lunes, 29 de mayo de 2017

Dos Clases de Justicia (E. W. Kenyon) - Parte 3

En este capítulo Kenyon nos muestra la revelación de la justicia.

Capítulo 2
LA REVELACIÓN DE LA JUSTICIA
Nosotros entendemos que Justicia significa la capacidad de estar en la presencia de Dios Padre sin el sentido de culpa o inferioridad.
Esta ha sido la búsqueda de las edades.
El deseo de librarse de la conciencia del pecado ha dado nacimiento a todas las mayores religiones del mundo.
La Sra. Eddy, copiando a Hegel, declara con confianza que Dios no es una persona, y que Satanás no es una persona. Entonces, no existiendo Dios y ni diablo, no puede haber pecado. 
Si no hay pecado, no puede haber juicio por causa del pecado. Si no hay pecado ni temor al juicio, no hay conciencia de pecado.
Nuestra declaración de que la marea no crece, no impide que crezca. La declaración de la Filosofía de que Dios no es no impide a Dios ser.
Dios existe. Satanás existe. El pecado existe. 
Pero Dios ha tratado el problema del pecado en su Hijo. Él ha aniquilado el pecado por el sacrificio del hijo. Él ha hecho esto posible sobre los fundamentos legales para que el hombre que está muerto espiritualmente, en unión con Satanás, se convierta en una nueva creación por recibir la misma Naturaleza y Vida de Dios. 
Esta vida y naturaleza de Dios son la justicia. En consecuencia, el hombre que ha recibido la naturaleza de Dios se ha convertido automáticamente en la justicia de Dios en Cristo.
Él puede incluso no saber de eso, puede incluso no tomar ventaja de eso, pero eso es verdad.
El dominio de la conciencia del pecado sobre la Iglesia ha sido promovido, desarrollado, y hecho una realidad por los ministros que han predicado el pecado en lugar de predicar a Cristo y la nueva creación.
La conciencia del pecado vino con la caída cuando el hombre se convirtió en participante de la muerte espiritual. 
A través de las edades del universo el hombre ha estado bajo la frustrante maldición de la muerte espiritual que dio nacimiento a la conciencia del pecado.
El hombre muerto espiritualmente no puede permanecer en la presencia de Dios.
Nosotros vemos cómo Dios ilustró este hecho en el Antiguo Pacto.
El sumo sacerdote iba al Lugar Santísimo una vez cada año, y sólo cuando la sangre era rociada. El sumo sacerdote no entraba en el Lugar Santo para adorar, sino para hacer una expiación cada año por los muertos espiritualmente de Israel.

Dios envió a su Hijo al mundo para encarnarse, para llegar a ser eternamente unido con la humanidad.
Este Hijo fue a la cruz por el determinado consejo de Dios, se convirtió en pecado, tomó nuestro lugar como un sustituto. Entonces él venció al enemigo e hizo la justicia disponible al hombre.
Una redención que no hiciera del hombre justo sería una mentira. 
Hasta que el hombre sea justo y conozca eso, Satanás reina sobre él, el pecado y la enfermedad son sus señores. Pero en el instante que sabe que es la justicia de Dios en Cristo y sabe lo que la justicia significa, Satanás es derrotado.
La Iglesia ni siquiera ha enseñado sobre una justicia limitada. Tiene una justificación teológica que no resuelve el asunto.
La redención de Dios en Cristo es la solución. Ella hace del hombre un espíritu dominante donde ha servido como un débil esclavo.
¿Cómo podremos obtener esta justicia que nos dará perfecta comunión con el Padre, que nos dará una conciencia de dominar sobre las fuerzas de las tinieblas?
Esta justicia viene a nosotros por aceptar a Jesucristo como Salvador y confesar su señorío sobre nuestras vidas.
Cuando sabemos que Jesús murió por nuestros pecados de acuerdo con las Escrituras, que al tercer día resucitó y después quitó el pecado y satisfizo las demandas de la justicia como nuestro sustituto; cuando sabemos eso y lo aceptamos como nuestro Salvador y lo confesamos como Señor, en este momento recibimos la naturaleza de Dios y nos convertimos en la justicia de Dios en Cristo. 
2 Corintios 5.21 dice: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".
Nos hemos convertido en la justicia de Dios en Cristo.
Esta justicia no es una experiencia, a pesar de dar nacimiento a muchas experiencias maravillosas. Es la naturaleza del Padre concedida a nosotros.
¡Es esta naturaleza ganando ascendencia en nosotros hasta que sabemos lo que Dios dice que somos; señores, vencedores!


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