Lección 2
En la lección anterior, aprendimos que el hombre es la
razón de ser de la creación. A la, luz de este portentoso acontecimiento vamos
a estudiar al hombre a quien Dios creó para satisfacer su anhelo de compañía.
Génesis 1 nos
relata todo el proceso preparatorio que Dios llevó a cabo antes de crear al
hombre.
Primero, planeó un Universo para el hombre, y en el centro
de dicho Universo proyectó un hogar. El Amor echó los cimientos de este enorme
universo, todo lo planeó y proyectó para que fuese el hogar del hombre. En Génesis 1.25, al terminar Su obra, Dios
puso el sello de Su aprobación sobre ella. Todo quedó listo para satisfacer las
necesidades del hombre. De nada carecía el universo que habría de ser su hogar.
En Génesis 1.26,
Dios hace ahora la solemne declaración de que va a hacer al hombre a Su propia
imagen. Sabiendo que el anhelo de compañía emanado de Dios fue la razón de
haber creado al hombre, podemos entender fácilmente que éste no podría hallar
la razón de su existencia, a menos que fuese creado a la imagen de Dios.
A fin de participar de la vida divina, el hombre debía
estar dentro de la categoría divina, dentro de la esfera de la divinidad. Debía
ser hecho a la imagen y semejanza de su Creador. Debía ser creado semejante a
la Divinidad lo más exacto posible a fin de ser hijo y heredero de Dios.
I. El
Hombre, un Ser Triuno
Jesucristo, el Verbo Encarnado, revela que el Padre es un
Ser Espiritual (Jn 4.24).
Pablo, en su revelación explica que el hombre es un ser
trino formado de espíritu, alma y cuerpo (1Ts
5.23).
En verdad, el espíritu
es el hombre creado a la imagen de
Dios. El alma incluye las facultades
del raciocinio y el cuerpo, las
capacidades físicas. El Dios-Padre creó al hombre a Su imagen, un ser
espiritual con alma y cuerpo. El alma y el cuerpo del hombre lo capacitan para
vivir sobre este universo material que ha sido creado para él. El verdadero
hombre es espíritu. El hombre andaría en compañía del Dios-Padre dentro de su
categoría que es el reino del espíritu.
Tu cuerpo no eres tú. Tu mente no eres tú. Tú tienes una
mente y un cuerpo que usas, están a tu servicio. La mente y el cuerpo son
simplemente los instrumentos de tu espíritu, el “tú” real. El hombre
espiritualmente muerto no comprende que fue creado a la imagen de Dios, para andar
con Él. Ello se debe a que todo lo que el hombre natural conoce acerca de la
realidad, lo conoce a través de sus cinco sentidos físicos. Pero, estos órganos
sensoriales del cuerpo pueden recibir sólo un estímulo de una cosa semejante a
su esencia y a la materia que los forma. Por consiguiente, los sentidos del
hombre sólo pueden percibir para él lo físico o material (nunca lo espiritual).
Existe, de acuerdo con las Escrituras, un reino espiritual
así como un reino físico. El Padre, el Espíritu Santo, los ángeles, Satanás y
los demonios, todos ellos son seres Espirituales, y nuestros sentidos físicos
no tienen contacto con este ambiente espiritual.
Efesios 6.1-20 nos revela que hay una lucha espiritual que nos rodea, de la cual nuestros órganos sensoriales no reciben estímulo. Es decir, nosotros no nos damos cuenta de lo que está sucediendo en el ambiente espiritual. Tampoco nos damos cuenta por los sentidos físicos, de la presencia del Espíritu Santo o de los ángeles. Léase: Marcos 16.17-18; Juan 13.23; 16.7-15; 1 Corintios 3.16; Hebreos 1.14; Santiago 4.7; 1 Pedro 5.8; 1 Juan 4.1-6.
Y como el médico, con el filo de su bisturí, no ha sido
capaz de localizar el espíritu del hombre, los ateos y materialistas han dicho
que el cuerpo es el todo del hombre.
Ro 1:18-21, 28 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que
de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las
cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles
desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas,
de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron
como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus
razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido... Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para
hacer cosas que no convienen.
El hombre se ha rehusado a creer en Dios y a conocerlo
porque no ha podido verlo, oírlo o tocarlo. Un pez podría también afirmar que
no existe nada fuera del agua, exactamente como el hombre limitado al
conocimiento sensorial, diría que no existe nada aparte de la materia.
Concluimos, pues, que el hombre es principalmente un ser espiritual creado para andar con el
Dios Padre dentro de su categoría. Comprendemos, que cuando Él creó al hombre,
Dios no tenía cuerpo; no obstante, el compañerismo del hombre fue completo y
perfecto con Él. Esto revela que el cuerpo del hombre estaba subordinado a su
espíritu, y que su espíritu predominaba. El espíritu del hombre gobernaba su
mente y su cuerpo. El cuerpo existe sólo para el espíritu y el alma del mismo.
El espíritu opera por medio del alma o intelecto, y éstos, a su vez, operan por
medio del cuerpo físico. En la muerte, el hombre y su alma dejan el cuerpo.
Cuando el hombre ha abandonado su cuerpo, éste no tiene razón de existir; por
consiguiente, la disolución y desintegración sobrevienen luego.
II. La Voluntad del Hombre
Otra característica suprema que el Dios-Padre confirió al
hombre fue la voluntad. La voluntad tiene el poder de escoger, de seleccionar,
y determinar las propias acciones.
Dios asumió una gran responsabilidad al crear a un ser con
una voluntad. No obstante, ningún otro tipo de ser podría haber satisfecho la
razón de ser de la Creación. Sin esa voluntad, el ser creado por Dios hubiera
sido una máquina, no un hombre... un títere en vez de una persona. Lo que el
Padre desea es compañerismo y éste debe venir del hombre, no como respuesta a
un instinto, sino de su propia selección e iniciativa, como el resultado de su
profundo amor por Dios.
No podría haber compañerismo con un títere. Léase Lucas 9.23.
La obediencia a Dios es el resultado del amor (Juan 14.15, 21-24).
III. La Mente del Hombre
Las Escrituras nos dicen que cuando el hombre fue creado tuvo una mentalidad intelectual de tal naturaleza, que fue capaz de dar nombre a toda la creación animal:
Gn 2.19-20 Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo...
Cuando nos damos cuenta de que hay 500,000 insectos,
pájaros, gusanos, peces, reptiles y otras clases de animales a los cuales Adán
puso nombre, podemos entender la gigantesca capacidad mental que tuvo y que lo
facultó para gobernar sobre la creación. Sabemos que la razón primordial de la
existencia del hombre es el anhelo de compañerismo del Dios-Padre. Por
consiguiente, las capacidades mental y de inteligencia del hombre fueron de tal
naturaleza, que su mente pudo asociarse con la de su Creador.
IV. La
Condición Física del Hombre
Cuando el hombre fue creado, el plan de Dios fue hacer un
ser humano perfecto con una vida humana sin fin. Su cuerpo no era mortal ni
inmortal. La palabra “mortal” significa “condenado a muerte” o “dominado por
Satanás”.
El hombre era un ser espiritual eterno, dentro de la
categoría de divino con un cuerpo humano eterno. El cuerpo de Adán era perfecto
y estaba preparado para ser la habitación del subgobernante divino.
V.
Dominio, Autoridad y Responsabilidad del Hombre
Gn 1.28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la
tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los
cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Al leer las Escrituras por medio de nuestra mente gobernada
por los sentidos, hemos pasado por alto el lugar de suma importancia que el
hombre tuvo en el corazón de Dios. El hombre fue el objeto del amor y del
afecto del Dios-Padre. El Padre se gozó en delegar al hombre Su poder y dominio
sobre las obras que Él había creado. El hombre fue creado con la capacidad de
gobernar el universo. El Salmo 8.3-6
nos descubre la creación del primer hombre tal como el Dios-Padre deseaba que
fuese y viviese. El versículo 5, en la versión Reina-Valera dice: “Le has hecho poco menor que los ángeles...”,
pero el texto original en hebreo dice
“Le has hecho un poco menor que Dios”.
La palabra hebrea usada aquí para Dios es “Elohim” y es la misma palabra que se
usa en Génesis 1.1:
“En el principio Dios
(o Elohim)...”
La idea del hebreo es “solamente un poco menor que Dios”.
Es decir, el hombre fue creado tan semejante a Dios-Padre como fue posible. El
hombre sería el compañero de Dios y un subgobernante divino. Su dominio
abarcaba hasta la última estrella y hasta el último planeta. Era de tan largo
alcance como será el poder de Cristo cuando tome las riendas del dominio del universo.
Hebreos 2.5-8a nos presenta una
revelación del dominio de Adán. Hebreos
2.8b revela que el hombre ya no posee tal dominio. Hebreos 2.9 nos dice que el dominio perdido por Adán le fue
entregado a Cristo por virtud de su sacrificio en favor de los hombres. Y Hebreos 1.3 nos sugiere la forma en que
Adán gobernó la creación de Dios. Jesús retiene ahora todas las cosas por la
Palabra de Su Poder.
Adán también gobernó la creación por su palabra. Su voz fue
como la voz de Su creador en su dominio sobre lo creado. Adán poseyó una
autoridad tan completa sobre la creación que tuvo en sus manos el derecho legal
de conferir tal dominio a otro ser, a Satanás (en nuestra siguiente lección
continuaremos la ampliación de este pensamiento).
VI. La Responsabilidad del Hombre
Es imposible sobreestimar la responsabilidad de Adán. Adán
sentía el mismo gozo entrañable de Dios-Padre, por la familia humana todavía
por nacer. Dios pudo haber hecho que existiera toda la familia humana desde
luego, al mando de Su palabra, pero no lo hizo así.
Génesis 1.28 nos
dice que Dios hizo a Adán y a Eva Sus compañeros de trabajo para colocar a la
familia humana en el mundo. Dios dio al hombre la capacidad de reproducirse o
de engendrar hijos. Dichos hijos fueron creados primordialmente para el gozo y
la gloria de Dios. En vez de crear a la raza humana por medio de una sola
palabra, el Dios-Padre creó a un hombre y a una mujer. Y les dijo
prácticamente: “Les permito dar a luz a
mis hijos; criarlos, educarlos y cuidarlos; enseñarlos a amarme y a responder a
mis anhelos”. Y de esa manera, la tarea verdadera del hombre fue engendrar
a los hijos de Dios.
Esto coloca sobre el hombre una responsabilidad que
solamente puede medirse por la eternidad. El hombre engendra personalidades
eternas, hijos que vivirán tanto como Dios vive. El hombre, pues, es el
custodio del gozo divino. Nos hemos detenido a considerar cada detalle en la
creación de la raza humana en Adán, por una razón muy importante: la renovación
de nuestra mente.
Hasta el momento en que nacimos de nuevo, vivíamos en el
reino de la muerte espiritual. No habíamos conocido otra cosa más que la
esclavitud de ese reino. Durante ese periodo todos nos familiarizamos con la
creación del hombre tal como se nos relató en Génesis 1 y 2, pero
nuestro conocimiento fue a través de la mente terrenal que está enemistada con
Dios.
En el relato de la Creación, no pudimos descubrir que el
hombre fuese la razón de ser del universo. Para nosotros el hombre jugó un
papel de poca importancia. Nuestro espíritu, alejado de Dios, no pudo
comprender el anhelo que el Dios-Padre tenía de hijos ni Su gozo al crear al
hombre a Su propia imagen para que tuviese dominio sobre la creación. En lugar
de eso, lo que nosotros contemplamos fue a un Dios por el cual no sentimos amor
o íntima amistad; el concepto que teníamos de Dios era el de un Dios-Policía o
el de un Dios-Juez.
Pensábamos en la creación del hombre como un fracaso
lastimoso; éste no era más que un pobre y débil gusano hecho del polvo de la
tierra. Lo observamos tal como Satanás quiso que lo observáramos.
1 Corintios 15.45-49 nos habla de dos creaciones, la
creación en Adán y la nueva creación espiritual en Cristo. En Adán,
contemplamos al hombre desfigurado por la entrada de la muerte espiritual,
perdiendo su comunión con el Dios-Padre y su dominio sobre la creación. En Cristo,
la muerte espiritual queda destruida y el hombre es hecho una nueva criatura,
libre del dominio de la muerte espiritual como si Adán nunca hubiese pecado.
Conociendo el porqué de la primera creación, sabremos lo que ésta significa
para el corazón Paternal de Dios.
El bajo concepto que tenemos de la creación en Adán nos ha
dado un bajo concepto de la creación en Cristo.
PREGUNTAS
1.
¿Por qué el Dios-Padre creó al hombre a Su propia
imagen?
2.
(a) ¿Qué clase de ser es Dios? ¿ Es hombre? (b) Dé
citas para cada respuesta.
3.
¿Por qué el hombre natural no reconoce la
existencia del hombre espiritual?
4.
¿En qué reino debería vivir el hombre?
5.
¿Por qué Dios dotó al hombre de voluntad?
6.
¿Qué incidente revela el tipo de mentalidad que
tuvo Adán?
7.
¿Qué clase de cuerpo poseyó Adán?
8.
¿Qué pasajes revelan la autoridad que Adán tuvo
antes de la caída?
9.
¿Hasta qué punto fue creado Adán a la semejanza de
Dios?
10. ¿Por
qué es necesario que nosotros sepamos qué lugar tuvo la primera creación en el
plan de Dios?
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