miércoles, 6 de octubre de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 20


Lección 20  
LA REDENCIÓN 

 I.  El Objeto de la Encarnación  

La encarnación tuvo como finalidad que al hombre se le pudiera otorgar el derecho de llegar a ser un hijo de Dios (Jn 1.12). El hombre solamente podría convertirse en hijo de Dios recibiendo la naturaleza Divina. Por lo tanto, Cristo vino para que el hombre pudiera recibir la vida eterna (Jn 10.10). El hombre recibiría la vida eterna sólo después de haber sido redimido legalmente de la autoridad de Satanás (Col 1.13-14). 

Por lo tanto, el siguiente paso en nuestro estudio, después de la encarnación, es la redención, que fue realmente el objeto de aquella. Ya hemos visto que las cualidades del Redentor del hombre requerían un Encarnado. Ahora estudiaremos cómo el Encarnado redimió legalmente al hombre de la autoridad de Satanás, e hizo posible para él recibir la naturaleza de Dios. 

La redención del hombre es legal. Gira en torno de le ley de la identificación. La identificación tiene dos aspectos. Incluye la identificación del hombre con Adán y también su identificación con Cristo. Todo el plan de la redención gira en torno de esta doble identificación del hombre con Adán y con Cristo. 

 

II.  La Revelación de Pablo  

Dios le dio a Pablo la revelación de la obra terminada de la redención y del ministerio actual de Cristo. Pablo habla de que le fue dada esta revelación, en los siguientes pasajes: 

En Romanos 16.23-26, la llama “mi evangelio” y afirma que es una revelación de Jesucristo, no de hombre, sino de Dios. 

En Gálatas 1.6-17, se nos dice dónde recibió Pablo su revelación. Fue una revelación que se guardó en secreto, pero ahora le fue manifestada. 

En Efesios 3:1-12, Pablo revela que su entendimiento del misterio de Cristo, el cual no había sido declarado a otras generaciones, se debió al hecho de que él lo recibió por revelación. 

Dentro de esta revelación concedida a Pablo, y como el fundamento básico de ella, estaba el descubrimiento de la identificación del hombre con Adán y con Cristo. Cuando un hijo de Dios comprende claramente esta doble identificación, puede estar seguro de que se han echado los cimientos para la renovación de su mente. Antes de estudiar el descubrimiento de esta identificación, estudiaremos por qué fue necesario el haber dado una revelación del rescate Divino después de que Cristo resucitó y ascendió al Padre. 

 

III.  Necesidad de la Revelación Paulina  

Vimos en la primera lección de este curso que existen dos clases de conocimiento. Una de ellas es el conocimiento del hombre natural. Esta se deriva de los cinco sentidos del cuerpo físico. La otra es la que el hombre recibe por el Espíritu Santo. A ésta se le llama conocimiento por revelación. La Palabra de Dios es dicha revelación. 

En la encarnación, la revelación de Cristo dada al hombre, le fue dada al nivel de los sentidos de su cuerpo físico. Juan dijo: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y nuestras manos han palpado, concerniente al Verbo de la Vida...” (1Jn 1.1-2 Versión Moderna). 

El hombre vio con sus ojos físicos a Cristo y las obras que Él hizo. El hombre contempló la vida del Hijo de Dios que se desarrolló delante de él. Escuchó con sus oídos las palabras que Él habló y también pudo tocarlo en sus manos. El conocimiento que el hombre poseyó de Cristo mientras Él vivió sobre la tierra, fue obtenido exclusivamente por sus sentidos físicos. Pero esta revelación física de Cristo no era suficiente para que el hombre creyese en Cristo como el Hijo de Dios o para que entendiese la redención que hay en Él. 

En Mateo 16.15-17, Pedro declaró que Cristo era el Hijo de Dios. Pero luego Cristo hizo una extraña afirmación: “No te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos”. Lo que Pedro había visto, lo que había oído, y lo que había palpado concerniente a la vida de Cristo, por medio de los cinco sentidos de su sistema nervioso (que estaban incrustados dentro de su carne), no le habían dado este conocimiento. Le había venido como una revelación especial del Padre; sin embargo, era sólo una revelación temporal, porque cuando Pedro vio con su sentido de la vista la muerte de Cristo y tal vez tocó Su cuerpo sin vida, toda esperanza huyó de su corazón. 

 

IV.  La Muerte y la Resurrección de Cristo tales y como las vieron los Discípulos  

Los discípulos se dieron cuenta del significado de la crucifixión de Cristo, de Su sepultura y de Su resurrección, sólo por medio de sus sentidos físicos. Contemplaron a Cristo cuando fue azotado; vieron los clavos metidos en Sus manos y en Sus pies. Escucharon Sus palabras: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado?” Vieron y tocaron Su cuerpo al ser embalsamado para ponerlo en el sepulcro. 

Vieron también la piedra del sepulcro ya removida y la tumba vacía. Vieron, oyeron y tocaron el cuerpo resucitado de Cristo. Le vieron ascender al cielo. Este conocimiento físico, no obstante, no les dio la percepción del significado espiritual de la muerte, de la sepultura y de la resurrección de Cristo. En la crucifixión del Señor solamente vieron Su sufrimiento físico. Nada supieron del sufrimiento espiritual de Cristo cuando Su Espíritu fue hecho pecado. Nada supieron acerca de dónde se encontraba el espíritu de Cristo o qué estaba haciendo Él durante todo el tiempo que Su cuerpo físico permaneció en la tumba. Nada supieron de la conquista de Satanás por Cristo en Su resurrección. Nada supieron de la ascensión de Cristo con Su propia sangre al Lugar Santísimo. Nada supieron del ministerio de Cristo a la diestra del Padre después de que los dejó. 

 

V.  Se Necesitaba una Revelación  

Fue necesario que el Espíritu Santo revelara la redención completa que fue efectuada dentro del Espíritu de Cristo en Su muerte, en Su sepultura y en Su resurrección. 1 Corintios 2.6-16 habla de esta revelación; esta sabiduría, como es llamada. Versículos 9-10: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó... empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu”. 

Esta revelación tan necesaria no podía ser dada sino hasta después de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino a guiarlos a toda verdad. Ahora que hemos visto la necesidad de que nos fuese revelada la redención, estudiaremos la identificación, o sea el corazón mismo del descubrimiento de la redención. 

 

VI.  La Identificación con Adán  

Romanos 5.12-21 nos da una descripción clara de la identificación. 

Génesis 3 nos relata el pecado de alta traición de Adán, pero durante 4,000 años la revelación guardó silencio sobre este asunto. Mas ahora Pablo nos declara que la raza humana estaba identificada con Adán en su transgresión. 

Romanos 5.12 dice: “Como el pecado entró en el mundo por un solo hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres” (Versión Hispanoamericana). La muerte que entró en Adán pasó a todos los hombres. Notamos aquí que no es solamente la muerte física, sino también la muerte espiritual, la naturaleza de Satanás. 

Romanos 5.14-17 afirma que esta muerte reinó siempre, aun sobre aquellos que no habían cometido pecado de alta traición, porque por el uno (Adán), o por medio de la identificación con él, los muchos habían muerto. Romanos 5.18 dice que por medio de la identificación con Adán, el juicio vino sobre todos los hombres. El juicio de Adán se convirtió en el juicio de cada hombre. En Romanos 5.19 se nos explica que por medio de Adán, o a causa de la identificación con él, todos los hombres fueron hechos pecadores. Romanos 5.21 dice que “El pecado reinó para muerte”. 

De este modo, Pablo revela que al través de los siglos y hasta el tiempo presente, el pecado ha reinado en el imperio de la muerte donde Satanás es Señor, por el hecho de que la raza humana quedó identificada con el primer hombre, Adán. 

Hay dos aspectos de la redención; el aspecto legal y el vital o físico. El legal es lo que Dios hizo por nosotros en Cristo; el vital es lo que Dios hace en nosotros en Cristo. También en la caída del hombre hay un aspecto legal y otro vital. El legal es lo que Satanás nos hizo en Adán, y el vital es lo que Satanás hace en nosotros cuando por naturaleza somos hijos de ira. 

Vital o físicamente, no estábamos en el jardín, con Adán; pero legalmente, su muerte, su esclavitud, su juicio y todo lo que la muerte espiritual le ocasionó, llegó a ser nuestro también. Ahora Dios ha redimido al hombre completamente de todos los resultados de la traición de Adán por medio de la identificación de la raza humana con Su Hijo. Este es el mensaje revelado en Romanos 5.12-21. Si el Señorío de Satanás sobre los humanos se debió a la identificación de la humanidad con Adán en su crimen de alta traición, es legalmente posible destruir las obras de Satanás por la identificación de la raza humana con el Hijo de Dios, el segundo Adán. 

 

VII.  La Identificación de Cristo con la Humanidad del Hombre  

Estudiaremos ahora los pasos por los cuales el Hijo de Dios y la humanidad se identificaron en el aspecto legal de la redención del hombre. El primer paso fue la identificación de Cristo con nuestra humanidad. Esto se verificó en Su encarnación (Jn 1.14; He 2.14): “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, El también participó de lo mismo”. 

Como vimos ya en nuestra última lección, Él anduvo como el primer hombre debió haber andado, haciendo la voluntad del Dios-Padre. Esto, sin embargo, no era una completa identificación con el hombre. No se había identificado con la naturaleza del hombre. Si Cristo hubiera participado en Su encarnación de la naturaleza que predominaba en el espíritu del hombre, hubiera estado espiritualmente muerto durante Su ministerio terrenal. No hubiera podido agradar al Padre haciendo Su voluntad ni tampoco revelarlo al hombre. Por lo tanto, Su identificación con la naturaleza espiritual del hombre se verificó durante Su crucifixión, cuando llegó el tiempo para Él de cumplir el propósito para el cual había venido al mundo. 

Isaías 53.4-6 nos describe la identificación de Cristo con nuestra naturaleza de muerte espiritual. La traducción directa del hebreo dice como sigue: “Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades, El castigo de nuestro bienestar fue sobre Él, y con sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas y el Señor cargó en Él la iniquidad de todos nosotros”. 

 

VIII.  La Identificación de Cristo con la Naturaleza Pecaminosa del Hombre  

La revelación que Pablo recibió y que nos narra en 2 Corintios 5.21, afirma que Dios realmente lo hizo pecado por nosotros. Él no solamente llevó nuestros pecados, sino que la misma naturaleza pecaminosa fue puesta sobre Él hasta que llegó a ser todo lo que la muerte espiritual había hecho del hombre. 

En la mente de Dios, no es Cristo quien está clavado en la Cruz, sino la raza humana. Así cada uno de nosotros puede decir con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado...” (Gá 2.20). En el jardín no estábamos con Adán vitalmente, pero lo estábamos legalmente. Del mismo modo, vitalmente no estábamos con Cristo en la Cruz, pero allí estábamos legalmente. La identificación de la raza humana con Cristo fue tan completa como lo fue la identificación con Adán. Ahora que la identificación de Cristo con la humanidad era completa, comenzaron los pasos de la redención. El primer paso fue pagar la pena que el hombre debía sufrir. El juicio pronunciado sobre el hombre, cayó sobre Él y fue olvidado de Dios. Isaías 53.8 dice: “Fue arrebatado por un juicio injusto, sin que nadie pensara en su generación. Fue cortado de la tierra de los vivientes. Y herido por el crimen de mi Pueblo” (Versión de Straubinger). El juicio, el golpe, eran para el hombre, pero Cristo tuvo que recibirlos porque Él y el hombre habían llegado a ser uno. 

Él murió bajo el peso de nuestro juicio y nosotros morimos con Él. Y al pagar Él nuestra pena en el infierno, nosotros estuvimos identificados con Él. El Salmo 88 nos retrata a un hombre justo en el infierno sobre el cual se descarga la ira de Dios con toda severidad. Esta cae con severidad sobre Él porque Él se hizo uno con nosotros por medio de la identificación. 

Hechos 2.24-28 nos manifiesta el sufrimiento de Cristo en el infierno. Nos dice que Su alma no fue dejada en el infierno (v. 27), sino que Dios le levantó, habiendo soltado los dolores de la muerte. La palabra griega “dolores” significa “sufrimiento intenso”, señalando que cuando Cristo fue levantado, Su espíritu fue soltado del sufrimiento intenso que soportó como nuestro sustituto del pecado. Cristo sufrió hasta que Dios pudo justificar a la humanidad. 

1 Timoteo 3.6 revela que Cristo fue justificado en Espíritu. Él, en la identificación, llegó a ser tan absolutamente uno con nosotros, que necesitó también ser justificado cuando la pena del hombre quedó pagada. (Rotherham dice que Cristo fue declarado justo en espíritu). 

El siguiente paso en la redención consistió en que aquel que había sido hecho pecado, fuese engendrado de Dios. Hebreos 1.5, al hablar de la resurrección de Cristo, dice que el Dios-Padre le dijo: “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy”. Hechos 13.33 dice: “La cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús como también en el Salmo segundo está escrito: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”. 

Jesucristo, una vez que fue pagada la pena del hombre, tuvo que nacer de Dios y pasar de muerte a vida exactamente como el hombre, porque se había identificado con nuestra muerte espiritual. Después de que Cristo fue justificado en espíritu y nacido de Dios, conquistó a Satanás como hombre. Es evidente que Satanás trató de retener a Cristo dentro de su autoridad. Y lo retuvo hasta que Dios pudo declarar justo al hombre. 

Romanos 4.25 (Versión de Rotherham) declara: “Quien fue entregado por nuestras ofensas y resucitado para declararnos justos”. Cuando fuimos declarados justos, la Palabra de Dios revela que Él fue hecho justo (1 Timoteo 316). Entonces fue engendrado de Dios, y en el poder de Su Deidad se encaró a Satanás y triunfó sobre él como hombre. 

Colosenses 2.15 dice: “Y despojando a los principados y a las potestades, los sacó a la vergüenza en público, triunfando de ellos en sí mismo”. Los exhibió como Sus conquistas. Cristo fue el primer hombre que se libertó de las garras de Satanás y triunfó sobre él. Cuando Él resucitó como hombre, las fuerzas de Satanás fueron colocadas bajo Sus pies (Ef 1.20-23). 

 

PREGUNTAS  

1. ¿Cuál fue el objeto de la encarnación? 

2. Cite tres pasajes de las Escrituras que hablen de la revelación dada a Pablo. 

3. ¿Por qué fue necesario que se diera una revelación? 

4. ¿Qué lugar tiene la Identificación en la redención? 

5. ¿Qué le pasó al hombre a causa de su identificación con Adán? 

6. Cite cinco pasajes de las Escrituras que hablen de la identificación del hombre con Adán. 

7. ¿Por qué Cristo se identificó solamente con la humanidad del hombre en la encarnación? 

8. ¿Cuándo se identificó Cristo con nuestra naturaleza espiritual? 

9. ¿Por qué fue necesario para Cristo ser vivificado en el espíritu? 

10. ¿Cuándo fue Satanás conquistado por Cristo en su calidad de hombre? 


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