Lección 25
EL MINISTERIO ACTUAL DE CRISTO
Hemos estudiado, en nuestro curso, la obra de Dios durante el período de 4,000 años que abarca la preparación para la venida de Cristo (Gá 4.4). Hemos estudiado también la vida terrenal de nuestro Señor Jesucristo, Su muerte y resurrección por nosotros, por las cuales nos redimió de la autoridad de Satanás (He 2.14).
Vamos a estudiar ahora el actual ministerio de Cristo; lo que Él está haciendo por nosotros ahora; lo que ha estado haciendo por casi dos mil años. El actual ministerio de Cristo ha sido ignorado por la mayoría de los cristianos. Muchos, cuando piensan en que Él dio Su vida por nosotros, piensan exclusivamente en Su muerte y en Su resurrección. No saben que cuando se sentó a la diestra del Padre comenzó a vivir para nosotros con tanta realidad como había muerto por nosotros. ¡Que pocos cristianos tienen un claro concepto del actual ministerio de Cristo!
Hay tres aspectos del ministerio de Jesús en favor nuestro: 1) Jesús antes de la crucifixión, como el despreciado “Varón de Dolores” (Is 53.3); 2) Jesús en la cruz como el “Hijo hecho Pecado” (2Co 5.21); y 3) Jesús sentado a la diestra de la Majestad en las alturas y exaltado con un “Nombre que es sobre todo nombre” (Fil 2.9-10).
Al repasar nuestros himnos nos damos cuenta de que pocos maestros y compositores han comprendido el actual ministerio de Cristo. Muchos contemplan a Cristo antes de la crucifixión como el Jesús despreciado. Otros lo contemplan solamente en la cruz. Pero sólo un grupo muy reducido han podido mirar más allá de la cruz y de la tumba para contemplar al Cristo sentado a la diestra de Dios.
Él ha dejado de ser el humilde y despreciado Galileo. Ha dejado de ser el Hijo hecho Pecado, y abandonado de Dios. Él es ahora el Señor de todo, el vencedor de Satanás, del pecado, de la enfermedad y de la muerte. Él es Aquel que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt 28.18).
Nosotros podemos hoy actuar sin temor, apoyados en Su Palabra, porque Él se hace Responsable de ella. El es el Fiador de este Nuevo Pacto: “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor Pacto” (He 7.22). El Fiador del Pacto es la Palabra: “Mas ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas” (He 8.6). El Nuevo Pacto ha sido formado y cimentado sobre la Palabra, y Él (Jesús) es el Fiador. Este Hombre, que hoy está sentado a la diestra del Padre, es el Fiador de esta Palabra.
Aquel que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra hace efectiva cada palabra en estas promesas. Estudiemos ahora lo que Él es hoy para nosotros en este Nuevo Pacto.
En la revelación que Pablo recibió, Dios descorrió el velo y nos manifestó el actual ministerio de Cristo. Él se sentó como nuestro “Sumo Sacerdote”, como nuestro “Mediador”, como nuestro “Intercesor”, como nuestro “Abogado” y como nuestro “Fiador” del Nuevo Pacto.
I. Jesús, nuestro Sumo Sacerdote
Hemos estudiado ya el sumo sacerdocio del Antiguo Pacto. El Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto era un tipo de Jesús, Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto.
Una vez cada año el Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto entraba al tabernáculo terrenal con la sangre de los becerros y de los machos cabríos para hacer la expiación anual por los pecados de Israel (He 9.25, 10.1-4). Además, Los sacerdotes diariamente ministraban y ofrecían los mismos sacrificios por los pecados de Israel (He 10.11).
Cristo entró al Cielo con Su propia sangre habiendo obtenido redención eterna por nosotros (He 9.12, 23-27). Cuando Dios aceptó la sangre de Jesucristo, manifestó con ello que las demandas de la Justicia habían sido satisfechas y que el hombre podía legalmente ser arrebatado de la autoridad de Satanás y restaurado al compañerismo con Él. Por el sacrificio de Sí Mismo, Cristo había quitado el pecado (He 9.26).
El crimen de alta traición de Adán ya había sido pagado y expiado por el único sacrificio de Cristo por el pecado (He 9.26). Por el sacrificio de Sí mismo, El había santificado al hombre (He 9.10-14).
“Santificar” quiere decir “apartar”, “separar”. Él había separado al hombre del reino y de la familia satánica. Y nosotros llegamos a estar tan separados del dominio satánico como Jesús mismo (Jn 17.14).
Cuando Cristo se encontró con María después de Su resurrección (Jn 20.17), le dijo: “No me toques, porque aun no he ascendido a mi Padre”. Entonces se encaminaba al Padre con Su propia sangre, señal de la pena que había pagado, y no podía ser tocado por el hombre. El ministerio de Jesús como Sumo Sacerdote no terminó al llevar Su sangre al Lugar Santo; todavía continúa como ministro del santuario (He 8.2).
La palabra “santuario” en Hebreos 8.2 significa en el griego “cosas santas”. El sigue siendo ministro de las “cosas santas”, y las “cosas santas” son nuestras oraciones y nuestra adoración. Nosotros no sabemos adorarle como debiéramos, pero Él toma nuestras peticiones y adoración tan frecuentemente imperfectas, y las presenta en forma bella delante del Padre. Estas “cosas santas” son nuestros “sacrificios espirituales” que Él hace aceptos delante del Padre. Cada oración, cada acto de adoración es aceptado por el Padre cuando se presenta en el Nombre de Jesús: “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo” (1P 2.5).
Deberíamos estudiar el ministerio sumosacerdotal de Cristo como se nos describe en el Libro de los Hebreos. El es un Pontífice misericordioso y fiel (He 2.17-18). Él es un Pontífice al que nos podemos acercar con nuestras flaquezas (He 4.14-16). Él es Sumo Sacerdote para siempre (He 6.19).
II. Jesús, el Mediador
Cuando Cristo se sentó a la diestra del Padre, ya había satisfecho las demandas de la Justicia y se convirtió en el Mediador entre Dios y el hombre: “Porque hay un Dios asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1Ti 2.5). Jesús es el mediador del hombre por dos razones: Por lo que Él es, y por lo que ha hecho:
Primero: Jesús es el mediador del hombre por virtud de lo que Él es. Él es la unión de Dios y hombre. El es el Verbo (“Aquel que era con Dios y era Dios”) y la carne (“...el Verbo fue hecho carne” Jn 1.14). Él es Aquel que existió sobre la misma base de igualdad con Dios, y que fue hecho a la semejanza de los hombres (Fil 2.8-9). Él ha tendido un puente sobre el abismo entre Dios y el hombre. Él es igual a Dios e igual al hombre y puede representar a la humanidad delante de Dios. Sin embargo, esto no bastaba para una mediación entre Dios y el hombre. El hombre era un eterno criminal delante de Dios y se encontraba alejado de su Hacedor (Ef 2.12), bajo el juicio de Satanás (Jn 16.11).
Y segundo: Jesús es el mediador del hombre por lo que El ha hecho: “Ahora, empero, os ha reconciliado en el cuerpo de Su carne por medio de muerte, para haceros santos, y sin mancha, e irreprensibles delante de Él” (Col 1.22). Dios nos reconcilió a Sí por Cristo (2Co 5.18). No podríamos tener un Mediador entre Dios y el hombre si primero no se hubiera efectuado una reconciliación entre el hombre y Dios. El hombre era injusto en su condición de muerte espiritual. En tal condición no podía acercarse a Dios. Ni tampoco Mediador alguno hubiera podido acercarse a Dios en favor del hombre.
Cristo nos ha reconciliado con Dios por medio de Su muerte en la cruz, para presentar ahora al hombre delante de Dios, santo y sin mancha. Por consiguiente, el hombre tiene el derecho de acercarse a Dios por Cristo, su Mediador.
Desde la caída del hombre hasta que Jesús se sentó a la diestra de Dios, ningún hombre se había acercado a Dios excepto por un sacrificio cruento, por un sacerdocio divinamente designado, o por visitas de ángeles o sueños. Mediante el ofrecimiento de Su propia sangre como Pontífice, Él perfeccionó nuestra redención, satisfizo las demandas de la justicia e hizo posible para Dios dar legalmente al hombre la vida eterna, haciéndolo justo e impartiéndole el carácter de hijo Suyo. Todo hombre no salvado tiene ahora el derecho legal de acercarse a Dios.
III. Jesús, el Intercesor
Jesús, como Pontífice, llevó Su sangre al Lugar Santísimo para satisfacer las demandas de la Justicia que eran en contra del hombre natural. Él, como Mediador, introduce al hombre no salvado a Dios. Juan 14.6 afirma que Jesús es el camino a Dios, y que nadie puede acercarse hasta Dios sino por Él. Tan pronto como un hombre acepta la obra de reconciliación de Cristo, se convierte en hijo de Dios. Entonces comienza Cristo Su obra intercesora por él.
Jesús es el Mediador para el pecador, pero es el Intercesor para el cristiano. Cabría preguntar aquí: “¿Por qué un hijo de Dios necesita de alguien que interceda por él?” La respuesta se encuentra en Romanos 12.2. En el nuevo nacimiento, nuestro espíritu recibe la vida de Dios. Lo que necesitamos en seguida es que nuestras mentes sean renovadas. Durante todo el tiempo anterior a nuestro nuevo nacimiento, anduvimos de acuerdo con Satanás (Ef 2.1-3). El gobernó nuestra mente.
Ahora que nuestro espíritu ha recibido la vida de Dios, nuestra mente debe ser renovada para que podamos conocer nuestros privilegios y responsabilidades como hijos de Dios. Efesios 4.22-24 nos indica la necesidad de una mente renovada. El nuevo nacimiento es instantáneo, pero la renovación de nuestra mente es un proceso gradual. Su crecimiento es determinado por nuestro estudio y meditación de la Palabra.
Durante este período necesitamos la intercesión de Cristo. Muchas veces obstruimos el compañerismo con el Padre porque, ignorando Su voluntad, decimos y hacemos cosas que no le agradan. Necesitamos de Su intercesión por causa de la persecución satánica en contra nuestra:
“Bienaventurados lo que padecen persecución por causa de la justicia” (Mt 5.10). Esta no es la persecución de los hombres, sino de los demonios.
Mateo 5.11-12 se refiere a la persecución de que somos objeto por parte de los hombres. Los demonios nos persiguen por causa de la justicia. Nos odian y nos temen porque Dios nos ha declarado justos. Y porque no hemos comprendido plenamente la autoridad que poseemos, nos hacen tropezar muchas veces.
A pesar de ello, Él es capaz de salvarnos hasta lo sumo porque vive eternamente para interceder por nosotros (He 7.25). Nadie puede hacer cargos a un hijo de Dios porque Él lo ha declarado justo. No hay nadie que lo condene porque Jesús vive para interceder por él (Ro 8.33-34).
IV. Jesús, el Abogado
Llegamos al Padre por Cristo, nuestro Mediador. Hemos sentido las dulces influencias de Su Intercesión a favor nuestro. Pero ahora deseamos conocerle como nuestro Abogado delante del Padre. Cuántos cristianos que hoy viven alejados del compañerismo Divino vivirían vidas victoriosas en Cristo si hubieran sabido o supieran que Jesús es su Abogado.
Por motivo a que nuestra mente no ha sido renovada y también por causa de la persecución satánica, algunas veces pecamos y damos lugar a que nuestro compañerismo con Dios se interrumpa. Todo hijo de Dios que suspende su compañerismo con el Padre cae bajo condenación. Si no tuviera abogado, estaría en una posición lastimosa.
La Palabra nos dice que si pecamos, abogado tenemos para con el Padre: “Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo” (1Jn 2.1). En 1 Juan 1.3-9 se nos proporciona el método Divino para mantener nuestro compañerismo con Él. Si pecamos suspendiendo nuestro compañerismo con Dios, podemos renovar dicho compañerismo confesando nuestro pecado.
El ministerio de Jesús como abogado es una tarea de Él de parte de Dios. No obstante, Él no puede actuar como nuestro abogado si no confesamos nuestro pecado. En el mismo momento en que lo confesamos, Él lleva nuestro caso ante el Padre. La Palabra declara que cuando confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia. Dios puede perdonar nuestros pecados y ser perfectamente justo al hacerlo, porque Cristo los llevó sobre sí (Is 53.6).
Él es también fiel y está dispuesto a borrar nuestros pecados en el momento mismo en que los confesamos; y los borra de tal modo, como si nunca hubieran existido. Es absolutamente esencial que los cristianos conozcan a Jesús como su Abogado. Muchos que han estado fuera del compañerismo, han confesado sus pecados muchas veces sin recibir la seguridad de restauración, porque ignoraban que Jesús era su Abogado. No se apropiaban el perdón al confesar sus pecados. No obraban de acuerdo con la Palabra, la cual declara que el Padre perdona en el momento mismo en que hay confesión.
Ningún cristiano debe permanecer con su compañerismo roto más tiempo del que se necesita para pedir el perdón de sus pecados. Lo que el Padre perdona, lo olvida. Todo hijo Suyo no debe deshonrarlo pensando en sus pecados otra vez.
V. Jesús, el Fiador
Jesús es nuestro fiador personal. He aquí el más vital de todos los ministerios de Jesús a la diestra del Padre. Bajo la ley, el Sumo Sacerdote era el fiador del Antiguo Pacto. Si el Sumo Sacerdote fallaba, interrumpía las relaciones entre Dios e Israel. La sangre de la expiación perdía su eficacia. Bajo el Nuevo Pacto, Jesús es el Sumo Sacerdote y el Fiador del Nuevo Pacto: “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor Pacto” (He 7.22).
Nuestra posición delante del Padre es absolutamente segura. Sabemos que durante toda nuestra vida tenemos a la diestra del Padre a un Hombre que está allí para actuar en favor nuestro. Él nos está representando ante el Padre. Él conserva siempre Su posición con el Padre. Y nosotros, no importa cuál sea nuestra posición, siempre tenemos a alguien que nos representa ante el Padre. Nuestra posición adquiere así una seguridad permanente.
PREGUNTAS
1. Señale tres aspectos del ministerio de Jesús.
2. Demuestre cómo el Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto era un tipo de Jesús, el Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto.
3. ¿Qué significó la aceptación de la sangre de Cristo por el Padre?
4. Dé dos razones por las cuales Cristo es el Mediador del hombre.
5. ¿Por qué un hijo de Dios necesita de un Intercesor?
6. ¿Cuáles son las dos clases de persecución mencionadas en Mateo 5.10-12?
7. ¿En qué forma actúa Cristo como nuestro Abogado?
8. ¿Por qué es esencial que todo cristiano conozca a Jesús como su Abogado?
9. ¿Qué significa para usted Jesús como el Fiador del Nuevo Pacto?
10. Mencione cinco aspectos del actual ministerio de Cristo y cite pasajes para cada uno de ellos.
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