Lección 6
LA NECESIDAD DE UN MEDIADOR PARA EL HOMBREEn nuestras dos últimas lecciones estudiamos los problemas
que Dios encaró al proveer la Redención para el hombre.
Después de que el hombre hubo muerto espiritualmente, su
primera necesidad fue la de recibir la vida eterna, la naturaleza de Dios.
Vimos, sin embargo, que Dios no podía impartir al hombre Su propia naturaleza
excepto sobre la base de la justicia, que es la segunda necesidad del hombre.
La tercera necesidad del hombre fue la de tener un mediador, alguien que
pudiera acercarse a Dios e intercediera a favor suyo. Recordamos que después de
su pecado de alta traición, Adán fue arrojado de la presencia de Dios. Había
perdido ya su comunión y compañerismo con el Dios-Padre. El hombre permaneció
en la injusticia de Satanás (Jn 16.11).
No tenía ningún derecho de estar ante la Divinidad y ni siquiera podía
acercársele.
El hombre universal, en su condición de muerte espiritual,
reconoció que no tenía relaciones con Su Creador. Los templos, los altares y
los sacerdocios de todas las naciones son un testimonio elocuente de la
conciencia pecaminosa del hombre, de su temor a la muerte y al juicio y de su
ineptitud para aproximarse a la Divinidad apoyado en su propia justicia.
La India, con sus millones de sacerdotes luchando
inútilmente por conducir a su pueblo hambreado física y espiritualmente,
cayendo a tinieblas más profundas todavía, es un ejemplo revelador de la
necesidad que el hombre tiene de un Mediador.
I. La Condición del Hombre Ante Dios
Hemos visto en las lecciones
anteriores que el pecado del hombre lo unió y esclavizó a Satanás. Ahora el
hombre se sitúa ante Dios no sólo como un súbdito de Satanás políticamente (Col 1.13a), sino también como uno que
está ligado a él con un lazo vital (Ef
2.2; 1Jn 3.10).
Esta identificación del hombre con Satanás provocó que la
condenación y perversidad de Satanás llegara a ser propiedad del hombre (Jn 16.11).
El hombre se alejó de Dios, fue un extraño para Él (Ef 4.18). Su mentalidad y entendimiento
fueron ofuscados por el dios de este siglo (2Co 4.4).
Romanos 3.9-18
presenta catorce acusaciones contra la raza humana en su condición de muerte
espiritual (analice este pasaje). La declaración que procede del Trono de Dios
es que no hay ningún justo (Ro 3.10)
y que no hay ninguno que entienda y busque a Dios (Ro 3.11).
Efesios 2.12
describe la condición del hombre espiritualmente muerto. No tiene derechos en
el Pacto Divino; perdió todos los privilegios que Dios le había otorgado. Al
ser creado por la mano de Dios, el hombre había permanecido en justicia, con bases
legales para aproximarse y tener comunión con la Deidad. El hombre perdió todo
esto por su traición, y su condición se describe como sin esperanza y sin Dios.
Adán, que se había regocijado en su compañerismo con el
Dios-Padre, sintió, inmediatamente después de la muerte espiritual, su
incapacidad para permanecer delante de Dios. Eso se ve en Génesis 3.8. El hombre tuvo entonces la necesidad de un Mediador,
uno que pudiera presentarse delante de Dios en justicia y al mismo tiempo
representar a la humanidad y acercarse a Dios para interceder por ella.
Sin esperanza y sin Dios, en un mundo donde Satanás tiene
la autoridad de la muerte, la condición del hombre es ciertamente desesperada.
Por lo que se refiere a los esfuerzos puramente humanos, la condición del
hombre es sin esperanza. No tiene bases para la oración; si Dios escucha su
oración, es únicamente por Su gracia.
El Padre-Dios en Su amor y en Su deseo de compañerismo con
el hombre, inmediatamente proporcionó los medios por los cuales el hombre pudiera
acercarse a Él. Dios concedió a Adán y a sus hijos un medio para que se
acercaran a Él (Gn 3.21; 4.4).
Israel se acercaba a Dios por medio del tabernáculo, del
sacerdocio y de las ofrendas. Aparte de la manera designada por Dios, el hombre
no tuvo, ni tiene hoy, manera de acercarse al Dios-Padre. Desde el momento en
que el hombre se alejó de Dios por su caída, hasta el tiempo en que Cristo se
sentó a la diestra del Padre, ningún hombre ha tenido el derecho de acercarse a
Dios excepto por medio de un sacerdocio designado divinamente y por medio de un
sacrificio cruento, o Dios se ha acercado a él mediante sueños, visiones o
visitas de ángeles.
II. La Incapacidad del Hombre para Acercarse a Dios
En la vida de Israel tenemos ilustraciones del intento del
hombre por penetrar a la presencia de Dios antes de que llegara la vida eterna
por Jesucristo y la justificación que tiene como base Su obra consumada. Hay
muchos actos de la justicia Divina en el Antiguo Testamento que son difíciles
de entender excepto a la luz de la necesidad que el hombre tiene de un
Mediador.
Lv 10.1-3
contiene el relato de una de las lecciones que fue necesario que Israel
aprendiera para que se diera cuenta de su condición espiritual ante la
Divinidad. ¡Qué final tan calamitoso tuvo la dedicación del sacerdocio! Aarón y
su familia aspiraban aquella mañana al más alto puesto del favor Divino. El
tabernáculo había sido construido. La presencia de la Shekinah lo había llenado con Su gloria; la majestad de Jehová se
posaba sobre Israel.
Tras de ellos había una serie de milagros Divinos que los
habían señalado como el pueblo escogido de Dios, y ahora el primogénito de
Aarón, heredero al sacerdocio, y su hermano, son castigados repentinamente con
la muerte delante de toda la congregación ¿Qué la había ocasionado?
Los dos hijos de Aarón se quedaron al mediodía cerca del
tabernáculo del testimonio y en un arranque de jactancia o de curiosidad
tomaron incensarios con carbones encendidos, pusieron incienso en ellos y
entraron al lugar Santísimo, violando las disposiciones divinas al respecto.
Nadie sino el Sumo Sacerdote podía entrar allí, y sólo podía entrar una vez al
año... Repentinamente los dos jóvenes vacilaron, tropezaron y cayeron muertos.
Mientras Aarón permanecía horrorizado, en un choque nervioso y aturdido frente a los muertos, Moisés exclamó: “Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En mis allegados me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Y Aarón mantuvo su paz.
Israel había aprendido que ningún hombre podía aproximarse a
Dios sin ser invitado y en la forma que Él lo había indicado. En Números 16 encontramos otro ejemplo del
intento del hombre de acercarse a Jehová sin estar autorizado para ello. Es la
historia de Coré y su rebelión. Coré y un grupo de jefes de Israel estaban
celosos de Moisés y de Aarón e insistían en que ellos tenían el mismo derecho
de acercarse a Jehová, como lo tenían los sumos Sacerdotes designados por Dios.
Moisés sometió el asunto a prueba delante de toda la
congregación. Invitó a Coré y a sus seguidores a presentarse delante de Jehová
con sus incensarios listos para el acto de adoración. Al acercarse ellos,
Moisés advirtió al pueblo que se apartaran de las tiendas de estos hombres
perversos, que se atrevían a acercarse a Dios sin ser invitados, y a su propia
manera.
Apenas había dejado Moisés de hablar cuando la tierra se
abrió, y Coré y sus acompañantes, así como sus familias, fueron tragados vivos
y descendieron al Seol. Israel se apartó de la escena con miedo, respeto y reverencia
para un Dios Santo como Aquel.
Encontramos también otra ilustración en 1 Samuel 6.19. El Arca del Pacto había
sido capturada por causa del gran pecado de Elí. Había sido llevada a Gath por
los filisteos, y después de una serie de castigos que habían caído sobre las
ciudades paganas por causa de la profanación del Arca, la pusieron sobre una
carreta y la mandaron a Bethsemes. Las vacas que jalaban la carreta se
apartaron del camino y se metieron a un campo. Cuando algunas de las gentes que
trabajaban en el campo vieron el Arca, publicaron la noticia rápidamente por
todas partes, y de los alrededores acudieron miles de personas en actitud
reverente y curiosa al mismo tiempo.
Entonces, uno más atrevido que los demás, se acercó y quitó
la cubierta del Arca del Pacto, y por vez primera contempló aquella gente el
receptáculo Santo de los Diez Mandamientos. Pero, repentinamente fueron
atacados por una plaga y cincuenta mil de ellos cayeron muertos. Respeto, temor
y consternación se apoderaron de las gentes que quedaron vivas, y golpeando sus
pechos regresaron a sus hogares.
De nuevo se les había mostrado que nadie puede acercarse a
Dios sino por medio de un Sumo Sacerdote o mediante un sacrificio con
derramamiento de sangre. El hombre, por razón de su naturaleza satánica, no
puede ir a la presencia de Dios sin ser invitado. Necesita un Mediador.
IV. El Hombre Clama por un Mediador
Job dio expresión al clamor del hombre por un Mediador. El
tema de su poesía podría muy bien llevar como título la pregunta de los siglos:
“¿Cómo puede el hombre justificarse con Dios?” El libro de Job es el libro más
antiguo de todos los libros de la Biblia. Hay todas las evidencias de que fue
escrito por Jobab, uno de los primos de Abraham, en la época en que Jacob fue a
Egipto. Algunas partes de este libro muestran cuán vital era para el hombre, en
los días de Job, la necesidad de un Mediador.
En Job 4.12-17
tenemos la descripción de un hombre durmiendo, en su tienda, por la noche. En
visión escucha una voz que le dice: “¿Será
el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?”
Tal es el viejo y eterno problema al que se ha enfrentado el hombre juicioso de
todas las épocas. “¿Puede el hombre
mortal ser justificado o absuelto delante de Dios?
¿El hombre caído
puede ser puro delante de su Hacedor?” Nótese la palabra “mortal”. El
término mortal se aplica solamente al
cuerpo físico; el término hebreo usado para esta palabra, significa en realidad
“condenado a muerte”, “frágil”; en otras palabras, un súbdito del diablo.
El hombre se hizo mortal cuando quedó bajo el dominio del
diablo. El problema es: ¿Puede el hombre mortal, o el condenado a muerte, o el
que está bajo el dominio de Satanás, quedar sin condenación en la presencia de
Dios? (Job 9.25-35).
En Job 9, vemos
una expresión de Job a la agonía más profunda del alma del hombre universal.
Job yace en su tienda rodeado por aquellos que ama. Abre su corazón con
absoluta libertad expresando el temor que le oprime el alma en su lucha mortal.
Nos da figuras de lenguaje que describen la rapidez con que la vida pasa para
los ancianos.
Job continúa: “Si
digo, olvidaré mi queja, dejaré mi aburrimiento y me esforzaré: me conturban
todos mis trabajos; sé que no me darás por libre. Yo soy impío, ¿para qué trabajaré
en vano?” Toda esperanza falsa ha huido; Job se encuentra solo con su culpa
y su desesperación. Job nos quiere decir: “¿De
qué sirve que trate de quitar la tristeza de mi semblante y alegrarlo; si tengo
miedo de mis tristezas”?
Esta es la franqueza de la desesperación. Esta es la
inutilidad del saber humano de todo el orbe: seré condenado. Job sigue
clamando: “¿Por qué entonces trabajo en
vano? Aunque me lave con aguas de nieve y limpie mis manos con la misma
limpieza, aún me hundirás en el hoyo y mis propios vestidos me abominarán”.
¡Qué cuadro! “Mis propios vestidos (o el concepto de mi
propia justicia) me abominarán; porque Él no es hombre como yo para que yo le
responda y vengamos juntamente a juicio.” Job sabe que no puede comparecer ante
Dios cara a cara porque Dios no es mortal. Dios no está bajo la esclavitud y la
culpa del pecado como él. Entonces, Job pronuncia las palabras más cargadas de
tristeza que hayan salido de los labios de un hombre: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos”.
En otras palabras, no hay un Mediador entre nosotros que
tenga posición legal ante Dios y que al mismo tiempo pueda simpatizar y
entender, y también representar al humano. Tal es el grito de Job pidiendo un
Mediador; pero no es el clamor de Job solamente, porque Job ha reunido el
clamor de las edades y lo ha dejado escapar en un sollozo sin esperanza.
Con cuánta amargura dice: “Quite de sobre mí Su vara, y Su terror no me espante; entonces hablaré
y no le temeré; porque así no estoy en mí mismo”.
Job 25.4-6 dice: “¿Cómo pues se justificará el hombre con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo del hombre también gusano”? En la expresión “¿Cómo puede ser limpio el que nace de mujer?”, el escritor tiene en mente la caída del hombre por medio de Eva. Cuando nos dice que las estrellas no son limpias a los ojos de Dios, nos está indicando la traición de Adán cuando entregó la creación en las manos del diablo. Satanás lo había manchado todo para que Dios no pudiera contemplarlo con gozo.
Al hablar del hombre como un gusano, revela los abismos
profundos hasta donde el hombre había caído. El gusano se refiere a Satanás y a
la serpiente antigua, y el hombre catalogado como un gusano, es espiritualmente
un hijo del Diablo, sin esperanza y sin manera de acercarse a Dios. Job ha dado
expresión claramente a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.
Jeremías también reconoció que el hombre tenía necesidad de
un Mediador. Jeremías 30.21 dice: “Y de él será su fuerte, y de en medio de él
saldrá su enseñoreador; y le haré llegar cerca, y se acercará a mí: porque
¿quién es aquel que ablandó su corazón para llegarse a mí? dice Jehová”. Jeremías
comprendió que ningún hombre tenía el derecho de estar en la presencia de Dios,
ni tampoco el poder para hacerlo; y nos dice también que hay Uno que podrá
llegar cerca y podrá presentarse delante de Dios sin ser condenado. Jeremías
predice al Mediador que Dios proveerá para el hombre.
V. Requisitos de un Mediador
Ya vimos que la necesidad que el hombre tiene de vida
eterna y de justicia, solamente pueden ser satisfechas mediante la encarnación
del Hijo de Dios. La encarnación es la única respuesta a la necesidad que el
hombre tiene de un Mediador. Ningún ser humano nacido por procreación natural,
podía aproximarse a Dios para interceder por el hombre, en vista de que la
muerte espiritual abarcaba a todo el universo.
Los requisitos de un Mediador para el hombre son los
siguientes:
1. Debe ser un hombre, porque tiene que representar a
la humanidad.
2. Debe poseer la capacidad de entender y de simpatizar con las tentaciones del hombre.
PREGUNTAS
1.
¿Qué cosa en la historia de la humanidad manifiesta
que el hombre no tiene una posición aceptable ante la Divinidad?
2.
Dé una descripción de la posición del hombre
delante de Dios después de su pecado. Cite pasajes de la Escritura.
3.
¿Por qué el hombre necesitó de un Mediador?
4.
¿Cuáles fueron los medios de acercamiento a Dios
que les fueron proporcionados a Adán y a su familia?
5.
¿Qué reveló a Israel el incidente que se encuentra
en Levítico 10.1-3?
6.
Explique los otros dos incidentes en la vida de
Israel que muestran la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.
7.
¿Cómo expresó Job la necesidad que el hombre tiene
de un Mediador?
8.
Cite el pasaje de Jeremías donde se demuestra la
necesidad que el hombre tiene de un Mediador, y explíquelo.
9.
¿Cuáles fueron los requisitos de un Mediador para
el hombre?
10.
¿Cómo pudo satisfacerse la necesidad de un Mediador
para el hombre?
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