sábado, 9 de octubre de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 21


Lección 21 
NUESTRA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO  

En nuestra última lección estudiamos los pasos por los cuales fue efectuada nuestra redención en Cristo, desde la hora de Su Crucifixión hasta el momento en que resucitó. 

Cuando Cristo ascendió al cielo con Su propia sangre había obtenido ya la redención eterna para nosotros sobre la base de Su muerte sustitutiva y de Su resurrección a favor nuestro: “Mas por Su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención” (He 9.12). “Mas Cristo habiendo ofrecido a perpetuidad un sacrificio por los pecados, se sentó a la diestra de Dios; aguardando lo que resta, hasta que Sus enemigos sean puestos por escabel de Sus pies. Porque con una sola ofrenda ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados” (He 10.12-14 Versión Hispanoamericana). 

Cuando Cristo se sentó a la diestra del Padre, el hombre ya había sido redimido perfectamente porque fue identificado legalmente con Cristo en Su obra redentora. 

Vimos en nuestra última lección que la muerte espiritual del hombre se debió a que había sido identificado legalmente con Adán en la caída. Ahora estudiaremos los pasos de la identificación del hombre con Cristo por los cuales quedó legalmente redimido de la muerte espiritual. Los pasos son seis: 

 

1. YO FUI CRUCIFICADO CON CRISTO 

Con Cristo he sido crucificado” dice Gálatas 2.20 (Versión Hispanoamericana. La versión de Valera y otras versiones tradujeron erróneamente este versículo como: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”). 

Romanos 6:6 dice: “Sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo para que el cuerpo del pecado sea desecho, a fin de que no sirvamos más al pecado” (V. H.). 

Romanos 4.25 nos dice: “El cual fue entregado por nuestras ofensas (o transgresiones), y resucitado para nuestra justificación” (V. H.). Él fue entregado a causa de nuestras transgresiones. En la cruz, Dios le hizo pecado por nosotros. El cargó con nuestra muerte espiritual y nuestras transgresiones. Se identificó con nosotros en la cruz. Fue nuestro substituto. 

 

2. YO MORÍ CON CRISTO 

Romanos 6.5 dice (V. H.): “Porque si hemos sido unidos con El en una muerte como la suya”. Y Romanos 6.8: “Mas si hemos muerto con Cristo” (V.H.). Al morir Él, morimos con Él. Cristo no hubiera muerto físicamente si antes no se hubiera puesto sobre Su Espíritu nuestra muerte espiritual. Por lo tanto, como consecuencia de nuestra identificación con Él en la crucifixión tuvo que sufrir la muerte de Su cuerpo que ya entonces se había hecho mortal, “sujeto a muerte” como aconteció con Adán cuando murió espiritualmente. Nosotros morimos con Él. Cuando Su espíritu dejó Su cuerpo físico y fue al infierno, nosotros estuvimos ahí identificados con Él. 

Puede haber objeciones con respecto al significado de las palabras de Cristo dichas al ladrón arrepentido en el momento de la crucifixión. Alguien podría preguntar: “¿Qué quiso decir el Maestro cuando dijo al ladrón en la cruz: De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso?” 

El no dijo: “Yo estaré contigo en el Paraíso hoy”. Lo que dijo en realidad fue: “De cierto, de cierto te digo hoy, te encontraré en el Paraíso”. Jesús no podía ir al Paraíso hasta no haber pagado la pena de las transgresiones del Antiguo Pacto que estaban cubiertas por la sangre. 

 

3. YO FUI SEPULTADO CON CRISTO 

Romanos 6.4 dice: “Fuimos, pues, por el bautismo sepultados juntamente con Él en muerte”; y Colosenses 2.12 afirma: “Fuisteis sepultados con Él en el Bautismo” (V. H.) El bautismo tipifica nuestra sepultura con Cristo; Su cuerpo permaneció en la tumba, pero Su espíritu sufrió en el infierno cuando pagó la pena que le correspondía pagar al hombre. Y Cristo pudo adecuadamente pagar esa pena y satisfacer las demandas de la Justicia, porque se había identificado con el hombre. La pena que Él pagó no fue la suya, sino la del hombre con el cual se había hecho uno. En la mente de Dios éramos tú y yo los que estábamos en aquel lugar de tormento soportando el juicio que nos correspondía. Sobre la base de esta identificación todo aquel que recibe la obra redentora de Cristo no necesita ir al infierno, porque queda libre; entre tanto, todo aquel que rechaza la redención de Cristo, debe ir allí. 

Al quedar pagada la pena por el pecado de alta traición, el hombre fue libertado de la esclavitud de Satanás. 

En Romanos 6.1-11, donde se nos habla de nuestra identificación con Cristo en su crucifixión, en su muerte y en su sepultura, se revelan los siguientes hechos: el cuerpo del pecado, o el cuerpo de la muerte espiritual, fue destruido (Ro 6.6); el hombre fue libertado de la muerte espiritual (Ro 6.7) porque murió en Cristo y pagó adecuadamente la pena que merecía; cuando la pena fue pagada, el hombre quedó justificado o declarado justo delante de Dios. Nos alegra saber el significado de la palabra “justicia”. 

Sócrates, llamado el padre de la filosofía, pensaba que antes de poder hablar inteligentemente sobre cualquier asunto debería uno definir los términos que va a usar. La palabra “justicia” significa “la capacidad del hombre para estar en la presencia de Dios tan libre de pecado y de condenación como si nunca hubiera existido en su espíritu la muerte espiritual”. 

Cuando Dios pudo declarar al hombre justo y legalmente libre de la muerte espiritual, tuvo el derecho de impartir vida, Su propia naturaleza, al espíritu del hombre. De modo que, después de que Cristo fue declarado justo en Su espíritu porque nuestra pena había sido pagada, fue resucitado. La identificación del hombre con Cristo, que había sido completa en la cruz, continúa, y el siguiente paso es: 

 

4.  YO FUI RESUCITADO CON CRISTO 

Colosenses 2.13 dice: “Y a vosotros, los que estabais muertos por los delitos y por la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él”. Y Efesios 2.5 declara: “Cuando estábamos aún muertos en los pecados, nos vivificó juntamente con Cristo” (Versión de Straubinger). Cuando Dios levantó a Cristo de entre los muertos, dijo: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (He 1.5; Hch 13.33). 

Él fue el primogénito de los muertos. Fue el primer hombre nacido de la muerte espiritual a la vida eterna. Fue el primer hombre sobre el cual fue quebrantado el dominio de la muerte. 

Romanos 6.9-10 nos dice: “La muerte ya no puede tener dominio sobre Él; porque la muerte que Él murió, la murió al pecado una vez para siempre” (Versión de Straubinger). Cuando se identificó con nosotros en la cruz, la muerte tenía dominio sobre Él, pero al pagar nuestra pena, ese dominio fue roto y Él quedó Liberado. 

Él murió al pecado y fue engendrado de Dios en el reino de la vida. Romanos 8.29 dice: “Porque Él, a los que preconoció, los predestinó a ser conformes a la imagen de Su Hijo; para que Éste sea el primogénito entre muchos hermanos” (Versión de Straubinger). Los “muchos hermanos” fueron legalmente identificados con Él en Su nacimiento de la muerte a la Vida, pero Él fue el primero que lo experimentó; fue el primogénito. Al tener vida legalmente con Cristo, fuimos conformados a Su imagen. 

La palabra “conformar” significa hacer algo exactamente semejante. Significa hacer algo de acuerdo con cierto modelo. Él, al ser hecho pecado, en la crucifixión, fue conformado a nuestra imagen, la imagen de la muerte espiritual. Cuando Él resucitó, nosotros resucitamos con Él. Con Él nosotros somos conformados a la imagen de este primogénito. Todo lo que Él es, lo somos nosotros. He aquí la razón por la cual somos coherederos con Él. Nosotros fuimos engendrados de la muerte a la vida con Él. 

En Romanos 6.11, Pablo nos dice que debemos tenernos por muertos para el pecado y vivos para Dios tanto como Cristo ha muerto al pecado y está vivo a Dios. La razón para ello estriba en que juntos fuimos engendrados de nuevo, y juntos recibimos vida legalmente. Todo aquel que recibe esta vida de Dios, es, en efecto, engendrado de muerte a vida, cuando personalmente acepta a Jesucristo como su Salvador. 

Nuestra identificación con Cristo en su muerte y en Su resurrección significa en realidad esto: es como si Adán hubiera ido al Infierno, sufrido el juicio que le correspondía y hubiera sido libertado; libertado de la esclavitud de la muerte espiritual, legalmente absuelto de su crimen de alta traición; y como si se le hubiera dado de nuevo el derecho de recibir la vida eterna y de andar en amistad y compañerismo con Dios. 

Si Adán hubiera podido hacer esto, el género humano que fue identificado con él en su muerte espiritual, jamás hubiera estado bajo el dominio de la muerte; pero Adán, no lo pudo hacer. Dios, en Su grande amor con que nos amó, envió a Su Hijo para realizarlo. En Adán toda la humanidad murió espiritualmente, y como base de la identificación con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, toda la humanidad ha resucitado legalmente: “Porque así como en Adán todos mueren; así también en Cristo todos serán vivificados” (1Co 15.22). 

El hombre o la mujer que ha aceptado a Cristo como Salvador y Señor puede andar en compañerismo con el Padre tan libre del dominio de Satanás, como si Adán nunca hubiera pecado, o como sí nunca hubiera muerto espiritualmente. En el nuevo nacimiento, el hombre pasa de la autoridad de Satanás al Señorío de Cristo: “El nos ha arrebatado de la potestad de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de Su amor” (Col 1.13 Versión de Straubinger). 

Ello se debe a que cuando Cristo fue liberado de la muerte a la vida, el hombre fue realmente liberado con Él. Todo lo que Cristo hizo no lo hizo para Sí sino para el hombre. Después de que Cristo fue liberado de la autoridad de Satanás, el siguiente paso fue despojarse de las fuerzas satánicas. 

La Palabra de Dios nos dice en Efesios 1.20-23 que cuando Dios levantó a Cristo de entre los muertos lo ensalzó a lo sumo muy por encima de todo principado, y potestad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra no solamente en este siglo, sino en el venidero. 

 

5.  YO FUI LEVANTADO CON CRISTO 

Y juntamente nos resucitó” (Ef 2.6). Nuestra lucha aquí, es contra los principados, contra las potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las huestes espirituales de iniquidad en las regiones celestiales. 

Efesios 6.12, dice: “Porque no es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes de este mundo en tinieblas, contra los espíritus malos que tienen su morada en los aires” (Versión Española A.F.E.B.E.). Tales son los gobernantes a quienes Cristo desarmó y ostentó como trofeos de guerra en la misma sala del trono satánico: “Y despojando a los principados y potestades, los expuso a pública vergüenza, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col 2.15 Versión Española A.F.E.B.E.). 

Para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo” (He 2.14). Otra versión del griego dice: “El dejó sin poder al que tenía el dominio de la muerte, esto es, al diablo”. Nosotros estuvimos identificados con Cristo en esta victoria sobre Satanás. Fue sólo por causa de nuestra identificación con Él, que triunfó así sobre Satanás, porque Él siempre fue más poderoso que el diablo. 

Fue por razón de Su identificación con nosotros, que como hombre tuvo que enfrentarse a Satanás en sus propios dominios y conquistarlo. Él se presentó allí como nuestro Representante y Sustituto. Su victoria fue la nuestra. Cuando Él despojó a Satanás de su autoridad, fue como si nosotros mismos lo hubiéramos hecho. 

Después de la justificación de Jesús, Satanás ya no tenía dominio sobre Él. Nuestra identificación con Cristo nos hace tan libres como Jesús lo es. 

 

6.  YO FUI SENTADO CON CRISTO 

Después de que el Espíritu de Cristo fue liberado del infierno, entró a Su cuerpo, levantándolo a la inmortalidad: “Con previsión habló de la resurrección del Cristo, que ni fue abandonado en el infierno, ni Su carne vio la corrupción” (Hch 2.31 Versión A.F.E.B.E.). Antes de Su ascensión para sentarse a la diestra del Padre, apareció a Sus discípulos diciéndoles que le había sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28.18). Como hombre, poseía autoridad sobre los gobernadores del mundo de estas tinieblas espirituales. 

Con esa autoridad se sentó a la diestra del Padre. Lo hizo por nosotros y para nosotros. Hechos 2.34-35 dice: “Porque David no subió a los cielos; empero el dice: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. En Hebreos 1.13, tenemos un cántico de alabanza dirigido al Hijo en que el Padre dice: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. 

Hebreos 10.13 nos dice que Él está esperando a que Sus enemigos vengan a ser el estrado de Sus pies. Estudiemos esto en relación con Efesios 1.20-23: “Qué obró en Cristo resucitándolo de entre los muertos, y sentándolo a Su diestra en los cielos, por encima de todo principado y potestad y poder dominación, y sobre todo nombre que se nombre, no sólo en este siglo, sino también el venidero. Y todo lo sometió bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza suprema de todo a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo” (Versión de Straubinger). 

Él puso legalmente todas las cosas bajo Sus pies (esto es, bajo Su cuerpo, la Iglesia) en Su resurrección, y está esperando hoy que Sus enemigos (enemigos del hombre: Satanás, el pecado, la enfermedad) sean vitalmente puestos bajo Sus pies. 

Nosotros estamos sentados con Él: “Y juntamente con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús” (Ef 2.6 Straubinger). Él está esperando que nosotros, en Su Nombre, tomemos vitalmente lo que ya es nuestro legalmente, y que en Su Nombre pongamos todos nuestros enemigos bajo nuestros pies a fin de que reinemos como reyes con Él. 

Lean y estudien con mucho cuidado Romanos 5.17. La identificación del hombre con Cristo ha destruido la obra de Satanás en la humanidad por la identificación del hombre con Adán. 

 

IDENTIFICADO 
(E. W. Kenyon) 
 
En la hora negra de la cruz 
con Cristo me identifiqué; 
cuando por todos Él murió; 
con Cristo me identifiqué. 
 
Cuando Su cuerpo traspasado 
hasta el sepulcro descendió, 
con Cristo me identifiqué; 
a los abismos del infierno 
donde Su espíritu bajó, 
con Cristo me identifiqué. 
 
En su resurrección, 
poder y gloria, 
con Cristo me identifiqué; 
hoy que a la diestra de Dios mora, 
también soy uno yo con Él. 

 

PREGUNTAS 

1. Mencione y discuta con amplitud los seis pasos de nuestra identificación con Cristo citando pasajes de las Escrituras para cada uno de ellos. 


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