miércoles, 25 de agosto de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 8


Lección 8
EL PACTO CON ABRAHAM

Nos hemos dado cuenta que después de que el hombre murió espiritualmente, su necesidad de un Mediador, de justicia y de vida eterna, podía ser satisfecha solamente por la encarnación del Hijo de Dios. En la lección pasada, trazamos la obra de la gracia de Dios desde el tiempo en que Él dio al hombre la promesa de la encarnación, hasta la época del diluvio. Dicha obra consistió en la preservación de la línea del Justo, por medio de la cual vendría el Redentor.

Vimos que Satanás, en sus esfuerzos por hacer imposible la encarnación, corrompió a la humanidad hasta el punto de que el diluvio se hizo imperativo. Noé, que conocía a Dios, fue librado juntamente con su familia.

Noé preservó la verdadera fe en Jehová y la trasmitió a sus hijos. Recordamos también que hubo dos medios que Satanás utilizó para estorbar el propósito Divino en la Encarnación. Estos fueron:

(1) trató de eliminar el conocimiento de Dios de sobre la tierra; y (2) buscó aniquilar, por todos los medios, la línea del Justo.


I. La Torre de Babel

Desde que ocurrió el diluvio hasta la construcción de la torre de Babel, Dios era adorado. No es que todos lo aceptaron, porque muchos perversos se rebelaron contra Él, pero el conocimiento y la revelación del Dios verdadero estaban tan frescos en sus pensamientos que no tuvieron ocasión para poner en lugar suyo a otros dioses.

Notamos que en Génesis 9 se había dado un mandamiento para llenar la tierra. En Génesis 11, leemos que toda la tierra era de una sola lengua y de unas mismas palabras. La unidad de la raza era una realidad. El arca en que Noé y su familia fueron preservados, había descansado en Armenia. A medida que los hombres comenzaron a multiplicarse, esta meseta árida ya no fue suficiente para contenerlos. Los hombres debían, o bien separarse y llenar la tierra como Dios se los había ordenado, o encontrar un territorio más fértil si querían permanecer juntos. Se resolvieron por lo último y se trasladaron a las tierras bajas, ricas y fértiles de la llanura de Sinar (Gn 11.2).

Decidieron residir allí permanentemente para construir una ciudad y una torre con el fin de evitar ser esparcidos sobre la faz de la tierra (Gn 11.4). Jehová descendió y confundió sus lenguas, lo cual fue causa de que se esparcieron por toda la tierra (Gn 11.7-8). Desde allí, las corrientes de población se vaciaron en todos los rincones del mundo. Al noroeste llegaron a Europa; al oeste, a el Asia Menor; al suroeste, a Egipto y África; al Sur, a Arabia; al sureste, a Persia y la India; al oriente, a China. Toda esa corriente migratoria no se hizo en un día; pasaron siglos y siglos antes de que las tierras más distantes fueron colonizadas.

Una vez que se verificó la dispersión, la adoración y el conocimiento de Jehová fueron sustituidos por la adoración a las fuerzas de la naturaleza y luego por los ídolos. El conocimiento sensorial tomó el lugar de la revelación Divina que le había sido dada al hombre muerto espiritualmente. Los libros sagrados más antiguos de cada nación y las tradiciones de los pueblos dan testimonio de lo que dicen las Escrituras en Romanos 1.18-32, con respecto a que las naciones poseyeron originalmente una revelación de Dios. De tales escritos y tradiciones y con la ayuda de las inscripciones en los monumentos, tenemos una descripción clara de la manera en que se pasó de la adoración de un sólo Dios a la adoración de muchos dioses y de muchos ídolos.

II. El Llamado de Abraham

Abraham aparece trescientos sesenta y siete años después del diluvio. Noé vivió todavía cincuenta años después de que nació Abraham. El mundo había caído en la idolatría. Abraham vivió entre paganos e idólatras hasta la edad de setenta y cinco años.

Abraham nació y vivió en Ur de los Caldeos, una de las ciudades más grandiosas de la antigüedad, hasta que recibió el llamado Divino. Podemos comprender por qué Dios se reveló a Abraham. El conocimiento de Dios estaba prácticamente perdido. Si había de preservarse la línea del justo por medio de la cual pudiera Dios enviar a Su Hijo encarnado, tenía que escoger a un hombre que le conociera para hacer de él una nación que preservara el conocimiento del único Dios sobre la tierra. Los conciudadanos de Abraham, al igual que su propio padre, eran idólatras. Si en él iba a fundarse una nación que preservara la revelación Divina para el hombre y el conocimiento del Redentor de modo que cuando Éste viniera fuese reconocido, se hacía necesario que Abraham fuera alejado de tales influencias. Hay muchas leyendas que hablan de que Abraham era perseguido por rehusarse a adorar los ídolos. De modo que al ser llamado por Dios, sale de Ur de los Caldeos en busca de un lugar donde pudiera fundar una nación libre de la idolatría (Gn 12).

Veinticinco años después de que Abraham recibió el llamado Divino, tuvo lugar el más grande acontecimiento de la historia humana hasta que ocurrió el nacimiento de Cristo. Este fue el Pacto de Sangre en el que Jehová y Abraham entraron. El Pacto de Sangre existió antes de Abraham. Pruebas de la existencia de este rito han sido encontradas entre pueblos primitivos de todos los rincones de la tierra, y su antigüedad se remonta a muchos años antes de la época de Abraham.


III. El Pacto de Sangre

Es evidente que Dios entró en un Pacto con Adán desde un principio. Una revelación común del Pacto de Sangre de Dios debió haber sido dada al hombre primitivo. Contemplamos la dispersión del hombre en la torre de Babel. Noé evidentemente debió haber poseído cierto conocimiento del significado del Pacto de Sangre que él trasmitió a sus hijos, a fin de que las naciones que iban a formarse, surgidas de la dispersión de la torre de Babel, poseyeran cada una de ellas determinado conocimiento del Pacto de Sangre.

Creemos esto por los hechos siguientes que se revelan en el libro del Dr. Trumbull intitulado El Pacto de Sangre: “Desde épocas muy remotas en cada nación, la sangre parece haber sido considerada preeminentemente como lo que representaba la vida, y en un sentido peculiar, la vida misma. La transfusión de sangre de un organismo a otro ha sido considerada como la transferencia de la vida con todo lo que esa vida incluye. La mezcla de sangres ha sido vista como el equivalente de la mezcla de naturalezas. Dos naturalezas así mezcladas por la fusión de sangres, se considera que forman, de allí en adelante, una naturaleza, una vida, una sola alma. La unión de naturalezas por la mezcla de sangres ha sido juzgada posible entre hombre y hombre y entre la Deidad y el hombre”.

Un pacto de sangre, un pacto hecho por la mezcla de sangres, ha sido reconocido como el pacto más intimo, más santo y más indisoluble que pueda concebirse. Hay tres razones para que un hombre haga Pacto con otro:

1. Si una tribu muy fuerte vive al lado de una débil y hay el peligro de que la tribu débil sea destruida, la débil buscará la oportunidad de hacer pacto con la más fuerte para garantizar su preservación.

2. Si dos hombres de empresa quieren emprender algún negocio juntos y uno de ellos va a abandonar al país, viajando como representante en el extranjero, hará pacto con su compañero.

3. Si dos hombres llevan una amistad tan grande y tan profunda como la de David y Jonatán, establecerán un pacto entre ellos.

Desde el momento en que el pacto de sangre se solemniza, todo lo que pertenece a aquel que hace el Pacto de Sangre queda a la disposición de este hermano de sangre; no obstante, este hermano nunca pedirá nada a menos que se vea obligado a hacerlo por una verdadera necesidad.

Otro rasgo característico de un pacto de esta clase, es que tan pronto como el pacto se establece, los demás llaman a los que han hecho el pacto, “hermanos de sangre”. Ese pacto de sangre se mantiene por generaciones; es un pacto indisoluble que las generaciones no pueden borrar. Si alguien hace un pacto con su amigo, los hijos de las dos familias están obligados a observarlo.

Si dos hombres en el África hacen tal pacto (así lo dice Stanley, y lo confirma Livingstone), y si uno de ellos lo rompe, sus parientes más próximos deben darle muerte, porque nadie, que rompa el pacto de sangre, puede vivir más en el África; aun la misma tierra por donde anda es maldita. No hay nada semejante entre nosotros que sea tan sagrado como el Pacto de Sangre de los Africanos. Tanto Stanley como el Dr. Livingstone, aseguran que nunca supieron de un sólo caso en que se hubiera roto el pacto.

El método de hacer el pacto es prácticamente el mismo en todo el mundo. En algunos lugares ha degenerado en un rito grotesco, pero es el mismo pacto de sangre. El método practicado por los africanos, los árabes, los sirios y las gentes de los Balcanes, es el siguiente: los dos que desean hacer el pacto se juntan con algunos amigos y un sacerdote. Primero, se intercambian regalos. Luego traen una copa de vino. Entonces, el sacerdote hace una incisión en el brazo de cada uno de ellos dejando que la sangre caiga en la copa que contiene el vino. Mezclados el vino y la sangre, beben de la misma copa. Ahora ya son hermanos de sangre.


IV. El Pacto con Abraham

Ahora, Génesis 17 tiene un nuevo significado para nosotros. Vemos que cuando Dios apareció a Abraham para establecer pacto con él, Abraham sabía lo que eso significaba. Dios entraba en un Pacto de sólida amistad con él (el Pacto de Sangre era llamado el Pacto de Sólida Amistad), por eso Abraham fue llamado el amigo de Dios (Is 41.8; 2Cr 20.7; Stg 2.23).

Abraham es el único ser humano que fue llamado amigo de Dios en el Antiguo Testamento. El pacto que Dios hizo con Abraham fue constituir a la nación israelita como el pueblo del Pacto (Gn 17.7). Luego Dios dio a Abraham el método de establecer el Pacto (Gn 17.7-14). El sello del Pacto era la circuncisión. Todo niño varón era circuncidado a los ocho días de nacido y dicha circuncisión era la entrada al pacto.

En el mismo día Abraham fue circuncidado, y de allí en adelante llevó en su carne la evidencia de que había entrado en el Pacto de Sangre de amistad con Dios. Hasta hoy, Abraham es designado en el oriente como “el amigo de Dios” (Gn 17.26).

Después de que el pacto formal de sangre quedó establecido entre Dios y Abraham, tuvo lugar una prueba para comprobar la fidelidad de Abraham a dicho Pacto. Esa prueba también serviría como testimonio a las generaciones futuras de que el cumplimiento del pacto por parte de Abraham al circuncidarse, no había sido una ceremonia vacía, sino que en él había comprometido su vida misma a Jehová. Génesis 15.6 dice: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. La palabra hebrea Heemín que aquí se traduce “creyó”, lleva la idea de una fianza completa del uno para el otro. Abraham confió de tal manera en Jehová, que estuvo dispuesto a comprometerse con Él como en el rito del Pacto de Sangre. Por consiguiente, el espíritu de confianza vehemente y amoroso de parte de Abraham, Dios lo tuvo en cuenta para un pacto de sangre de amistad mutua.

En Génesis 22.1-19 vemos que la prueba suprema llegó cuando Isaac, el hijo del Pacto de Sangre que Dios había dado de una manera milagrosa a Abraham, tenía 18 o 20 años de edad.


V. Abraham sometido a prueba

Génesis 22.1-2 dice: “Y aconteció, después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió, heme aquí. Y dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Y Abraham se levantó al instante para responder al llamado de su Divino Amigo.

Precisamente aquí, es bueno darse cuenta de la idea oriental en una transacción como esta. Un padre oriental aprecia al único hijo más que a su propia vida; porque para el padre oriental morir sin un hijo es una idea terrible; cuando tiene al menos un hijo que tome su lugar, se considera preparado para morir.

Para Abraham, el tener que rendir su propia vida trabajada y gastada ahora que un hijo de la promesa le había nacido, hubiera constituido una cuestión de poca importancia; pero tener que entregar a aquel hijo y ser de nuevo un viejo sin hijo y sin esperanza, era otra cosa. Solamente una fe que no protesta ni pregunta; solamente un amor que no falla ni fluctúa, podía hacer frente a una situación como aquella.

En todo el mundo los hombres que hacían un pacto de amistad de sangre, estaban dispuestos a entregar aun aquello que les era más querido que la vida a sus hermanos del Pacto de Sangre, o a sus dioses. ¿Abraham haría menos por su Amigo Divino de lo que los hombres harían por sus amigos humanos? ¿Sería capaz Abraham de entregar a su Dios todo lo que los adoradores de otros dioses estaban dispuestos a entregar en prueba de su devoción? Tales eran las preguntas que había que contestar ante el mundo.

Génesis 22.3-10, dice que Abraham fue capaz de tal amistad en su Pacto de Sangre con Jehová. Y cuando demostró su espíritu de sacrificio voluntario, se le dijo que detuviera su mano (He 11.17-19). Fue entonces cuando el ángel de Jehová llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: “Por mí mismo he jurado”, es decir “Por mi propia vida” (Gn 22.15-17).

Aquí está el fundamento de dicho pacto hacia Dios. Por ninguna otra cosa podía Dios jurar sino por Sí mismo. Para el oriental eso significaba: “Juro por mí mismo; si fallo, me convierto en tu esclavo. Tú eres mi dueño. Me entrego en esclavitud a ti. Puedes hacer con mi vida lo que quieras”. Abraham y Dios están unidos. Todo lo que Dios es, pertenece a Abraham; y todo lo que Abraham es y lo que poseerá, pertenece a Dios en esta relación de Pacto. Ahora se puede entender por qué Dios dijo muchas veces: “Yo soy Jehová, que guardo los pactos”. El es el Dios que guarda los pactos. Respaldando a Israel, estaba este pacto solemne que Dios había sellado por Su parte, entregándose a Sí mismo en completa y absoluta esclavitud a dicho Pacto.


PREGUNTAS

1. ¿Por qué Dios confundió las lenguas de los hombres en la torre de Babel?

2. ¿Por qué fue dado a Abraham el llamamiento Divino que se narra en Gn 12.1-2?

3. Diga el significado del Pacto de Sangre tal como existía entre los pueblos primitivos.

4. ¿Cuáles eran las tres razones para establecer el pacto?

5. ¿Por qué Abraham fue llamado “el amigo de Dios”?

6. ¿Cuál fue el sello del Pacto con Abraham?

7. ¿Qué significa realmente la palabra en hebreo de Génesis 15.6, traducida como “creyó”?

8. ¿Cuál fue la prueba a que fue sometido Abraham para probar su fidelidad al Pacto?

9. ¿Qué revela su obediencia al mandato de Dios?

10. ¿Qué significa la frase “Por mí mismo he jurado”, en la promesa que Dios dio?



lunes, 23 de agosto de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 7

Lección 7

LA ENCARNACIÓN PROMETIDA

 

 

Al estudiar los problemas que tuvo que encarar el Dios-Padre para proporcionar al hombre un redentor de la muerte espiritual, vimos que la necesidad que el hombre tenía de tal redentor demandaba la unión de la Divinidad y de la humanidad en un solo individuo. La necesidad que el hombre tiene de justicia, de vida eterna y de un Mediador, solamente podía ser satisfecha por la encarnación del Hijo de Dios.


La encarnación de la Divinidad con la humanidad proporcionaría un sustituto donde estuvieran unidas la naturaleza Divina y humana; sobre tales bases el Dios-Encarnado podría actuar como mediador del hombre. Siendo igual a Dios por una parte, y unido con el hombre por la otra, podría hermanar a los dos. Estando la Deidad y la humanidad unidas, el Encarnado podrá asumir las responsabilidades de la traición del hombre y satisfacer las demandas de la justicia Divina, y así tender un puente de unión entre Dios y la humanidad.

 

I.  La Primera Promesa de Dios Relacionada con la Encarnación 

Cuando el hombre cometió el pecado de alta traición, murió espiritualmente. En su estado de muerte espiritual se describe su condición, como “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2.12). Sin embargo, inmediatamente el amor de Dios comenzó a obrar en favor del hombre. El Dios-Padre se enfrentó a la condición del hombre con toda equidad. Sabía que las necesidades del hombre podían satisfacerse solamente sobre bases legales mediante la Encarnación de Su Hijo. Su amor no escatimó ningún sacrificio como demasiado grande para restablecer el compañerismo con el hombre.


La misericordia y la verdad se encontraron (Sal 85.10), y el triunfo del amor dio al hombre la promesa de un Redentor. En su conversación con Satanás, Dios anuncia al hombre la primera promesa de la Encarnación (Gn 3.15): “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”. Notemos cuatro afirmaciones extraordinarias en esta promesa:


Primera: Pondré enemistad entre ti y la mujer”.


Es decir, habrá enemistad entre Satanás y la mujer. La historia de la mujer prueba eso. La mujer ha sido comprada y vendida como si fuera un mueble. Sólo donde el cristianismo ha penetrado al corazón de las gentes, la mujer ha recibido un trato distinto que la ha elevado por encima de la creación animal.


En países llamados cristianos ella es la heredera de nuestras enfermedades y la víctima de los tribunales de divorcio. Los médicos nos dicen que el 95 por ciento de los casos que requieren hospitalización, es de mujeres.


Segunda: Pondré enemistad entre tu simiente y la simiente de ella”.


La simiente de Satanás es la raza humana no regenerada; la simiente de la mujer es Cristo. Cristo fue perseguido desde que era un pequeñito por la simiente de Satanás, hasta que finalmente lo crucificaron; y desde la resurrección de Jesús hasta nuestros días, la Iglesia ha sido objeto de las persecuciones más enconadas y de la enemistad del mundo.


Tercera:La simiente de la mujer”.


Aquí está la profecía de que una mujer dará a luz un hijo independientemente de la procreación natural. Cualquier hijo es llamado siempre “la simiente del hombre” o “hijo del hombre”.


Cuarta: Y él te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”.


Él te herirá en la cabeza”, es decir, en la cabeza de Satanás. En todos los idiomas orientales la expresión “herir en la cabeza” significa “quebrantar el señorío del que gobierna”.


El hombre le había entregado a Satanás su señorío. Satanás acababa de adquirir el dominio que Dios había otorgado al hombre. Y Satanás va a ejercer ese dominio hasta que llegue la Simiente de la mujer. Un Hombre va a quebrantar su señorío.


El calcañar”, es la Iglesia militante en la tierra. Los largos períodos de persecución que ha sufrido la Iglesia por la simiente de Satanás han quedado registrados como hechos históricos absolutamente comprobados. Esta profecía es una de las más notables y claras que jamás se haya cumplido. El Dios encarnado ha venido y ha reducido a la nada a aquel que tenía la autoridad de la muerte, el diablo, y ha libertado a todos aquellos que por el temor a la muerte vivían siempre sujetos a servidumbre (Hebreos 2.14).


Este pasaje también tuvo su cumplimiento en la ruda persecución contra Jesús que culmina con Su muerte en el Calvario; y luego en la persecución contra la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, y que hace Su voluntad en la tierra.


Génesis 3.20 dice: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes”. La palabra “Eva” en hebreo es Javah, que literalmente significa “la que vive o la que da vida”. Aquí, dice Dios al hombre, que su esposa será la madre de “Aquel que da vida”, nuestro Cristo.

 

II.  Deseo Universal del Hombre Relacionado con la Encarnación

La enseñanza sobre la encarnación no está en desacuerdo con los anhelos humanos o las tradiciones de los pueblos. Ha sido creída en alguna forma por todas las razas. El hombre universal ha anhelado una encarnación. Su espíritu tiene hambre de unión con la Divinidad, porque fue creado a la imagen de Dios con la capacidad de participar de la vida Divina. 

Ello se prueba por las distintas costumbres que los hombres han tenido: por ejemplo, el beber la sangre de los sacrificios humanos, el dar nombres de divinidades a sus reyes, o el hacer de sus emperadores o reyes, encarnaciones de la Deidad.

Los griegos y los romanos suponían que sus dioses habían sido divinos y humanos, lo cual demuestra el anhelo del hombre por una unión con la Divinidad. La encarnación no es más difícil de creer, que la creación del primer hombre. Adán fue creado por un acto del poder Divino; el resto de la raza humana fue engendrado por procesos naturales; pero este Redentor que nacería de la mujer será formado por un acto especial del poder Divino. El es el Dios Todopoderoso y la encarnación es, para Él, una cosa absolutamente posible.

 

III.  Intentos de Satanás para Hacer Fracasar el Plan de Dios 

No sabemos hasta qué punto Satanás comprendió el plan de Dios para la redención del hombre cuando el Redentor le fue prometido a éste. Lo que sí sabemos es que no lo comprendió completamente, pues de otro modo no hubiera crucificado a Cristo (1Co 2.8). Satanás pensó que la crucifixión significaba la destrucción de la vida de Cristo, sin darse cuenta que en realidad era el medio de la redención del hombre.


No obstante, Satanás debió haber comprendido el hecho de que iba a venir un Redentor por medio de la humanidad, el cual quebrantaría su dominio sobre el hombre. Por consiguiente, trataría de destruir el plan del Dios-Padre. La obra de Satanás para frustrar el propósito Divino sigue dos derroteros: (1) destruir el conocimiento de Dios en la tierra; y (2) destruir la línea del Justo (del Mesías) en la humanidad.


Por estos dos medios haría imposible para el Redentor tomar forma humana. Lo que el diablo desea es separar al hombre de todo compañerismo con Dios.


El primer intento de Satanás para conseguir su propósito se encuentra en el asesinato de Abel por Caín (Gn 4.1-15). Abel había recibido el testimonio de que era justo al ofrecer un sacrificio de fe, de acuerdo con la revelación que Dios le había dado: “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, y de su grosura. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Gn 4.4).


Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio a sus presentes; y difunto, aún habla por ella” (He 11.4).


Satanás sólo sabía que de Abel vendría el Redentor del hombre; por lo tanto, destruyó su vida. Al hacerlo, destruyó la línea del Justo que existía entonces.


Pero, después de esto, Génesis 4.25 afirma que a Adán y a Eva les nace Set. Parece que Eva comprendió que una línea del Justo había sido destruida y que Set venía a ocupar el lugar de Abel.


Ella le puso por nombre Set, que significa “sustituto”, y dijo: “Dios me ha sustituido otra simiente en lugar de Abel, a quien mató Caín”.

 

IV.  La Simiente de la Mujer 

A medida que van pasando las generaciones, la muerte espiritual sigue actuando dentro de la vida del hombre, alejándolo de Dios y entenebreciéndole la mente (Ef 4.17-18). Satanás trata de mantener a la simiente de la mujer tan alejada de Dios, que Él no pueda enviar a un Redentor por medio de la humanidad. Hasta ahora la única promesa dada acerca de la encarnación había sido muy general. Por consiguiente, la guerra encarnizada de Satanás contra la simiente de la mujer es total. Más tarde, Dios hace la promesa del Redentor en forma más específica y definitiva, y a medida que vayamos estudiando veremos una obra específica de Satanás encaminada a destruir la línea del Justo, designado por Dios.


En Génesis 3.15, el Encarnado es llamado la simiente de la mujer, un término muy general. Pero Génesis 12.3 lo hace más definido, y el Encarnado se especifica con el término “la simiente de Abraham”. En el Salmo 89.3-4 se le denomina la simiente de David. Vendrá de la familia de David. Poco a poco se define una familia.


Isaías 7.14 lo especifica más cuando dice: “He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará Su nombre Emmanuel”. Dice “la virgen”, como si ya la hubiera señalado. Se designa aquí a un individuo.


Al estudiar la historia de Israel veremos los esfuerzos de Satanás dirigidos hacia la simiente de Abraham; luego hacia la simiente de David, y después, su odio enconado y la persecución a Jesucristo, nacido de la virgen.

 

GÉNESIS 5

 

Génesis 5 nos, da la genealogía de Noé. Mientras Satanás trabaja para destruir la línea del justo, Dios está preservando la línea por medio de la cual vendrá el Redentor. Dios está actuando con miras a la encarnación. Es bueno leer los capítulos cuatro y cinco de Génesis. Notaremos dos cosas. Primera: Después de que Caín se destaca ante nosotros por el asesinato de su hermano, se menciona su progenie un poco, y termina en Lamec, un asesino también (Gn 4.18-23).


Segunda: El Espíritu Santo se propone interesarnos en otro hombre, el tercer hijo que les nació a Adán y a Eva, cuyo nombre es Set (Gn 4.24-26). Por esta línea vinieron Noé, Sem, Abraham, Jacob, y, más tarde, Jesús, quien fue la simiente de la mujer que hirió la cabeza de la serpiente. Para fijar nuestra atención en Set, la línea del Justo, el Autor Divino repite, al principio del capítulo cinco, el relato original de la creación del hombre, trazando la historia de Adán brevemente y luego dando en detalle el linaje de Seth.

Esto nos demuestra que sus tratos son ahora con esta línea.

 

GÉNESIS 6

 

Génesis 6.1-3 dice: “Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas; se tomaron mujeres, escogiendo entre todas”.


Notamos aquí la diferencia bien marcada entre los Camitas y los Setitas, los últimos del linaje del Justo. Los Camitas edificaron ciudades, inventaron artes e idearon diversiones para mitigar la maldición del pecado (Gn 4.21-22). Los Setitas anduvieron con Dios (Gn 4.26).

En Génesis 4.26 la palabra Dios, en el original es Jehová, el nombre usado para Dios en el Pacto. Aquellos que creían y tenían esperanza en Su promesa conocían y amaban ese nombre. Es de notar que el séptimo en la descendencia de Adán, por la línea de Caín, fue Lamec, un polígamo, asesino y amante de la violencia (Gn 4.16-24), en tanto que el séptimo en la línea de Seth fue Enoc, el hombre que tuvo el testimonio de que había agradado a Dios (He 11.5) y fue trasladado (Gn 5.21-24). En Génesis 6 vemos de nuevo la obra de Satanás para impedir el propósito de Dios. Él fomenta la mezcla de matrimonios entre los descendientes de Caín y los descendientes del Justo. Eso da por resultado la corrupción de la descendencia por medio de la cual vendrá el Redentor, y esa corrupción es de tal naturaleza, que solamente queda Noé como el único adorador del Dios del Pacto: “Y Jehová vio que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn 6.5).

Satanás había destruido el conocimiento de Dios en el corazón del hombre. Los pensamientos de los hombres eran malos continuamente. Solamente Noé conocía y andaba con el Dios verdadero (Gn 6.8-9). Si la humanidad hubiera sido dejada en esa condición, después de la muerte de Noé, el conocimiento de Dios se hubiera perdido por completo. La línea del Justo hubiera sido destruida y la encarnación no habría sido posible.


Aparentemente, Satanás había triunfado en sus esfuerzos, pero el propósito del Dios Todopoderoso no sería frustrado. Para Él era una cuestión de poca monta el poner fin a la humanidad en su condición corrompida (Gn 6.11-13). Si la línea del justo iba a preservarse y el conocimiento de Él iba a perdurar sobre la tierra, Dios tenía que destruir a la humanidad y continuar la línea por medio de la cual vendría el Redentor, por Noé.


Si en el pasado no pudimos comprender la obra del Dios-Padre con miras futuras hacia la encarnación, tal vez nos ha sido difícil entender la destrucción de la humanidad por el diluvio. Ahora, entendiendo claramente que la necesidad del hombre solamente podía ser satisfecha mediante la encarnación, nos damos cuenta de que el diluvio se hacia imperativo.

 


PREGUNTAS

 

1.      Explique las cuatro afirmaciones hechas en Génesis 3.15.


2.      ¿Por qué el hombre universal anhela la unión con la Divinidad?


3.      ¿Cómo prueba la historia, que el hombre universal anhela una encarnación?


4.      ¿Cuáles fueron los dos medios que Satanás usó para impedir el plan de Dios relacionado con la encarnación?


5.      Mencione el primer intento de Satanás para destruir la línea del justo.


6.      Diga cuál es la diferencia entre Camitas y Setitas.


7.      Diga lo que pueda sobre los descendientes de Adán por Caín.


8.      ¿Por qué se le da atención especial en el capítulo 5 a la descendencia de Set?


9.      ¿Cuál fue el propósito que tuvo Satanás al fomentar los matrimonios entre Camitas y Setitas, tal como se lee en Génesis 6.1-3?


10.   ¿Por qué fue necesario el diluvio?

 

sábado, 21 de agosto de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 6

Lección 6

LA NECESIDAD DE UN MEDIADOR PARA EL HOMBRE 


En nuestras dos últimas lecciones estudiamos los problemas que Dios encaró al proveer la Redención para el hombre.


Después de que el hombre hubo muerto espiritualmente, su primera necesidad fue la de recibir la vida eterna, la naturaleza de Dios. Vimos, sin embargo, que Dios no podía impartir al hombre Su propia naturaleza excepto sobre la base de la justicia, que es la segunda necesidad del hombre. La tercera necesidad del hombre fue la de tener un mediador, alguien que pudiera acercarse a Dios e intercediera a favor suyo. Recordamos que después de su pecado de alta traición, Adán fue arrojado de la presencia de Dios. Había perdido ya su comunión y compañerismo con el Dios-Padre. El hombre permaneció en la injusticia de Satanás (Jn 16.11). No tenía ningún derecho de estar ante la Divinidad y ni siquiera podía acercársele.


El hombre universal, en su condición de muerte espiritual, reconoció que no tenía relaciones con Su Creador. Los templos, los altares y los sacerdocios de todas las naciones son un testimonio elocuente de la conciencia pecaminosa del hombre, de su temor a la muerte y al juicio y de su ineptitud para aproximarse a la Divinidad apoyado en su propia justicia.


La India, con sus millones de sacerdotes luchando inútilmente por conducir a su pueblo hambreado física y espiritualmente, cayendo a tinieblas más profundas todavía, es un ejemplo revelador de la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.

 

I.  La Condición del Hombre Ante Dios 

Hemos visto en las lecciones anteriores que el pecado del hombre lo unió y esclavizó a Satanás. Ahora el hombre se sitúa ante Dios no sólo como un súbdito de Satanás políticamente (Col 1.13a), sino también como uno que está ligado a él con un lazo vital (Ef 2.2; 1Jn 3.10).


Esta identificación del hombre con Satanás provocó que la condenación y perversidad de Satanás llegara a ser propiedad del hombre (Jn 16.11).


El hombre se alejó de Dios, fue un extraño para Él (Ef 4.18). Su mentalidad y entendimiento fueron ofuscados por el dios de este siglo (2Co 4.4).


Romanos 3.9-18 presenta catorce acusaciones contra la raza humana en su condición de muerte espiritual (analice este pasaje). La declaración que procede del Trono de Dios es que no hay ningún justo (Ro 3.10) y que no hay ninguno que entienda y busque a Dios (Ro 3.11).


Efesios 2.12 describe la condición del hombre espiritualmente muerto. No tiene derechos en el Pacto Divino; perdió todos los privilegios que Dios le había otorgado. Al ser creado por la mano de Dios, el hombre había permanecido en justicia, con bases legales para aproximarse y tener comunión con la Deidad. El hombre perdió todo esto por su traición, y su condición se describe como sin esperanza y sin Dios.


Adán, que se había regocijado en su compañerismo con el Dios-Padre, sintió, inmediatamente después de la muerte espiritual, su incapacidad para permanecer delante de Dios. Eso se ve en Génesis 3.8. El hombre tuvo entonces la necesidad de un Mediador, uno que pudiera presentarse delante de Dios en justicia y al mismo tiempo representar a la humanidad y acercarse a Dios para interceder por ella.


Sin esperanza y sin Dios, en un mundo donde Satanás tiene la autoridad de la muerte, la condición del hombre es ciertamente desesperada. Por lo que se refiere a los esfuerzos puramente humanos, la condición del hombre es sin esperanza. No tiene bases para la oración; si Dios escucha su oración, es únicamente por Su gracia.


El Padre-Dios en Su amor y en Su deseo de compañerismo con el hombre, inmediatamente proporcionó los medios por los cuales el hombre pudiera acercarse a Él. Dios concedió a Adán y a sus hijos un medio para que se acercaran a Él (Gn 3.21; 4.4).


Israel se acercaba a Dios por medio del tabernáculo, del sacerdocio y de las ofrendas. Aparte de la manera designada por Dios, el hombre no tuvo, ni tiene hoy, manera de acercarse al Dios-Padre. Desde el momento en que el hombre se alejó de Dios por su caída, hasta el tiempo en que Cristo se sentó a la diestra del Padre, ningún hombre ha tenido el derecho de acercarse a Dios excepto por medio de un sacerdocio designado divinamente y por medio de un sacrificio cruento, o Dios se ha acercado a él mediante sueños, visiones o visitas de ángeles.

 

II.  La Incapacidad del Hombre para Acercarse a Dios 

En la vida de Israel tenemos ilustraciones del intento del hombre por penetrar a la presencia de Dios antes de que llegara la vida eterna por Jesucristo y la justificación que tiene como base Su obra consumada. Hay muchos actos de la justicia Divina en el Antiguo Testamento que son difíciles de entender excepto a la luz de la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.


Lv 10.1-3 contiene el relato de una de las lecciones que fue necesario que Israel aprendiera para que se diera cuenta de su condición espiritual ante la Divinidad. ¡Qué final tan calamitoso tuvo la dedicación del sacerdocio! Aarón y su familia aspiraban aquella mañana al más alto puesto del favor Divino. El tabernáculo había sido construido. La presencia de la Shekinah lo había llenado con Su gloria; la majestad de Jehová se posaba sobre Israel.


Tras de ellos había una serie de milagros Divinos que los habían señalado como el pueblo escogido de Dios, y ahora el primogénito de Aarón, heredero al sacerdocio, y su hermano, son castigados repentinamente con la muerte delante de toda la congregación ¿Qué la había ocasionado?


Los dos hijos de Aarón se quedaron al mediodía cerca del tabernáculo del testimonio y en un arranque de jactancia o de curiosidad tomaron incensarios con carbones encendidos, pusieron incienso en ellos y entraron al lugar Santísimo, violando las disposiciones divinas al respecto. Nadie sino el Sumo Sacerdote podía entrar allí, y sólo podía entrar una vez al año... Repentinamente los dos jóvenes vacilaron, tropezaron y cayeron muertos.


Mientras Aarón permanecía horrorizado, en un choque nervioso y aturdido frente a los muertos, Moisés exclamó: “Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En mis allegados me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Y Aarón mantuvo su paz.

 

Israel había aprendido que ningún hombre podía aproximarse a Dios sin ser invitado y en la forma que Él lo había indicado. En Números 16 encontramos otro ejemplo del intento del hombre de acercarse a Jehová sin estar autorizado para ello. Es la historia de Coré y su rebelión. Coré y un grupo de jefes de Israel estaban celosos de Moisés y de Aarón e insistían en que ellos tenían el mismo derecho de acercarse a Jehová, como lo tenían los sumos Sacerdotes designados por Dios.


Moisés sometió el asunto a prueba delante de toda la congregación. Invitó a Coré y a sus seguidores a presentarse delante de Jehová con sus incensarios listos para el acto de adoración. Al acercarse ellos, Moisés advirtió al pueblo que se apartaran de las tiendas de estos hombres perversos, que se atrevían a acercarse a Dios sin ser invitados, y a su propia manera.


Apenas había dejado Moisés de hablar cuando la tierra se abrió, y Coré y sus acompañantes, así como sus familias, fueron tragados vivos y descendieron al Seol. Israel se apartó de la escena con miedo, respeto y reverencia para un Dios Santo como Aquel.


Encontramos también otra ilustración en 1 Samuel 6.19. El Arca del Pacto había sido capturada por causa del gran pecado de Elí. Había sido llevada a Gath por los filisteos, y después de una serie de castigos que habían caído sobre las ciudades paganas por causa de la profanación del Arca, la pusieron sobre una carreta y la mandaron a Bethsemes. Las vacas que jalaban la carreta se apartaron del camino y se metieron a un campo. Cuando algunas de las gentes que trabajaban en el campo vieron el Arca, publicaron la noticia rápidamente por todas partes, y de los alrededores acudieron miles de personas en actitud reverente y curiosa al mismo tiempo.


Entonces, uno más atrevido que los demás, se acercó y quitó la cubierta del Arca del Pacto, y por vez primera contempló aquella gente el receptáculo Santo de los Diez Mandamientos. Pero, repentinamente fueron atacados por una plaga y cincuenta mil de ellos cayeron muertos. Respeto, temor y consternación se apoderaron de las gentes que quedaron vivas, y golpeando sus pechos regresaron a sus hogares.


De nuevo se les había mostrado que nadie puede acercarse a Dios sino por medio de un Sumo Sacerdote o mediante un sacrificio con derramamiento de sangre. El hombre, por razón de su naturaleza satánica, no puede ir a la presencia de Dios sin ser invitado. Necesita un Mediador.

 

IV.  El Hombre Clama por un Mediador 

Job dio expresión al clamor del hombre por un Mediador. El tema de su poesía podría muy bien llevar como título la pregunta de los siglos: “¿Cómo puede el hombre justificarse con Dios?” El libro de Job es el libro más antiguo de todos los libros de la Biblia. Hay todas las evidencias de que fue escrito por Jobab, uno de los primos de Abraham, en la época en que Jacob fue a Egipto. Algunas partes de este libro muestran cuán vital era para el hombre, en los días de Job, la necesidad de un Mediador.


En Job 4.12-17 tenemos la descripción de un hombre durmiendo, en su tienda, por la noche. En visión escucha una voz que le dice: “¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?” Tal es el viejo y eterno problema al que se ha enfrentado el hombre juicioso de todas las épocas. “¿Puede el hombre mortal ser justificado o absuelto delante de Dios?


¿El hombre caído puede ser puro delante de su Hacedor?” Nótese la palabra “mortal”. El término mortal se aplica solamente al cuerpo físico; el término hebreo usado para esta palabra, significa en realidad “condenado a muerte”, “frágil”; en otras palabras, un súbdito del diablo.


El hombre se hizo mortal cuando quedó bajo el dominio del diablo. El problema es: ¿Puede el hombre mortal, o el condenado a muerte, o el que está bajo el dominio de Satanás, quedar sin condenación en la presencia de Dios? (Job 9.25-35).


En Job 9, vemos una expresión de Job a la agonía más profunda del alma del hombre universal. Job yace en su tienda rodeado por aquellos que ama. Abre su corazón con absoluta libertad expresando el temor que le oprime el alma en su lucha mortal. Nos da figuras de lenguaje que describen la rapidez con que la vida pasa para los ancianos.


Job continúa: “Si digo, olvidaré mi queja, dejaré mi aburrimiento y me esforzaré: me conturban todos mis trabajos; sé que no me darás por libre. Yo soy impío, ¿para qué trabajaré en vano?” Toda esperanza falsa ha huido; Job se encuentra solo con su culpa y su desesperación. Job nos quiere decir: “¿De qué sirve que trate de quitar la tristeza de mi semblante y alegrarlo; si tengo miedo de mis tristezas”?


Esta es la franqueza de la desesperación. Esta es la inutilidad del saber humano de todo el orbe: seré condenado. Job sigue clamando: “¿Por qué entonces trabajo en vano? Aunque me lave con aguas de nieve y limpie mis manos con la misma limpieza, aún me hundirás en el hoyo y mis propios vestidos me abominarán”.


¡Qué cuadro! “Mis propios vestidos (o el concepto de mi propia justicia) me abominarán; porque Él no es hombre como yo para que yo le responda y vengamos juntamente a juicio.” Job sabe que no puede comparecer ante Dios cara a cara porque Dios no es mortal. Dios no está bajo la esclavitud y la culpa del pecado como él. Entonces, Job pronuncia las palabras más cargadas de tristeza que hayan salido de los labios de un hombre: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos”.


En otras palabras, no hay un Mediador entre nosotros que tenga posición legal ante Dios y que al mismo tiempo pueda simpatizar y entender, y también representar al humano. Tal es el grito de Job pidiendo un Mediador; pero no es el clamor de Job solamente, porque Job ha reunido el clamor de las edades y lo ha dejado escapar en un sollozo sin esperanza.


Con cuánta amargura dice: “Quite de sobre mí Su vara, y Su terror no me espante; entonces hablaré y no le temeré; porque así no estoy en mí mismo”.


Job 25.4-6 dice: “¿Cómo pues se justificará el hombre con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo del hombre también gusano”? En la expresión “¿Cómo puede ser limpio el que nace de mujer?, el escritor tiene en mente la caída del hombre por medio de Eva. Cuando nos dice que las estrellas no son limpias a los ojos de Dios, nos está indicando la traición de Adán cuando entregó la creación en las manos del diablo. Satanás lo había manchado todo para que Dios no pudiera contemplarlo con gozo.


Al hablar del hombre como un gusano, revela los abismos profundos hasta donde el hombre había caído. El gusano se refiere a Satanás y a la serpiente antigua, y el hombre catalogado como un gusano, es espiritualmente un hijo del Diablo, sin esperanza y sin manera de acercarse a Dios. Job ha dado expresión claramente a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.


Jeremías también reconoció que el hombre tenía necesidad de un Mediador. Jeremías 30.21 dice: “Y de él será su fuerte, y de en medio de él saldrá su enseñoreador; y le haré llegar cerca, y se acercará a mí: porque ¿quién es aquel que ablandó su corazón para llegarse a mí? dice Jehová”. Jeremías comprendió que ningún hombre tenía el derecho de estar en la presencia de Dios, ni tampoco el poder para hacerlo; y nos dice también que hay Uno que podrá llegar cerca y podrá presentarse delante de Dios sin ser condenado. Jeremías predice al Mediador que Dios proveerá para el hombre.

 

V.  Requisitos de un Mediador 

Ya vimos que la necesidad que el hombre tiene de vida eterna y de justicia, solamente pueden ser satisfechas mediante la encarnación del Hijo de Dios. La encarnación es la única respuesta a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador. Ningún ser humano nacido por procreación natural, podía aproximarse a Dios para interceder por el hombre, en vista de que la muerte espiritual abarcaba a todo el universo.


Los requisitos de un Mediador para el hombre son los siguientes:


1.         Debe ser un hombre, porque tiene que representar a la humanidad.


2.         Debe poseer la capacidad de entender y de simpatizar con las tentaciones del hombre.   


         

PREGUNTAS

 

1.        ¿Qué cosa en la historia de la humanidad manifiesta que el hombre no tiene una posición aceptable ante la Divinidad?


2.        Dé una descripción de la posición del hombre delante de Dios después de su pecado. Cite pasajes de la Escritura.


3.        ¿Por qué el hombre necesitó de un Mediador?


4.        ¿Cuáles fueron los medios de acercamiento a Dios que les fueron proporcionados a Adán y a su familia?


5.        ¿Qué reveló a Israel el incidente que se encuentra en Levítico 10.1-3?


6.        Explique los otros dos incidentes en la vida de Israel que muestran la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.


7.        ¿Cómo expresó Job la necesidad que el hombre tiene de un Mediador?


8.        Cite el pasaje de Jeremías donde se demuestra la necesidad que el hombre tiene de un Mediador, y explíquelo.


9.        ¿Cuáles fueron los requisitos de un Mediador para el hombre?


10.     ¿Cómo pudo satisfacerse la necesidad de un Mediador para el hombre?

 

viernes, 20 de agosto de 2021

Estudios Básicos de la Biblia - E. W. Kenyon - Lección 5

 


Lección 5
LA NECESIDAD DE JUSTICIA QUE TIENE EL HOMBRE 

 

El hombre siempre ha acusado a Dios de cometer injusticia al tratar con la raza humana. El hombre afirma que Dios no es un Dios de Amor o de Justicia porque creó al hombre sabiendo de antemano que éste caería. El hombre objeta el derecho divino de mandar a uno al infierno y a otro al cielo.


¿Puede Dios justificarse ante estas viejas acusaciones que se repiten hasta ahora?


El Dios-Padre tuvo el derecho de crear al hombre de la misma manera que un hombre y una mujer buenos tienen el derecho de dar vida a un hijo. Adán era el amo de sí mismo. No tenía por qué someterse a Satanás a menos que él mismo lo decidiera. No era Adán el eslabón perdido, sino la corona de la creación divina, colocada en la luz plena del conocimiento perfecto.


Hemos visto que el hombre fue creado para disfrutar de gozo y de paz; y que el pecado, la enfermedad, la tristeza o la muerte no tenían lugar en el plan original de Dios. Las condiciones actuales de la sociedad y del mundo no son normales.


Dios se ha vindicado y permanece absuelto ante la raza humana porque no dejó al hombre en esta condición, sino que proveyó la redención, la cual el hombre podría disfrutar por medio de la fe en Cristo Jesús y la que también traería la respuesta a toda necesidad humana.

 

I.  Un Problema Triple 

La necesidad del hombre solamente se satisface recibiendo la vida eterna, la naturaleza de Dios. Sin embargo, Dios no puede impartir al hombre Su propia naturaleza ni darle el privilegio de ser Su hijo hasta hacerlo sobre bases legales. Por consiguiente, y puesto que el Dios-Padre lleva a cabo la redención del hombre, independientemente de las obras de éste, el primer problema que encara Dios es la necesidad que el hombre tiene de Justicia. El Libro de los Romanos que nos da el aspecto legal de nuestra redención en Cristo, menciona esta necesidad en el versículo 26 del capítulo tercero. La versión de Torres Amat dice: “Por donde quiera que se vea, Él es justo en sí mismo y el que justifica a aquel que tiene fe en Jesús”.


Tal fue el problema. Debía hacérsele Justicia al hombre. Dios debía tener el derecho legal de declarar justo al hombre, espiritualmente muerto, e hijo de Satanás. La necesidad que el hombre tenía de justicia implicaba un problema triple.


Primero, Dios tenía que ser justo al tratar con el hombre. No debía pasar por alto su transgresión y la pena debía ser pagada.


Segundo, Dios debía tratar a Satanás sobre bases de absoluta justicia. Debía redimir al hombre de la autoridad del diablo sobre bases legales.


Tercero, no sólo debía ser justo con el hombre y con Satanás; sino también ajustar sus actos a Su propia justicia. La justicia es la base misma de Su trono, y la norma debe no ser menor. Debe haber bases legales sobre las cuales Dios pueda juzgar rectamente a la raza humana y obligar a los hombres a pagar la pena del pecado si rechazan el Sustituto del pecado que Él ofrece.

 

II.  La Pena del Pecado del Hombre 

Cuando la justicia presentó su demanda de que el hombre pagara la pena de su crimen, el hombre no podía pagar ni siquiera los intereses. No había atenuante para el crimen que el hombre había cometido. Su crimen era un pecado imperdonable puesto que se trataba de alta traición. ¡La pena del pecado del hombre era el infierno!


Conociendo la naturaleza del pecado del hombre podemos entender mejor la razón de la existencia del infierno. El hombre es eterno y los ángeles también. Cuando el hombre y los ángeles se convierten en criminales se hacen criminales eternos. El hombre es un espíritu y debe haber un hogar eterno para ese espíritu. Cuando el hombre se convirtió en un espíritu criminal fue necesario que después de la muerte fuera llevado a la prisión para esperar allí el juicio del Trono Blanco. Después del juicio, en cuyo momento recibió su sentencia, debía ser remitido a la prisión federal. El infierno no había sido preparado para el hombre (Mt 25.41). El infierno había sido preparado para el diablo y sus ángeles caídos. Dios planeó originalmente que el hombre viviera sobre la tierra para siempre. La tierra fue hecha con este propósito en mente, y el hombre poseía un cuerpo humano eterno. Pero cuando pecó y se convirtió en mortal, fue necesario acondicionar el infierno para confinarlo allí (Ez 18.4; Ro 6.23).


Siendo un criminal eterno debe haber un lugar de sujeción eterna para él. Debe haber una prisión; los criminales deben ser segregados. Si se les permitiera vagar indistintamente al través de la eternidad, desmoralizarían al nuevo cielo y a la nueva tierra.


Nosotros tenemos cárceles, prisiones del estado y prisiones federales para los criminales que quebrantan las leyes del hombre, con prisión perpetua para los criminales habituales. ¿Podemos en conciencia protestar contra Dios si tiene una prisión en la cual son encarcelados aquellos que violan las leyes del cielo y que son criminales eternos?


El hombre universal cree en cierta clase de infierno o lugar de confinamiento para un castigo después de la muerte y este testimonio no es fácilmente rechazado. No hay un tipo de testimonio tan convincente para un jurado y para un juez como el testimonio de la conciencia humana universal.

 

III.  La Justicia de Dios para con Satanás 

Dios, al restaurar la justicia al hombre, no debe tomar ventaja sobre Satanás. El pecado de alta traición de Adán le dio a Satanás el derecho legal de enseñorearse de la creación y hacer del hombre su súbdito y esclavo legal. Dios, en Su omnipotencia, es infinitamente más poderoso que Satanás, pero debe despojar a éste de su autoridad en tal forma que sea un acto justo. El plan por promulgarse debe estar basado incuestionablemente sobre bases legales.

 

IV.  La Justicia de Dios Hacia el Hombre 

Al tratar con el hombre sobre bases de justicia, Dios debe reconocer la trasgresión y ver que la pena se cumpla. La redención del hombre debe ser legítima, permitiéndole así al hombre redimido mantener su dignidad sabiendo que fue justificado sobre bases legales.


Cuando el hombre pecó se hizo copartícipe de la naturaleza satánica y como resultado de su transgresión debía ser encarcelado en el infierno. Alguien debía ir allí y pagar su pena a fin de que el hombre tuviera vida eterna y se presentara ante Dios como si nunca hubiera pecado. Esta redención libertará al hombre de la pena de ir al infierno. Si no acepta y persiste en su unión con Satanás, entonces debe compartir el destino de éste.

 

V.  Lo que la Redención del Hombre Tiene que Incluir 

La pena de la transgresión de Adán debía pagarse en forma adecuada para que el hombre pudiera ser liberado del dominio satánico. Debía también ponerse en las manos del hombre un arma que fuera al mismo tiempo defensiva y ofensiva. Debía recibir autoridad por medio de la cual pudiera enfrentarse a Satanás y vencerlo en combate honorable.


Debe concedérsele al hombre la resurrección del cuerpo físico y también la inmortalidad porque al principio el hombre tuvo un cuerpo humano perfecto. Debe dársele al hombre un cuerpo inmortal sobre el cual la muerte no tenga ni dominio ni autoridad. Debe haber una restauración de la tierra a la gloria y a la belleza edénicas; y debe hacerse de tal modo que nunca vuelva el diablo a dominar de nuevo.


La redención del hombre debe incluir una nueva creación con la vida o la naturaleza de Dios, con una Justicia perfecta y una perfecta reconciliación o compañerismo a fin de que el hombre se sienta en casa con Dios. Dios debe ser capaz de darle el lugar de un hijo en Su corazón tanto como en la creación, de tal manera que la justicia, los privilegios de hijo y el más completo compañerismo sean derechos eternos del hombre. Ninguna redención que no otorgue estas tres grandes bendiciones satisfará las necesidades del hombre.

 

VI.  Dios Mismo Debe Proveer un Redentor 

Esta redención para el hombre que le restaure la justicia, debe emanar de Dios. Ningún hombre podría satisfacer las demandas de la justicia en pro de la raza humana; porque todo hombre nacido por reproducción natural es un hombre quebrantado y desvalido en manos de un enemigo que lo domina y que tiene la autoridad de echarlo al infierno. Ningún hombre puede permanecer ante Dios por sí mismo, porque toda la raza humana está bajo acusación. Por lo tanto, no hay ningún hombre que pueda representar a la raza humana delante de Dios.

 

VII.  Requisitos del Redentor 

El Redentor debe ser un hombre. No obstante, este hombre no debe nacer por reproducción natural, sino debe ser concebido de tal manera que no se convierta en un súbdito de Satanás. La muerte espiritual no debe morar en la naturaleza de su espíritu.


Debe permanecer delante de Dios así como el primer Adán permaneció en justicia, y debe poseer el mismo dominio y la misma autoridad. Debe andar sobre la tierra como un hombre, agradando en forma perfecta al Padre. Debe ser tentado por Satanás como el primer hombre y la primera mujer, pero no debe someterse a la voluntad de Satanás.


Tal hombre debe entonces actuar como el Sustituto del hombre. El pecado del hombre y la muerte espiritual deben ser puestos sobre este hombre. Luego, el juicio de Satanás debe caer sobre él. Debe encarar las demandas de la justicia. Para hacerlo, debe ir al infierno. Allí debe permanecer, bajo juicio, hasta que toda exigencia legal de la justicia contra la raza humana haya sido satisfecha. Debe permanecer allí y sufrir hasta que Dios pueda legalmente absolver a todo ser humano que lo acepte como Salvador y a todo aquel que confíe en el Pacto de Sangre desde el principio.


No solamente debe este redentor estar libre del dominio de Satanás durante Su ministerio en la tierra, sino que debe ser más grande que Satanás; Uno que, después de que haya sido pagada la sentencia, pueda conquistar al diablo, quitándole su señorío y su dominio legal sobre el hombre. Debe conquistar a la muerte, trayendo vida e inmortalidad al ser humano quebrantado y en servidumbre.


Ningún ángel puede actuar como redentor del hombre porque un ángel no podría satisfacer las demandas de Justicia. Ningún hombre podría cumplir las exigencias de la justicia para ser redentor, a causa de su unión con y de su sujeción a Satanás.


Solamente Dios es más grande que Satanás; por lo tanto, Dios y el hombre deben unirse en un solo individuo. La Encarnación es la única respuesta a la necesidad de justicia del hombre. Sólo la unión de Dios y del hombre proveerán un redentor que ande en justicia como hombre, con la capacidad de pagar la pena impuesta al hombre y de conquistar a Satanás.


La Divinidad misma debe sufrir por el hombre. Dios había creado al hombre sabiendo que éste podía caer. La responsabilidad de tal creación descansaba por completo sobre el Dios-Padre. El debe proveer la redención. El único modo de impartir justicia a la humanidad es la Encarnación del mismo Hijo de Dios.


El Hijo amado de Dios debe salir del seno del Padre y dejar Su gloria y majestad que ha disfrutado con Él. Debe venir a la tierra y tomar sobre Sí mismo el cuerpo físico de un humano. Debe andar como un hijo, agradando al Padre; y debe conquistar a Satanás durante Su ministerio terrenal y en Su carácter de hombre. Luego, Dios debe tomar la naturaleza pecadora del hombre, ese monstruo horrible, llamado muerte espiritual, y ponerlo sobre el espíritu de Su Hijo Santo y Eterno. El Hijo debe ser juzgado, y la ira y la indignación de la justicia deben caer sobre Él.


Cuando haya pagado la pena por el hombre, será hecho justo, y esa Justicia llegará a ser del hombre. Fue por un hombre que vino el juicio; por consiguiente, un hombre sin pecado podrá, sobre bases legales, pagar la pena. De ese modo la raza humana será declarada libre de culpa y de injusticia si los hombres admiten el dominio del Encarnado.


La conclusión de nuestra lección es la siguiente: la necesidad que el hombre tiene de la vida eterna demanda justicia; y la necesidad que el hombre tiene de justicia, exige la Encarnación.


 

UN ESTUDIO DE LAS ESCRITURAS ABARCADAS EN LA LECCION

 

Pasajes que Revelan la Injusticia del Hombre:

 

Ro 1.18. “Porque manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres”.

Ro 3.9-10 “Todos están bajo pecado; no hay justo, ni aun uno”. Ro 5.16-18 De uno para condenación.

Ro 5.19 “Los muchos fueron constituidos pecadores”.

 

Pasajes que Revelan que el Juicio fue Pronunciado Contra el Hombre:

 

Ro 5.16-18 “Por un delito reinó la muerte por uno”.

Jn 16. 8 “Redargüirá de juicio”.

Jn 16.11 “De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado”. El juicio de Satanás se convirtió en el juicio del hombre.

Jn 3.36 “La ira de Dios está sobre él”.

 

Pasajes que Muestran al Infierno como Lugar de Confinamiento:

 

Sal 9.17 “Los malos serán trasladados al infierno”.

Ap 20.13-15 “Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego”. 

2P 2.4 “Sino que habiéndolos despeñado en el Infierno, con cadenas de oscuridad, los entregó para ser reservados al juicio”.

 

Pasajes que Muestran la Incapacidad del Hombre para Redimirse:

 

Ef 2.12 “Sin esperanza y sin Dios”.

Is 59.15-16 “Dios vio que no había justicia; que no había ningún hombre que pudiera actuar en favor del hombre. Por lo tanto, fue Su propio brazo el que trajo Salvación y justicia al hombre”. 

Ro 3.20 “Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él”.

1Jn 3.10 “hijos del diablo”.

Jn 8.24 El que comete pecado es siervo de pecado.

Ef 2.2-3 Andando de acuerdo con Satanás.

Col 1.13 El hombre bajo la autoridad de Satanás.

He 2.14-15 Satanás tiene el dominio del reino de la muerte espiritual y el hombre está esclavizado a él.

 

Pasajes que Revelan que Cristo, el Hijo Encarnado, Satisfizo las Exigencias de la Justicia como Redentor del Hombre:

 

En Su ministerio sobre la tierra: 

Jn 8.29, nos dice: “Porque yo, lo que a Él agrada hago siempre”


Como Sustituto del pecado del hombre: 

2Co 5.21; Is 53.4-6; Ro 4.25.


Como Conquistador de Satanás: 

Col 2.15; He 2.14-15; Fil 2.9-10; Ap 1.18.

 


PREGUNTAS

 

1.      ¿Cómo se ha vindicado Dios del cargo de injusticia?


2.      ¿Por qué el infierno fue el castigo de la transgresión del hombre?


3.      ¿Qué estaba implicado en el problema de la justicia de Dios hacia el hombre?


4.      ¿Qué demandaba la justicia de Dios hacia Satanás?


5.      ¿Por qué el hombre no estaba capacitado para redimir a la humanidad?


6.      (a) Mencione las demandas que un Redentor debe satisfacer. (b) ¿Cuál debe ser su obra en favor del hombre?


7.      ¿Qué debe incluir la redención del hombre?


8.      Describa el compañerismo entre el nuevo hombre en Cristo y Dios.


9.      Dé citas sobre:

(a)     La injusticia del hombre.

(b)     El juicio que fue pronunciado contra el hombre.

(c)     La incapacidad del hombre para hacerse justo por sí mismo.


10.   ¿Estudió cada uno de los pasajes bíblicos?