miércoles, 27 de octubre de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 26


Lección 26 
LA SANIDAD 
  
El asunto de la sanidad es uno sobre el cual ha habido mucha controversia. Existen hoy al menos tres diferentes actitudes hacia la sanidad entre los cristianos. 

Un grupo enseña que la sanidad no es para nosotros hoy. Y basan su afirmación en la teoría de que la sanidad es un milagro y que los milagros no pertenecen a nuestros tiempos sino solamente al período apostólico. 

Otro grupo afirma que Dios sana hoy en respuesta a una oración especial o a un acto especial de fe, y de acuerdo con Su propia voluntad sobre el caso. 

Un tercer grupo enseña que la salud del cuerpo es un derecho legal de todo hijo de Dios, y que recibe dicha salud para su cuerpo fisco sobre la misma base que recibe la remisión de los pecados para su espíritu. 

Examinemos ahora estas tres enseñanzas a la luz de la Palabra. Puede demostrarse fácilmente que la primera actitud es errónea definiendo lo que es un milagro. Un milagro, de acuerdo con Webster, es “un acto o acontecimiento en los dominios de lo físico o de lo material que aparentemente se aparta de las leyes naturales o va más allá de lo que conocemos con respecto a estas leyes. Es realmente una intervención de Dios en la esfera de las leyes naturales o en el dominio de la actividad humana. Es Dios que se presenta en escena”. 

Cada vez que Dios se pone en contacto inmediato con el hombre, ocurre un milagro. Toda respuesta a una oración, no importa cuán pequeña sea, y todo nuevo nacimiento, es un milagro. 

Un acto de sanidad por el cual Dios entra en contacto inmediato con el cuerpo físico del hombre, no es más milagro que el nuevo nacimiento en el cual Dios entra en contacto inmediato con el espíritu del hombre impartiéndole Su propia naturaleza. El hombre le pide a Dios que realice un milagro más grande que la curación del cuerpo, cuando le pide que salve su alma; y le pide un milagro tan grande como la curación, cuando le ruega que conteste una petición, no importa cuán pequeña sea. Decir que los milagros pertenecieron a la época de los apóstoles, sería tanto como decir que Dios debe tomar el lugar de un mero espectador o el de una cifra en el mundo que Él ha creado, desde la época de los apóstoles hasta nuestros días. Podemos fácilmente descubrir la total falacia de esta enseñanza. Ahora veamos lo que la Palabra de Dios declara sobre los otros dos puntos de vista. Si la segunda actitud es la correcta, entonces la tercera, no lo es. 

Si Dios sana solamente en respuesta a un acto especial de fe, y eso nada más cuando Él lo quiere, la sanidad no pertenece legalmente al hijo de Dios y no fue incluida en la redención. 

Si, por otra parte, la sanidad fue parte de la redención del hombre en Cristo, entonces pertenece a todo hijo de Dios y no se requiere ningún acto especial de fe para obtenerla. No hay necesidad de preguntar si es la voluntad de Dios sanar. Si está en la redención, entonces es Su voluntad. Ahora consideraremos lo que la Palabra de Dios dice al respecto. 
 
I.  El Origen de la Enfermedad y del Mal 
 
Antes de poder comprender lo que es la sanidad, debemos entender el origen de la enfermedad, del mal y de la muerte. Ya hemos visto que como resultado del crimen de alta traición de Adán, la muerte espiritual entró al espíritu del hombre. Tal muerte espiritual, que ha imperado en el género humano, ha sido el terreno propicio donde ha germinado el pecado, la enfermedad y la muerte. La enfermedad, el mal y la muerte en el cuerpo físico del hombre, no son sino la manifestación de la muerte espiritual dentro de su espíritu. Si el hombre nunca hubiera muerto espiritualmente, la enfermedad y la muerte jamás se habrían apoderado de su cuerpo físico. 

Cuando Satanás se convirtió en el dios de este mundo, uno de los resultados de su dominio fue la contaminación del aire con gérmenes causantes de las enfermedades los que a pesar de ser tan pequeños para ser descubiertos a simple vista, se han constituido desde entonces en uno de los enemigos más mortales del hombre. 

No puede negarse que en este mundo existe el mal. La existencia del mal ha hecho que muchas personas de buena fe se resistan a creer en un Dios de amor; pero es que no ha entendido que el mal fue el resultado del imperio de Satanás sobre la humanidad como el príncipe y dios de este mundo. Hay filósofos que se han impresionado tanto con el reinado del mal, que han llegado a la conclusión de que el principio básico del universo es el mal. Están equivocados: No es el Creador, sino el usurpador, Satanás, el que ha originado el mal. Las dos divisiones del mal son el dolor y el pecado. El dolor puede tener distintas subdivisiones, pero la causa principal del dolor, conocida y experimentada por la humanidad, es la enfermedad. 

En conclusión, podemos decir que el pecado y la enfermedad son gemelos, nacidos de la muerte espiritual. Ambos son obra de Satanás. El pecado es una enfermedad del espíritu; la enfermedad es un mal del cuerpo físico. 
 
II.  La Actitud de Dios Hacia la Enfermedad 
 
Dios contempla la enfermedad como contempla el pecado, la considera como la obra satánica sobre la vida de Su creación, el hombre.
 
Cristo vino a revelar al Dios-Padre, a manifestarnos Su actitud hacia el hombre. Observando con cuidado la vida de Cristo, podemos darnos cuenta de la actitud de Dios hacia la enfermedad. 
 
III.  Cristo fue la Voluntad del Padre 
 
El ministerio de Cristo desde el principio hasta el fin fue un ministerio de doble aspecto. Trajo paz a las almas de los hombres y salud a sus cuerpos. La sanidad tuvo un lugar importante en el ministerio de Cristo. Durante todo Su ministerio Él libró a todos aquellos que estaban oprimidos por Satanás. Tal liberación incluyó la salud para el cuerpo físico. Si la enfermedad no procediera de Satanás, hubiera tenido un lugar en el plan original que Dios hizo para el hombre (ver Mt 8.16-17; Mr 1.32-34). 

Si este fuera el caso, entonces el ministerio de Jesús hubiera sido contrario a la voluntad del Padre. Él fue la voluntad del Padre revelada al hombre, y reveló que la voluntad del Padre era quebrantar el poder de la enfermedad en el cuerpo del hombre para dejarlo libre de dolor y de sufrimiento. El ministerio de Cristo proclamó salud y bendición tanto a la parte física de la naturaleza humana como a su aspecto espiritual. 

Hay diferentes casos en los cuales se manifestó claramente la actitud de Cristo hacia la enfermedad. Uno es el de Lucas 13.10-17. Después de haber sanado en día sábado a una mujer que había padecido una enfermedad durante dieciocho años, Cristo fue criticado por los príncipes de la sinagoga. Su respuesta fue: “Y a esta hija de Abraham, que he aquí Satanás la había ligado dieciocho años, ¿no convino desatarla de esta ligadura en día de Sábado?” Aquí Jesús expresa claramente que Satanás era la causa de la enfermedad que había ligado el cuerpo físico de aquella mujer. 

Otro incidente es aquel que se encuentra en Marcos 2:1-21. Trajeron a Cristo un paralítico, y Cristo  se dirigió a él diciéndole: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Cuando los escribas objetaron la expresión de Cristo, Él les contestó diciéndoles: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate y toma tu lecho y anda?” 

En realidad Cristo está diciendo esto: “¿Qué es más fácil?” ¿Dónde está la diferencia perdonar los pecados que son el resultado de la muerte espiritual en el espíritu del hombre, o sanar la enfermedad de su cuerpo físico, la cual también es el resultado de la misma muerte espiritual? En ambos casos Jesús trata con la esclavitud del hombre causada por Satanás. 

Para entender de una manera más correcta la actitud de Cristo hacia la enfermedad y el lugar que la sanidad tuvo en Su ministerio, lea usted lo que sigue: 

IV.  La Sanidad en la Redención 

1 Juan 3.8 nos dice que Cristo fue manifestado para destruir las obras del diablo. Vino a destruir lo que Satanás había hecho en la humanidad cuando se convirtió en el padre espiritual del hombre como resultado del crimen de alta traición de Adán. Vino a reducir a Satanás a la nada en sus relaciones y poder sobre el hombre. 

Hebreos 2.14 dice que vino a redimir completamente al hombre de los efectos del pecado de Adán, identificándose con la humanidad. Estudie cuidadosamente Romanos 5.12-21

Si la redención del hombre de la muerte espiritual ha de ser completa, debe ser redención tanto de la enfermedad como del pecado. Dios comprendió esto, y nos ha mostrado claramente en Su Palabra que Él ha preparado lo necesario para la salud de nuestros cuerpos.
 
En Isaías 53.4-6, Dios nos descorre la cortina al través de los profetas y nos permite contemplarlo al tratar con el pecado y con la enfermedad. Literalmente este pasaje dice: “Fue despreciado y rechazado de los hombres; varón de dolores y familiarizado con la enfermedad”. 

El versículo 4 dice: “Ciertamente Él ha cargado nuestras enfermedades y llevado nuestras dolencias; no obstante, le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido”. Fue azotado de Dios con nuestras enfermedades. Fue afligido con nuestros dolores. “Fue herido por nuestras transgresiones; molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz sobre Él; y por Sus llagas somos curados”. El versículo 10: “Con todo eso Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a enfermedad; cuando hubiere puesto su vida en expiación por el pecado”. 

La antigua versión que traduce “aflicciones y dolores” no es correcta. Toda traducción literal dice: “males y enfermedades”. Dios no solamente puso sobre Jesús nuestras iniquidades, sino también nuestras enfermedades. Él fue enfermado con nuestras enfermedades así como fue hecho pecado con nuestros pecados. En la mente del Padre y en la mente de Jesús, y de acuerdo con la Palabra, nuestras enfermedades y pecados los llevó el Señor. 

Si fueron cargados por Él, es una equivocación nuestra el cargarlos. El conocimiento sensorial ha intentado repudiar esto, pero la verdad permanece, la verdad que Dios puso nuestras enfermedades y nuestros pecados sobre Jesús. 

Jesús no podía ser levantado hasta que el hombre fuera declarado justo (Ro 4.25). Cuando Él se levantó de entre los muertos, ya había sido destruido el cuerpo del pecado de la muerte espiritual (Ro 6.6). El pecado había perdido su poder y también la enfermedad. 

En hebreo, Isaías 53.10 dice como sigue: “Con todo eso Jehová se deleitó en quebrantarlo; lo ha hecho enfermo”. Dios hizo a Jesús pecado con nuestros pecados y lo enfermó con nuestras enfermedades. Y se complació en hacer eso por una razón: porque ello significaba salud para el hombre. 

Cristo llevó nuestros pecados y sufrió la pena para que pudiéramos quedar libres del pecado, de su poder y de su juicio. Sobre la misma base Él llevó nuestra enfermedad y nuestros dolores. Los llevó para que pudiéramos ser libres y no tuviéramos que llevarlos nosotros. Dios lo hizo el portador de nuestro pecado y el portador de nuestra enfermedad. El que no conoció pecado fue hecho pecado, y el que no conoció enfermedad fue hecho enfermedad. 

En el ministerio de Cristo, el Dios-Padre reveló que era Su voluntad sanar al hombre físicamente. Ahora, en la redención, Él quebranta el poder de la enfermedad sobre el hombre y lo deja libre poniendo enfermedad y dolencias sobre Cristo. Satanás, que tuvo la autoridad en el imperio de la muerte espiritual, fue reducido a la nada (He 2.14). En esa victoria, las dolencias y la enfermedad, obra de Satanás, fueron reducidas a la nada también. Por quebrantamiento de Cristo, somos sanados de la ley de la enfermedad. 
 
V.  La Sanidad en Nuestros Días 
 
El ministerio de Cristo sobre la tierra tuvo un doble aspecto al afectar constantemente el espíritu y el cuerpo de los hombres. Su muerte tuvo también un doble aspecto al llevar nuestros pecados y enfermedades. Él es el mismo hoy, y el doble ministerio de bendición para el espíritu y el cuerpo ha continuado desde Su ministerio terrenal hasta nuestros días. 

El llevó sobre sí la muerte espiritual del hombre para que éste tuviera vida, y en Su Palabra proveyó lo necesario para la salvación del hombre. Llevó también sobre sí las enfermedades del hombre, y en Su Palabra proveyó asimismo lo necesario para su salud. 

En Marcos 16, El dio a Sus discípulos la Gran Comisión. Está para partir al lado del Padre donde se hará cargo de Su obra a Su diestra. Sus discípulos van a tomar Su lugar en la tierra. Sus representantes van a continuar Su ministerio; van a hacer lo que Él haría si continuara aquí. Por eso, en Su Comisión a un mundo por el cual Él murió, revela que habrá de continuar el doble ministerio. 

Primero, la comisión es satisfacer las necesidades espirituales de1 hombre: “Todo el que creyere y fuere bautizado será salvo” (Mr 16.16). Todo hijo de Dios puede apropiarse para sí esta parte de la comisión donde se enseña que la fe en Cristo es esencial para la salvación, y que la incredulidad lo excluye a uno de ella. 

Luego viene la segunda parte de la Comisión en Marcos 16.17: “Y estas señales seguirán a los que creyeren”. La palabra griega “creer” es la misma que se usa en el versículo 16, excepto que una está en singular y la otra en plural. ¿Qué derecho ha tenido alguno de separar estas palabras de Cristo que vienen inmediatamente después de la primera parte de la comisión? 

¿Dónde, en Su Palabra, Él implicó que las primeras palabras se referían a todos los hombres, y que las últimas solamente a los cristianos del periodo apostólico? Ambas promesas penden de la misma raíz "creer‟. El acto de creer lo lleva a uno a pertenecer a la familia de Dios. El jugoso racimo de promesas maravillosas que sigue pertenece a todos aquellos que creen, o a los creyentes, según la traducción literal. 

El hombre se ha mantenido firme en la primera promesa porque supo cómo usarla; y se ha deshecho de la otra porque ignora cómo debe usarse. Cristo llevó las enfermedades del hombre para que éste no tuviera que llevarlas, y lo que Él preparó para la salud del hombre se encuentra en esto: “En mi Nombre... pondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán”. 

El ministerio de los discípulos bajo la dirección del Espíritu Santo, tuvo la misma doble bendición que el ministerio de Cristo. Una redención completa fue predicada por ellos; el nuevo nacimiento para el espíritu y la salud para el cuerpo. Las dos corrientes de bendición que comenzaron desde el ministerio personal de Cristo, corrientes de regeneración y de salud, han continuado desde entonces, al través del período apostólico y hasta el presente, dondequiera que los cristianos se han atrevido a actuar de acuerdo con Su Palabra. 

Nuestro derecho para sanar que nos fue otorgado en Su Redención, ha sido investido con la autoridad de Su Nombre. Hoy, Él espera confirmar esta Palabra tal y como la confirmó en los días apostólicos (Mr 16.20). 
 
PREGUNTAS 
 
1. Mencione las tres actitudes actuales con respecto a la sanidad. 

2. Explique por qué la primera actitud es falsa. 

3. Si la tercera actitud es correcta, demuestre por qué la segunda es falsa. 

4. Explique claramente el origen de la enfermedad. 

5. ¿Cómo revelan la vida y el ministerio de Cristo la actitud del Padre hacia la enfermedad? 

6. Mencione y explique algunos incidentes en el ministerio de Cristo que revelan que la enfermedad procedió del imperio de la muerte espiritual. 

7. ¿Por qué una redención completa del dominio satánico debe incluir la salud? 

8. ¿Por qué tenemos el derecho legal de ser sanados? 

9. ¿Qué proveyó Cristo para la continuación de Su ministerio de sanidad? 
 

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