Siete Pasos Hacia La Clase Más Elevada De Fe (Parte 3)
Textos Bíblicos: 2 Corintios 6:14-16; Romanos
3:23-26; Salmos 32:1-2.
Verdad Central: Podemos acercarnos a Dios con
completa seguridad porque hemos sido hechos la justicia de Dios en Cristo
Jesús.
Esta lección nos trae al paso 6 en nuestro estudio de la
clase más elevada de fe. En ella queremos ayudarte a ganar una nueva
comprensión dentro del significado de las palabras "justo" y "justicia",
tal y como se muestra en las Escrituras.
Paso 6 – La Realidad De Nuestra Justicia En Cristo
En 2 Corintios 6:14-16 dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué
compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con
las tinieblas? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque
vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré
entre ellos y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”.
Leyendo la escritura anterior, mucha gente ve en ella
solamente la enseñanza de la separación del mundo. Y ellos inmediatamente
practican la segregación pensando que eso es lo que la separación quiere decir.
Piensan que no pueden tener nada que ver con el mundo o con nadie del mundo.
Hasta se segregan de otros cristianos si no están completamente de acuerdo con
ellos. Sin embargo, Jesús dijo: "Vosotros
sois la sal de la tierra...vosotros sois la luz del mundo" (Mateo
5:13-14). Para poder ser la sal y la luz del mundo, debemos permanecer en el
mundo, haciendo nuestro trabajo para el Señor.
Quiero que notes algo más en esta escritura, igualmente
importante: los creyentes son llamados "creyentes" y los incrédulos son llamados "incrédulos". El creyente es llamado
"justicia" y el incrédulo
es referido como a "injusticia".
El creyente es llamado "luz"
y el incrédulo "tinieblas".
Para muchos, la idea de llamarse a sí mismos "justicia" suena egoísta. Aún así estas mismas personas no
objetan a llamarse a sí mismas "creyentes"
o "luz". Esta escritura usa
los tres términos para referirse a los creyentes. En el versículo 15 vemos a la
iglesia, a los creyentes, referidos como a Cristo, porque Él es la Cabeza y
nosotros somos el cuerpo. Y por supuesto, la cabeza no va a ser llamada por un
nombre, y el cuerpo por otro. La iglesia es Cristo, y nosotros somos el cuerpo de
Cristo.
Romanos 3:23-26 dice: “Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús. A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre, para manifestar su justicia a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados. Con la mira de manifestar en este tiempo su
justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe
de Jesús”.
¿Qué significa todo esto? ¿Qué nos está enseñando Dios a
través de esta escritura? Que Dios a través de Jesús declaró Su justicia. Que
Dios mismo es justo, y que Dios es mi justicia. Él es "el que justifica", o la justicia
del que es de la fe de Jesús.
Romanos 5:17 dice: "Pues
si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida
por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don
de la justicia". La mayoría de la gente ha pensado que justicia es
algo que uno logra viviendo correctamente. La justicia, sí quiere decir
rectitud, o recto, pero esta escritura dice que es un don, no algo que podamos
ganar haciendo buenas obras y viviendo limpiamente. Un don es algo que nosotros
recibimos instantáneamente; un estado de desarrollo espiritual es el fruto. Si
la justicia fuera un fruto, la escritura leería: "Y del fruto de la justicia". Sin embargo, dice: "Y del don de la justicia".
Cada uno de los amados hijos de Dios tiene la misma justicia
y el mismo derecho para con Dios. El no ama a uno más que a otro. El no
escuchará las oraciones de uno más que las de otro. Cuando esta verdad te haya
penetrado completamente, ¡Tus oraciones obrarán resultado! ¡Tus oraciones serán
contestadas!
Mucha gente lucha en el terreno de la autocondenación,
dejando que el enemigo les robe la herencia que es de ellos en Cristo Jesús.
Creen que sus oraciones no obrarán resultado y que Dios no los escuchará.
Piensan que si pudieran encontrar a un hombre justo para orar por ellos, las
oraciones de él sí que obrarían resultados.
Qué triste es que ellos no hayan visto la verdad en las
escrituras que acabamos de leer. Dios es nuestra justicia. Él se convirtió en
nuestra justicia cuando nos impartió su naturaleza, su vida eterna, cuando
nacimos de nuevo. Él se volvió nuestra justicia en el momento en que aceptamos
a Jesús como nuestro Salvador y lo confesamos como Señor.
Yo descubrí las verdades de estas escrituras por primera vez
siendo un joven cristiano, cuando por 16 meses pasé acostado en cama sin poder
moverme de ella por mí mismo. No las entendí entonces. Al principio eran como
un rayito de luz en una esquina obscura. Estaba sosteniendo las mismas luchas
que muchos de ustedes sostienen para salir de algún problema en su vida o para
obtener salud.
Leyendo mi Biblia me encontró un día con la escritura en
Santiago 5:14-15, "¿Está alguno
enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia y oren por él,
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al
enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados le serán
perdonados". Pero mientras leía, cualquier fe que momentáneamente
flameara, era extinguida rápidamente por el pensamiento de que yo sabía que mi
iglesia no creía en sanidad o en la unción con aceite. Yo no tenía a nadie a
quien llamar para oración, como decía esta escritura.
Entonces el Señor me habló y me dijo, "Es la oración de fe la que sana a los
enfermos. Tú puedes hacer esa oración tú mismo como cualquier otro podría
hacerlo".
Yo era simplemente un bebé en Cristo. Sólo tenía 16 años de
edad, y hacía pocos meses que había sido salvo, ¡aún así el Señor me dijo que
yo podía hacer esa oración de fe! Inmediatamente mi pensar erróneo me derrotó.
Pensé: "Sí, podría; si fuera justo"
(Yo me daba cuenta de todos mis errores y sabía que no era justo, por lo menos
según mi entendimiento de la Palabra). Leyendo más adelante en el libro de
Santiago, leí donde Elías es puesto como ejemplo de un hombre justo orando:
"Elías era un hombre sujeto a
pasiones como nosotros, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió
sobre la tierra por tres años y seis meses" (Santiago 5:17).
Al estudiar acerca de Elías, determiné que él no era mi idea
de hombre justo. Cuando la mano del Señor estaba sobre él, podía correr más
rápidamente que el carro del rey. Pero cuando se dio cuenta que la reina
Jezabel lo quería matar, corrió y se escondió debajo de un árbol de enebro y le
rogó al Señor que lo dejara morirse. Entonces gimió al Señor: "Todos han apostatado, menos yo. Yo soy el
único que te está sirviendo, Señor". Semejante inconsistencia no podía
ser la marca de un hombre justo, yo pensé, "¿Cómo
pudo Santiago haberlo puesto como ejemplo de un hombre justo orando? ¡Él no era
más justo que yo!"
Entonces recordé que Santiago dijo que Elías era un "hombre sujeto a pasiones como nosotros".
Y no solamente estaba sujeto a estas pasiones, sino que también se rindió a
ellas. Aunque permitió que el desánimo dominara sus acciones, fue llamado un
hombre justo.
Un Mejor Pacto
Salmos 32:1-2 dice: “Bienaventurado
aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado
el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay
engaño”.
Bajo el antiguo pacto, la sangre de animales inocentes cubría
el pecado. Dios no le atribuyó iniquidad a la gente aunque habían hecho maldad.
Él lo encubrió y lo perdonó y les imputó justicia. Ante El ellos eran justos.
"Y veré la sangre, y pasaré de
vosotros..." (Éxodo 12:13). Si Dios hizo esto por sus hijos bajo el
pacto de le Ley, ¿cuánto más hará lo el por nosotros? Bajo la gracia tenemos un
mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. La sangre de Jesucristo no
solamente cubre nuestros pecados, sino que nos limpia "de toda maldad". "Al que nos amó, y nos lavó de nuestros
pecados con su sangre" (Apocalipsis 1:5).
Cuando leí esta escritura vi que cuando nací de nuevo todos
mis pecados fueron perdonados y mi vida pasada dejó de ser. Vi que me había
convertido en nueva criatura en Cristo, y yo sabía que Él nunca hacía nuevas
criaturas no justas.
Inmediatamente el diablo estaba ahí diciéndome: "Eso no puede ser verdad, pero, ¿y desde
entonces? No hace mucho tiempo te enojaste mucho. Esa ciertamente no es la
manera de actuar de un hombre justo". Hizo que mirara a lo natural de
nuevo en vez de a la Palabra de Dios.
Entonces leí 1 Juan 1:9: "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (Esta escritura no fue
escrita a pecadores, sino a creyentes). Esto significaba que yo me había
convertido en la justicia de Dios en Cristo cuando nací de nuevo. Si había
pecado desde entonces; y lo había hecho, sólo tenía que confesar mis pecados y
Él me perdonaba y limpiaba de toda maldad (Si estoy limpio de maldad, entonces
soy justo de nuevo).
Antes, cuando había leído Santiago 5:16: "La oración del justo puede mucho"
había pensado que si algún día me pudiera volver justo, entonces sí tendría una
vida de oración tremenda y vería respuestas prominentes a mis oraciones. Ahora
yo veía que mis oraciones obrarían resultado, porque Dios me escucharía tan
pronto como Él escucha a cualquier otro. En mi Biblia al lado de esta escritura
en Santiago 5:16 escribí estas palabras: "Yo soy ese hombre justo". Esto no es jactarme de nada que yo
haya hecho, es jactarme de lo que soy en Cristo. Es alabar a Dios por lo que Él
ha hecho posible para nosotros en Cristo.
Esto significa que podemos estar en la presencia de Dios sin
ningún sentimiento de culpa, condenación o inferioridad. Esto quiere decir que
el problema de la oración está resuelto. Ya no necesitamos ir ante su presencia
con la lengua atada por la condenación o llenos de temor por la ignorancia.
Podemos entrar en su presencia en completa seguridad porque hemos sido hechos
justicia a través de la sangre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Texto Para Memorizar: "Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
El" (2°Corintios 5:21).
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