Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.
Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote.
Marcos 5:25–34
Paso 1:
Debes Oír lo que Jesús Hará Por Ti
Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando OYO hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud y toco su manto.
En Marcos 5:27 vemos que la mujer oyó hablar de Jesús. La pregunta es, ¿qué cosa oyó la mujer?
Marcos 1:28
28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
¿Por qué motivo ocurrió esto? Debido a las sanidades y liberaciones que Jesús estaba haciendo en esa zona.
Marcos 1:32–34
32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
Jesús había sanado a muchas personas, y estas cosas estaban siendo conocidas en la región de Galilea, que era la zona donde vivía esta mujer.
Marcos 1:40–42
40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
Al sanar a este leproso en Galilea, Jesús nos dio nos a conocer su voluntad respecto a la enfermedad: sanar a todos los enfermos.
Y en el verso 45 dice “Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.” El leproso había salido por todos lados difundiendo lo que le había ocurrido. De tal forma lo hizo, que Jesús ya no podía entrar en las ciudades porque todo el mundo lo reconocía. Fue un hecho tan conocido que con toda seguridad la mujer debía haberlo sabido.
Debemos tomar en cuenta de que la lepra era una enfermedad que tenia la misma categoría que el flujo de sangre. Así que la mujer supo que había esperanza para alguien que sufriera una enfermedad como la de ella.
Marcos 3:7–10
7 Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de Galilea. Y de Judea,
8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él.
9 Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen.
10 Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él.
Esta mujer oyó que mucha gente estaba sanando por tocar a Jesús. Por ese motivo ella estaba convencida que si tan solo tocaba el manto de Jesús, seria sanada.
Esto mismo le paso a Bartimeo el ciego.
Marcos 10:46–47
46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
Bartimeo estaba sentado junto al camino mendigando, pero cuando oyó que venia Jesús, empezó a llamarlo a voces. El supo que su milagro estaba en camino.
Es interesante ver que llamó a Jesús, Hijo de David, el cual era un titulo de Mesías.
Es decir, Bartimeo conocía las escrituras, y al oír los milagros de Jesús el estaba listo para recibir el suyo.
Lucas 5:4–7
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
En este pasaje se encuentra la historia de la pesca milagrosa. ¿Qué cosa motivó a Pedro para volver a tirar las redes al mar?
En el verso 5, Pedro le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas EN TU PALABRA echaré la red.”
Aquí esta la clave: EN TU PALABRA.
Si quieres recibir algo de Dios debes oír lo que Jesús hará por ti.
Volviendo al leproso en Marcos 1:40–42, vemos que Jesús no solo puede sanarte sino que también quiere hacerlo. Su voluntad es sanarte. Su voluntad es que tu seas bendecido.
En Juan 10:10 dice: “. . . yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” En 3 Juan 2 vemos el deseo de Dios: “Amado, yo deseas que tu seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”
La voluntad de Dios es bendecirnos, que tengamos salud y que seamos prosperados en todas las cosas; pero El nos da una condición: “así como prospera nuestra alma.”
¿Cómo podemos prosperar nuestra alma?
Santiago 1:21
21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Lo que salva o prospera nuestras almas es recibir la Palabra de Dios, ahí se encuentra la respuesta, debemos recibir la palabra de Dios.
Romanos 10:17
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
De ahí vemos que para que la fe venga a tu corazón, debes oír, ¿qué cosa? La Palabra de Dios
Oír la Palabra de Dios es el primer paso para cambiar tu futuro.