En lección pasada vimos la entrada de la muerte espiritual
en la vida del hombre.
Eso explica el dominio y la persistencia del pecado en su
imperio real sobre la humanidad. El hombre se ha convertido en participe de la
naturaleza Satánica, que es causante de la muerte espiritual. El reinado de la
muerte espiritual arranca de Satanás.
Efesios 2.1-5 nos
revela la condición de muerte espiritual del hombre, como un hijo de la ira,
cuya vida es ordenada por Satanás, quien se ha convertido en el príncipe de la
potestad del aire.
No hay razón lógica para explicar la respuesta que el
hombre ha dado al pecado, organizado de manera tan inteligente, a menos que la
naturaleza y voluntad de aquél estén ligados en amistad con éste. El Dios-Padre
había dado a conocer Su voluntad al hombre. Su voluntad era que el hombre
comiera del Árbol de la Vida, y que participara de Su Naturaleza.
Hay tres voluntades en el mundo: la voluntad de Dios, la voluntad de Satanás y la voluntad del hombre. En la medida en que el hombre dependa de Satanás o de Dios para su vida espiritual, su voluntad estará en armonía con la voluntad de Dios o con la de Satanás.
Mateo 6.24 nos
da la explicación del Nuevo Testamento: el hombre no puede servir a
dos señores al mismo tiempo. Tendrá que amar al uno o al otro. Tendrá que
servir a Dios o a Satanás. El hombre en el Edén rechazó la voluntad de Dios y
buscó hacer su propia voluntad. Pero al querer hacer su voluntad libertándose
de Dios, sometió esa voluntad a la esclavitud satánica.
Ahora vamos a estudiar el reinado de la muerte espiritual
en la vida del hombre, creado a la imagen de Dios; y a encontrar la única
respuesta a la necesidad del hombre, muerto espiritualmente.
I. Principia el Reinado de la Muerte Espiritual
El dominio de la voluntad satánica sobre Adán comenzó en el
momento mismo en que éste obedeció su voz. ¡Qué horrible despertar fue para el
hombre! La naturaleza satánica se
había metido en su espíritu.
Efesios 2.3 nos
declara que el hombre es ahora, por naturaleza, un hijo de ira. Génesis 3.8-13 nos afirma que ya no
responde al llamado de Dios. Su compañerismo se ha roto. Ahora responde al
llamado de su nuevo amo, Satanás.
Génesis 3:22-24
nos dice que el hombre está ahora fuera de la ley; que es arrojado fuera del
Edén, y que ya no tiene ninguna base legal para acercarse a Dios: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como
uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su
mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo
sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y
una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino
del árbol de la vida”.
Debemos comprender en todo su significado este proceder
divino. Hubiera sido un crimen irreflexivo el que la naturaleza divina y la
naturaleza satánica se hubieran hermanado en un individuo; por ello se le
prohibió a Adán el acceso al Árbol de la Vida. No podemos imaginar siquiera la
clase de ser que hubiera resultado de semejante unión. Es suficiente saber que
esto hubiera imposibilitado la obra de la redención.
Génesis 4.8-9 nos
muestra cómo la muerte espiritual se convierte para Adán en una realidad espantosa.
Su hijo primogénito asesina a su hermano y después miente. Las dos
características de Satanás se manifiestan en la vida del hombre. Satanás es
asesino y mentiroso. Adán va a sentir con ansiedad el efecto de su traición. No
solamente ha pecado contra Dios, sino también contra la raza humana todavía por
nacer.
Génesis 4.26 nos
relata que en la familia humana nace un nieto y Adán le pone por nombre Enós. Y
Enós significa mortal, frágil, condenado a muerte, o gobernado por Satanás. Le
da nombre a su primer nieto recordando con amargura su pecado. En cada amanecer
la perfecta belleza había recreado la vista del hombre; ahora lo que contemplan
sus ojos por todas partes es devastación. Lo que abunda en dondequiera son los
gusanos, las zarzas y las espinas (Gn
3.17-19).
La voluntad férrea de la muerte espiritual ha esparcido el
odio en la naturaleza del reino animal. Hasta los oídos de Adán llegan gritos
discordantes de malicia y de sufrimiento, en tanto que delante de sus ojos
yacen al sol los esqueletos de animales y de insectos. Adán mismo se envilece
bajo la voluntad férrea de Satanás. Se da cuenta de que su naturaleza ya no
está en armonía con Dios. Ha perdido el amor y lo han abandonado el gozo, la
tranquilidad y la paz.
II. La Muerte Espiritual y el Nacimiento de la Razón
La muerte espiritual obligó al hombre a dejar de andar en
el reino de su espíritu. Hasta aquí había caminado en el reino del Espíritu con
su Creador. Su espíritu había imperado y gobernado. Había sido el reino de la
fe, el reino del poder omnipotente donde la fe dio a las palabras ser y
sustancia. Fue el reino de Aquel que llamó a las cosas que no son como si
fuesen (Ro 4.17).
Adán había actuado como sub-gobernante de Aquel que hizo
los mundos creándolos de la nada, por fe en Su Palabra (He 11.3). Ahora que la unión del hombre con Dios ha sido rota, la
suficiencia del hombre también es separada de la suficiencia divina. La palabra
del hombre es separada de la Palabra de Dios. El hombre ha caído del reino de
la suficiencia divina al reino de la suficiencia humana. En este reino depende
de sus propios recursos. Los recursos del hombre se limitan a su mente y a su
cuerpo. La mente puede derivar su conocimiento sólo por medio de los sentidos
físicos. Los cinco sentidos, vista, oído, tacto, gusto y olfato, se convierten
en las puertas y ventanas de su mente.
El hombre forma su concepto del mundo y de sí mismo por
medio de tales sentidos. Ordena su vida por lo que ve, por lo que oye, por lo
que siente, por lo que prueba y por lo que huele. Los sentidos llevan el
material a la mente, y la razón saca sus propias conclusiones del material de
la sensación. La fe ha muerto, lo sobrenatural se ha perdido, y nace la razón.
Romanos 8.7 nos
dice que “los designios de la carne son
enemistad contra Dios”. La mente carnal está compuesta del material y de
las sensaciones que percibe a través de los sentidos físicos. En otras
palabras, la razón, producto de los sentidos del hombre, siempre ha estado
enemistada con el conocimiento divino que procede de la fe, o de cualquier otro
acto que esté fuera del alcance del hombre, en su esfera netamente humana.
La civilización se convierte en el cultivo de las artes que
agradan a los sentidos. No importa cuán altos sean los propósitos del hombre,
éste no puede elevarse por encima del nivel de sus sentidos. El andar o actuar
en el espíritu se ha perdido. El grito del espíritu permanece sin respuesta. En
los albores de la historia humana, la razón adquiere la supremacía.
La historia de la raza humana ha sido una comprobación de 1 de Juan 5.19b: “...el mundo entero está bajo el maligno”. El pecado ha gobernado
como rey en el reino de la muerte espiritual donde el hombre vive bajo el cruel
emperador, Satanás. Cada esfuerzo del hombre por extirpar el poder del pecado
ha fracasado. La educación ha fallado. La historia confiesa que cada nuevo
progreso en la civilización ha sido acompañado de un descenso de los principios
morales.
La guerra ha dominado en cada período de la vida de las
naciones; destruyendo la juventud y la fuerza de la humanidad. La guerra ha
causado al hombre sufrimientos indecibles. Su crueldad no es más que una
manifestación del dominio satánico operando en la destrucción del hombre.
El hombre ha sido incapaz de cortar la raíz y la causa del
pecado, de la enfermedad y de la muerte. La plaga de la enfermedad se ha ceñido
al cuerpo, marchitando y flagelando a la humanidad. La muerte es el mayor
problema que han encarado hombres de todas las épocas. La muerte proyecta su
sombra sobre cada alegría nacida en los sentidos del hombre.
El hombre, yaciendo en el seno del maligno, clama en agonía
en contra de esta vana lucha que solamente termina en muerte y condenación sin
esperanza. A pesar de la maldición marchitadora, la creación rebosa de belleza
y de armonía. Las marcas y el diseño de un Creador inteligente se manifiestan
todavía. No obstante, el hombre no puede ver ninguna razón para su corto
espacio de vida entre el nacimiento y una muerte sin esperanza. El hombre nace
para morir; no trae consigo gozo para sí mismo ni para su Creador. Su espíritu
tiene hambre de Dios, pero no puede encontrarle. Su razón le revela que su
Creador no es un Dios de amor; por lo que rechaza la revelación de un
Dios-Padre.
Un hombre de ciencia, expresando el sentimiento de la
época, al contemplar la vida del hombre dijo: “El Dios de los cristianos no es
un Dios de amor; las Hermanas de la Caridad son más bondadosas que Él”. El
hombre, cegado por su padre espiritual, Satanás, no sabe que al despuntar la
aurora de la historia humana, Satanás, el enemigo de Dios, se convirtió en el
señor de este mundo. No sabe que por la trasgresión de uno, la muerte se adueñó
de la soberanía. La muerte espiritual, la naturaleza satánica, es el terreno en
el cual han crecido el pecado, la enfermedad, la muerte física y toda pena que
han ensombrecido la vida del hombre creado por Dios.
III. La Necesidad que el Hombre Tiene de Vida Eterna
Efesios 4.17-18
nos da una descripción de la humanidad, al entrar la muerte espiritual en la
vida de Adán (Ro 5.12). El hombre es
un extraño a la vida de Dios. Se mueve en el reino de la razón y en la vanidad
de su mente; y esa mente está entenebrecida y cegada por la muerte espiritual
que habita en ella (2Co 4.4).
El hombre, mediante sus propios esfuerzos, está
completamente incapacitado para redimirse de esa condición. Después de que Adán
obedeció a Satanás, sometiéndose a él y entregándole la autoridad que Dios le
había conferido, no pudo ya libertarse de esa condición. Humanamente hablando,
un solo hombre había sellado el destino de la raza humana (1Co 15.22).
Ningún hombre podría haber redimido a la humanidad porque
todos habían quedado bajo el Dominio de Satanás. Si habría de efectuarse la
redención del hombre, sólo Uno más poderoso que Satanás tendría que realizarlo
para el hombre. Dios mismo tendría que redimir a la humanidad.
Esa Redención exige mucho más que un simple perdón de los
pecados del hombre. Aunque Dios hubiera perdonado el pecado de Adán y de todos
los hombres, la redención de la raza humana habría permanecido inaccesible.
Todavía quedarían en pie el poder y la autoridad del pecado sobre la vida del
hombre. Sería necesario para éste que continuamente se le otorgara el perdón de
sus pecados. Tal fue la condición de Israel.
Hebreos 19.11
nos declara que: “Todo sacerdote se
presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios
que nunca pueden quitar los pecados”. El pueblo del Pacto Divino estaba
todavía muerto espiritualmente y necesitaba el continuo perdón de sus pecados,
que eran el resultado de esa condición.
Hebreos 10.3 nos
habla de un continuo recordatorio de la condición de muerte espiritual de
Israel en la mente de Dios. El simple perdón de los pecados no hubiera terminado
con las relaciones que existían entre el hombre y su padre espiritual; Satanás.
Esto no hubiera permitido ningún compañerismo entre Dios y el hombre, ni que el
Dios-Padre habitara nuevamente con él.
La redención debe ser algo más que un simple perdón. Debe
ser la dádiva de una nueva naturaleza, de una nueva vida para el hombre. La
redención significó una nueva creación en el espíritu del hombre. La necesidad
del hombre puede ser satisfecha únicamente recibiendo la naturaleza divina
dentro de su espíritu.
Ante todo, la muerte espiritual debe ser destruida por
completo en la vida del hombre. La naturaleza satánica debe ser extirpada
totalmente de la naturaleza del hombre a fin de que éste pueda erguirse tan
libre de la autoridad satánica como si nunca hubiera muerto espiritualmente.
Romanos 6.6 nos
dice que el cuerpo del pecado, que trae la muerte espiritual, debe ser
destruido. Colosenses 1.13 afirma
que el hombre necesita ser liberado de la autoridad satánica. Hebreos 2.14 dice que Satanás, quien
impera en el reino de la muerte, debe ser destronado de su posición como amo
del hombre.
Hebreos 2.15 afirma que el hombre debe ser liberado, aun del temor de su antiguo amo quien lo ha mantenido en la esclavitud. Entonces, quedará libre para recibir la vida divina.
Génesis 3.24 nos dice que
Dios había arrojado al hombre del huerto del Edén para que no tuviera acceso al
Árbol de la Vida; mientras estaba muerto espiritualmente.
El hombre tiene necesidad de la vida; de la naturaleza divina;
pero Dios no le puede impartir Su naturaleza hasta que legalmente haga posible
para él su liberación de la naturaleza satánica. El simple perdón divino y la
corrección o educación por parte del hombre, no hubieran podido cortar el
pecado de raíz, ni eliminar la muerte espiritual.
Así como Adán, cuando pecó, nació de nuevo por el poder de
la naturaleza satánica, el hombre que es por naturaleza un hijo de ira, debe
nacer otra vez, y recibir la vida de Dios (Jn
3.7). Esto le convertirá en un hijo de Dios (Jn 1.12; 1Jn 5.1). Esta vida de Dios dentro del espíritu del hombre
lo librará de la ley del pecado (Ro 8.2).
1 de Juan 2.6
afirma que la naturaleza divina proporcionará al hombre la capacidad para andar
con el Padre, así como Cristo anduvo con Él. Jesucristo, aunque fue tentado por
Satanás, pudo andar absolutamente en la voluntad del Padre, agradándole (Lc 3.22; Jn 5.30). Esto se debió a que
Él no pertenecía al reino de la muerte espiritual, sino al reino de la vida
divina. La vida eterna dentro del espíritu del hombre, hoy también lo puede
convertir en heredero de Dios y coheredero con Cristo (Ro 8.17).
Aquel que ha nacido de nuevo, está delante del Padre, como
Cristo estuvo cuando vivió en la tierra, y también está libre del dominio
satánico y puede agradar al Padre (Jn
17.14-18; 22.23; 1Co 1.30). La vida eterna libertará al hombre de la ley de
la enfermedad (1P 2.24). Fijémonos
en Romanos 8.11; este pasaje no se
refiere a la resurrección. La palabra traducida como “mortales”, significa en
realidad “condenados a muerte”. Por consiguiente, el término “mortal” no puede
referirse a la condición de nuestro cuerpo, después de la muerte, porque
entonces ya no está condenado a muerte sino destruido por la muerte, y en
espera de la inmortalidad, a la segunda venida de Cristo. La vida eterna,
habitando en estos cuerpos, les impartirá vida y salud.
Al recibir el hombre la vida eterna, se hace posible
también que reciba el Espíritu de Dios y que Dios habite en él (2Co 6.16; Ef 3.14-21). Esto coloca de
nuevo al hombre, en el reino de la suficiencia divina, el reino donde todas las
cosas son posibles (Mt 17.20). El
hombre podrá andar de nuevo en el reino de su espíritu, el reino de la fe,
donde vive por la Palabra de Dios (Lc
4.44). La vida eterna satisfará la necesidad del hombre y el grito
anhelante del Dios-Padre que busca compañerismo, pero antes de que se le pueda
dar al hombre la vida eterna tiene que ser declarado justo, y Dios debe tener
el derecho legal de trasladar al hombre, de la familia de Satanás, al seno de
Su propia familia.
PREGUNTAS
1.
Mencione las tres voluntades que hay en el mundo.
2.
Explique Mateo 6.24.
3.
¿Por qué fue el hombre arrojado del huerto del Edén
después de que murió espiritualmente?
4.
¿Qué incidente revela la obra de la muerte
espiritual entre los hijos de Adán?
5.
¿Por qué la razón ganó la supremacía sobre la fe?
6.
¿En qué forma la civilización prueba que la muerte
espiritual habita en el espíritu del hombre.
7.
Explique por qué el simple perdón de los pecados no
satisfará la necesidad del hombre perdido.
8.
¿Por qué Dios debe efectuar la rendición del
hombre?
9.
¿Por qué y cómo la vida eterna satisfará las
necesidades del hombre?
10.
Explique Romanos 8.11.
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