viernes, 22 de octubre de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 24


Lección 24  
LA PALABRA, REVELACIÓN DE DIOS AL HOMBRE  
 
Hemos considerado algunos aspectos de nuestra redención en Cristo. Vamos a estudiar ahora los medios por los cuales Dios nos ha dado a conocer esa redención. Estudiaremos también la forma en que el hombre se convierte en una nueva criatura en Cristo. Nuestro Padre nos ha dado una revelación de Sí mismo. Junto con dicha revelación nos entregó también el plan de nuestra redención en Cristo. También nos ha revelado lo concerniente a la nueva creación en Cristo. Dicha revelación no es solamente un testimonio de Él mismo, sino también un testimonio de la nueva creación, de sus privilegios, de su autoridad y de sus responsabilidades. 

Esa revelación es Su Palabra, la Biblia. No podemos expresar adecuadamente con palabras el lugar que la Palabra de Dios tiene en la redención y en la vida de todo hijo de Dios. Es nuestro propósito, en estas lecciones, exponer el carácter absolutamente santo de la Palabra del padre y el lugar vital que ocupa en la vida de todo cristiano al efectuarse. El pueblo de Dios está empobrecido espiritualmente y carece de poder por ignorar Su Palabra. 
 
I.  Dios Obra por Medio de la Palabra 
 
Satanás ha combatido en forma sutil y despiadada la Palabra de Dios, porque el Señor obra por medio de Ella. Cuando Dios creó el universo, lo hizo por el poder de Su Palabra hablada. 

Hebreos 11.3 nos dice que los mundos fueron creados por la Palabra de Dios. Cada hijo de Dios ha sido engendrado y ha nacido por la Palabra: “Él de su propia voluntad nos ha engendrado por la palabra de verdad” (Stg 1.18). “Ya que habéis sido engendrados de nuevo, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios viva y permanente” (1P 1.23 Straubinger). 

Por consiguiente, después de que el hombre se ha convertido en hijo de Dios; el alimento, la sustancia y el mantenimiento de su vida espiritual se encuentran en la Palabra de Dios. Mateo 4.4 afirma: “No con solo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios”. Es la Palabra de Dios la que nos edifica: “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer por su buena voluntad” (Fil 2.13). Él actúa en nosotros por medio de Su Palabra: “El cual ha llegado hasta vosotros, como por todo el mundo; y fructifica y crece, como también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad” (Col 1.3-6). 
 
II.  La Lucha de Satanás en Contra de la Palabra 
 
Toda época de decadencia espiritual se ha distinguido por el bajo concepto de la Palabra de Dios. Cuando Satanás descubrió que la tortura y el martirio de los cristianos y la destrucción de Biblias por el fuego no eran obstáculo para que la iglesia creciera, empleó un método más afortunado. Dicho método ha consistido en ataques sutiles a la Palabra a fin de restarle poder y eficacia en la vida de los hombres. 

Durante mil años antes de la Reforma, no se daba a la Palabra de Dios el lugar que merecía en los círculos cristianos. James Lord, en su libro “Fanales de la Historia” señala cómo la filosofía oriental usurpó durante 1000 años la autoridad de la Palabra Divina para gobernar y dominar al mundo cristiano. 

Cuando la Palabra pierde Su lugar también la redención lo pierde y la fe se convierte en una incógnita para el hombre. Durante mil años la Biblia fue encerrada en los monasterios, y encerrada también en un lenguaje que la gente común no podía entender. Estaba escrita en latín y sólo el clero tenía acceso a ella. He aquí la razón de las tinieblas espirituales de la Edad Media. Eso explica la aparente inactividad Divina durante ese período de oscuridad. Cuando la Palabra de Dios perdió Su lugar, Él también perdió Su lugar en la vida de los hombres. Fue de la filosofía oriental de donde surgieron las penitencias, el purgatorio, los monasterios y las cruzadas. 
 
III.  El Lugar de la Palabra en la Reforma 
 
Cuando vino la Reforma, ésta se realizó porque la Palabra comenzó a obrar en la vida de un reducido grupo de hombres. Estos pudieron darse cuenta del lugar que la Palabra debía ocupar y la entregaron al pueblo. Fue la Palabra de Dios actuando en la vida de los hombres la que trajo luz y vida a la humanidad. La diseminación de Biblias en los hogares y entre la gente del pueblo está unida estrechamente a la Reforma. 

La Reforma y los bajos costos de impresión hicieron posible que cada hogar tuviese una Biblia. No obstante, Satanás no ha cesado de procurar que la Palabra quede inactiva. Cuando no pudo conservarla más tiempo encerrada en los monasterios y en un lenguaje que la gente no entendía, la encerró dentro de credos y doctrinas humanos. 
 
IV.  Continúa la Lucha Satánica en Contra de la Palabra 
 
Después Satanás hizo que los hombres forjasen credos y doctrinas en torno a la vida y enseñanzas de los hombres destacados de la Reforma, estorbando con ello su propio crecimiento y desarrollo. Ninguno de los caudillos de la Reforma poseía toda la luz. Dios levantó a estos paladines y dio a cada uno sólo una parte de la luz. No obstante, ellos fueron en gran parte el producto de la Edad Media. Siempre que un hombre se encierre dentro de un sistema doctrinal e impida que en su vida penetre más luz de la Palabra de Dios, estorba, por ese solo hecho, su propio crecimiento espiritual. Eso es lo que ha causado las divisiones en la Iglesia y la han convertido en un escándalo para el mundo. 

Eso ha impedido también una fiel presentación del cristianismo al mundo, de modo que la redención nunca ha disfrutado del ambiente favorable para actuar en la vida de los hombres. Ello ha dado motivo a una enconada lucha sobre la Divinidad de Cristo y sobre la autoridad de las Escrituras, todo lo cual ha traído como resultado la actual condición. 

Muchas iglesias en lugar de predicar la Palabra de Dios, predican sermones sobre asuntos que consideran más prácticos y más en armonía con la civilización moderna. Por otra parte, aquellos que predican la verdad y están considerados como los más espirituales, no tienen un verdadero concepto del carácter sagrado de la Palabra de Dios y del lugar que ésta debe tener en sus vidas. 

La excesiva familiaridad con la Palabra que debiera habernos libertado de la ignorancia y de la esclavitud, la ha usado Satanás para estorbar la actuación de la Palabra en nosotros. 
 
V.  El Asentimiento Intelectual y su Origen 
 
El arma más grande que Satanás emplea hoy para hacer la Palabra ineficaz, es el arma del asentimiento mental. Esta arma es muy peligrosa por ser tan sutil. El asentimiento intelectual o mental es difícil de ser reconocido porque llega vestido con el ropaje de la “fe”. Antes de que podamos comprender la diferencia entre el asentimiento mental y la Fe, debemos comprender el significado de cada uno de éstos términos. 
 
VI.  Asentimiento Mental contra Fe 
 
La Fe es el actuar de acuerdo con la Palabra. Creer es actuar intrépidamente teniendo como base la Palabra. El asentimiento mental es estar de acuerdo en que la Biblia es la verdad, pero tal actitud carece de acción.
 
Tal vez unas cuantas ilustraciones nos hagan entender esta diferencia. Aquel que desea ser cristiano y realmente cree, dice lo siguiente: “Yo creo que Cristo fue resucitado de entre los muertos. Yo le acepto como mi Salvador y le confieso como mi Señor. Por lo tanto, yo soy salvo, porque así lo declara Su Palabra en Romanos 10:9 y 10”. Confiesa que es salvo antes de recibir el testimonio de sí mismo. Cree que la Palabra es la Palabra de Dios. Por lo tanto, actúa sin temor sobre esa base independientemente de sus sentimientos porque sabe que la Palabra no puede ser quebrantada. Atrevidamente hace de la Palabra su confesión. No hay un verdadero creer que no resulte en confesión. 

El que asiente mentalmente y quiere ser cristiano, dirá de manera semejante lo que sigue: “Creo que la Biblia es la Palabra de Dios. Creo que Jesucristo es el hijo de Dios. He procurado ser salvo durante mucho tiempo. Se lo he pedido, pero no soy salvo.” Esta persona se sentiría insultada si se le dijera que no cree; no obstante, su actitud es la del que asiente mentalmente. 

Este profesa creer, pero no tiene concepto de actuar sobre la Palabra de Dios. Si hubiera creído, hubiera dicho: “La Palabra de Dios es verdadera. Yo creo, por lo tanto, tengo vida eterna” (Jn 5.24). 

El asentimiento mental no produce acción; ni tiene confesión. El asentimiento mental ha privado a muchos de recibir la salud. Un creyente dice: “Por sus llagas yo soy curado”. La enfermedad puede aparecer en su cuerpo; no obstante, él actúa apoyado en la Palabra, la cual declara que por Sus llagas él es curado. Pudiera suceder que después de orar él no experimente la salud; sin embargo, expresa: “Yo estoy curado, porque la Palabra de Dios declara que en el Nombre de Cristo los creyentes pondrán sus manos sobre los enfermos y éstos sanaran” El cristiano que asiente mentalmente adopta la siguiente actitud: “Creo que la Biblia es la verdad. He creído en las Escrituras durante toda mi vida. Muchos han orado por mí; no puedo entender por qué no soy sano”. 

¡Cuántos hijos de Dios han estado enfermos por años sin comprender cuál es su dificultad y pensando que su asentimiento mental era fe! 

Muchos cristianos que viven hoy en la esfera del asentimiento mental llevan una vida espiritual estéril e infecunda. Todos ellos han buscado el poder de Dios en su vida y en la oración. Pero nunca han aprendido a vivir por la Palabra. Viven en debilidad, en fracaso y en necesidad porque no tienen ningún concepto de lo que significa realmente creer en la Palabra de Dios o actuar realmente apoyados en dicha Palabra. La Palabra declara que ellos han sido hechos nuevas creaciones en Cristo (2Co 5.17); que han sido hechos la misma justicia de Dios (2Co 5.21); que son coherederos con Cristo (Ro 8.17); que la autoridad de Su Nombre es suya por medio de la oración (Jn 16.23-24) y que Dios suplirá todas sus necesidades (Fil 4.19). 

Con todo, no tienen conciencia de justicia, ni de la autoridad en el Nombre de Jesús, ni de Su fortaleza. Eso se debe a que su actitud ha sido únicamente de asentimiento mental y Satanás los ha privado de su herencia en Cristo. 
 
VII.  Causa del Asentimiento Mental 
 
La causa del asentimiento mental ha sido nuestra excesiva familiaridad con la Palabra. Tal vez todos nosotros hayamos tenido la Biblia en el hogar desde la niñez. Y quizá estuvimos siempre familiarizados con sus enseñanzas. Muchos de nosotros, aún antes de haber aceptado a Cristo como Salvador y Señor, creíamos personalmente que la Biblia era la verdad. No obstante, nuestra actitud hacia ella durante todos esos años, era sólo de asentimiento mental. Profesábamos creer que era la Palabra de Dios, pero no actuábamos de acuerdo con ella. 

Después de que nacimos de nuevo continuó en nuestra vida la misma actitud de asentimiento mental. Nos explicaremos mejor. Como niños, nuestra actitud hacia la Palabra de Dios fue de asentimiento mental. Esta misma actitud continuó en nosotros al través de nuestra vida. Tal vez por años la Biblia se quedó en el librero o sobre el escritorio, pero nunca la estudiamos, ocupados como estábamos en otras cosas. 

No obstante, si alguien hubiera objetado que aquel libro era la Palabra de Dios, nosotros habríamos salido a Su defensa con valentía. Quizá muchas veces profesamos nuestra fe de que era la Palabra de Dios. Pero si esta actitud hubiera sido algo más que un simple asentimiento mental, la hubiéramos estudiado con todo celo buscando continuamente lo que Dios tenía para nosotros en Su Palabra. 

Decíamos que creíamos en ella, pero nuestros hechos revelaban una actitud contraria. No la estudiábamos, no hablábamos de ella con frecuencia. Mas tarde, llegó el momento cuando en realidad nacimos de nuevo. La Biblia se convirtió en un nuevo Libro para nosotros. Pudimos entonces entenderla. Nos dimos cuenta que constituía nuestra ayuda y nuestro alimento mental, pero ¡cuán poco nos atrevíamos a actuar de acuerdo con ella! 

Vivíamos sin vigor; sentíamos que nuestra vida de oración era impotente. No poseíamos la capacidad de testificar y de orar por los enfermos. Vimos también que teníamos necesidad de una experiencia más profunda que debía llenar nuestras vidas de poder. Buscamos experiencias, y recibimos bendiciones muchas veces, pero comprendimos que la vida de victoria todavía estaba en el futuro. No comprendíamos que nuestro problema giraba en torno de nuestro asentimiento mental, pues no actuábamos de acuerdo con la Palabra. No comprendíamos que ya Dios había efectuado en nosotros aquello que procurábamos ser. No comprendíamos que la autoridad que buscábamos ya era nuestra. 

Memorizábamos pasajes de las Escrituras y los citábamos con frecuencia sin actuar en realidad de acuerdo con ello. Ante Su Palabra, que declara que Dios ha hecho a Cristo nuestra Justicia (1Co 1.30), y que nosotros ya hemos llegado a ser Justicia de Dios (2Co 5.21), nosotros hablábamos de nuestro pecado y de nuestra debilidad. Considerábamos como una forma de humildad el acercarnos a Dios como gusanos despreciables, confesando y arrepintiéndonos continuamente de nuestra naturaleza pecaminosa. 

Hacíamos más caso del pecado y de su poder, que de la redención que nos ha hecho absolutamente justos. 

La justicia es la capacidad de estar en la presencia de Dios tan libres de pecado o de condenación como si el pecado nunca hubiera entrado en el mundo. 

La oración consistía en llanto y grito para que Dios escuchara y nos respondiera. No comprendíamos que nuestro lugar como herederos con Cristo y la autoridad del Nombre de Jesús nos daba derechos legales en la oración. No obstante, conocíamos todas las promesas de la oración. 

Una de las traducciones de Santiago 1.26 es la siguiente: “La fe sin las correspondientes obras es muerta”. He aquí una definición del asentimiento mental. La fe, sin las correspondientes acciones, es asentimiento mental, el cual no significa nada para el Padre y nos despoja de nuestra herencia en Cristo. 

Si yo profeso creer en la Palabra y no actúo de acuerdo con ella, mis actos no corresponden. El secreto de una vida de victoria en Cristo que todos pueden poseer, se encuentra en Apocalipsis 12.11. El autor declara que nosotros vencemos por la sangre del Cordero (lo cual significa la perfección de nuestra redención en Cristo) y la Palabra de nuestro testimonio (lo cual implica actuar sin temor de acuerdo con la Palabra). Podemos hacer de la Palabra de Dios nuestra confesión en medio de cualquier circunstancia. 

Nosotros decimos: “Yo soy la justicia de Dios porque Su Palabra así lo expresa. El pecado ya no tendrá dominio sobre mí. Yo tengo autoridad sobre Satanás. Yo soy sanado por las Llagas de Cristo. En todas las cosas soy más que vencedor. Mi Dios suplirá toda necesidad; no estaré en ansiosa perplejidad”. 

Ante cualquier circunstancia contraria podemos sostener esta confesión. Podemos hacer nuestra Su Palabra. Lo que Él declara lo declaramos también nosotros valerosamente porque nos hemos liberado del asentimiento mental y hemos aprendido a actuar de acuerdo con la Palabra de Dios. En nuestra siguiente lección veremos cómo fuimos colocados en un centro de acción para actuar de acuerdo con la Palabra. 
 
PREGUNTAS 
 
1. ¿Qué es lo que Dios nos manifestó en la revelación que nos fue entregada? 

2. ¿Qué lugar tiene la Palabra en el nuevo nacimiento y en la vida del hijo de Dios? 

3. Cuando Satanás se dio cuenta de que el martirio de los cristianos no detendría el crecimiento de la Iglesia, ¿qué otros medios empleó? 

4. ¿Por qué pareció que Dios estaba inactivo durante la Edad Media? 

5. ¿Qué fue lo que hizo la Reforma? 

6. ¿Qué fue lo que estorbó el crecimiento de la Iglesia después de la Reforma? 

7. ¿Qué método emplea Satanás el día de hoy para que la Palabra de Dios no prevalezca en nuestra vida? 

8. ¿Cuál es el origen del asentimiento mental? 

9. Diga cuál es la diferencia entre asentimiento mental y fe. 

10. Muestre cómo el asentimiento mental nos despoja de nuestra herencia. 
 
 
 
 
 
 

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