Lección 13
LA LEY Y EL TABERNÁCULO
(Continuación)
I. La Puerta (Éxodo 27.16-19)
Al comenzar con la Puerta, comenzamos donde Dios terminó las instrucciones que le dio a Moisés para la construcción del Tabernáculo. Él comienza con el Arca y su Propiciatorio, y de aquí parte hasta que llega a la Fuente de Metal, el Altar de Bronce y finalmente la Puerta. Comenzamos, pues, donde Dios termina, y esto es muy sugestivo.
La redención es completa, y con la obra completa comenzamos. Al contemplar la pared del atrio nos damos cuenta que la cosa más prominente es la Puerta. Esta tipifica a Cristo como la única Puerta o camino a Dios. El hombre espiritualmente muerto está afuera, y Cristo vino para ser la senda divina para que el hombre regresara a Dios. “Yo soy el Camino”, dijo Jesús.
Recordamos que en el Jardín del Edén Dios arrojó al hombre de Su presencia. Ahora, Él mismo provee un camino para que el hombre pueda regresar Él. Había solamente una puerta en el atrio. Si fuéramos a mirar al lado sur, al norte o al poniente, veríamos solamente una larga extensión de lino blanco inviolado. Era sólo lino, pero el forzar una entrada sería apresurarse a una destrucción segura. El lino estaba allí para marcar los límites sagrados. Todo el que quisiera acercarse a Dios tenía que hacerlo de la manera indicada.
Al llegar al lado oriental y ver la puerta, contemplamos el azul, el púrpura, el escarlata y el lino fino torcido; todo ello simbólico, como lo hemos visto, de Cristo que es la Puerta (Jn 14.6; 10.7-9). Cualquiera de los hombres de Israel podía entrar por la puerta y traer su sacrificio al altar, pero solamente un sacerdote podía penetrar por la puerta hasta el Tabernáculo.
II. Los Muebles del Tabernáculo
Como lo hemos mencionado ya, al dar las instrucciones a Moisés, Dios comenzó con el Arca y siguió hasta el Altar de Bronce. Esto es simbólico de la senda recorrida por Cristo. El hombre no podía aproximarse a Dios. Dios tenía que venir al hombre. Cristo vino de la Gloria a la tierra; a la cruz, donde encontró al hombre espiritualmente muerto, y finalmente volvió de nuevo al Padre. Así, desde el Arca, que estaba en el Lugar Santísimo, hasta el Altar de Bronce colocado cerca de la puerta, contemplamos el sendero que Cristo recorrió desde la Gloria hasta la cruz, donde se identificó con el hombre espiritualmente muerto y luego regresó de nuevo al Padre. Esto muestra la completa redención realizada por Cristo a favor del hombre.
III. El Altar de Bronce (Éxodo 27.1-8)
Observemos el Altar de Bronce. Estaba colocado cerca de la puerta. Era el lugar donde Dios encontraba al hombre espiritualmente muerto. Estaba hecho de bronce y de madera de acacia, una madera incorruptible. Ello habla del Señor Jesucristo, Aquel que no tuvo pecado. Esa madera estaba cubierta de bronce. El candelero, el Altar del Incienso, la Mesa de los Panes y el Arca estaban hechos de oro, pero no el Altar.
El bronce habla de pecado. Fue en el Altar de la Cruz donde el pecado del hombre cayó sobre Cristo. En la Cruz, Cristo fue abandonado por Dios. El Altar de Bronce muestra la identificación de Cristo con el hombre en la cruz. Dios descendía desde el Propiciatorio, que era el trono, hasta el Altar donde encontraba al israelita culpable, quien a su vez había traído al Altar, en obediencia al mandato de Dios, un sacrificio perfecto.
¡Cuán expresivo era el acto de aquel que traía el sacrificio! Leemos: “Pondrá sus manos sobre la cabeza del macho cabrío”. Eso era identificarse con el sacrificio, confesando que merecía morir pero que Dios había preparado un sustituto. Cuando el fuego consumía el sacrificio ya no quedaba sentencia pendiente contra el pecador, y aquel que había traído el sacrificio podía retirarse del Altar sabiendo que su pecado había sido perdonado.
Porque Jehová dijo: “Le será perdonado”. En la cruz vemos a Jesucristo tomando el lugar del hombre, identificándose con todo lo que el hombre era, y el juicio de Dios cayendo sobre Él.
IV. La Fuente de Metal (Léase Éxodo 30.17-21)
En el Lugar Santo estaba la Mesa del Pan de la Proposición; doce panes. Un pan es un emblema del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1Co 10.17).
Nosotros “somos muchos”, precisamente como el trigo en el pan. Así como el trigo en la masa de harina se mezcla para formar un sólo pan mediante el cocimiento, así también nosotros, sobre la base de la identificación de Cristo con nosotros en la cruz llegando Él a ser lo que nosotros éramos, pagando en el sepulcro nuestra sentencia durante aquellos tres días terribles con sus noches de separación de Dios.
En la Crucifixión le contemplamos como éramos nosotros. En la resurrección, nos vemos como Él es. Romanos 6.5-6 dice: “Porque si hemos sido unidos con Él en una muerte como la suya, lo estaremos también en una resurrección como la suya; sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea desecho, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Versión Hispanoamericana).
Él es el Pan de Vida. Nosotros hemos llegado a ser ahora los portadores de esa Vida al mundo.
V. El Candelabro de Oro (Éxodo 25.31-40)
Este Candelabro de Oro que estaba en el Lugar Santo, también habla de nuestra identificación con Cristo en la semejanza de Su resurrección. Aquí vemos la unión de Cristo con Su Cuerpo (la Iglesia). Cuando leemos aquellas palabras, “Sus Brazos”, parecería como si el tronco central fuera el candelabro y los brazos hubieran salido de Él; y recordamos las palabras de Juan 15.5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”.
La unión con Cristo fue efectuada por medio de nuestra identificación con Su muerte, sepultura y resurrección. ¿Cómo fue hecho este candelabro? Hubiera sido comparativamente fácil haberlo fundido, pero Dios le dijo a Moisés cómo hacerlo. Debía ser labrado a martillo “una pieza labrada”. Al contemplar al obrero que golpea el metal precioso, nuestros pensamientos se vuelven a las Escrituras en Isaías 53.5, donde leemos que Cristo fue quebrantado por nuestras iniquidades. Sólo a fuerza de golpes pudieron ser formados los brazos del Candelabro; y sólo por la identificación del Hijo de Dios con nuestra Muerte Espiritual; sólo porque Él pagó la pena que nos correspondía a nosotros, pudimos llegar a ser completamente uno con Él. Fue por haber sido quebrantado en nuestro lugar, bajo nuestra condenación, por lo que nosotros podemos tomar Su lugar como hijos de Dios delante del Padre.
VI. La Resurrección Revelada
¿Hay algo en este Candelabro que pudiera mostrar de una manera clara que Cristo estaba retratando nuestra identificación con Él en Su resurrección? Sí, creemos que lo hay. El Candelabro debía ir adornado con flores de un árbol frutal. ¿Cuál fue el árbol que Dios seleccionó?
Tenía un vasto campo de donde escoger, y escogió el almendro. En Números 17 tenemos el relato de lo que sucedió con la vara de Aarón. Esta, con las otras once, fue dejada delante del Señor toda una noche. Por la mañana, había echado botones, habían brotado flores y producido almendras.
Nosotros somos las ramas, y llevamos fruto por nuestra unión con Él. Como la vara de Aarón, el Cristo viviente fue abatido hasta la muerte, sufrió hasta que nuestra pena quedó pagada. Pero se ha levantado para ser los primeros frutos de los que duermen. Cuando Él resucitó, nosotros resucitamos con Él.
Debió haber sido una obra muy difícil labrar a golpes de martillo un candelabro tan grande con sus brazos tan adornados. ¿Por qué no se hizo el cuerpo principal del candelabro y los brazos separadamente? Hubiera sido mucho más fácil manejarlos; los brazos podían haberse soldado al cuerpo principal, pero no se hizo así. De haberse hecho de esa manera, no hubiera sido un tipo verdadero de la unión que existió entre Cristo y Sus santos, la cual es vital y no artificial. Así, de una sola pieza de oro se hizo todo el Candelabro. “Una obra de oro puro labrada a martillo”. El oro es el símbolo de la Deidad. Ya vimos que el Altar y la Fuente de Metal fueron hechos de bronce, lo cual habla del juicio que cayó sobre Cristo al actuar como nuestro sustituto del pecado; pero ahora, en la resurrección, se levanta en la plenitud de Su Divinidad, y nosotros hemos recibido vida, y somos herederos juntamente con Él.
VI. El Altar del Incienso
En el Lugar Santo, delante del velo, estaba el Altar de Oro del Incienso. La palabra “Altar” significó un lugar de sacrificios, pero en este altar no se iba a ofrecer ninguno. Ya vimos que el Altar de Bronce y la Fuente de Metal mostraron la identificación de Cristo con nuestra Muerte Espiritual y que la Mesa de los Panes de la Proposición y el Candelabro de Oro muestran nuestra identificación con Él en la resurrección.
Este Altar del Incienso habla de Su Ascensión al Padre. El Altar insinúa Su sangre que ha sido derramada. Fue con Su propia sangre que Él entró al Lugar Santísimo, en el Cielo, habiendo obtenido redención eterna para nosotros.
Los materiales de que estaba hecho el Altar reiteran una vez más la verdad acerca de Su Persona. El oro proclama Su Divinidad. La madera simboliza otra vez Su humanidad. Nos coloca ante el hecho glorioso de que tenemos a la diestra de Dios, a un hombre (1Ti 2.5). Se nos recuerda aquí la verdad, de que como hombre, Él está intercediendo y defendiendo nuestra causa en el Cielo.
VII. El Arca del Pacto (Éxodo 25.1-22)
El Propiciatorio formaba la cubierta del Arca. A cada extremo había un querubín cuyas alas extendidas hacían sombra al Propiciatorio. En Romanos 3.24-25 leemos: “Cristo Jesús... al cual Dios ha propuesto en propiciación”. La palabra que se traduce como “propiciación”, en la Septuaginta es “Asiento del Perdón”. El versículo anterior se puede leer, entonces: “A quien Dios propuso para ser Asiento de nuestro perdón”.
Cabría preguntar: “¿Cómo pudo el trono del Dios Santo que aborrece el pecado ser un Asiento de Perdón y no un Trono de Juicio?” Levítico 16 nos presenta el relato del Día de la Expiación. En ese día se ponían delante del Señor dos machos cabríos. Luego se echaban suertes sobre ellos; y habiendo confesado Aarón los pecados de la congregación sobre uno de los dos, se le dejaba escapar al desierto, a algún lugar inhabitado, y ya nunca regresaba.
Sin embargo, es con el otro macho cabrío, con el que tenemos que ver ahora de manera especial. Se hace referencia a él como “para el Señor”. Mientras que el macho cabrío que se envía al desierto habla de sustitución, éste otro habla de propiciación. Cristo sobre la Cruz del Calvario realizó una obra sobre la cual Dios puede tratar con misericordia a la humanidad condenada.
Cristo fue propuesto para ser un Asiento de Perdón donde Dios, y el hombre espiritualmente muerto, pudieran encontrarse. Veremos lo que se hacía con el macho cabrío dedicado al Señor, o sea el de la Propiciación. El macho cabrío era matado; parte de su sangre era llevada al Lugar Santísimo y rociada por el sacerdote siete veces sobre el Asiento del Perdón. Al contemplar aquel sacrificio quemándose fuera del campamento, contemplamos en símbolo al Señor Jesús muriendo bajo el juicio de Dios, en favor nuestro. Pero al contemplarle levantándose de entre los muertos y pasar a las moradas celestiales con Su propia sangre, tenemos lo que corresponde al tipo de aquel sacerdote que se encamina hacia el Lugar Santísimo con la sangre del macho cabrío.
Hay algo muy sugestivo en la actitud del querubín sobre el Asiento del Perdón. La primera vez que se menciona al querubín en la Palabra de Dios, es cuando nuestros primeros padres son arrojados del Jardín del Edén. Allí, el querubín está asociado con la espada flamante; pero en la escena que estamos contemplando no hay ninguna espada, nada que pudiera decir: “Manténganse alejados”. Notamos luego cómo su mirada se vuelve hacia el Asiento de Perdón, como si desearan ambos querubines leer el significado de las manchas de sangre puestas allí por el Sumo Sacerdote. Estas marcas de sangre nos dicen cómo el trono de Dios en Israel se convirtió en el Asiento del Perdón, y no en el Trono de Juicio. Aquel que se sentó sobre ese trono vio, en aquella sangre, el tipo de la sangre de Aquel que no consideró Su igualdad con Dios como algo que debiera retener; Aquel cuya muerte satisfaría todas las demandas de la Justicia.
Por aquella sangre Él podía llegar hasta Israel en la persona de su Pontífice y extenderle el perdón cuando merecía juicio. Es todavía más instructivo notar dónde fue colocada la ley: “Y pondrás el propiciatorio sobre el Arca, y dentro del arca el testimonio que yo te daré” (Éx 25.21 Straubinger). Sobre aquella ley que ningún hombre espiritualmente muerto podía guardar y que sólo podía condenarle, estaban las manchas de sangre que le recordaban a Dios la obra de Justicia de Su Hijo.
PREGUNTAS
1. ¿En qué forma la puerta representa a Cristo?
2. ¿Qué característica notable de nuestra redención en Cristo se encuentra tipificada en el plan general del mobiliario del Tabernáculo?
3. ¿Qué significan el Altar de Bronce y la Fuente de Metal?
4. ¿En qué forma los Panes de la Proposición representan el Cuerpo de Cristo?
5. Demuestre cómo el Candelabro de Oro reveló los sufrimientos de Cristo.
6. ¿Cómo representó también el candelabro nuestra identificación en Su resurrección?
7. ¿Qué parte del Arca era el Asiento del Perdón?
8. ¿Por qué pudo el trono de Dios en Israel ser un Asiento de Perdón en vez de un Trono de Juicio?
9. ¿Qué sugería la actitud de los querubines?
10. ¿Por qué fue puesta la Ley dentro del Arca?
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