martes, 28 de septiembre de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 18


Lección 18
LA ENCARNACIÓN

Llegamos ahora al estudio del milagro más sorprendente de la creación, el milagro de la Encarnación. Ya vimos que si el hombre iba a ser redimido, la Encarnación era inevitable. La necesidad del hombre exigía la Encarnación del Hijo de Dios. El hombre estaba espiritualmente muerto, era un hijo de Satanás, sin nada que pudiera acercarlo a Dios.

La Encarnación de la Deidad proporcionaría un sustituto con una Deidad y una humanidad unidas de tal modo, que el Encarnado pudiera actuar como el Mediador del hombre (Jn 14.6). Además, estando la Deidad y la humanidad unidas, Él, como hombre, podría asumir las responsabilidades de la traición humana y pagar la pena, satisfaciendo las demandas de la Justicia para que la raza humana pudiera ser libertada de Satanás (He 2.14; Col 1.13-14) y le fuera dado el derecho de recibir la naturaleza de Dios (Jn 1.12).


I. La Realidad de la Encarnación

El Encarnado no podía nacer por procreación natural. No era posible para Dios entrar en un niño que hubiera nacido por procreación natural y realizar de ese modo una Encarnación. Ya vimos que por un hombre, la muerte (la naturaleza de Satanás) entró al mundo y pasó a todos los hombres, que por un hombre toda la raza humana murió espiritualmente y fue dominada por esa Muerte Espiritual: “Por consiguiente, así como el pecado entró en el mundo por un hombre. . . la muerte así pasó a todos los hombres” (Ro 5.12); “Así, por un delito, vino la condenación a todos los hombres” (Ro 5.18).

Si Jesús hubiera nacido por procreación natural y Dios hubiera venido a él, hubiera sido un hijo de Satanás con Dios habitando en él. Eso no hubiera sido una encarnación. Eso destruye totalmente la idea de una encarnación perfecta de Dios.

Si, por otra parte, Dios hubiera podido erradicar la Muerte Espiritual del espíritu de algún hombre convirtiéndolo en una encarnación, podría haber cambiado a toda la raza humana de la misma manera. De haberlo hecho así, hubiera constituido una injusticia para Satanás y una injusticia para Sí mismo; porque el problema del pecado no hubiera sido resuelto y el castigo de la trasgresión del hombre no hubiera sido aplicado.

El Redentor debía ser uno sobre quien Satanás no tuviera demandas legales ni autoridad. Esto solamente podría realizarse por un Redentor concebido y dado a luz como lo fue el Niño de Belén. La primera promesa de Dios sobre la Encarnación es dada en la conversación que Él tiene con Satanás un poco después del pecado de Alta Traición que cometió el hombre: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer; entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar” (Gn 3.15).

El Dios-Padre comprende que la necesidad del hombre puede satisfacerse solamente por medio de la Encarnación de Su Hijo. Y comprende también que el Encarnado no puede nacer por procreación natural; por eso profetiza que una mujer dará a luz un niño independientemente de la procreación natural, y que será llamado “la simiente de la mujer”.

Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿ Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios? Por tanto el mismo Señor os dará señal. He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is 7.13-14).

El niño va a nacer de la Casa de David y el “Señor mismo os dará señal”. Aquí Él usa el nombre Adonai; el Dios de los Milagros, Él mismo os mostrará un milagro, una maravilla. Algo fuera de lo ordinario va a acontecer, y nosotros decimos: “¿Qué es?” Él dice: “La virgen”, como si ya la hubiera señalado, “concebirá y dará a luz un hijo y llamará Su nombre Emanuel”.

Una virgen va a dar a luz un hijo en una forma sobrenatural y le va a llamar Emanuel, Dios con nosotros o Encarnación. Relaciónese esto con Lucas 1.31-36: “Y he aquí, concebirás en tu seno, y darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y le dará el Señor Dios el trono de David su Padre; y reinará en la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? porque no conozco varón. Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios”. El hijo, ya lo habréis notado, es concebido del Espíritu Santo. Por lo tanto, su nacimiento es sobrenatural.

Ella era prima de José, quien a su vez era de la familia de David. Por eso el profeta exclamó: “Oh, casa de David, ¿os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a Dios? Yo os daré una señal”. Él está señalando a esta hija de David que dará a luz a ese niño maravilloso, en un pesebre de Belén, 750 años después.

En Jeremías 31.22 Dios declara: “Una hembra rodeará al varón”. Este Encarnado no podría nacer por procreación natural porque el hombre es un ser caído y su simiente está sujeta a Satanás. Esta Simiente debe ser de alguien que no sea súbdito de Satanás, y por ello Este Ser maravilloso ha de ser concebido del Espíritu Santo, y el seno de la virgen va a servir simplemente de receptáculo de Ese Santo hasta el día en que sea dado a luz.

Isaías 42.6 dice: “Yo Jehová, te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes”. Adán fue creado, y el resto del linaje humano fue procreado por procesos naturales, pero este niño que va a nacer, será “formado” por un acto especial del poder Divino.

Pablo habla de Su nacimiento en las siguientes palabras tomadas de Filipenses 2.6-8: “El cual siendo su naturaleza la de Dios, no miró como botín el ser igual a Dios; sino que se despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Versión de Straubinger).

Nótense las siguientes expresiones: Siendo su naturaleza la de Dios, se desprendió de ella y tomó la forma de siervo, hecho semejante a los hombres, hallándose en la condición de hombre. Todo ello sugiere una acción divina distinta y separada, diferente de la procreación natural. He aquí un ser con el que Dios obra un milagro tomándolo de la Deidad misma, desde el cielo, y colocándolo en el seno de una virgen para ser unido a la carne por una concepción única.

De nuevo es Pablo quien dice: “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y presente no quisiste; mas me apropiaste cuerpo” (He 10.5). Dios apropió y preparó un cuerpo, un cuerpo especial para este ser llamado el Hijo de Dios.


II. La Pre-Existencia de Cristo

La encarnación presupone que este ser Encarnado tuvo una existencia diferente previa a Su venida a la tierra. Diecisiete veces en el Evangelio según San Juan se declara que Jesús fue enviado del Padre y vino a la tierra; y que de nuevo dejó la tierra y volvió al Padre. Todo el Evangelio según San Juan tiene como base el hecho de que Jesús vivió una existencia previa con el Padre, y que mientras anduvo en la tierra recordaba Sus experiencias en el otro mundo, y habló al Padre de tales experiencias y también se refirió al tiempo cuando Él regresaría para vivir de nuevo la vida con el Padre.

Juan 17.3-5 dice: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese”. Cristo, al encarar la crucifixión, recuerda la gloria que tuvo con el Padre antes de que el mundo fuera. Léanse también Juan 3.16, 8.42, 13.3 y 16.28-30. Miqueas 5.2 es una expresión profética notable de la preexistencia de Cristo y de Su venida a la tierra: “De ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo”. Aquí hay uno que va a nacer de la familia de Judá para ser el Señor de Israel; y sus salidas han sido desde el principio, desde la eternidad. Él ha viajado por todas partes al través de las eternidades y ha dejado Sus huellas en los siglos:

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1.1). “En el principio”, es decir, este Ser existió en el principio, en la eternidad. “El Verbo era con Dios”, este Ser eterno era con Dios; con Él, en compañerismo y en propósito, obrando juntamente con Él.

Por el cual asimismo hizo el universo” (He 1.2).

Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho fue hecho” (Jn 1.3).

Vimos en nuestra primera lección que la palabra “Dios” en Génesis 1.1 es “Elohim”, sustantivo plural que revela a la Trinidad obrando en la creación. En Génesis 1.26 escuchamos Sus palabras:

Hagamos al hombre a nuestra imagen”. A este Ser que se encarnó para poder ser el Redentor del hombre, nosotros lo contemplamos en la creación.

El Verbo era Dios”. Este Ser Eterno que estaba en amistad y en compañerismo con Dios, era Dios mismo. Poseía la misma naturaleza. Existía en la misma forma, en términos de igualdad con Dios (Fil 2.6).

Juan 1.14 dice: “Y aquel verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre)”. Este Ser se hizo carne. Se hizo hombre y habitó entre nosotros. Se hizo humano; fue de tal manera hombre como si nunca hubiera sido ninguna otra cosa. No obstante, nunca dejó de ser lo que había sido. Hizo Su hogar entre nosotros y vimos la gloria de Dios. Él era la imagen del Dios Invisible (Col 1.15).

Él era la representación exacta de Su sustancia (He 1.3 Versión Hispanoamericana). Desde el momento en que entró la muerte espiritual al mundo, hasta Su nacimiento, Dios obraba con miras hacia la encarnación, y repetidamente prometió la venida de Cristo, Su ministerio, Su muerte y Su resurrección.

Sus Sufrimientos: Gn 3.15; Sal 22.1-8; 31.13; 89.38-45; Is 53.1-12; Dn 9.26; Zac 13.1; 6.7.

Su muerte y sepultura: Nm 21.9; Sal 16.10; 22.16; 31.22; 49.15; Is 53.8-9; Dn 9.26.

Su resurrección: Sal 17.15; 49.15; 73.24; Jon 2.1-10.

Su ascensión: Sal 8.5-6; 24.7; 47.5; 68.18; 110.1.

Sus triunfos futuros: Is 40.10; Dn 2.44; 7.13-14, 27; Os 3.5; Mi 4.1-7.

El Redentor: Job 19.25-27; Gn 48.16; Sal 19.14; Is 41.14; 43.1; 44.22; 59.20-21; 62.11; 63.1-9; Jer 50.34; Gn 22.8; Is 53.7.


III. Unido Eternamente

Notamos aquí que cuando Cristo se hizo hombre en la encarnación, se hizo hombre eternamente. No tomó la humanidad como un vestido para llevarlo durante treinta y tres años y despojarse de él después; se hizo hombre para continuar siéndolo siempre. Hoy, a la diestra del Padre, hay un hombre en el cielo como resultado de la encarnación: “...Jesucristo hombre” (1Ti 2.5).


IV. El Hombre a la Imagen de Dios

El haber sido posible para la Deidad y la humanidad unirse en una persona por toda la eternidad, revela el lugar que el primer hombre tuvo en el plan del Dios-Padre. Dios había creado al hombre a Su propia imagen. Sólo un poco menos que Él mismo (Gn 1.26; Sal 8.5).

El hombre había sido creado tan semejante a Dios, que fue posible para Dios y para el hombre llegar a unirse eternamente en una sola persona. Fue posible que Dios y el hombre se unieran. Dios puede morar en estos cuerpos humanos nuestros. Dios puede impartir Su vida y Su naturaleza a nuestro espíritu y morar en nuestro cuerpo, en nuestro cuerpo humano.

Si Jesús fue una encarnación, entonces la inmortalidad es un hecho. Si recibimos la vida eterna para nuestros espíritus, tenemos la positiva seguridad de que nuestros cuerpos serán inmortales cuando el Señor Jesús regrese. Si la encarnación es un hecho, el cristianismo es sobrenatural. Todo hombre que ha nacido de nuevo es una encarnación. El creyente es una encarnación como lo fue la encarnación de Jesús de Nazareth. Dios puede ahora extirpar la muerte espiritual del espíritu del hombre y comunicarle Su vida porque las demandas de la Justicia han sido satisfechas en Cristo.

No podemos concebir a nadie que desee poner en duda la encarnación. Esta es la única respuesta al anhelo de Dios que hay en el corazón humano. Es la única solución a los problemas humanos del pecado, del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte. La encarnación prueba la pre-existencia de Cristo y es el fundamento y la razón de todas las manifestaciones maravillosas del poder Divino que ocurren después. Es la encarnación el milagro básico del cristianismo.


PREGUNTAS

1. ¿Por qué no pudo el Encarnado nacer mediante la procreación natural?

2. Explique Isaías 7.14.

3. ¿Qué revela Filipenses 2.6-8 sobre el nacimiento de Cristo?

4. Explique Juan 1.14.

5. Mencione algunos de los pasajes bíblicos que demuestren la pre-existencia de Cristo.

6. ¿En qué forma existió Cristo antes de la encarnación?

7. Mencione algunos pasajes proféticos de las Escrituras sobre: el nacimiento de Cristo, Su muerte, Su resurrección, Su carácter como Redentor del hombre.

8. Cuando Cristo se hizo hombre, ¿dejó de ser lo que había sido?

9. Mencione algún pasaje que demuestre que tenemos a un hombre a la diestra del Padre.

10. ¿Qué revela con respecto a la creación del hombre el hecho de que fuera posible para Dios tomar la naturaleza humana?





No hay comentarios: