domingo, 14 de noviembre de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 33


Lección 33
EL ESPÍRITU SANTO
(Continuación)

En nuestras dos últimas lecciones estudiamos que el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Deidad, entró a este mundo en el día de Pentecostés para cumplir una misión determinada que se le asignó.

El Espíritu Santo se encuentra hoy en el mundo en forma tan real como lo estuvo Cristo durante Su ministerio terrenal, aunque no podemos tener comunicación con Él por los sentidos físicos. Aprendimos también porqué no podía venir antes del día de Pentecostés, y lo que aconteció en el aposento alto aquel día.

En esta última lección acerca del Espíritu Santo, estudiaremos algo más sobre Su ministerio actual.


I. El Ministerio del Espíritu Santo al Mundo

Cristo enseñó a Sus discípulos que otro Consolador vendría a tomar Su lugar. Si el Espíritu Santo toma el lugar de Cristo, sabemos que Él está haciendo lo que Cristo haría si estuviera aquí. Si Cristo estuviera aquí en forma corporal como lo estuvo antes de Su ascensión, Su ministerio consistiría en revelar al hombre lo que Él hizo por medio de Su muerte y resurrección.

Su propósito sería mostrar a cada individuo que Él fue hecho pecado por el mundo, a fin de que el hombre pudiera ser hecho justo. Mostraría también a todo hombre lo trágico que es rechazar ese sacrificio de sustitución.

Es así como el Espíritu Santo hace hoy real al corazón humano la obra del Hijo de Dios. Las enseñanzas y las revelaciones del Espíritu no son Suyas, son de Cristo (Jn 16.13-14). Cristo nos dio el triple método del Espíritu Santo al hacer Su obra real al mundo en Juan 16.7-11. Fue necesario que Cristo ascendiese al Padre y que el Espíritu Santo tomase Su lugar aquí en la tierra porque el ministerio terrenal de Cristo a través de Su cuerpo físico, hubiera sido muy limitado. El Espíritu Santo, sin embargo, puede alcanzar al mundo entero.

Es necesario que entendamos cómo trata el Espíritu Santo con el hombre no redimido, a fin de que le dejemos obrar a través de nuestra personalidad. Al estudiar su método de presentar la obra de Cristo a los hombres, veremos cuán equivocada ha estado la mayor parte de nuestra predicación evangelística.

En Juan 16.8-11 notamos lo siguiente: el Espíritu Santo convence al mundo de juicio porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado. ¿Qué tiene que ver el juicio de Satanás con el hombre? Mucho, porque el hombre se ha convertido en su hijo y el hogar eterno de Satanás ha llegado a ser el hogar eterno del hombre.

Después de que el Espíritu Santo le revela al hombre que es un hijo de Satanás, no sólo ahora sino por la eternidad, lo convence también de justicia, porque Cristo ha ido al Padre. El Espíritu Santo demuestra al hombre que tiene un Mediador ante Dios, Uno que, con Su propia sangre, después de haber preparado una redención eterna para el hombre, entró al cielo en beneficio suyo.

Muestra al hombre, además, que puede llegar a ser la justicia de Dios y que posee el derecho legal de convertirse en hijo de Dios. Luego, lo convence del pecado de rechazar a Cristo, el único camino a la redención que le hace libre de la autoridad de Satanás; le convence del pecado de continuar siendo un hijo de Satanás después de darse cuenta de que puede llegar a ser un hijo de Dios. ¡Cuán desacorde con el método del Espíritu Santo ha sido nuestra predicación! Nosotros no le hemos declarado al hombre que es un hijo de Satanás, ni tampoco le hemos señalado sus derechos legales a la justicia y a la naturaleza de Dios. Le hemos predicado la condenación a causa de los pecados que ha cometido. Dios no condena a un hombre por razón de lo que hace, sino por lo que es, y lo convence de un sólo pecado, el pecado de rechazar a Cristo, de escoger el seguir siendo un hijo de Satanás.

El Espíritu Santo obra por la Palabra. La Palabra es Su Espada (Ef 6.17). Es por medio de la Palabra, la revelación de Dios al hombre, que el Espíritu Santo demuestra al hombre no salvado su necesidad de Cristo. Nosotros somos los instrumentos que utiliza el Espíritu Santo porque a nosotros se nos ha confiado la Palabra de reconciliación (2Co 5.18-19).

Si no sabemos cómo repartir rectamente la Palabra de Dios y presentarla de una manera inteligente al hombre no salvado, estropeamos el ministerio del Espíritu Santo. Después de que el Espíritu Santo ha convencido a alguien de su necesidad de Cristo, si éste cree en Cristo, el Espíritu Santo le imparte la naturaleza de Dios (Jn 1.12). Cristo dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10.10).

Cristo vino para hacer posible que el hombre recibiese realmente la naturaleza Divina, la vida eterna (1Jn 5.11-13). El hombre que recibe a Cristo, recibe la naturaleza Divina y se convierte realmente en hijo de Dios. El bendito y fiel Espíritu Santo es el Mediador por el cual se trasmite esta vida.

Cristo dijo: “El que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer otra vez. El viento de donde quiere sopla y oyes su sonido, mas ni sabes de donde viene ni a donde vaya así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn 3.5-8) El nuevo nacimiento es un acto secreto: no obstante, es el más grande de todos los milagros. El Espíritu Santo hace sombra a aquel que cree en Cristo y le imparte la vida Divina, y llega a ser una nueva creación en Cristo (2Co 5.17).

Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios” (Jn 1.13). Vemos que el Espíritu Santo es quien convence al hombre no redimido de su necesidad de Cristo y luego imparte a su espíritu la naturaleza Divina cuando acepta a Cristo.

Luego, si se invita con inteligencia al Espíritu Santo, Él habita en aquel a quien ha convertido en una nueva creación en Cristo. El cuerpo del nuevo hijo de Dios se convierte en Su templo. Durante el período de residencia del Espíritu Santo sobre la tierra, Su hogar y lugar donde permanece es el cuerpo de Cristo. Así como el cuerpo físico de Cristo fue el templo de Dios cuando Él estuvo en la tierra, así Su cuerpo, la Iglesia, es el templo del Espíritu Santo durante Su ministerio aquí. Notemos la comparación. Una traducción literal de Juan 1.14 es la que sigue: “El verbo se hizo carne e hizo Su tabernáculo entre nosotros”. El “tabernáculo” se usa en las Escrituras como el lugar donde mora Dios entre los hombres. El lugar de habitación de Dios es un templo. Entonces, cuando Dios hizo Su tabernáculo en Cristo, el cuerpo de Cristo se convirtió en Su templo. Cristo, al dirigirse a los judíos se refirió a Su cuerpo como un Templo. Les dijo que si destruían Su cuerpo, este Templo de Dios, Él lo levantaría de nuevo.

Cuando Dios hizo Su tabernáculo entre los hombres, la gloria de la Shekinah reposó sobre el Asiento del Perdón. Así también cuando Dios hizo su tabernáculo en Cristo para morar entre los hombres, ellos contemplaron Su gloria, como del unigénito del Padre, lleno de Gracia y de Verdad. Cuando Dios hizo Su Tabernáculo entre nosotros, en Cristo, se verificó la perfecta unión de Dios con la humanidad sin pecado, porque Cristo no había participado de la muerte espiritual ni estaba bajo su influencia.

Así también ahora, cuando el Espíritu Santo hace Su morada en el Cuerpo de Cristo, se verifica la unión con las nuevas creaciones que han sido liberadas por completo de la muerte espiritual y de la autoridad satánica. El nuevo hombre es creado en “Justicia y Santidad de verdad” y está listo para convertirse en el Templo de Dios: “En el cual, compaginado todo el edificio, va creciendo para ser un Templo Santo en el Señor; en el cual vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en Espíritu” (Ef 2.21-22).

1 Corintios 6:19 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” Con Cristo como la Cabeza, Dios ha sido encarnado en la Iglesia. Por causa de la habitación de Dios en Cristo, Él podía decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”.

Por vez primera Dios se manifestaba realmente al hombre. Ningún hombre había contemplado a Dios antes, pero en Cristo Él fue manifestado al hombre. Cuando Cristo dejó el mundo para tomar Su lugar a la diestra del Padre, donde no tendría más trato personal con el hombre, envió al Espíritu Santo para que encarnara en Su cuerpo místico, la Iglesia, a fin de que pudiera continuar la manifestación de Dios al hombre.

Es el deseo del Padre que el Cuerpo de Cristo por medio del Espíritu Santo sea lleno de la plenitud de Dios: “...para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef 3.19 última parte). De hecho se nos ordena ser llenos con el Espíritu Santo para que Él pueda ser manifestado al mundo (Ef 5.18).

Cristo no tiene ningún trato con el mundo actualmente, excepto por medio de Su Cuerpo. No puede obrar independientemente de éste. Si nuestra vida no está llena del Espíritu Santo en tal forma que Él pueda obrar libremente por medio de nosotros, atamos las manos de la Divinidad. Ésta es la dispensación del Espíritu Santo. Es por medio de Él que el Padre y el Hijo, actúan. Y Él actúa en y por medio del Cuerpo de Cristo. No puede haber una verdadera manifestación de Cristo al mundo si Su Cuerpo no está habitado por el Espíritu Santo.

En relación con esta idea, hay una lección muy seria para nosotros en 1 Juan 4.12: “Ninguno vio jamás a Dios; si nos amamos unos a otros, Dios está en nosotros, y Su amor es perfecto en nosotros”. Si Dios mora en nosotros por el Espíritu Santo, su amor es perfeccionado en nosotros. La palabra “perfecto” significa “completo”. La idea es que si Dios mora en nosotros, Su amor puede ser completado por medio de nuestra vida. La implicación es que Su amor no puede completarse excepto que encuentre expresión por medio de nosotros. Hay algo que le falta cuando no actúa por medio de nosotros. Esto es cierto: “La gracia de Dios abundó hacia el hombre en Cristo. Porque de Su plenitud tomamos todos, y gracia por gracia” (Jn 1.16).

La gracia es el amor en acción. El amor de Dios ha realizado una redención completa para el hombre. Por Su gracia, Cristo ha probado la muerte por todos los hombres. Él ha llevado las enfermedades y los dolores de la humanidad entera. No obstante, la palabra de reconciliación que confiere al hombre la redención en Cristo, sólo puede ser dada por medio del Cuerpo de Cristo. Dios ha reconciliado a toda la humanidad a Sí por medio de Cristo y ha entregado el mensaje de la reconciliación al Cuerpo de Cristo (2Co 5.18-21).

Si el Cuerpo de Cristo no está bajo la dirección del Espíritu Santo y si por medio de Él dicho cuerpo no toma su lugar en el mundo, el amor de Dios no puede ser expresado. El hombre jamás ha visto a Dios, pero si Él puede habitar en el Cuerpo de Cristo como lo hizo en Su Hijo, Su amor puede encontrar expresión y llegar a la humanidad.

Su mensaje a nosotros es: “Habitaré y andaré en ellos” (2Co 6.16). Si se lo permitimos, el mundo podrá hoy contemplar Su gloria y ver también las obras de Su amor tal y como fueron vistas cuando Dios puso Su tabernáculo entre los hombres, en Cristo.


II. El Espíritu Santo, Revelador de Cristo

Cuando el Espíritu Santo comenzó Su ministerio el día de Pentecostés, lo comenzó bajo un nuevo nombre. Cristo le había llamado el “Paracleto”. Es esta una palabra griega derivada del verbo que significa “pedir la ayuda de alguien”.

La tristeza que se había apoderado de los corazones por la muerte de Cristo, se había convertido en gozo por Su resurrección. Sin embargo, tendría que ocurrir una separación más larga al ir Él a tomar Su lugar a la diestra del Padre. La Tercera Persona de la Trinidad es Aquel que fue llamado para ayudarles. Vino a llenar el lugar vacante de su Señor.

¡Cuán grandes esperanzas debieron haber inundado sus corazones! Se habían conmovido por la venida del Hijo de Dios a la tierra; y ahora otro de la misma categoría que el Señor, vendría a morar con ellos para siempre: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14.16).

Cristo va a venir a ellos por medio del Espíritu Santo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn 14.18). El Paracleto va a tomar las cosas que son de Cristo y las va a revelar al hombre: “Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir. Él me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn 16.13-14).

Notamos aquí que el Espíritu Santo no revela un Cristo terrenal al hombre. Es al Cristo glorificado que está a la diestra del Padre a quien revela el Espíritu Santo. Él revela al Cristo conquistador de la muerte, del sepulcro y del infierno, al que se le ha dado un Nombre que es sobre todo nombre.

Él nos ha revelado todo lo que del ministerio de Cristo no podía ser revelado a los sentidos del hombre. Él es Aquel que dio a Pablo la estupenda revelación del sacrificio sustitucional de Cristo, de Su conquista de Satanás en el infierno, de Su entrada al Lugar Santísimo con Su propia sangre, habiendo obtenido eterna redención para el hombre, y de Su ministerio actual a la diestra del Padre. Él nos ha revelado las riquezas de Su gracia (Ef 1.7) y las riquezas de Su gloria (Ef 3.16). Hay diversos pasajes que nos revelan diferentes aspectos del ministerio del Espíritu Santo. Al observar el ministerio de Cristo, que es nuestro ejemplo, encontramos que dicho ministerio fue realizado en el Espíritu Santo (léase Mt 12.28; He 9.14; Hch 1.2; Is 11.12).

Encontramos también, que la iglesia primitiva siguió adelante en la potencia del Espíritu Santo (léase Hch 4.8, 31; 6.5; 13.2, 4, 9, 52; 15.8, 28; 16.6, 7).


PREGUNTAS

1. ¿Cual es el ministerio del Espíritu Santo para el mundo?

2. ¿Cuál es Su triple método de presentar la obra de Cristo al hombre no redimido?

3. ¿Qué persona de la Trinidad es el Agente Activo en el nuevo nacimiento?

4. ¿Cuáles son los instrumentos del Espíritu Santo?

5. ¿Cuál es hoy la habitación del Espíritu?

6. ¿Por qué es esencial para todo hijo de Dios ser lleno con el Espíritu Santo?

7. Explique 1 Juan 4.12.

8. ¿Por qué Cristo llamó al Espíritu Santo el “Paracleto”?

9. ¿Qué cosa del ministerio de Cristo ha revelado el Espíritu al hombre?

10. Cite pasajes que demuestren que el ministerio de Cristo fue realizado en la potencia del Espíritu.









No hay comentarios: