito quedó a salvo cuando fue cubierto por la Sangre. La carne del cordero escogido iría a ser comida por los israelitas de una manera reverente, tal como lo requiere esa intercomunicación del rito de la amistad de sangre; y de acuerdo con una costumbre común de los ritos primitivos del pacto de sangre, en todas partes. 

La última plaga quebrantó el corazón de Egipto. La muerte, terrible en dondequiera, hizo una pausa espantosa en la vida de este pueblo amante del placer. Cuando alguien moría en Egipto, eso, especialmente, era causa de gran llanto. Puede imaginarse entonces qué efecto tendría esta última calamidad sobre todo el pueblo. No había una casa donde no hubiera un muerto. Aquellos que podrían haber llorado con los demás, tenían que doblegarse bajo su propio dolor: “Y se levantó aquella noche Faraón, él y todos sus siervos, y todos los egipcios; y había un gran clamor en Egipto porque no había casa donde no hubiese muerto”. 

Sin embargo, después de haber visto el dolor de Faraón y de todo su pueblo a causa de sus muertos, no hemos recapacitado todo lo que implicó este castigo. Éxodo 12.12 dice: “Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, así en los hombres como en las bestias: haré juicios y en todos los dioses de Egipto” Notamos la frase: “Y en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová”. Las palabras van dirigidas en contra de éstos: “así de hombre como de bestia”. 

Hemos visto que los animales eran adorados en Egipto, y que también el rey era estimado como encarnación de un dios y adorado como tal. Ahora Faraón, adorado como divinidad, es herido y castigado en su propia tierra, y en presencia de su pueblo. Su heredero que había sido aclamado con honores divinos, yace en la quietud de la muerte. Era imposible dudar que el golpe venía del Dios del pueblo del Pacto. 

Los primogénitos de los israelitas quedaron a salvo. Ninguna de las plagas había tocado al pueblo del Pacto Divino. Un gran temor oprimió a Egipto. La mano que había golpeado podía golpear otra vez. Por lo tanto, se les concedió la libertad a los israelitas oprimidos; y fueron arrojados del país. 

Faraón ni siquiera esperó a que amaneciera: “E hizo llamar a Moisés y a Aarón de noche y les dijo: Salid de en medio de mi pueblo vosotros, y los hijos de Israel; e id, servid a Jehová como habéis dicho: —“Y bendecidme también a mí—. Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos” (Éx 12:31-22). 

 

PREGUNTAS 

1. Demuestre cómo el relato de las Escrituras nos da una descripción fiel de la vida del Antiguo Egipto. 

2. ¿Cuál fue el primer milagro que se realizó ante la presencia de Faraón? 

3. ¿Qué significado espiritual se le puede dar? 

4. ¿En qué forma trajo la primera plaga juicio contra uno de los dioses egipcios? 

5. ¿Cuál fue la segunda plaga y cuál es su significado? 

6. A medida que Faraón se rehusaba a dar libertad a los israelitas, demuestre cómo las aflicciones fueron mayores. 

7. ¿Cómo reveló la novena plaga la misericordia de Dios antes de que enviara la última? 

8. ¿En qué forma manifestó Dios Su fidelidad al Pacto? 

9. Describa los efectos de la décima plaga. 

10. ¿Cómo se manifestó que las plagas fueron enviadas por el Dios del Pacto? 

 

 

 

 

 


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