miércoles, 25 de agosto de 2021
Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 8
lunes, 23 de agosto de 2021
Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 7
Lección 7
Al estudiar los problemas que tuvo que encarar el
Dios-Padre para proporcionar al hombre un redentor de la muerte espiritual,
vimos que la necesidad que el hombre tenía de tal redentor demandaba la unión
de la Divinidad y de la humanidad en un solo individuo. La necesidad que el
hombre tiene de justicia, de vida eterna y de un Mediador, solamente podía ser
satisfecha por la encarnación del Hijo de Dios.
La encarnación de la Divinidad con la humanidad
proporcionaría un sustituto donde estuvieran unidas la naturaleza Divina y
humana; sobre tales bases el Dios-Encarnado podría actuar como mediador del
hombre. Siendo igual a Dios por una parte, y unido con el hombre por la otra,
podría hermanar a los dos. Estando la Deidad y la humanidad unidas, el
Encarnado podrá asumir las responsabilidades de la traición del hombre y
satisfacer las demandas de la justicia Divina, y así tender un puente de unión
entre Dios y la humanidad.
I. La Primera Promesa de Dios Relacionada con la Encarnación
Cuando el hombre cometió el pecado de alta traición, murió
espiritualmente. En su estado de muerte espiritual se describe su condición,
como “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2.12). Sin embargo, inmediatamente el amor de Dios comenzó a
obrar en favor del hombre. El Dios-Padre se enfrentó a la condición del hombre
con toda equidad. Sabía que las necesidades del hombre podían satisfacerse
solamente sobre bases legales mediante la Encarnación de Su Hijo. Su amor no
escatimó ningún sacrificio como demasiado grande para restablecer el
compañerismo con el hombre.
La misericordia y la verdad se encontraron (Sal 85.10), y el triunfo del amor dio
al hombre la promesa de un Redentor. En su conversación con Satanás, Dios
anuncia al hombre la primera promesa de la Encarnación (Gn 3.15): “Y pondré enemistad
entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la
cabeza y tú le herirás en el calcañar”. Notemos cuatro afirmaciones
extraordinarias en esta promesa:
Primera: “Pondré
enemistad entre ti y la mujer”.
Es decir, habrá enemistad entre Satanás y la mujer. La
historia de la mujer prueba eso. La mujer ha sido comprada y vendida como si
fuera un mueble. Sólo donde el cristianismo ha penetrado al corazón de las
gentes, la mujer ha recibido un trato distinto que la ha elevado por encima de
la creación animal.
En países llamados cristianos ella es la heredera de
nuestras enfermedades y la víctima de los tribunales de divorcio. Los médicos
nos dicen que el 95 por ciento de los casos que requieren hospitalización, es
de mujeres.
Segunda: “Pondré
enemistad entre tu simiente y la simiente de ella”.
La simiente de Satanás es la raza humana no regenerada; la
simiente de la mujer es Cristo. Cristo fue perseguido desde que era un
pequeñito por la simiente de Satanás, hasta que finalmente lo crucificaron; y
desde la resurrección de Jesús hasta nuestros días, la Iglesia ha sido objeto
de las persecuciones más enconadas y de la enemistad del mundo.
Tercera: “La
simiente de la mujer”.
Aquí está la profecía de que una mujer dará a luz un hijo
independientemente de la procreación natural. Cualquier hijo es llamado siempre
“la simiente del hombre” o “hijo del hombre”.
Cuarta: “Y él te
herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”.
“Él te herirá en la cabeza”, es decir, en la cabeza de
Satanás. En todos los idiomas orientales la expresión “herir en la cabeza”
significa “quebrantar el señorío del que gobierna”.
El hombre le había entregado a Satanás su señorío. Satanás
acababa de adquirir el dominio que Dios había otorgado al hombre. Y Satanás va
a ejercer ese dominio hasta que llegue la Simiente de la mujer. Un Hombre va a
quebrantar su señorío.
“El calcañar”, es la Iglesia militante en la tierra. Los
largos períodos de persecución que ha sufrido la Iglesia por la simiente de
Satanás han quedado registrados como hechos históricos absolutamente
comprobados. Esta profecía es una de las más notables y claras que jamás se
haya cumplido. El Dios encarnado ha venido y ha reducido a la nada a aquel que
tenía la autoridad de la muerte, el diablo, y ha libertado a todos aquellos que
por el temor a la muerte vivían siempre sujetos a servidumbre (Hebreos 2.14).
Este pasaje también tuvo su cumplimiento en la ruda
persecución contra Jesús que culmina con Su muerte en el Calvario; y luego en
la persecución contra la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, y que hace Su voluntad
en la tierra.
Génesis 3.20
dice: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre
de todos los vivientes”. La palabra “Eva” en hebreo es Javah, que literalmente significa “la que vive o la que da vida”.
Aquí, dice Dios al hombre, que su esposa será la madre de “Aquel que da vida”,
nuestro Cristo.
II. Deseo Universal del Hombre Relacionado con la Encarnación
Los griegos y los romanos suponían que sus dioses habían sido divinos y humanos, lo cual demuestra el anhelo del hombre por una unión con la Divinidad. La encarnación no es más difícil de creer, que la creación del primer hombre. Adán fue creado por un acto del poder Divino; el resto de la raza humana fue engendrado por procesos naturales; pero este Redentor que nacería de la mujer será formado por un acto especial del poder Divino. El es el Dios Todopoderoso y la encarnación es, para Él, una cosa absolutamente posible.
III. Intentos de Satanás para Hacer Fracasar el Plan de Dios
No sabemos hasta qué punto Satanás comprendió el plan de
Dios para la redención del hombre cuando el Redentor le fue prometido a éste.
Lo que sí sabemos es que no lo comprendió completamente, pues de otro modo no
hubiera crucificado a Cristo (1Co 2.8).
Satanás pensó que la crucifixión significaba la destrucción de la vida de
Cristo, sin darse cuenta que en realidad era el medio de la redención del
hombre.
No obstante, Satanás debió haber comprendido el hecho de
que iba a venir un Redentor por medio de la humanidad, el cual quebrantaría su
dominio sobre el hombre. Por consiguiente, trataría de destruir el plan del
Dios-Padre. La obra de Satanás para frustrar el propósito Divino sigue dos
derroteros: (1) destruir el conocimiento de Dios en la tierra; y (2) destruir
la línea del Justo (del Mesías) en la humanidad.
Por estos dos medios haría imposible para el Redentor tomar
forma humana. Lo que el diablo desea es separar al hombre de todo compañerismo
con Dios.
El primer intento de Satanás para conseguir su propósito se
encuentra en el asesinato de Abel por Caín (Gn 4.1-15). Abel había
recibido el testimonio de que era justo al ofrecer un sacrificio de fe, de
acuerdo con la revelación que Dios le había dado: “Y Abel trajo también de los
primogénitos de sus ovejas, y de su grosura. Y miró Jehová con agrado a Abel y
a su ofrenda” (Gn 4.4).
“Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín,
por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio a sus
presentes; y difunto, aún habla por ella” (He
11.4).
Satanás sólo sabía que de Abel vendría el Redentor del
hombre; por lo tanto, destruyó su vida. Al hacerlo, destruyó la línea del Justo
que existía entonces.
Pero, después de esto, Génesis
4.25 afirma que a Adán y a Eva les nace Set. Parece que Eva comprendió que
una línea del Justo había sido destruida y que Set venía a ocupar el lugar de
Abel.
Ella le puso por nombre Set, que significa “sustituto”, y
dijo: “Dios me ha sustituido otra simiente en lugar de Abel, a quien mató
Caín”.
IV. La Simiente de la Mujer
A medida que van pasando las generaciones, la muerte
espiritual sigue actuando dentro de la vida del hombre, alejándolo de Dios y
entenebreciéndole la mente (Ef 4.17-18).
Satanás trata de mantener a la simiente de la mujer tan alejada de Dios, que Él
no pueda enviar a un Redentor por medio de la humanidad. Hasta ahora la única
promesa dada acerca de la encarnación había sido muy general. Por consiguiente,
la guerra encarnizada de Satanás contra la simiente de la mujer es total. Más
tarde, Dios hace la promesa del Redentor en forma más específica y definitiva,
y a medida que vayamos estudiando veremos una obra específica de Satanás
encaminada a destruir la línea del Justo, designado por Dios.
En Génesis 3.15, el Encarnado es llamado la simiente de la mujer, un término muy general. Pero Génesis 12.3 lo hace más definido, y el Encarnado se especifica con el término “la simiente de Abraham”. En el Salmo 89.3-4 se le denomina la simiente de David. Vendrá de la familia de David. Poco a poco se define una familia.
Isaías 7.14 lo
especifica más cuando dice: “He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y
llamará Su nombre Emmanuel”. Dice “la virgen”, como si ya la hubiera señalado.
Se designa aquí a un individuo.
Al estudiar la historia de Israel veremos los esfuerzos de
Satanás dirigidos hacia la simiente de Abraham; luego hacia la simiente de
David, y después, su odio enconado y la persecución a Jesucristo, nacido de la
virgen.
GÉNESIS 5
Génesis 5 nos, da la genealogía de Noé. Mientras
Satanás trabaja para destruir la línea del justo, Dios está preservando la
línea por medio de la cual vendrá el Redentor. Dios está actuando con miras a
la encarnación. Es bueno leer los capítulos cuatro y cinco de Génesis.
Notaremos dos cosas. Primera:
Después de que Caín se destaca ante nosotros por el asesinato de su hermano, se
menciona su progenie un poco, y termina en Lamec, un asesino también (Gn 4.18-23).
Segunda: El
Espíritu Santo se propone interesarnos en otro hombre, el tercer hijo que les
nació a Adán y a Eva, cuyo nombre es Set (Gn
4.24-26). Por esta línea vinieron Noé, Sem, Abraham, Jacob, y, más tarde,
Jesús, quien fue la simiente de la mujer que hirió la cabeza de la serpiente.
Para fijar nuestra atención en Set, la línea del Justo, el Autor Divino
repite, al principio del capítulo cinco, el relato original de la creación del
hombre, trazando la historia de Adán brevemente y luego dando en detalle el
linaje de Seth.
Esto nos demuestra que sus tratos son ahora con esta línea.
GÉNESIS 6
Génesis 6.1-3 dice: “Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas; se tomaron mujeres, escogiendo entre todas”.
Satanás había destruido el conocimiento de Dios en el
corazón del hombre. Los pensamientos de los hombres eran malos continuamente.
Solamente Noé conocía y andaba con el Dios verdadero (Gn 6.8-9). Si la humanidad hubiera sido dejada en esa condición,
después de la muerte de Noé, el conocimiento de Dios se hubiera perdido por
completo. La línea del Justo hubiera sido destruida y la encarnación no habría
sido posible.
Aparentemente, Satanás había triunfado en sus esfuerzos,
pero el propósito del Dios Todopoderoso no sería frustrado. Para Él era una
cuestión de poca monta el poner fin a la humanidad en su condición corrompida (Gn 6.11-13). Si la línea del justo iba
a preservarse y el conocimiento de Él iba a perdurar sobre la tierra, Dios
tenía que destruir a la humanidad y continuar la línea por medio de la cual
vendría el Redentor, por Noé.
Si en el pasado no pudimos comprender la obra del
Dios-Padre con miras futuras hacia la encarnación, tal vez nos ha sido difícil
entender la destrucción de la humanidad por el diluvio. Ahora, entendiendo
claramente que la necesidad del hombre solamente podía ser satisfecha mediante
la encarnación, nos damos cuenta de que el diluvio se hacia imperativo.
PREGUNTAS
1.
Explique las cuatro afirmaciones hechas en Génesis
3.15.
2.
¿Por qué el hombre universal anhela la unión con la
Divinidad?
3.
¿Cómo prueba la historia, que el hombre universal
anhela una encarnación?
4.
¿Cuáles fueron los dos medios que Satanás usó para
impedir el plan de Dios relacionado con la encarnación?
5.
Mencione el primer intento de Satanás para destruir
la línea del justo.
6.
Diga cuál es la diferencia entre Camitas y Setitas.
7.
Diga lo que pueda sobre los descendientes de Adán
por Caín.
8.
¿Por qué se le da atención especial en el capítulo
5 a la descendencia de Set?
9.
¿Cuál fue el propósito que tuvo Satanás al fomentar
los matrimonios entre Camitas y Setitas, tal como se lee en Génesis 6.1-3?
10.
¿Por qué fue necesario el diluvio?
sábado, 21 de agosto de 2021
Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 6
Lección 6
LA NECESIDAD DE UN MEDIADOR PARA EL HOMBREEn nuestras dos últimas lecciones estudiamos los problemas
que Dios encaró al proveer la Redención para el hombre.
Después de que el hombre hubo muerto espiritualmente, su
primera necesidad fue la de recibir la vida eterna, la naturaleza de Dios.
Vimos, sin embargo, que Dios no podía impartir al hombre Su propia naturaleza
excepto sobre la base de la justicia, que es la segunda necesidad del hombre.
La tercera necesidad del hombre fue la de tener un mediador, alguien que
pudiera acercarse a Dios e intercediera a favor suyo. Recordamos que después de
su pecado de alta traición, Adán fue arrojado de la presencia de Dios. Había
perdido ya su comunión y compañerismo con el Dios-Padre. El hombre permaneció
en la injusticia de Satanás (Jn 16.11).
No tenía ningún derecho de estar ante la Divinidad y ni siquiera podía
acercársele.
El hombre universal, en su condición de muerte espiritual,
reconoció que no tenía relaciones con Su Creador. Los templos, los altares y
los sacerdocios de todas las naciones son un testimonio elocuente de la
conciencia pecaminosa del hombre, de su temor a la muerte y al juicio y de su
ineptitud para aproximarse a la Divinidad apoyado en su propia justicia.
La India, con sus millones de sacerdotes luchando
inútilmente por conducir a su pueblo hambreado física y espiritualmente,
cayendo a tinieblas más profundas todavía, es un ejemplo revelador de la
necesidad que el hombre tiene de un Mediador.
I. La Condición del Hombre Ante Dios
Hemos visto en las lecciones
anteriores que el pecado del hombre lo unió y esclavizó a Satanás. Ahora el
hombre se sitúa ante Dios no sólo como un súbdito de Satanás políticamente (Col 1.13a), sino también como uno que
está ligado a él con un lazo vital (Ef
2.2; 1Jn 3.10).
Esta identificación del hombre con Satanás provocó que la
condenación y perversidad de Satanás llegara a ser propiedad del hombre (Jn 16.11).
El hombre se alejó de Dios, fue un extraño para Él (Ef 4.18). Su mentalidad y entendimiento
fueron ofuscados por el dios de este siglo (2Co 4.4).
Romanos 3.9-18
presenta catorce acusaciones contra la raza humana en su condición de muerte
espiritual (analice este pasaje). La declaración que procede del Trono de Dios
es que no hay ningún justo (Ro 3.10)
y que no hay ninguno que entienda y busque a Dios (Ro 3.11).
Efesios 2.12
describe la condición del hombre espiritualmente muerto. No tiene derechos en
el Pacto Divino; perdió todos los privilegios que Dios le había otorgado. Al
ser creado por la mano de Dios, el hombre había permanecido en justicia, con bases
legales para aproximarse y tener comunión con la Deidad. El hombre perdió todo
esto por su traición, y su condición se describe como sin esperanza y sin Dios.
Adán, que se había regocijado en su compañerismo con el
Dios-Padre, sintió, inmediatamente después de la muerte espiritual, su
incapacidad para permanecer delante de Dios. Eso se ve en Génesis 3.8. El hombre tuvo entonces la necesidad de un Mediador,
uno que pudiera presentarse delante de Dios en justicia y al mismo tiempo
representar a la humanidad y acercarse a Dios para interceder por ella.
Sin esperanza y sin Dios, en un mundo donde Satanás tiene
la autoridad de la muerte, la condición del hombre es ciertamente desesperada.
Por lo que se refiere a los esfuerzos puramente humanos, la condición del
hombre es sin esperanza. No tiene bases para la oración; si Dios escucha su
oración, es únicamente por Su gracia.
El Padre-Dios en Su amor y en Su deseo de compañerismo con
el hombre, inmediatamente proporcionó los medios por los cuales el hombre pudiera
acercarse a Él. Dios concedió a Adán y a sus hijos un medio para que se
acercaran a Él (Gn 3.21; 4.4).
Israel se acercaba a Dios por medio del tabernáculo, del
sacerdocio y de las ofrendas. Aparte de la manera designada por Dios, el hombre
no tuvo, ni tiene hoy, manera de acercarse al Dios-Padre. Desde el momento en
que el hombre se alejó de Dios por su caída, hasta el tiempo en que Cristo se
sentó a la diestra del Padre, ningún hombre ha tenido el derecho de acercarse a
Dios excepto por medio de un sacerdocio designado divinamente y por medio de un
sacrificio cruento, o Dios se ha acercado a él mediante sueños, visiones o
visitas de ángeles.
II. La Incapacidad del Hombre para Acercarse a Dios
En la vida de Israel tenemos ilustraciones del intento del
hombre por penetrar a la presencia de Dios antes de que llegara la vida eterna
por Jesucristo y la justificación que tiene como base Su obra consumada. Hay
muchos actos de la justicia Divina en el Antiguo Testamento que son difíciles
de entender excepto a la luz de la necesidad que el hombre tiene de un
Mediador.
Lv 10.1-3
contiene el relato de una de las lecciones que fue necesario que Israel
aprendiera para que se diera cuenta de su condición espiritual ante la
Divinidad. ¡Qué final tan calamitoso tuvo la dedicación del sacerdocio! Aarón y
su familia aspiraban aquella mañana al más alto puesto del favor Divino. El
tabernáculo había sido construido. La presencia de la Shekinah lo había llenado con Su gloria; la majestad de Jehová se
posaba sobre Israel.
Tras de ellos había una serie de milagros Divinos que los
habían señalado como el pueblo escogido de Dios, y ahora el primogénito de
Aarón, heredero al sacerdocio, y su hermano, son castigados repentinamente con
la muerte delante de toda la congregación ¿Qué la había ocasionado?
Los dos hijos de Aarón se quedaron al mediodía cerca del
tabernáculo del testimonio y en un arranque de jactancia o de curiosidad
tomaron incensarios con carbones encendidos, pusieron incienso en ellos y
entraron al lugar Santísimo, violando las disposiciones divinas al respecto.
Nadie sino el Sumo Sacerdote podía entrar allí, y sólo podía entrar una vez al
año... Repentinamente los dos jóvenes vacilaron, tropezaron y cayeron muertos.
Mientras Aarón permanecía horrorizado, en un choque nervioso y aturdido frente a los muertos, Moisés exclamó: “Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En mis allegados me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Y Aarón mantuvo su paz.
Israel había aprendido que ningún hombre podía aproximarse a
Dios sin ser invitado y en la forma que Él lo había indicado. En Números 16 encontramos otro ejemplo del
intento del hombre de acercarse a Jehová sin estar autorizado para ello. Es la
historia de Coré y su rebelión. Coré y un grupo de jefes de Israel estaban
celosos de Moisés y de Aarón e insistían en que ellos tenían el mismo derecho
de acercarse a Jehová, como lo tenían los sumos Sacerdotes designados por Dios.
Moisés sometió el asunto a prueba delante de toda la
congregación. Invitó a Coré y a sus seguidores a presentarse delante de Jehová
con sus incensarios listos para el acto de adoración. Al acercarse ellos,
Moisés advirtió al pueblo que se apartaran de las tiendas de estos hombres
perversos, que se atrevían a acercarse a Dios sin ser invitados, y a su propia
manera.
Apenas había dejado Moisés de hablar cuando la tierra se
abrió, y Coré y sus acompañantes, así como sus familias, fueron tragados vivos
y descendieron al Seol. Israel se apartó de la escena con miedo, respeto y reverencia
para un Dios Santo como Aquel.
Encontramos también otra ilustración en 1 Samuel 6.19. El Arca del Pacto había
sido capturada por causa del gran pecado de Elí. Había sido llevada a Gath por
los filisteos, y después de una serie de castigos que habían caído sobre las
ciudades paganas por causa de la profanación del Arca, la pusieron sobre una
carreta y la mandaron a Bethsemes. Las vacas que jalaban la carreta se
apartaron del camino y se metieron a un campo. Cuando algunas de las gentes que
trabajaban en el campo vieron el Arca, publicaron la noticia rápidamente por
todas partes, y de los alrededores acudieron miles de personas en actitud
reverente y curiosa al mismo tiempo.
Entonces, uno más atrevido que los demás, se acercó y quitó
la cubierta del Arca del Pacto, y por vez primera contempló aquella gente el
receptáculo Santo de los Diez Mandamientos. Pero, repentinamente fueron
atacados por una plaga y cincuenta mil de ellos cayeron muertos. Respeto, temor
y consternación se apoderaron de las gentes que quedaron vivas, y golpeando sus
pechos regresaron a sus hogares.
De nuevo se les había mostrado que nadie puede acercarse a
Dios sino por medio de un Sumo Sacerdote o mediante un sacrificio con
derramamiento de sangre. El hombre, por razón de su naturaleza satánica, no
puede ir a la presencia de Dios sin ser invitado. Necesita un Mediador.
IV. El Hombre Clama por un Mediador
Job dio expresión al clamor del hombre por un Mediador. El
tema de su poesía podría muy bien llevar como título la pregunta de los siglos:
“¿Cómo puede el hombre justificarse con Dios?” El libro de Job es el libro más
antiguo de todos los libros de la Biblia. Hay todas las evidencias de que fue
escrito por Jobab, uno de los primos de Abraham, en la época en que Jacob fue a
Egipto. Algunas partes de este libro muestran cuán vital era para el hombre, en
los días de Job, la necesidad de un Mediador.
En Job 4.12-17
tenemos la descripción de un hombre durmiendo, en su tienda, por la noche. En
visión escucha una voz que le dice: “¿Será
el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?”
Tal es el viejo y eterno problema al que se ha enfrentado el hombre juicioso de
todas las épocas. “¿Puede el hombre
mortal ser justificado o absuelto delante de Dios?
¿El hombre caído
puede ser puro delante de su Hacedor?” Nótese la palabra “mortal”. El
término mortal se aplica solamente al
cuerpo físico; el término hebreo usado para esta palabra, significa en realidad
“condenado a muerte”, “frágil”; en otras palabras, un súbdito del diablo.
El hombre se hizo mortal cuando quedó bajo el dominio del
diablo. El problema es: ¿Puede el hombre mortal, o el condenado a muerte, o el
que está bajo el dominio de Satanás, quedar sin condenación en la presencia de
Dios? (Job 9.25-35).
En Job 9, vemos
una expresión de Job a la agonía más profunda del alma del hombre universal.
Job yace en su tienda rodeado por aquellos que ama. Abre su corazón con
absoluta libertad expresando el temor que le oprime el alma en su lucha mortal.
Nos da figuras de lenguaje que describen la rapidez con que la vida pasa para
los ancianos.
Job continúa: “Si
digo, olvidaré mi queja, dejaré mi aburrimiento y me esforzaré: me conturban
todos mis trabajos; sé que no me darás por libre. Yo soy impío, ¿para qué trabajaré
en vano?” Toda esperanza falsa ha huido; Job se encuentra solo con su culpa
y su desesperación. Job nos quiere decir: “¿De
qué sirve que trate de quitar la tristeza de mi semblante y alegrarlo; si tengo
miedo de mis tristezas”?
Esta es la franqueza de la desesperación. Esta es la
inutilidad del saber humano de todo el orbe: seré condenado. Job sigue
clamando: “¿Por qué entonces trabajo en
vano? Aunque me lave con aguas de nieve y limpie mis manos con la misma
limpieza, aún me hundirás en el hoyo y mis propios vestidos me abominarán”.
¡Qué cuadro! “Mis propios vestidos (o el concepto de mi
propia justicia) me abominarán; porque Él no es hombre como yo para que yo le
responda y vengamos juntamente a juicio.” Job sabe que no puede comparecer ante
Dios cara a cara porque Dios no es mortal. Dios no está bajo la esclavitud y la
culpa del pecado como él. Entonces, Job pronuncia las palabras más cargadas de
tristeza que hayan salido de los labios de un hombre: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos”.
En otras palabras, no hay un Mediador entre nosotros que
tenga posición legal ante Dios y que al mismo tiempo pueda simpatizar y
entender, y también representar al humano. Tal es el grito de Job pidiendo un
Mediador; pero no es el clamor de Job solamente, porque Job ha reunido el
clamor de las edades y lo ha dejado escapar en un sollozo sin esperanza.
Con cuánta amargura dice: “Quite de sobre mí Su vara, y Su terror no me espante; entonces hablaré
y no le temeré; porque así no estoy en mí mismo”.
Job 25.4-6 dice: “¿Cómo pues se justificará el hombre con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo del hombre también gusano”? En la expresión “¿Cómo puede ser limpio el que nace de mujer?”, el escritor tiene en mente la caída del hombre por medio de Eva. Cuando nos dice que las estrellas no son limpias a los ojos de Dios, nos está indicando la traición de Adán cuando entregó la creación en las manos del diablo. Satanás lo había manchado todo para que Dios no pudiera contemplarlo con gozo.
Al hablar del hombre como un gusano, revela los abismos
profundos hasta donde el hombre había caído. El gusano se refiere a Satanás y a
la serpiente antigua, y el hombre catalogado como un gusano, es espiritualmente
un hijo del Diablo, sin esperanza y sin manera de acercarse a Dios. Job ha dado
expresión claramente a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.
Jeremías también reconoció que el hombre tenía necesidad de
un Mediador. Jeremías 30.21 dice: “Y de él será su fuerte, y de en medio de él
saldrá su enseñoreador; y le haré llegar cerca, y se acercará a mí: porque
¿quién es aquel que ablandó su corazón para llegarse a mí? dice Jehová”. Jeremías
comprendió que ningún hombre tenía el derecho de estar en la presencia de Dios,
ni tampoco el poder para hacerlo; y nos dice también que hay Uno que podrá
llegar cerca y podrá presentarse delante de Dios sin ser condenado. Jeremías
predice al Mediador que Dios proveerá para el hombre.
V. Requisitos de un Mediador
Ya vimos que la necesidad que el hombre tiene de vida
eterna y de justicia, solamente pueden ser satisfechas mediante la encarnación
del Hijo de Dios. La encarnación es la única respuesta a la necesidad que el
hombre tiene de un Mediador. Ningún ser humano nacido por procreación natural,
podía aproximarse a Dios para interceder por el hombre, en vista de que la
muerte espiritual abarcaba a todo el universo.
Los requisitos de un Mediador para el hombre son los
siguientes:
1. Debe ser un hombre, porque tiene que representar a
la humanidad.
2. Debe poseer la capacidad de entender y de simpatizar con las tentaciones del hombre.
PREGUNTAS
1.
¿Qué cosa en la historia de la humanidad manifiesta
que el hombre no tiene una posición aceptable ante la Divinidad?
2.
Dé una descripción de la posición del hombre
delante de Dios después de su pecado. Cite pasajes de la Escritura.
3.
¿Por qué el hombre necesitó de un Mediador?
4.
¿Cuáles fueron los medios de acercamiento a Dios
que les fueron proporcionados a Adán y a su familia?
5.
¿Qué reveló a Israel el incidente que se encuentra
en Levítico 10.1-3?
6.
Explique los otros dos incidentes en la vida de
Israel que muestran la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.
7.
¿Cómo expresó Job la necesidad que el hombre tiene
de un Mediador?
8.
Cite el pasaje de Jeremías donde se demuestra la
necesidad que el hombre tiene de un Mediador, y explíquelo.
9.
¿Cuáles fueron los requisitos de un Mediador para
el hombre?
10.
¿Cómo pudo satisfacerse la necesidad de un Mediador
para el hombre?
viernes, 20 de agosto de 2021
Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 5
El hombre siempre ha acusado a Dios de cometer injusticia
al tratar con la raza humana. El hombre afirma que Dios no es un Dios de Amor o
de Justicia porque creó al hombre sabiendo de antemano que éste caería. El
hombre objeta el derecho divino de mandar a uno al infierno y a otro al cielo.
¿Puede Dios justificarse ante estas viejas acusaciones que
se repiten hasta ahora?
El Dios-Padre tuvo el derecho de crear al hombre de la
misma manera que un hombre y una mujer buenos tienen el derecho de dar vida a
un hijo. Adán era el amo de sí mismo. No tenía por qué someterse a Satanás a
menos que él mismo lo decidiera. No era Adán el eslabón perdido, sino la corona
de la creación divina, colocada en la luz plena del conocimiento perfecto.
Hemos visto que el hombre fue creado para disfrutar de gozo
y de paz; y que el pecado, la enfermedad, la tristeza o la muerte no tenían
lugar en el plan original de Dios. Las condiciones actuales de la sociedad y
del mundo no son normales.
Dios se ha vindicado y permanece absuelto ante la raza
humana porque no dejó al hombre en esta condición, sino que proveyó la
redención, la cual el hombre podría disfrutar por medio de la fe en Cristo
Jesús y la que también traería la respuesta a toda necesidad humana.
I. Un Problema Triple
La necesidad del hombre solamente se satisface recibiendo
la vida eterna, la naturaleza de Dios. Sin embargo, Dios no puede impartir al
hombre Su propia naturaleza ni darle el privilegio de ser Su hijo hasta hacerlo
sobre bases legales. Por consiguiente, y puesto que el Dios-Padre lleva a cabo
la redención del hombre, independientemente de las obras de éste, el primer
problema que encara Dios es la necesidad que el hombre tiene de Justicia. El
Libro de los Romanos que nos da el aspecto legal de nuestra redención en
Cristo, menciona esta necesidad en el versículo 26 del capítulo tercero. La
versión de Torres Amat dice: “Por donde
quiera que se vea, Él es justo en sí mismo y el que justifica a aquel que tiene
fe en Jesús”.
Tal fue el problema. Debía hacérsele Justicia al hombre.
Dios debía tener el derecho legal de declarar justo al hombre, espiritualmente
muerto, e hijo de Satanás. La necesidad que el hombre tenía de justicia
implicaba un problema triple.
Primero, Dios
tenía que ser justo al tratar con el hombre. No debía pasar por alto su transgresión
y la pena debía ser pagada.
Segundo, Dios
debía tratar a Satanás sobre bases de absoluta justicia. Debía redimir al
hombre de la autoridad del diablo sobre bases legales.
Tercero, no sólo
debía ser justo con el hombre y con Satanás; sino también ajustar sus actos a
Su propia justicia. La justicia es la base misma de Su trono, y la norma debe
no ser menor. Debe haber bases legales sobre las cuales Dios pueda juzgar
rectamente a la raza humana y obligar a los hombres a pagar la pena del pecado
si rechazan el Sustituto del pecado que Él ofrece.
II. La Pena del Pecado del Hombre
Cuando la justicia presentó su demanda de que el hombre
pagara la pena de su crimen, el hombre no podía pagar ni siquiera los
intereses. No había atenuante para el crimen que el hombre había cometido. Su
crimen era un pecado imperdonable puesto que se trataba de alta traición. ¡La
pena del pecado del hombre era el infierno!
Conociendo la naturaleza del pecado del hombre podemos
entender mejor la razón de la existencia del infierno. El hombre es eterno y
los ángeles también. Cuando el hombre y los ángeles se convierten en criminales
se hacen criminales eternos. El hombre es un espíritu y debe haber un hogar
eterno para ese espíritu. Cuando el hombre se convirtió en un espíritu criminal
fue necesario que después de la muerte fuera llevado a la prisión para esperar
allí el juicio del Trono Blanco. Después del juicio, en cuyo momento recibió su
sentencia, debía ser remitido a la prisión federal. El infierno no había sido preparado
para el hombre (Mt 25.41). El
infierno había sido preparado para el diablo y sus ángeles caídos. Dios planeó
originalmente que el hombre viviera sobre la tierra para siempre. La tierra fue
hecha con este propósito en mente, y el hombre poseía un cuerpo humano eterno.
Pero cuando pecó y se convirtió en mortal, fue necesario acondicionar el
infierno para confinarlo allí (Ez 18.4;
Ro 6.23).
Siendo un criminal eterno debe haber un lugar de sujeción
eterna para él. Debe haber una prisión; los criminales deben ser segregados. Si
se les permitiera vagar indistintamente al través de la eternidad,
desmoralizarían al nuevo cielo y a la nueva tierra.
Nosotros tenemos cárceles, prisiones del estado y prisiones
federales para los criminales que quebrantan las leyes del hombre, con prisión
perpetua para los criminales habituales. ¿Podemos en conciencia protestar
contra Dios si tiene una prisión en la cual son encarcelados aquellos que
violan las leyes del cielo y que son criminales eternos?
El hombre universal cree en cierta clase de infierno o
lugar de confinamiento para un castigo después de la muerte y este testimonio
no es fácilmente rechazado. No hay un tipo de testimonio tan convincente para
un jurado y para un juez como el testimonio de la conciencia humana universal.
III. La Justicia de Dios para con Satanás
Dios, al restaurar la justicia al hombre, no debe tomar
ventaja sobre Satanás. El pecado de alta traición de Adán le dio a Satanás el
derecho legal de enseñorearse de la creación y hacer del hombre su súbdito y
esclavo legal. Dios, en Su omnipotencia, es infinitamente más poderoso que
Satanás, pero debe despojar a éste de su autoridad en tal forma que sea un acto
justo. El plan por promulgarse debe estar basado incuestionablemente sobre
bases legales.
IV. La Justicia de Dios Hacia el Hombre
Al tratar con el hombre sobre bases de justicia, Dios debe
reconocer la trasgresión y ver que la pena se cumpla. La redención del hombre
debe ser legítima, permitiéndole así al hombre redimido mantener su dignidad
sabiendo que fue justificado sobre bases legales.
Cuando el hombre pecó se hizo copartícipe de la naturaleza
satánica y como resultado de su transgresión debía ser encarcelado en el
infierno. Alguien debía ir allí y pagar su pena a fin de que el hombre tuviera
vida eterna y se presentara ante Dios como si nunca hubiera pecado. Esta
redención libertará al hombre de la pena de ir al infierno. Si no acepta y
persiste en su unión con Satanás, entonces debe compartir el destino de éste.
V. Lo que la Redención del Hombre Tiene que Incluir
La pena de la transgresión de Adán debía pagarse en forma
adecuada para que el hombre pudiera ser liberado del dominio satánico. Debía
también ponerse en las manos del hombre un arma que fuera al mismo tiempo defensiva
y ofensiva. Debía recibir autoridad por medio de la cual pudiera enfrentarse a
Satanás y vencerlo en combate honorable.
Debe concedérsele al hombre la resurrección del cuerpo
físico y también la inmortalidad porque al principio el hombre tuvo un cuerpo
humano perfecto. Debe dársele al hombre un cuerpo inmortal sobre el cual la
muerte no tenga ni dominio ni autoridad. Debe haber una restauración de la
tierra a la gloria y a la belleza edénicas; y debe hacerse de tal modo que
nunca vuelva el diablo a dominar de nuevo.
La redención del hombre debe incluir una nueva creación con
la vida o la naturaleza de Dios, con una Justicia perfecta y una perfecta
reconciliación o compañerismo a fin de que el hombre se sienta en casa con
Dios. Dios debe ser capaz de darle el lugar de un hijo en Su corazón tanto como
en la creación, de tal manera que la justicia, los privilegios de hijo y el más
completo compañerismo sean derechos eternos del hombre. Ninguna redención que
no otorgue estas tres grandes bendiciones satisfará las necesidades del hombre.
VI. Dios Mismo Debe Proveer un Redentor
Esta redención para el hombre que le restaure la justicia,
debe emanar de Dios. Ningún hombre podría satisfacer las demandas de la
justicia en pro de la raza humana; porque todo hombre nacido por reproducción
natural es un hombre quebrantado y desvalido en manos de un enemigo que lo
domina y que tiene la autoridad de echarlo al infierno. Ningún hombre puede
permanecer ante Dios por sí mismo, porque toda la raza humana está bajo
acusación. Por lo tanto, no hay ningún hombre que pueda representar a la raza
humana delante de Dios.
VII. Requisitos del Redentor
El Redentor debe ser un hombre. No obstante, este hombre no
debe nacer por reproducción natural, sino debe ser concebido de tal manera que
no se convierta en un súbdito de Satanás. La muerte espiritual no debe morar en
la naturaleza de su espíritu.
Debe permanecer delante de Dios así como el primer Adán
permaneció en justicia, y debe poseer el mismo dominio y la misma autoridad.
Debe andar sobre la tierra como un hombre, agradando en forma perfecta al
Padre. Debe ser tentado por Satanás como el primer hombre y la primera mujer,
pero no debe someterse a la voluntad de Satanás.
Tal hombre debe entonces actuar como el Sustituto del
hombre. El pecado del hombre y la muerte espiritual deben ser puestos sobre
este hombre. Luego, el juicio de Satanás debe caer sobre él. Debe encarar las
demandas de la justicia. Para hacerlo, debe ir al infierno. Allí debe
permanecer, bajo juicio, hasta que toda exigencia legal de la justicia contra
la raza humana haya sido satisfecha. Debe permanecer allí y sufrir hasta que
Dios pueda legalmente absolver a todo ser humano que lo acepte como Salvador y
a todo aquel que confíe en el Pacto de Sangre desde el principio.
No solamente debe este redentor estar libre del dominio de
Satanás durante Su ministerio en la tierra, sino que debe ser más grande que
Satanás; Uno que, después de que haya sido pagada la sentencia, pueda
conquistar al diablo, quitándole su señorío y su dominio legal sobre el hombre.
Debe conquistar a la muerte, trayendo vida e inmortalidad al ser humano
quebrantado y en servidumbre.
Ningún ángel puede actuar como redentor del hombre porque
un ángel no podría satisfacer las demandas de Justicia. Ningún hombre podría
cumplir las exigencias de la justicia para ser redentor, a causa de su unión
con y de su sujeción a Satanás.
Solamente Dios es más grande que Satanás; por lo tanto,
Dios y el hombre deben unirse en un solo individuo. La Encarnación es la única
respuesta a la necesidad de justicia del hombre. Sólo la unión de Dios y del
hombre proveerán un redentor que ande en justicia como hombre, con la capacidad
de pagar la pena impuesta al hombre y de conquistar a Satanás.
La Divinidad misma debe sufrir por el hombre. Dios había
creado al hombre sabiendo que éste podía caer. La responsabilidad de tal
creación descansaba por completo sobre el Dios-Padre. El debe proveer la
redención. El único modo de impartir justicia a la humanidad es la Encarnación
del mismo Hijo de Dios.
El Hijo amado de Dios debe salir del seno del Padre y dejar
Su gloria y majestad que ha disfrutado con Él. Debe venir a la tierra y tomar
sobre Sí mismo el cuerpo físico de un humano. Debe andar como un hijo, agradando
al Padre; y debe conquistar a Satanás durante Su ministerio terrenal y en Su
carácter de hombre. Luego, Dios debe tomar la naturaleza pecadora del hombre,
ese monstruo horrible, llamado muerte espiritual, y ponerlo sobre el espíritu
de Su Hijo Santo y Eterno. El Hijo debe ser juzgado, y la ira y la indignación
de la justicia deben caer sobre Él.
Cuando haya pagado la pena por el hombre, será hecho justo,
y esa Justicia llegará a ser del hombre. Fue por un hombre que vino el juicio;
por consiguiente, un hombre sin pecado podrá, sobre bases legales, pagar la
pena. De ese modo la raza humana será declarada libre de culpa y de injusticia
si los hombres admiten el dominio del Encarnado.
La conclusión de nuestra lección es la siguiente: la
necesidad que el hombre tiene de la vida eterna demanda justicia; y la
necesidad que el hombre tiene de justicia, exige la Encarnación.
UN ESTUDIO DE LAS
ESCRITURAS ABARCADAS EN LA LECCION
Pasajes que Revelan la Injusticia del Hombre:
Ro 1.18. “Porque
manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres”.
Ro 3.9-10
“Todos están bajo pecado; no hay justo, ni aun uno”. Ro 5.16-18 De uno para condenación.
Ro 5.19 “Los
muchos fueron constituidos pecadores”.
Pasajes que Revelan que el Juicio fue Pronunciado
Contra el Hombre:
Ro 5.16-18 “Por
un delito reinó la muerte por uno”.
Jn 16. 8
“Redargüirá de juicio”.
Jn 16.11 “De
juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado”. El juicio de Satanás
se convirtió en el juicio del hombre.
Jn 3.36 “La ira
de Dios está sobre él”.
Pasajes que Muestran al Infierno como Lugar de
Confinamiento:
Sal 9.17 “Los
malos serán trasladados al infierno”.
Ap 20.13-15 “Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego”.
2P 2.4 “Sino que habiéndolos
despeñado en el Infierno, con cadenas de oscuridad, los entregó para ser
reservados al juicio”.
Pasajes que Muestran la Incapacidad del Hombre para
Redimirse:
Ef 2.12 “Sin
esperanza y sin Dios”.
Is 59.15-16 “Dios vio que no había justicia; que no había ningún hombre que pudiera actuar en favor del hombre. Por lo tanto, fue Su propio brazo el que trajo Salvación y justicia al hombre”.
Ro 3.20 “Porque
por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él”.
1Jn 3.10 “hijos
del diablo”.
Jn 8.24 El que
comete pecado es siervo de pecado.
Ef 2.2-3 Andando
de acuerdo con Satanás.
Col 1.13 El
hombre bajo la autoridad de Satanás.
He 2.14-15
Satanás tiene el dominio del reino de la muerte espiritual y el hombre está
esclavizado a él.
Pasajes que Revelan que Cristo, el Hijo Encarnado,
Satisfizo las Exigencias de la Justicia como Redentor del Hombre:
En Su ministerio sobre la tierra:
Jn 8.29, nos dice: “Porque yo, lo que a Él agrada hago siempre”
Como Sustituto del pecado del hombre:
2Co 5.21; Is 53.4-6; Ro 4.25.
Como Conquistador de Satanás:
Col 2.15; He
2.14-15; Fil 2.9-10; Ap 1.18.
PREGUNTAS
1.
¿Cómo se ha vindicado Dios del cargo de injusticia?
2.
¿Por qué el infierno fue el castigo de la transgresión
del hombre?
3.
¿Qué estaba implicado en el problema de la justicia
de Dios hacia el hombre?
4.
¿Qué demandaba la justicia de Dios hacia Satanás?
5.
¿Por qué el hombre no estaba capacitado para
redimir a la humanidad?
6.
(a) Mencione las demandas que un Redentor debe
satisfacer. (b) ¿Cuál debe ser su obra en favor del hombre?
7.
¿Qué debe incluir la redención del hombre?
8.
Describa el compañerismo entre el nuevo hombre en
Cristo y Dios.
9.
Dé citas sobre:
(a)
La injusticia del hombre.
(b)
El juicio que fue pronunciado contra el hombre.
(c)
La incapacidad del hombre para hacerse justo por sí
mismo.
10.
¿Estudió cada uno de los pasajes bíblicos?