Lección 7
Al estudiar los problemas que tuvo que encarar el
Dios-Padre para proporcionar al hombre un redentor de la muerte espiritual,
vimos que la necesidad que el hombre tenía de tal redentor demandaba la unión
de la Divinidad y de la humanidad en un solo individuo. La necesidad que el
hombre tiene de justicia, de vida eterna y de un Mediador, solamente podía ser
satisfecha por la encarnación del Hijo de Dios.
La encarnación de la Divinidad con la humanidad
proporcionaría un sustituto donde estuvieran unidas la naturaleza Divina y
humana; sobre tales bases el Dios-Encarnado podría actuar como mediador del
hombre. Siendo igual a Dios por una parte, y unido con el hombre por la otra,
podría hermanar a los dos. Estando la Deidad y la humanidad unidas, el
Encarnado podrá asumir las responsabilidades de la traición del hombre y
satisfacer las demandas de la justicia Divina, y así tender un puente de unión
entre Dios y la humanidad.
I. La Primera Promesa de Dios Relacionada con la Encarnación
Cuando el hombre cometió el pecado de alta traición, murió
espiritualmente. En su estado de muerte espiritual se describe su condición,
como “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2.12). Sin embargo, inmediatamente el amor de Dios comenzó a
obrar en favor del hombre. El Dios-Padre se enfrentó a la condición del hombre
con toda equidad. Sabía que las necesidades del hombre podían satisfacerse
solamente sobre bases legales mediante la Encarnación de Su Hijo. Su amor no
escatimó ningún sacrificio como demasiado grande para restablecer el
compañerismo con el hombre.
La misericordia y la verdad se encontraron (Sal 85.10), y el triunfo del amor dio
al hombre la promesa de un Redentor. En su conversación con Satanás, Dios
anuncia al hombre la primera promesa de la Encarnación (Gn 3.15): “Y pondré enemistad
entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la
cabeza y tú le herirás en el calcañar”. Notemos cuatro afirmaciones
extraordinarias en esta promesa:
Primera: “Pondré
enemistad entre ti y la mujer”.
Es decir, habrá enemistad entre Satanás y la mujer. La
historia de la mujer prueba eso. La mujer ha sido comprada y vendida como si
fuera un mueble. Sólo donde el cristianismo ha penetrado al corazón de las
gentes, la mujer ha recibido un trato distinto que la ha elevado por encima de
la creación animal.
En países llamados cristianos ella es la heredera de
nuestras enfermedades y la víctima de los tribunales de divorcio. Los médicos
nos dicen que el 95 por ciento de los casos que requieren hospitalización, es
de mujeres.
Segunda: “Pondré
enemistad entre tu simiente y la simiente de ella”.
La simiente de Satanás es la raza humana no regenerada; la
simiente de la mujer es Cristo. Cristo fue perseguido desde que era un
pequeñito por la simiente de Satanás, hasta que finalmente lo crucificaron; y
desde la resurrección de Jesús hasta nuestros días, la Iglesia ha sido objeto
de las persecuciones más enconadas y de la enemistad del mundo.
Tercera: “La
simiente de la mujer”.
Aquí está la profecía de que una mujer dará a luz un hijo
independientemente de la procreación natural. Cualquier hijo es llamado siempre
“la simiente del hombre” o “hijo del hombre”.
Cuarta: “Y él te
herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”.
“Él te herirá en la cabeza”, es decir, en la cabeza de
Satanás. En todos los idiomas orientales la expresión “herir en la cabeza”
significa “quebrantar el señorío del que gobierna”.
El hombre le había entregado a Satanás su señorío. Satanás
acababa de adquirir el dominio que Dios había otorgado al hombre. Y Satanás va
a ejercer ese dominio hasta que llegue la Simiente de la mujer. Un Hombre va a
quebrantar su señorío.
“El calcañar”, es la Iglesia militante en la tierra. Los
largos períodos de persecución que ha sufrido la Iglesia por la simiente de
Satanás han quedado registrados como hechos históricos absolutamente
comprobados. Esta profecía es una de las más notables y claras que jamás se
haya cumplido. El Dios encarnado ha venido y ha reducido a la nada a aquel que
tenía la autoridad de la muerte, el diablo, y ha libertado a todos aquellos que
por el temor a la muerte vivían siempre sujetos a servidumbre (Hebreos 2.14).
Este pasaje también tuvo su cumplimiento en la ruda
persecución contra Jesús que culmina con Su muerte en el Calvario; y luego en
la persecución contra la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, y que hace Su voluntad
en la tierra.
Génesis 3.20
dice: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre
de todos los vivientes”. La palabra “Eva” en hebreo es Javah, que literalmente significa “la que vive o la que da vida”.
Aquí, dice Dios al hombre, que su esposa será la madre de “Aquel que da vida”,
nuestro Cristo.
II. Deseo Universal del Hombre Relacionado con la Encarnación
Los griegos y los romanos suponían que sus dioses habían sido divinos y humanos, lo cual demuestra el anhelo del hombre por una unión con la Divinidad. La encarnación no es más difícil de creer, que la creación del primer hombre. Adán fue creado por un acto del poder Divino; el resto de la raza humana fue engendrado por procesos naturales; pero este Redentor que nacería de la mujer será formado por un acto especial del poder Divino. El es el Dios Todopoderoso y la encarnación es, para Él, una cosa absolutamente posible.
III. Intentos de Satanás para Hacer Fracasar el Plan de Dios
No sabemos hasta qué punto Satanás comprendió el plan de
Dios para la redención del hombre cuando el Redentor le fue prometido a éste.
Lo que sí sabemos es que no lo comprendió completamente, pues de otro modo no
hubiera crucificado a Cristo (1Co 2.8).
Satanás pensó que la crucifixión significaba la destrucción de la vida de
Cristo, sin darse cuenta que en realidad era el medio de la redención del
hombre.
No obstante, Satanás debió haber comprendido el hecho de
que iba a venir un Redentor por medio de la humanidad, el cual quebrantaría su
dominio sobre el hombre. Por consiguiente, trataría de destruir el plan del
Dios-Padre. La obra de Satanás para frustrar el propósito Divino sigue dos
derroteros: (1) destruir el conocimiento de Dios en la tierra; y (2) destruir
la línea del Justo (del Mesías) en la humanidad.
Por estos dos medios haría imposible para el Redentor tomar
forma humana. Lo que el diablo desea es separar al hombre de todo compañerismo
con Dios.
El primer intento de Satanás para conseguir su propósito se
encuentra en el asesinato de Abel por Caín (Gn 4.1-15). Abel había
recibido el testimonio de que era justo al ofrecer un sacrificio de fe, de
acuerdo con la revelación que Dios le había dado: “Y Abel trajo también de los
primogénitos de sus ovejas, y de su grosura. Y miró Jehová con agrado a Abel y
a su ofrenda” (Gn 4.4).
“Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín,
por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio a sus
presentes; y difunto, aún habla por ella” (He
11.4).
Satanás sólo sabía que de Abel vendría el Redentor del
hombre; por lo tanto, destruyó su vida. Al hacerlo, destruyó la línea del Justo
que existía entonces.
Pero, después de esto, Génesis
4.25 afirma que a Adán y a Eva les nace Set. Parece que Eva comprendió que
una línea del Justo había sido destruida y que Set venía a ocupar el lugar de
Abel.
Ella le puso por nombre Set, que significa “sustituto”, y
dijo: “Dios me ha sustituido otra simiente en lugar de Abel, a quien mató
Caín”.
IV. La Simiente de la Mujer
A medida que van pasando las generaciones, la muerte
espiritual sigue actuando dentro de la vida del hombre, alejándolo de Dios y
entenebreciéndole la mente (Ef 4.17-18).
Satanás trata de mantener a la simiente de la mujer tan alejada de Dios, que Él
no pueda enviar a un Redentor por medio de la humanidad. Hasta ahora la única
promesa dada acerca de la encarnación había sido muy general. Por consiguiente,
la guerra encarnizada de Satanás contra la simiente de la mujer es total. Más
tarde, Dios hace la promesa del Redentor en forma más específica y definitiva,
y a medida que vayamos estudiando veremos una obra específica de Satanás
encaminada a destruir la línea del Justo, designado por Dios.
En Génesis 3.15, el Encarnado es llamado la simiente de la mujer, un término muy general. Pero Génesis 12.3 lo hace más definido, y el Encarnado se especifica con el término “la simiente de Abraham”. En el Salmo 89.3-4 se le denomina la simiente de David. Vendrá de la familia de David. Poco a poco se define una familia.
Isaías 7.14 lo
especifica más cuando dice: “He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y
llamará Su nombre Emmanuel”. Dice “la virgen”, como si ya la hubiera señalado.
Se designa aquí a un individuo.
Al estudiar la historia de Israel veremos los esfuerzos de
Satanás dirigidos hacia la simiente de Abraham; luego hacia la simiente de
David, y después, su odio enconado y la persecución a Jesucristo, nacido de la
virgen.
GÉNESIS 5
Génesis 5 nos, da la genealogía de Noé. Mientras
Satanás trabaja para destruir la línea del justo, Dios está preservando la
línea por medio de la cual vendrá el Redentor. Dios está actuando con miras a
la encarnación. Es bueno leer los capítulos cuatro y cinco de Génesis.
Notaremos dos cosas. Primera:
Después de que Caín se destaca ante nosotros por el asesinato de su hermano, se
menciona su progenie un poco, y termina en Lamec, un asesino también (Gn 4.18-23).
Segunda: El
Espíritu Santo se propone interesarnos en otro hombre, el tercer hijo que les
nació a Adán y a Eva, cuyo nombre es Set (Gn
4.24-26). Por esta línea vinieron Noé, Sem, Abraham, Jacob, y, más tarde,
Jesús, quien fue la simiente de la mujer que hirió la cabeza de la serpiente.
Para fijar nuestra atención en Set, la línea del Justo, el Autor Divino
repite, al principio del capítulo cinco, el relato original de la creación del
hombre, trazando la historia de Adán brevemente y luego dando en detalle el
linaje de Seth.
Esto nos demuestra que sus tratos son ahora con esta línea.
GÉNESIS 6
Génesis 6.1-3 dice: “Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas; se tomaron mujeres, escogiendo entre todas”.
Satanás había destruido el conocimiento de Dios en el
corazón del hombre. Los pensamientos de los hombres eran malos continuamente.
Solamente Noé conocía y andaba con el Dios verdadero (Gn 6.8-9). Si la humanidad hubiera sido dejada en esa condición,
después de la muerte de Noé, el conocimiento de Dios se hubiera perdido por
completo. La línea del Justo hubiera sido destruida y la encarnación no habría
sido posible.
Aparentemente, Satanás había triunfado en sus esfuerzos,
pero el propósito del Dios Todopoderoso no sería frustrado. Para Él era una
cuestión de poca monta el poner fin a la humanidad en su condición corrompida (Gn 6.11-13). Si la línea del justo iba
a preservarse y el conocimiento de Él iba a perdurar sobre la tierra, Dios
tenía que destruir a la humanidad y continuar la línea por medio de la cual
vendría el Redentor, por Noé.
Si en el pasado no pudimos comprender la obra del
Dios-Padre con miras futuras hacia la encarnación, tal vez nos ha sido difícil
entender la destrucción de la humanidad por el diluvio. Ahora, entendiendo
claramente que la necesidad del hombre solamente podía ser satisfecha mediante
la encarnación, nos damos cuenta de que el diluvio se hacia imperativo.
PREGUNTAS
1.
Explique las cuatro afirmaciones hechas en Génesis
3.15.
2.
¿Por qué el hombre universal anhela la unión con la
Divinidad?
3.
¿Cómo prueba la historia, que el hombre universal
anhela una encarnación?
4.
¿Cuáles fueron los dos medios que Satanás usó para
impedir el plan de Dios relacionado con la encarnación?
5.
Mencione el primer intento de Satanás para destruir
la línea del justo.
6.
Diga cuál es la diferencia entre Camitas y Setitas.
7.
Diga lo que pueda sobre los descendientes de Adán
por Caín.
8.
¿Por qué se le da atención especial en el capítulo
5 a la descendencia de Set?
9.
¿Cuál fue el propósito que tuvo Satanás al fomentar
los matrimonios entre Camitas y Setitas, tal como se lee en Génesis 6.1-3?
10.
¿Por qué fue necesario el diluvio?
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